GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a HORACIO MAEZ(Publicado en la página de Facebokk el 26 de marzo de 2025)
HORACIO MAEZ nació en Buenos Aires, Argentina. Es poeta y traductor.
En la entrevista, Horacio, dice:
«... la poesía es un espacio más de disputa. Participar de esa conversación es una decisión. Publicar es querer entrar en esa conversación, ser parte de la disputa ética, estética. No hay toma de palabra que no sea posicionamiento.»
SELECCIÓN DE TEXTOS
Espadas
En su cocina su luz clara hablamos de las tardes cuando niñas de
verano
en el taller de la casa de familia, junto a su tía niñas las dos,
fabricaban espadas
en fino metal punzantes como se veían ellas en la luz de la tarde,
rústicas,
me dice y su mirada se pierde quizás el África quizás, el delta.
Papiro
En noviembre recuerdo preparé tierra y arena del papiro un gajo en un
pequeño pote
que también nos llegó como regalo del que hicimos esquejes fuimos
dando a vecinos amigos como parte de su viaje
fue de noviembre un día cálido de hace seis años que viajó a Palermo
después ¿al delta
a suelo propicio arenoso y liviano el agua cerca? ¿llegó agotado del viaje?
¿comerías conmigo para contarme?
Gestos
Tarde al pie del cerezo que la hondonada encharcó hasta sus raíces
remuevo
para de rodillas sanar sabiendo que son gestos correctos errados en
el tiempo
el de la savia el de su pie que ahora seca para trabajada la madera
asir los días
y así fingir alejar a la siempre activa y muda muerte.
*
De «Pequeños rastros que se alejan »
Sólo su índice apoya, baja
y suave, el arco frota.
Sigue el movimiento
que las piernas acompañan,
es un adagio de frases cortas
unos segundos y ahora
el arco abandona las cuerdas, abre
un silencio de últimas notas
pequeños rastros que se alejan.
Un sol despojado rompe el silencio
tenso la cuerda y busco en el mástil,
los dedos, un instrumento más.
Por allí han pasado el ébano,
la bubinga, el iroko. Vuelve a sonar
un sol, ahora un la. Apoyo suave
la mano izquierda sobre las cuerdas
y callan. Siento que gubia y almero
han terminado su tarea y una vez más
vuelve a sonar un sol, un la
¿cuál será su destino?
Las manos tibias recorren el diapasón
han dejado atrás un largo crescendo
se mueven sobre el ébano, lo recorren
como terreno conocido trayendo
una plegaria: los días lindos vendrán.
Tensar una cuerda para afinarla
es una búsqueda en el caos,
me dice Raúl, es ir al temple
donde dos o más notas
suenen nítidas, una sola voz
un sonido primordial que desmienta
lo confuso, un acto de realización.
Son mínimas variaciones de un tono
que se agregan, contándonos
del pequeño fuego que da cobijo.
¿Lo escuchás?, me dice Celina,
son mínimas, de una profundidad intensa
que cierran el movimiento
y lo hacen, como lo hacen las anémonas
para proteger el polen de la lluvia,
simplemente se cierran. ¿Lo escuchás?
son mínimos movimientos del cuidado.
*
De «En obra Diario del oficio »
Anda por ahí
perdido en el follaje
de su pequeño vergel.
Tijera en mano
da vueltas y corta
sabiendo de los próximos días
del frescor que traerá la lluvia
y contra la ventana
pensará y tal vez lo diga:
“no hay mejor riego que esta suave lluvia”,
mientras su mirada se pierde
inalcanzable en un recuerdo
o en el disfrute del calmo silencio.
Ahora sigue su minuciosa tarea,
y quizás,
lo canse al domingo.
Con el cuerpo caliente
la pala entra fácil
y sigo sacando tierra
para hacer las zapatas
hasta que la lluvia
nos acurruca bajo el techo
y quedamos en silencio
a mitad de la mañana sabiendo
que si el aguacero se prolonga
nos vamos.
El viento va limpiando
y parece que la racha se corta,
“dos gotas locas” dice Mingo
así que aprovecho y de un trote
voy a buscar la yerba y para cuando vuelvo
ya se armó la ronda
y es Dionisio el que está hablando:
“a mí me gusta
el azar que dan las changas
con sus mañanas libres,
el ruido a primera hora
hasta que se van todos
y después, el silencio.”
Voy a sentarme
cuando Mingo, ramita en mano
interrumpe su dibujo
y le pregunta al Coco: “¿y vos?”
“yo le meto chamamé a la radio”
dice y nos reímos,
volviendo al trabajo.
*
De «Salix »
1
Nací en Buenos Aires
en una falaz generación,
sin epopeyas viví
entre inmensos campos
truncados en haciendas
hasta que en un amanecer
me alejé hacia el oeste
que todo lo devora,
donde olvidé el límite
y me sentí de sal.
2
En clásico medido gesto
como olvidando toda trama e impostura
dirá: "son de Angola, tienen un decir",
el resto de la noche pasa así
en agradable tono, jazz, vinos
y algunas citas, como la de W. C. Wlliams,
"La belleza
es un desafío a la autoridad".
En la mañana
la necesidad de algo caliente
reclamará un bar
"si es La Giralda
o El Británico, mejor"
mientras la leve fresca brisa
que se cuela entre las tazas
me devuelve el parque
en el que alguna vez fui.
Todo así, en cómoda declamación.
3
En esta noche
de dientes apretados y risas fáciles
donde las luces estallan,
hasta los zapatos quedan lejos.
Juntos, en el 12 de octubre
siguiendo el canto
hasta que la miseria
aparece por la ventana
y esta manera de abandonarnos
se crispa.
¿Partimos al fin del mundo?
¿a lo de Estela?
pero antes, un tequila
dos, y nos acoplamos al parloteo
entonces sí, me convidaste
y se estableció el ritmo,
cantamos.
En la calle
sonaron las patrullas,
no hubo corridas. Después
lo de siempre, miradas y gestos
instalaron la desidia.
Errando al amanecer
nos acompaña el silencio.
"La estación está próxima" digo,
y vos jugando: "huele a madera,
mañana lloverá sobre Buenos Aires".
*
De Valérie Rouzeau, «No verte más» traducido del francés (Francia) por Horacio Maez y Nathalie Greff-Santamaria
Una hormiga a mi zapato la miro como
baila en el cordón sin tener miedo.
Habrá caído de yuyos o de mi ramo de
margaritas que apesa medidas que avanzo.
Me saco el timbo y la soplo tiene una vida
negra tan chiquita.
Me hubiese hecho cosquillas en los pies
quizás hecho reír solita rumbo al cementerio
como si fuese yo como si fuese ella.
Nada para poner que vaya con los ojos
rojos.
Por más inocentes que sean los conejos
blancos ya no contás historias.
Y mis ramos se parten en dos el viento me
levanta mi único vestido azul para llevarlo al
paraíso.
Es una mirada difícil de llevar.
Siempre correr.
De dentro la habitación donde crecí la
helada heló el agua mineral.
Duermo ahí, cruje el plástico —afuera toda
una eternidad lechuza canta claro.
Antes de acostarse mi padre y yo cada uno
en su lavatorio él viéndose amarillo yo
mintiendo que no tanto.
Pero estaba jonquilla, forsitia, para nada la
buena hora de la primavera.
Los días lindos vendrán (decía) vendrán.
ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Horacio, tu poesía da cuenta de lo que implica el oficio de trabajar con las palabras, esas criaturas vivas, díscolas, tramposas, «pequeños rastros» que convocan a la experiencia del mundo, su impermanencia y fragilidad. ¿Cómo, cuándo empieza este viaje?
Horacio Maez: Diría que una mañana, en una escuela parroquial del conurbano bonaerense, un grupo de seis o siete alumnos fuimos a escuchar al párroco glosar un fragmento de la biblia, lo que se dice una exégesis. Teníamos nueve años. Yo salí totalmente conmovido por la fuerza de lo que nos había relatado, por lo vivido del relato. El tono, sin embargo, era muy tranquilo. No había sido la escena, sino el relato el que me había conmovido. El cura estuvo esas, especulo, dos horas, sentado y sin hacer grandes gestos. Sólo narró. Sin entender del todo lo que había pasado, la emoción me dominaba. Volví al aula y lo que quedaba de la mañana transcurrió sin ninguna novedad. Fue a la noche cuando mis padres me preguntaron sobre mi día en la escuela que me lancé a contar, diría casi reproducir, lo que había escuchado. Sin interrupción, estábamos en la cocina luego de la cena. Una sobremesa nocturna en la semana. Mi hermana y mis hermanos estaban por ahí, daban vueltas por la casa y yo contaba, mis padres me escuchaban con atención. Mucho tiempo después me di cuenta de que ese fue el comienzo de mi relación con la literatura en un sentido amplio.
Luego, con los años, leí atentamente la justeza de Girri, la maravilla de Calveyra, la contundencia de Madariaga, la libertad de Vallejo, la incisión de Futoransky y el dejarse llevar por la lírica de Bellessi. Pero todo eso vino después.
Gilgamesh: Me gustaría conocer el proceso creativo de tus poemarios.
Horacio Maez: Siempre hay una gran unidad alrededor de una temática. El viaje, la relación con el trabajo o la detención que requiere un determinado oficio, el jardín y siempre lo humano, en estado de pregunta, de búsqueda. Y todos esos espacios trabajados desde la materialidad donde transcurren. Eso me llevó a querer saber más de esos mundos. Por ejemplo, cuando estaba escribiendo Pequeños rastros que se alejan me encontré leyendo sobre la manera en que se reparaban los instrumentos de cuerdas en el siglo XVI y XVII o el libro de Clara Janés sobre Federico Mompou y su reflexión sobre la duración de una nota y el espacio entre una y otra con respecto a la expresividad. Son momentos de entrega a la lectura, la escritura y la escucha donde maravillosamente algo misterioso sucede. Recuerdo estar sumido en pasajes de la Semaison de Jaccottet, en ese ambiente calmo e intenso. En mi caso son largos procesos, los de escritura. Los vivo intensamente.
El último conjunto de poemas que estuve trabajando va del intento de comprender la relación con mi madre al jardín urbano y las maneras que este tiene de darse. En ese mundo conviven versos de poetas que son destellos de lucidez. Núcleos que me permitieron una comprensión más compleja con lecturas de Gilles Clement, a propósito de su idea de jardín en movimiento, que me sirvieron para expresar en la estructura del libro, del poema e inclusive del verso un desplazamiento constante. Lo que en un jardín se da en una estación acá y en la siguiente un poco más allá, de ahí la idea de movimiento. Algo de la libertad y potencia viva, misteriosa, contradictoria de esa relación me pedía mostrarse en la sintaxis. Que no sea transparente como lo había buscado en Pequeños rastros… o en En obra, diario del oficio se imponía. Una sintaxis que responda a una conmoción. Claro que no es la única manera, pero yo sentía que tenía que mostrarse en la sintaxis. Es en el único lugar del libro donde la incomprensión se muestra, donde hay cierta violencia ya que el tono de los poemas es calmo, interrogativo, de vacilación.
Gilgamesh: ¿Qué lugar ocupa el cuerpo en la escritura poética de «oficios terrestres»? ¿Cómo ves el oficio de poeta e intelectual en estos tiempos convulsos?
Horacio Maez: Yo tengo la percepción de que en mi escritura el cuerpo es central. Es donde acontecen las emociones, necesito dar cuenta de ellas, son el núcleo que le imponen al cuerpo un estado del que el poema intenta ser su expresión.
Entiendo que la situación actual, en la que de nuevo se están cuestionando fuertemente los modos de construcción de una comunidad, la poesía es un espacio más de disputa. Participar de esa conversación es una decisión. Publicar es querer entrar en esa conversación, ser parte de la disputa ética, estética. No hay toma de palabra que no sea posicionamiento. Es asumir que, aunque sea humildemente, uno tiene algo para decir. La poesía, marginal en cuanto a cantidad de lectores, es un espacio de expresión en tensión con los distintos modos de circulación de la palabra. Y cada época tiene su particularidad. Si hoy el avance de lo totalitario nos preocupa, discutir qué y cómo se debate es esencial. Me parece que es algo que va más allá de lo intelectual y los espacios creativos y cuestiona directamente al ciudadano. No estamos en un período de rencillas estéticas, estamos frente a la posibilidad de perder espacios de libertad y construcción en comunidad que nos llevó mucho tiempo alcanzar. Recuerdo esos versos de Ortiz, “Hermanos míos, no puedo estar en esta fiesta amable porque sé de que está hecha”. Pero tampoco podemos ser tan ingenuos de pensar que toda poesía es crítica del poder.
Gilgamesh: ¿Ves, desde «Salix» a «Pequeños rastros que se alejan» búsquedas que se repiten, momentos de inflexión hacia nuevos derroteros poéticos?
Horacio Maez: Mis libros me imponen de alguna manera un registro, una relación con la oralidad, con un léxico que son diferentes de uno a otro. Sin embargo, también noto una continuidad en ciertas preocupaciones que tienen que ver con pensar una sintaxis que acompañe lo que sucede en el sentido, en la significación, lo mismo con la versificación u otros aspectos de la composición. Por ejemplo, en Pequeños rastros… el tempo es fundamental en la composición de los versos; la puntuación, los cortes pensados para que el silencio –en tanto elemento de la composición– esté indicado. La preocupación por la relación entre sentido y forma es la misma, lo que cambia es el recurso que utilizo.
Pero claro, en el proceso de escritura aparecen nuevas aristas, inclusive obsesiones de las que no se es plenamente consciente. Que luego son señaladas por quien lee.
Lo que sí veo como continuidad es pensar el poema como composición que debe ser interpretada, en su sentido y en su aspecto físico, por el lector. La lectura como una vivencia emocional que viene de alguna manera a completar el poema.
Gilgamesh: Este «delicado oficio» exige un tempo que no se ajusta a las variables que consolidan un sistema tremendamente mezquino y banal. ¿De qué manera encontrás y propiciás las condiciones para que irrumpa el hecho poético?
Horacio Maez: Uno de los temas de Pequeños rastros…, en el que el oficio de la lutería es central, es la relación con lo que producimos. La diferencia entre concebir un objeto en su totalidad y hacer una mínima parte de un todo. Lo poético, en tanto momento de creación, puede aparecer en muchas actividades y la disposición de ir en su búsqueda me parece fundamental. En lo personal, el trabajo manual es fundamental para que el hecho poético aparezca. Me parece que hecho poético y detenimiento están íntimamente ligados.
Gilgamesh: ¿Cómo se interconectan los mundos de la poesía, la traducción y la edición en tu vida, en tu obra? ¿Qué significó en tu carrera la traducción de la obra de Diana Bellessi?
Horacio Maez: La relación es sumamente estrecha entre traducción y escritura. Entiendo la traducción como práctica en la que se busca llevar la lengua de una escritora o un escritor a otro idioma. Crear en la lengua de llegada una voz que no existía. Hacer viajar la mayor cantidad de particularidades que ella tiene. Es un proceso de escritura creativa al servicio de otra voz, siempre inconcluso en el sentido que toda escritura lo es. Lo vivo como un proceso de creación sumamente apasionante que incluye un inmenso compromiso de interpretación lectora. Ciertas voces producen un sismo al interior de la propia escritura, la tensionan porque exige concebir nuevas posibilidades. Fue sin duda el caso con No verte más de Valérie Rouzeau, donde tuvimos que quebrar el lenguaje para transmitir la pérdida, la desesperación y el desasosiego.
La edición, en cambio, la entiendo como ponerse al servicio de un texto para que exprese mejor su esencia, lo vivo que hay en él. También me permite entender mejor lo que se pide a un autor o un traductor al momento de ser publicado y por qué.
En ambas, traducción y edición, me parece que el gran desafío es no eliminar ni lo propio ni lo misterioso que habita un texto. No estandarizar. En la traducción, sobre todo, la intención de explicar, de que se entienda todo es enorme. Agregaría que más que cualquier otra actividad, la traducción trae consigo la sospecha de una intervención.
Con respecto a la segunda parte de tu pregunta, diría que en primer lugar conocer la obra de Diana Bellessi, luego conocerla a ella y además colaborar en la traducción que hizo Nathalie Greff-Santamaria al francés fueron todas etapas fundamentales. Muchos de sus versos me acompañan cotidianamente, muchas conversaciones que he tenido con ella también, porque pude escuchar a una lectora de una lucidez enorme donde la emotividad está siempre presente y colaborar en la traducción fue un privilegio. Llegué a la conclusión de que nunca se conoce tan bien un texto como al traducirlo. No se lee de la misma manera como lector que como traductor. La traducción nos obliga a ir mucho más lejos en todos los pasajes del texto a interpretar para tomar una decisión.
Gilgamesh: Escribís que «Al instrumento hay que conocerle». ¿Qué tipo de conocimientos fuiste incorporando en tu camino de escritura?
Horacio Maez: Entiendo la escritura como una práctica –se ejercita reflexionando constantemente pero no hay posibilidad de totalización– cuya búsqueda es que convivan transparencia y opacidad. Que el poema de forma luminosa esté ahí tangible y que algo de él se nos escape. Pero si tuviera que resaltar algo en el momento de la escritura, aquello que incorporé, diría que es la atención al detalle de todo lo que se pone en juego en un poema. Una práctica de detención, pertinencia, ensayo… y humildad.
Gilgamesh: ¿Qué sitio le otorgás a la tradición en tu rol de escritor/traductor/editor? ¿Qué tradiciones abonaron tu escritura?
Horacio Maez: Me parece que el ejercicio es hacer consciente esa relación. Queramos o no, nos constituimos en una tradición, que sea a favor o en contra y para entenderlo es fundamental la lectura. Y no sólo de poesía. Pero si tengo que pensar en relación a mi escritura, pienso más en obras que en tradiciones y en algunos casos en libros. Descubrir la obra de Calveyra, de Watanabe, poemas de Estela Figueroa, pero también abonaron a mi escritura Raúl Barboza, por su capacidad para crear una atmósfera, o, de alguna manera, la forma de interpretar de Liliana Herrero, por su capacidad potente y personal de hacerlo. Son formas de creación que me conmueven y me gustaría poder alcanzar.
Gilgamesh: ¿Te sentís parte de alguna generación poética?
Horacio Maez: No. No me siento parte de ninguna generación.
Gilgamesh: ¿Cómo interactuás en el circuito de lecturas, convocatorias, festivales, certámenes literarios?
Horacio Maez: Acudo mucho a los festivales y las ferias. Ahora, que hace un poco más de dos años que vivo en Francia, todo se reconfiguró. De a poco voy conociendo a poetas y escritores de muchísimos países. La mayoría de Latinoamérica, porque en París existen espacios de lecturas en español a los que asisto para escuchar o leer. A la vez, existe otro circuito en el que la experiencia es totalmente distinta porque existe una enorme diversidad en la que el francés es la lengua en común.
No soy de participar en certámenes literarios. Lo he hecho muy pocas veces, diría dos o tres veces. No más.
Gilgamesh: Como lector, ¿qué le pedís al poema, a la poesía? ¿Qué lector imaginás, deseás para tu obra?
Horacio Maez: Que me conmueva, que sea una experiencia de lectura, que quiera volver a leerlo, que intuya que abrió algo nuevo desde lo emocional o lo intelectual, que algo se escape a la comprensión.
En cuanto a qué lector imagino o deseo, creo que me gustaría un lector entregado a la experiencia de lectura. En el fondo es el lector que me gustaría ser, el que en un compromiso de lectura se entrega.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas/escrituras te están acompañando en este momento? ¿Qué nuevos proyectos hay para este 2025?
Horacio Maez: En estos momentos estoy empezando a leer la obra reunida de Susana Villalba, unos ensayos críticos sobre la composición musical de Pierre Boulez y avanzo lentamente en una historia de la traducción en Francia. Una obra de cuatro tomos que va del siglo XV a nuestros días y que está dividida en temáticas: poesía, narrativa, ciencias humanas; y en su desarrollo va mostrando las distintas maneras en que se concebía y se practicaba la traducción. Una obra inmensa y sumamente apasionante.
En cuanto a los proyectos de este año son básicamente tres. Estoy preparando una antología de poetas hispanoamericanos residentes en Francia para la editorial Equidistancias que saldrá antes de fin de año. La traducción de un libro de Mireille Gansel, poeta y traductora francesa contemporánea, que aparecerá en la editorial Ninguna orilla también en 2025 y, espero, publicar un nuevo libro de poemas.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Horacio Maez: Diría que lo que se ha perdido es la posibilidad de controlar de manera más plural qué circula masivamente si a eso hace referencia la idea de “gran público”. Que todos o casi todos los medios de comunicación y sus nuevas formas estén en manos de empresas es una decisión que como sociedad tenemos que volver a discutir. Sin embargo, la poesía escrita no es necesariamente la única forma de expresión poética. La música popular tiene expresiones de inmenso carácter poético. Pienso, por ejemplo, en Oración del remanso de Jorge Fandermole y la lista de obras de distintas disciplinas podría ser enorme. El lazo entre experiencia poética y “público” es algo que se reelabora constantemente y no pienso que se reduzca al ámbito de los libros de poesía. Son acaso una de las formas en la que es posible acercarse a una experiencia estética, pero no la única.
Quizás habría que pensar estos “asuntos privados” como lugares donde hoy se cobija una circulación crítica y creativa que debemos hacer circular libremente.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
HORACIO MAEZ nació en Buenos Aires, Argentina. Es poeta y traductor. Editó los libros de poesía Salix (Ediciones Modi, 2014), En obra, diarios del oficio (El ojo del mármol, 2017), Pequeños rastros que se alejan (Kintsugi Editora, 2021) y las plaquetas El 22 (Ediciones presente, 2018) y Espadas (Ediciones Arroyo, 2021). A cuatro manos tradujo junto a Nathalie Greff-Santamaria los libros No verte más (Pas revoir) de la poeta francesa Valérie Rouzeau editado por la editorial Barba de abejas en 2019 y Sobre Barbara Loden de la escritora francesa Nathalie Léger publicado por Chai Editora en 2021. También colaboró en la traducción realizada al francés del libro Tener lo que se tiene de Diana Bellessi (Tenir ce qui se tient, La rumeur libre, 2014). Actualmente trabaja en la traducción del libro Maison d’âme de la escritora francesa Mireille Gansel, que se editará en 2025 en Argentina, y en la preparación de una antología de poetas hispanoamericanos residentes en Francia para la editorial Equidistancias. Colabora en publicaciones realizando artículos y reseñas. Actualmente reside en Francia. Página web: www.aviceversa.com.

 
 
 
 
 
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