GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a SILVANA FRANZETTI
(Publicado en la página de Facebook el 23 de octubre de 2024)
Silvana nació en la Ciudad de Buenos Aires, en 1965. Es poeta y traductora.
En la entrevista, Silvana, dice:
«...por definición la poesía nunca podría llegar a ser un asunto privado, es el arte más delicado de la lengua, que es la capacidad que nos distingue como seres humanos. A su vez, por más que los verdugos lo intenten, por más que se vea amenazada, no puede haber historia sin memoria, el acervo del lenguaje está en la poesía y la experiencia histórica está enlazada de un modo muy singular al arte y a la poesía.»
(Crédito de foto: Dirk Skiba)
SELECCIÓN DE SU OBRA
¿Lo único necesario?
Se necesita
hacer una pausa
después de una pregunta.
Algo que haga frente
al exceso de palabras,
aun cuando
en una sola quepa toda
la superproducción
del mundo, pero no es esa
la cualidad de las palabras
ni de las cosas.
Concentración y dispersión
–en esta secuencia–
hasta formar un ciclo.
Entonces pienso en otra cosa:
la energía
con la que se escribe
es mayor a lo escrito.
°°°
Un relámpago
detrás de otro
con cada estruendo
la mano lleva al lápiz
al límite del silicio.
Cocina. Interior. Noche.
Habitación. Interior. Noche.
Estudio. Interior. Día.
Fin del día.
Comienzo de la noche.
Noche. Linterna a pilas
made in Vietnam.
En medio de esta penumbra
intermitente, debería
ir haciéndome a la idea
de que al menos
esta noche la luz
no va a volver
que lo único claro es:
el corte no obedece
a la tormenta.
De «Sujetos a variación», Buenos Aires, Ediciones op.cit., 2022. Disponible en
formato electrónico para su descarga libre en www.opcitpoesia.com.
El que me trataba de usted gritó el slogan nada mejor
que permanecer en Amplitud Modulada.*
Miré una vez más la meseta; antes que exceso de superficie
o de visión, es una tira de sombras amarillas
interferidas por la idea de escalera.
Algo podría caer, conseguiría olvidar una parte de lo que sé.
* Para Sergio Fonseca, en zona de Futaleufú, su padre le pide que encienda la radio
mañana a las siete de la mañana.
°°°
Todo el tiempo hubo menú fijo.
Por qué se conseguía eso y no otra cosa.
Las preguntas sobre el desplazamiento involuntario
de los cuerpos (la caída en terreno desconocido*
el texto del terror)
aparecían a la mañana, desmedidas.
* A José Torres, donde se encuentre. Ramón Díaz le pide que se comunique urgente
con él.
°°°
Un lugar* al que los pescadores iban con cierto método. Los veraneantes llegaban por
equivocación, buscaban otras playas. Desde la ruta se salía a un camino que
continuaba en senda y se llegaba hasta una costa de arcilla petrificada, color lapa. No
había ni una sola casa, ni siquiera rodante.
* A Antonio Curiqueo, su hija Emilia le pide que le haga saber por este mismo medio
dónde se encuentra.
De «Notas al pie», Buenos Aires, Periódica Ediciones, 2016.
Cartas de estación, fuera del silencio de ese idioma.
(Al menor malentendido escribo un punto.)
Franqueo simple:
es muy probable que ésta se pierda en el trayecto.
De ahí los diálogos recortables,
en cualquier momento el tema pasa al clima
y es verano, no puedo atenerme tan bien al protocolo.
Los turcos mascan hip-hop en el andén,
pero la música no está en la cara de nadie.
Doy por sentado el modo de empapelar la ciudad.
Como si se pudiera enumerar secretos:
hay un barullo encorsetado
entre los paréntesis
‒antes se ajustaba, ahora no cede‒,
hay un ritmo que
trasvasa el silencio, está por terminarse.
El tono extranjero se impregna a través de capas foliadas,
la memoria de una voz prepara el lapsus.
Hay sonidos sin comas
y demasiadas películas dobladas.
°°°
Tiendo a volverme en contra de los tiempos,
si pudiera hablar en presente nomás,
dejaría el teclado.
Me equivoco en el modo de sentarme
está muy lejos de me siento mal.
El océano no separa una forma de otra,
es preferible confundir
a un húngaro con un familiar.
Qué hay debajo de las notas discordantes.
Es mi tímpano esta vez el que percibe
los grados bajo cero del idioma.
El asunto no es el lápiz negro que chirría sobre el papel
y tampoco las teclas de la computadora
decididas a llevarse el resto
de ruidos del lugar, sino callar como el extranjero,
con un silencio reversible: del anverso
(para el natural), se trata de algo inalterable;
para el extranjero (del reverso),
su propio silencio sobrevive,
acepta la palabra en sentido hiperreal
porque sabe qué es la nada,
ya no digamos el nadie.
°°°
Quince extranjeros a la intemperie del sonido
asistimos al temple de la o
con diéresis. Las escuelas siempre hacen zancadillas;
caí junto al polaco, no quise que una vocal fuera
algo así como un átomo separado por nada.
No me pregunto por el tiempo, voy al ritmo
en que se deshilvana el propio idioma,
me dejo llevar por lo que oigo: trozos
de una vocal en otra o, al menos,
pensar en una e y abrir la boca en o.
Hay menos tiempo en la letra redonda
se aparta de lo sobresaliente
o se rehúsa a la ilusión de durar todavía más,
sus enlaces se mantienen en reserva.
Pero el ojo se desvía, no acusa
a las curvas de ilegítimas,
se deja llevar por la corriente,
cuenta de antemano con la intriga,
responde al llamado
y deja la cita en pie.
De «Edición bilingüe», Bahía Blanca, Vox, 2006.
La mano envuelta
con una tira de lienzo blanco
mece el saquito de té.
El peso del pugilista va a ser marcado
en la regla graduada antes
de que suene la campana.
Cada cuerpo se pliega en el saludo
la ceremonia no es, no puede ser el combate.
Alguien
en una butaca
boquiabierto desde el minuto primero
aunque el espectáculo ocurra en tres.
°°°
Los japoneses piden fotos junto a los acomodadores,
buscan la más preciada: sus cuerpos
delante del toro muerto, todavía desangrando
hace una hora.
Miran y se dejan mirar, no se preguntan
por qué crean lo eterno, lo consiguen
ya fueron vistos por millones.
La lidia es un clic, la máquina o el toro.
°°°
En los tendidos se archiva el eco de los oles.
Es el cuerpo del toro arrastrado
por caballos con ojos vendados el que borra
un segmento de la línea de cal
el círculo se rompe en ese instante.
De «Cuadrilátero circular», Mar del Plata, dársena3, 2007 (2 a ed.), Buenos
Aires, Casa de la Poesía, 2002, (1 a . ed.).
ENTREVISTA CON LA AUTORA
Gilgamesh: Silvana, tu obra poética me confrontó con la tradición poética de las vanguardias, una cuadratura del círculo poético que (des)monta textos (di)símiles, «Sujetos a variación», «Notas al pie» que definen un estilo netamente experimental. ¿Cómo y cuándo empezó este camino de escritura?
Silvana Franzetti: Quizás el camino se fue haciendo antes de empezar a escribir poesía. A los seis años estaba aprendiendo a leer y de la biblioteca de mi casa me atraía como un imán «Obras completas», de García Lorca, por la presencia de bellísimos dibujos del poeta, a cuatro colores y también en blanco y negro, y de facsímiles de partituras y fotos, intercalados entre los poemas. Un año después, durante los carnavales, con la complicidad de mi madre, armé un disfraz con una camisa galesa blanca, una pollera multicolor de coya y un pañuelo en la cabeza. En el corso, me preguntaban de qué estaba disfrazada. Yo respondía muy convencida: «De Alfonsina Storni». Nunca supe si fue por el disfraz o por mi respuesta o por la conjunción de ambos que gané una bicicleta roja. Estos dos sucesos son algo así como el esbozo o el camino en potencia de uno de los sentidos que para mí tiene la poesía hoy, un lenguaje en íntima relación con otros lenguajes artísticos. Durante mi infancia y adolescencia estudié música y de joven hice una breve incursión en el teatro. Incluso hace unos años exploré, desde el canto y el teatro, el trabajo de la puesta en voz de mis poemas. Tal vez en esta conexión resida lo experimental que mencionás. Recién a los veinticuatro años, a partir de la muerte de mi padre, empecé a escribir poesía de manera decidida, por decirlo así. Para ese entonces hacía tiempo que leía poesía y también seguía regularmente los números del «Diario de poesía». Allí me enteré de la convocatoria al Primer Concurso Nacional de Tandil, que se realizó en 1992, envié una serie de poemas que el jurado, conformado por Diana Bellessi, Daniel Freidemberg y José Luis Mangieri, seleccionó con el tercer premio. Entonces decidí asistir al taller de Arturo Carrera y Daniel G. Helder, y allí conocí a Selva Dipasquale, Rita Kratsman, Roxana Páez, Alicia Hernández, Mariana Bustelo y Alejandro Rubio, con quienes en 1994 autoeditamos nuestras primeras plaquetas bajo el nombre editorial «Seis sellos». Esta fue una experiencia muy importante para mí, en un contexto como el de los noventa en el que prevalecía el individualismo, el trabajo grupal de edición implicó intercambios, críticas y un ejercicio de respeto por las diferencias que nos permitió llevar adelante un proyecto de poesía con estéticas muy diferentes.
Gilgamesh: ¿Cómo fuiste respondiendo al llamado de cada uno de tus libros editados? ¿Nos podrías contar cuál fue la piedra de toque de «Notas al pie», «Edición bilingüe», «Sujetos a variación» y «Cuadrilátero circular»?
Silvana Franzetti: Algunos de mis libros «responden al llamado», para usar tus palabras, de una estructura que se me presenta en algún momento de la toma de notas. Cuando esa organización se manifiesta, los poemas van en esa dirección y escribo hacia esa forma que se va componiendo. Este es el caso de «Notas al pie» —donde trabajé con el montaje de dos clases de textos, en principio bien disímiles: poemas y transcripciones de mensajes orales al poblador rural— y de «Edición bilingüe» —organizado a partir de la escritura de traducciones ficcionales de poemas propios y en el que subyace la pregunta acerca de la traducción de poesía—. De algún modo, la escritura de ciertos libros podría llegar a ser infinita. Todo libro es infinito, me refiero a libros como estos que van más allá de un repertorio de poemas. En cambio, la plaqueta «Cuadrilátero circular» se fue organizando en otra dirección, a partir de un tema —la representación de la violencia, en particular, el boxeo y la lidia— y de una exhaustiva documentación de material escrito y audiovisual. «Mobile», mi primer libro, se organizó en torno al duelo del padre y «Saltos de agua» también responde de algún modo a esta segunda vertiente, se compone de cinco ciclos con temas bastante determinados y, a su vez, los poemas de cada ciclo establecen diálogos entre sí. En cambio, «Sujetos a variación» no se sostiene por temas y tampoco por una estructura, sino que hay cierta atmósfera que recorre el libro, la escritura se fue montando en un ritmo o flujo de movimiento.
Gilgamesh: El montaje, el collage sostienen la arquitectura de tu poesía. ¿Qué lugar ocupan el ritmo y la imagen en ella?
Silvana Franzetti: En mi experiencia, la búsqueda está del lado de las relaciones entre respiración y corte de verso, y entre pensamiento y corte de verso; más que una sucesión regular, pienso el ritmo como todo aquello que desencadena sentidos. De todas las imágenes, las que más me interesan y quizás las que más disfruto, cuando se dan, son las sonoras y las de movimiento. Seguramente por mi atracción hacia el cine, en particular el cine de autor con el que, salvando amplias distancias, asocio la poesía, por ejemplo, por la circulación de sus obras dentro de un mercado más simbólico que comercial, por el grado de reflexión acerca del propio lenguaje y por la operación de montaje. Es en este punto que me interesa la inversión de los términos, de «cámara-lapicera», en cine, a «lapicera-cámara», en poesía.
Gilgamesh: No te son ajenas las artes plásticas. Collages y libros objetos están presentes en tu recorrido artístico. ¿Cómo es ese proceso de escritura e imágenes plásticas? ¿Qué diferencia a un libro objeto, un libro ilustrado a tus otros libros de poesía?
Silvana Franzetti: Llegada a este punto también quisiera mencionar los videopoemas que junto con los collages y los libros objeto son un campo de líneas de exploración, se fueron sucediendo a lo largo del tiempo, no se dieron en simultáneo. Me da mucha curiosidad saber cómo sucede esto, no tengo muy claro el proceso de creación de estas piezas, de algún modo son la extensión de la escritura de poesía en otros lenguajes.
Gilgamesh: A la hora de comenzar un poema, un libro, ¿qué rituales/ qué textos te acompañan?
Silvana Franzetti: Los rituales cambiaron a través del tiempo, permanece el del mate, del té o del café. Que a decir verdad no son exclusivos de la escritura o de la traducción de poesía, sino de cualquier tipo de trabajo que emprendo. En todo caso, me ayudan al buen temple en la entrada a la escritura. Para que esta suceda es necesaria cierta disposición mental, espiritual o de ánimo, según los días y las épocas, pero esta disposición puede darse tranquilamente sin rituales. Acá me resuenan las palabras de George Perec: «la vida [por qué no, la escritura] consiste en pasar de un espacio al otro sin golpearse».
Gilgamesh: ¿Sentís que tu obra dialoga con lo que se lee/ publica en estos tiempos? ¿Cuáles poéticas son afines a tu manera de ser en la escritura poética?
Silvana Franzetti: Este como muchos otros aspectos de la escritura trasciende la intencionalidad de quien escribe, por eso me resulta muy difícil responder preguntas de esta naturaleza. De modo muy general, creo que lo que escribo está en diálogo tanto con lo que leo como con lo que escucho y miro. A su vez, cuando escribo entro en diálogo no solo con obras actuales, sino también contemporáneas e históricas, no sé el grado de decantación que finalmente deviene de todo esto en mis poemas, en todo caso depende de quien lee. Mis lecturas de formación fueron Raúl González Tuñón, César Vallejo, la poesía de la guerra Civil española y Juan L. Ortiz, la lista es más larga. Actualmente me sigue interesando y sigo leyendo poesía europea de posguerra que, en mi opinión, no está para nada agotada, ante todo por la economía del lenguaje, por su modo de nombrar las cosas sin sacralizar y cierta tendencia a la antipoesía. Entre otros nombres en lengua alemana se encuentran Hilde Domin, Tadeusz Różewicz, Rose Ausländer, Bertolt Brecht, Ingeborg Bachmann y Reiner Kunze; en lengua inglesa, Mark Strand (1934), Robert Creeley (1926) y Denise Levertov (1923); en francesa, Henri Michaux, Philippe Jaccottet y Francis Ponge; y en italiana, Carlo Emilio Gadda, Franco Fortini y Natalia Ginzburg. Hace tiempo que me atrae muchísimo la poesía de la danesa Inger Christensen que, aunque la leí traducida al italiano y al inglés, y motivó que tomara un curso de danés, la traduje de manera indirecta, del alemán. Me atrae su forma experimental de composición que se caracteriza por el uso de sucesiones, como la Fibonacci, y la magnífica tensión que logra entre objetos, formas de percibir la vida cotidiana y cierto grado de abstracción del pensamiento.
Gilgamesh: ¿De qué manera tu trabajo de traductora influye en tu obra? ¿Qué autores priorizás a la hora de traducir? ¿Es la propia escritura una traducción?
Silvana Franzetti: Algunos poemas, sobre todo de «Saltos de agua», los considero «restos diurnos de traducción», porque ciertas imágenes o procedimientos o flujos siguieron trabajando después de la traducción y decantaron en otra cosa, en otros poemas. En las notas finales de ese libro puse esto de relieve y mencioné de dónde vienen esos poemas. Como mencioné en la respuesta anterior, me sigue interesando la poesía de posguerra, casi todo lo que traduje hasta ahora del alemán se inserta en esa línea. Y en referencia a tu tercera parte de esta pregunta, la escritura de poesía, aunque incluya otros lenguajes es en sí misma un lenguaje aparte, entro directo en ese lenguaje, no la concibo como traducción. En cambio, sí pienso que mi experiencia de traducción lleva en sí una apuesta y una puesta escritural, un compromiso con la lengua y con la lectura, y una toma de decisiones que se relacionan intrínsecamente con la escritura.
Gilgamesh: Sos licenciada en Ciencias de la Educación. ¿Qué lugar ocupa la poesía en los sistemas educativos, o cuál debería ocupar? ¿Qué lugar le cabe a la intelectual y a la poeta, en particular, en este momento histórico?
Silvana Franzetti: Si bien me gradué de licenciada en Ciencias de la Educación en la UBA, desde mediados de mi carrera trabajé primero en librerías y después en y para editoriales, al principio en calidad de correctora y más tarde en la tarea de editing de textos. Pero no trabajo en el sistema educativo, entonces no estoy al tanto del lugar que ocupa la poesía en la práctica docente de cada uno de los niveles ni en los diseños curriculares del sistema educativo argentino que, por cierto, son muchos más de lo que se cree. Acerca de la otra parte de tu pregunta, en principio habría que definir qué significa ser intelectual hoy. Pero para salir rápidamente del malentendido, aunque me interesa la reflexión crítica de los acontecimientos sociales no me considero una intelectual, no produzco conocimiento ni intervengo en la sociedad a partir de esa producción. Fuera de mi trabajo para ganarme la vida, en el acotado tiempo que me queda, mi tarea es de oficio, leo, escribo y traduzco poesía, de vez en cuando indago las relaciones entre poesía y otros lenguajes artísticos, y coordino de talleres de poesía.
Gilgamesh: ¿Cómo circula tu obra en festivales, lecturas, presentaciones, concursos? ¿Cómo interpretás la movida poética actual?
Silvana Franzetti: Es curioso, nunca se sabe cuáles van a ser los destinos de un libro o de una pieza de arte. Casi todos los libros que publiqué circularon más que nada de mano en mano y están prácticamente agotados. «Saltos de agua», que acaba de salir este año por la editorial Salta el pez, se encuentra en librerías de varias ciudades y en ferias. «Sujetos a variación» está disponible desde 2022 en el sitio de la revista Op.cit, en soporte ebook. Siempre que me invitan, asisto con alegría a ciclos de lecturas y festivales, y paralelamente está el recorrido que hacen las selecciones de poemas por revistas, blogs, redes, plataformas, antologías y demás. De las versiones del alemán, hay mucho más inédito que publicado, no es fácil encontrar editoriales que se interesen por la poesía en lengua alemana, además está la cuestión de reproducción de derechos, y el largo etcétera que rige las condiciones de publicación. No obstante, sigo en la búsqueda. Recién en 2017 salió por El jardín de las delicias mi primera traducción en formato libro, La flora de los escombros, de Volker Braun, que obtuvo un fomento a la traducción del Goethe-Institut. Otras versiones forman parte de antologías y gracias a la tarea de Jorge Aulicino, también es posible leer avances de traducciones de libros inéditos en Otra iglesia es imposible. Por otra parte, los videopoemas que realicé circularon —tal vez circulen todavía— en numerosos festivales internacionales debido a los organizadores del Zebra Poetry Film de Berlín que desde 2002 llevan adelante una tarea muy importante de difusión de obras en colaboración con otros festivales de distintas ciudades del mundo. Algunos de mis collages forman parte de portadas de libros de poesía, por ejemplo Sópola Temprar, de Fabián Iriarte (Baltasara, 2017) o El ojo que no mira, de Rita Krtasman (A Capela, 2024). Y con viento en popa a fin de este año o principios de 2025 voy a participar con Ana Porrúa de una muestra de collages. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, me parece que lo singular de la escena actual de poesía es la multiplicación de los ciclos de poesía, que son valiosas instancias de encuentros y de intercambios. Además, pareciera que, al menos hace un cuarto de siglo, el mundo de la poesía se expande (ciclos, festivales, editoriales, materias en carreras de universidades, investigación y crítica académica, talleres, formatos de publicación, personas que escriben y personas que leen poesía). Este avance también implica nuevos modos de legitimación y a juzgar por la cantidad de postulantes a concursos y premios, estos canales tradicionales no solo son pocos, sino que además desentonan con una lógica más democrática de circulación que se da por otras vías. Pienso que todo el fenómeno de expansión del mundo de la poesía no se debe exclusivamente al nacimiento y auge de internet y su disputa real o ficticia con el papel, sino a un modo de producción y de recepción de la poesía que siempre termina escapando a los circuitos y reglas de la sociedad de mercado. A nadie se le ocurriría decir “consumo poesía” o si alguien lo dijera, sería una aberración o, al menos, una contradicción en los términos.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Silvana Franzetti: La escritura de poesía es una práctica social y, en tanto tal, está inscripta en la historia; me temo que por definición la poesía nunca podría llegar a ser un asunto privado, es el arte más delicado de la lengua, que es la capacidad que nos distingue como seres humanos. A su vez, por más que los verdugos lo intenten, por más que se vea amenazada, no puede haber historia sin memoria, el acervo del lenguaje está en la poesía y la experiencia histórica está enlazada de un modo muy singular al arte y a la poesía. Aunque solo nos leyéramos entre poetas, ¿cuál sería el problema? También se dijo del jazz que es una música para músicos, sin embargo la recepción del jazz —que por cierto es muy joven comparado con la poesía—cambió muchísimo a lo largo de la historia. Las personas que leen poesía tienen su entidad, poco importa si, además, la escriben. Incluso la traducción de poesía —que, para usar una imagen de Pablo Ingberg, es una manera de leer con microscopio— se enlaza, a su vez, con la historia de la poesía, porque las versiones aun cuando sean cercanas siempre ocurren en otro tiempo y en otro lugar. En palabras metafóricas, así como está formulado el planteo, el divorcio no juega ningún papel en la dialéctica entre poesía y memoria histórica, porque ambas forman parte de la misma raíz.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Silvana Franzetti nació en la Ciudad de Buenos Aires, en 1965; se crió en Trelew, Chubut; vive y trabaja en Buenos Aires desde 1983. Residió unos años en Berlín a principios de los años de 2000. Publicó, entre otros libros de poesía, Saltos de agua (Salta el pez, 2024), Sujetos a variación (Op.cit., 2022), Notas al pie (Periódica, 2016; traducido al alemán por Tara Maruitz y Monika Rinck, hochroth, 2021) y Edición bilingüe (Vox, 2006). En colaboración con Roberto Equisoain y Mariana Bustelo, respectivamente, publicó los libros-objeto Mentiras (1+1=11, 2010) y Telegrafías (La marca, 2001). Algunos de sus collages fueron parte de portadas de libros de poesía, como Sópola Temprar, de Fabián Iriarte (Baltasara, 2017) y El ojo que no mira, de Rita Krtasman (A Capela, 2024). Una selección de su obra audiovisual fue curada por Ana Porrúa en “Archivo/Materiales” del sitio Caja de resonancia. En 2017 salió por El Jardín de las delicias, su primera tradución en formato libro: La flora de los escombros, de Volker Braun, que obtuvo un fomento a la traducción del Goethe-Institut.
Colabora en los sitios Op.cit y Otra iglesia es imposible.
<Los siguientes son los URL de los enlaces citados arriba>
Sujetos a variación (https://opcitpoesia.com/ebook-silvana-franzetti-sujetos.../)
Caja de resonancia (https://cajaderesonancia.com/index.php...)
Op.cit (https://opcitpoesia.com/)
Otra iglesia es imposible: (https://campodemaniobras.blogspot.com/)
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