miércoles, 8 de mayo de 2024


 GLORIA GERVITZ en GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS

(Publicado en la página de Facebook el 18 de mayo de 2022)

In memoriam GLORIA GERVITZ

Gloria Gervitz nació en 1943 en México.
Hacia fines de enero de este año, nos pusimos en contacto con Gloria para dedicarle una de nuestras publicaciones. Estuvo de acuerdo. No nos fue posible.
Gloria se fue el 19 de abril. Nos quedamos con ganas de preguntarle sobre su poética, sobre su único, orgánico libro, «Migraciones». Decidimos hacer una selección y seguir buscando en su voz lo que nos dejó, lo que quiso compartir con sus lectores.

En «Algo sobre el poema MIGRACIONES» (Revista «El poeta y su trabajo», número 34, México), Gloria, dice:
«...la poesía ha sido el puente que he tendido de mí a mí misma, de esta yo a la otra que sabe lo que no sé y me dice y se dice y me sorprende siempre y me acoge en ese su regazo de mí y me va diciendo y yo voy reconociéndome en lo que dice,
puede parecer soberbia, pero no he buscado, he encontrado,
y el poema es, ha sido, el largo camino hacia mí».
Tuit de Gloria Gervitz, el 11 de abril de 2022:
«el presente es solo una circunstancia»
SELECCIÓN DE SU OBRA (Material de lectura de Cultura UNAM)
De «MIGRACIONES»
(Fragmento de «Ventana»)
(...)
En las migraciones de los claveles rojos donde
revientan cantos
de aves picudas y se pudren las manzanas antes del
desastre
Ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan
el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
Flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo
mismo
Ciudades atravesadas por el pensamiento
Miércoles de ceniza
La vieja nana nos mira desde un haz de luz
Respiran estanques de sombras, llueve morados casi
rojos
El calor abre sus fauces
Abajo, la luna inunda la calle
Estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
En el parque rectangular
en la canícula, cuando los colores claros son los más
conmovedores
Después de Shajarit
olvidadas plegarias, ásperas
Nacen vientos levemente aclarados por la oración,
bosques de pirules
Y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
Una niña toma una nieve en la esquina de una calle
soleada
Un hombre lee un periódico mientras espera el
camión
Se fractura la luz
Y la ropa está tendida al sol. Impenetrable la sonata
de la abuela
Tú dijiste que era el verano
Oh música
Y la invasión de las albas y la invasión de los verdes
Abajo, gritos de niños que juegan, vendedores de
nueces
respiración de rosas amarillas
Y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Bajo el sauce inmerso en el verano solo la
impaciencia se demora
Dóciles nubes descienden hacia el silencio
El día se disipa en el aire caliente
Estalla el verde dentro del verde
Bajo el grifo de la bañera abro las piernas
El chorro del agua cae
El agua me penetra
Es la hora en que se abren las palabras del Zohar
Quedan las preguntas de siempre
Me hundo más y más
La luz late desordenadamente
En el vértigo de Kol Nidrei antes de comenzar el gran
ayuno
En los vapores azules de las sinagogas
Después y antes de Rosh Hashaná
En el color blanco de la lluvia en la Plaza del
Carmen
mi abuela reza el rosario de las cinco
Y al fondo precipitándose
el eco del Shofar abre el año
En la vertiente de las ausencias al noreste, en el
estupor
desembocan las palabras, la saliva, los insomnios
y más hacia el este
me masturbo pensando en ti
Los chillidos de las gaviotas. El amanecer
la espuma en el azoro del ala
El color y el tiempo de las buganvilias son para ti
el polen quedó en mis dedos
Apriétame. Madura la lluvia
tu olor de violetas ácidas y afiebradas por el polvo
las palabras que no son más que una oración larga
una forma de locura después de la locura
Las jaulas donde se encierran los perfumes, las
alegrías interminables
la voluptuosidad de nacer una vez y otra, éxtasis
inmóvil
Muévete más. Más
Eres más aterradora que la noche
Me dueles
Fotografías casi despintadas por la fermentación del
silencio
Corredores abiertos
Tu respiración aplasta el verano
Y la fiebre enrojeció otros cielos
Las terrazas lustradas se oscurecieron con las acacias
Y en la cocina los platos recién lavados
las frutas secas, los almíbares
En la crecida de los ríos
En la noche de los sauces
En los lavaderos del sueño desde donde se desprende
ese vaho
de entrañas femeninas inconfundible y anchuroso
te dejo mi muerte íntegra, intacta
Toda mi muerte para ti
¿A quién se habla antes de morir? ¿Dónde estás?
¿En qué parte de mí puedo inventarte?
Ciudades de hilo, carreteras que llevan siempre al
principio
Milagros amontonados en la cal
de la iglesia de Santa Clara en Guanajuato
Flores de tinta en un hebreo luido saliéndose de los
rollos de la Torah
Nada se mueve
Se me están perdiendo los días, van resbalando
despacio
los va apretando la migraña
No me encuentro. Ni siquiera tengo cirios para velar
mi muerte
ni siquiera sé las palabras del Kadish
Ya no tengo brújula. Estoy abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos?
¿Con qué se desprende este último pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol, amarrada al viento
Las hojas y su sombra de ópalo
Espiral de ecos
Reverberación
Somos lo que pensamos
Pensamiento atrás del pensamiento
Regresan las grullas
abren con sus alas el silencio
instantáneas flores blancas en un cielo vacío]
(...)
Ahora estoy en un paisaje de zenzontles
Cada vez estoy más cerca
Cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad
de la muerte
La luz golpea el aire. Estamos donde los colores se
abren
Son días largos y apretados como la migraña.
Y todo se repite
Los árboles desamarrados
La noche se deshace
¿Y después?
Lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato
de fracturar
pero que ni siquiera me atrevo a soñar
continuo plagio de mí misma
Y el lugar del encuentro es sólo tiempo. Todo no es
sino tiempo
Allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de
agua
bastan para hacernos un jardín
Porque morimos solos. Y la muerte es apenas el
despertar
de este sueño primero de vivir y dijo mi abuela a la
salida del cine
Sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Se oxida la lumbre de las veladoras
y yo, ¿dónde estoy?
Soy la que fui siempre. Lo inesperado de estar
siendo
Llego al lugar del principio donde comienza el
comienzo
Éste es el tiempo
Es el tiempo de despertar
La abuela enciende las velas sabáticas desde su
muerte y me mira
Se extiende el sábado hasta nunca, hasta después,
hasta antes
Mi abuela que murió de sueños
mece interminablemente el sueño que la inventa
que yo invento. Una niña loca me mira desde
adentro
Estoy intacta
(...)
Recomienzo
No es en la oscuridad de la fe
Es en la duda
¿Por qué no llueve?
Jamás regresaré
Y lo aquí vivido se perderá para siempre
Afuera el aire se adelgaza
El verano comienza a pudrirse
No se puede hablar de lo que realmente importa
Se arreglaba igual que cuando muchacha
Las cejas delineadas con lápiz
¿La boca muy roja entre las arrugas
¿Seré yo esa mujer?
Era casi todavía joven con el miedo de ser nadie
Y el deseo era monótono y negro como una caja de
laca china
(...)
Una gaviota aletea en el cemento
Luz fría en las habitaciones recién pintadas
Huellas de fotos
Mis muertos son tan reales como yo. Les hablo en
ruso y en yiddish. Casi me he olvidado del español
¿Qué son las palabras? Sigo confusa, sigo viva
Como antes, cuestiono mis días. Soy la que. La
muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta
sigue llorando dentro de mí
Queda un manojo de flores en un vaso de agua
La oscuridad de los armarios, la ropa impecable, las
baldosas pulidas
Los espejos están colgados alto para verse apenas la
cara
Cada objeto está en su lugar. Camino en las orillas
Ya no tengo prisa
Anochece. No me canso y barro una y otra vez
El polvo se enrosca como un animal
¿Y hacia dónde avanzo con el pie sobre el
corazón?
(...)
Bébeme como si fuera agua
Derrámame
Del manto de la virgen se desprenden palomas
Llueve Llueve dentro de la casa
Escena en blanco y negro
(en realidad no pasa nada estoy en el mismo lugar)
No me dejes ir
No me quiero ir
Los lirios recién cortados comienzan a asfixiarse en el
vaso de agua
Dame tus manos
Sus manos eran secas y demasiado grandes
Quisiera rezar
Pero no sé rezar
Dime ¿por qué te escondes atrás de la migraña
cuando te hablo?
El silencio cerrado como una iglesia después de llover
Despierto en el sueño pero es tu sueño
Estamos unidas por las mismas culpas, la misma
rutina, el mismo polvo
Miedo de acabar como aquellas mujeres viejas,
viviendo en un cuarto de hotel, las medias de
algodón enrolladas, hablando sólo de sí mismas
¿de qué otra cosa hemos hablado alguna vez?
¿Me escuchas?
¿Me escuchas?
Siempre fuiste la más hermosa
Nadie más tuvo importancia
Oh maligna
Destiérrame
Déjame ir
Ten piedad de mí
Tú que me has consolado
Ayúdame a olvidarte
Aleteos en el vidrio de la ventana
¿Me oyes?
¿Estás todavía conmigo?
¿Eres acaso mi propio eco?
Estoy en el mismo lugar. El mismo lugar donde todo
comenzó
Donde se comienza. Donde todo comienza
Ya casi en el olvido la misma cara entre las manos
Ella la misma muchacha aunque apenas si todavía
una muchacha
Abro las persianas, cierro las persianas. Se pone la
mesa
Se limpia la mesa
Enciendo las luces. Apago. Doblo la ropa, desdoblo,
doblo
El mismo polvo, la misma estación seca y larga
Los frascos vacíos y vueltos a llenar por si tú vienes
Todo está en orden
Todo en orden siempre por si un día quieres venir
Cualquier día, cualquier otro día. Te espero
Caen las hojas, cae el viento
Caigo
Arrúllame
Envuélveme
Y si un día, si un día no estás ahí para responderme,
si no vienes
Si dejas para siempre estas habitaciones que
desempolvo para ti
Que arreglo para ti
Y esto ¿tiene importancia?
Me haces daño
Suéltame
No me quites lo que he aprendido por mí misma
Las mujeres se sientan en el suelo
Yo digo Kadish por ti y por mí
Las palabras están gastadas como esas piedras con
el mármol gastado por los besos
Madre de Dios ruega por nosotros
Y ella que vino desde Kiev
Ramo de flores apretado contra el pecho
Vida para ser vivida en un tiempo más largo
‒No fuimos a Canadá porque nos dijeron que era
muy frío
Salimos en tren. El barco lo tomamos en Ámsterdam
Nunca más me embarcaré en aquel mar tan soñado
Oh madre que olvidé
En esta hora y en la hora de nuestra muerte
Adonai Eloheinu Adonai Ejad
Adiós
Adiós
Oh madre
Adiós
(...)
¿Oyes mi llanto?
¿Oyes mi llanto que te cubre como una tela?
Rásgala
Rómpeme
Cúbreme con tus cenizas
Libérame
Espero las noches como un animal amarrado que
patea, patea
Y te acuso
Pero de qué puedo culparte
¿Cómo hubiera podido ser de otro modo?
El oráculo se cumple
Déjame ir
Suéltame
No regreses
No quiero quedar atrapada en tu sueño sin poder
despertar
¿Hacia dónde ir?
Llego sólo al lugar del principio
Regreso para besar tu pulso
Para caer de rodillas
Devotamente beso las arterias de tus manos
Oh madre ten piedad de mí
Oh madre misericordiosa
Ten piedad de mí
Sostenme
Derrótame pero dame tu consuelo
Apoyo mi cabeza de niña
Toco tu corazón
Cierro los ojos
Estoy atada a ti como el ahogado a la piedra
anudada a su cuello
Ya no tengo miedo
No puedo hundirme más abajo de tu corazón
Llévate la luz
Noche
(...)
Y no hubo tiempo porque esperé otra cosa, otra
palabra, la impronunciada, la inoída y nos dispersamos
en la rutina y nos hicimos viejas, ni siquiera sé si este
rostro arrugado que miro eres tú o soy yo y las
palabras que no dijimos, las verdaderas, las que sí
decían, quedaron tensadas en aquel sueño del que no
pudimos despertar. Escúchalas. Ahora que ya no
estás, déjame decirte
¿Eres tú la que llora?
(...)
La noche desova pequeñísimas estrellas
Al fondo pared
Ventana
Al noroeste mujer y silla
Voz
Ojos abiertos
De espaldas mujer vieja sentada
Pelo corto
Nuca desnuda
Cabeza ligeramente hacia un lado
Luz líquida en la respiración
No voy a mirar hacia atrás
Estoy hecha a la rutina de despertar cada mañana
Ruido de madera y de pájaros
¿Por qué me despertaste?
Sólo hablamos de nosotros mismos
Sin moverse escucha
El sol se extiende a través del vidrio
Me tengo todavía a mí
Pero ¿quién va a recordar esto?
(...)
Hay grillos en el borde de la tarde
No hay noches
Duermo en la memoria
Escondida en el camisón, sólo mi cara
Abro los ojos
Nada, nadie
Yo, todavía yo
Yitgadal veyitkadash shʼme raba
Estoy más lejos
¿Puedes verme?
Quiero despertar
Por el momento manos y pies quedan en la misma
posición
Doblo el camisón y lo guardo
Por qué no abrir los ojos en la oscuridad
En la propia oscuridad como al principio
Entonces abrí la ventana
(Del libro de «Yiskor»)
Como Jonás en el vientre de la ballena
Como la Sibila dentro de las paredes húmedas y
negras
Sin saber qué decir sin nada para decir
Por ti siempre para ti
Esta fidelidad debe haber sido a mí misma
Viejos sentimientos cuidadosamente olvidados
rompen el olvido
Y sabes que te hablo a ti sólo a ti para siempre a
ti
El aire está inmóvil Se llena de flores
La lluvia también se desplaza hacia el sueño
Lentamente recupera su sombra se inclina como un
sauce
Cae
Yo regreso a casa
¿Me oyes? Debajo de mi nombre estoy yo
La pequeña olvidada dice que no sabe
dice que no sabe
Loba ¿estás allí?
Y para recordarme vuelvo a ti
Qué sola debes sentirte
(esto es sólo el testimonio del oyente)
¿Me estás oyendo?
Abísmame memoria para que pueda perdonar
¿Quién podría decir la compasión?
Quédate
Febrero
Hablo de aquellos tiempos viviéndose
Vuelvo a ver aquella cara
¿Puedo acaso arrancarme de mí?
Escuchó a través de paredes subterráneas cómo los
presos se dan señales unos a otros
Memoria ¿me oyes?
Creces como lo que se olvida
Y aquélla que soy ofrece perdón a la que fui
Sobre la mesa unas fotografías
Esa muchacha la de la izquierda al frente, sí, esa soy
yo
(...)
Desembarcamos un mediodía en el puerto de
Veracruz. Traíamos abrigos gruesos de piel
En La Habana comí mango por primera vez
¿A quién contarle esto?
Memoria del mar y su tedio, de la muchacha que
fui. El vestido gris que ahora se ve ridículo en la
fotografía. Memoria de las tablas percudidas del
barco, de aquellas olas impávidas, caducas en su
belleza
Memoria de la luna casi insoportable
Es mediodía. Es hoy. Desembarco. Es un día de
agosto
Jamás me había sentido tan aferrada a la vida
(...)
¿En qué momento aquellos sueños comenzaron a
perseguirme?
Es la lluvia que rasga la noche
El grito es sin lágrimas, sin voz, desnudo. Es lo más
cerca que puedo estar
Ella no quiere que yo la recuerde
Déjame hablar
El grito lejos. Las palabras no pudieron llegar al
corazón
Rosas en el último peldaño
Otra vez no reconozco la voz
(...)
El silencio es un trabajo que durará toda su vida.
Ocurre en lo más profundo, en lo más oscuro como
una enfermedad mortal
¿Yo? ¿Esa mujer soy yo?
(...)
Nada no me dices nada
Tú que me escuchas
La hora del dolor ha pasado
Nada no queda nada
Tú que me escuchas
¿todavía reconoces a la que fui?
El tedio de la espera
el diagrama de la lluvia el movimiento de los sueños
el pasto cubierto de hojas secas
Y me avergonzaba de mi acento de extranjera y de
las costumbres de mi casa
(...)
La lluvia cae
cumple
No es insistir mirarla De allí hasta el principio
Beso estos bordes. Dudo
Queda el hábito de despertar. La mañana. Las flores
momentáneas
¿Quién recordará mi casa?
La sibila se demora
Se van formando glifos en la orilla del alba
El sentido es simple. Tan sencillo como estar
aquí
como el día que amanece
Mi vida no fue larga. No dejó huella
Agua en el agua
Insípida
No bastó sentir
Ni siquiera bastó la serenidad
Durante años he hablado en un idioma que no es el
mío
¿Estoy acaso lista para morir?
(...)
Nunca sabré. No sé si estás oyéndome
¿Qué recuerdan los muertos?
Afuera enmudece la lluvia
(bendíceme madre)
Suelto el hilo de Ariadna
Trato de descifrar la oscuridad
Estoy muy cerca de tu corazón, ¿tú me oyes a mí?
La oscuridad se dilata
El tiempo de vivir es tan corto
Caigo en el sueño sin salir del sueño
Es un día como cualquier otro
Afuera llueve
(...)
La lluvia cesó. Queda su sombra
Casi se filtran las voces
¿Las mismas?
No lo sé
Leteo
Y las ramas secas reverdecieron durante la noche
Entonces tuve el sueño o la visitación del sueño
Como el viajero antes de llegar me siento agitada
Quiero entender o despertar
El agua centellea como una cuchilla
Era el Leteo
Como si tuviera nostalgia de lo que estoy siendo
Nostalgia de mí
Como si pudiese comenzar de nuevo
Como si me mudara a otra casa
Como quien repite palabras que son mantras
Que son un monólogo desde ti hacia ti
Como quien oye llover
Como si fuese yo la que ha comenzado a morir y no
Como si el miedo y el polvo fuesen uno
Apenas si fue un parpadeo
Pero hacía calor esa mañana
Queda una línea de luz no más consistente que una
idea
El sol como una bala en el intersticio del día
Y en el cuarto tu sueño
Profundísimo y dulce como un animal querido
No tengo el lugar sólo la añoranza del lugar la
rutina
Y el tiempo que pasa
De arcilla la mañana de amianto
De oscuros ríos y manos vacías
Tus venas se hunden en las nervaduras de la tierra
Las paredes tienen la textura del limo
Hay una terquedad en las palabras en el peso de las
cosas
Los recuerdos son un puente
¿Hacia dónde desde dónde?
Las ofrendas se marchitan en la memoria
La oscuridad se congela
¿Y qué había que saber que no supiera ya?
Sólo la compasión es infinita
(...)
Las palabras se curvan se tocan se oscurecen
Alguien afuera abre una puerta alguien toca el
piano
Las palabras se guardan y se olvidan
No te debo nada tiempo
Sigo el movimiento del sueño sus huellas
pequeñísimas
Sigo el movimiento del río su peso sus
partículas su silencio
sus larvas sus laberintos las estrellas que flotan
como cáscaras
Quedan los fresnos
la pared llena de fotografías
la mañana
la de después la espesa la más temida
la mañana para no ser vista la mañana para
llorarme
la larga la indefinible la quieta mañana
El aire se arquea con el peso de las acacias
He construido mis sueños cerca de las rocas
golpeadas por el mar
Yo elegí este paisaje árido
Esta constancia esta sed
Nada más triste que esta vastedad que es apenas
nada
(...)
A las siete de la tarde llegan los pájaros a las ramas
altas del chopo y cercan la luz
La luz se desgaja
Hago presión en la vulnerabilidad de la carne
Llueve
Ven entonces olvidada
Ven y dime
¿Me reconoces en ti?
Arrástrame hasta la desembocadura del día
Déjame en la quietud en su aspereza
¿Qué me vas a decir?
¿Qué más me vas a decir?
(...)
Suéltame para que pueda buscarte
Para que pueda abrirme no al conocimiento de ti
sino al confuso presentimiento del camino hacia ti
Tú madre que curas
Señora de las rosas
no me dejes
La noche se ovilla en su propia oscuridad como una
lágrima
Y Kiev y las casas blancas con aleros rojos
quedaron anclados a un pedazo del corazón
Ven y bésame levemente apenas rozando el día
Ven Antiquísima ven y sácame de este silencio
Ven sollozada
disuélveme en tu lengua como a una hostia
hasta la avidez del polvo y polvo ya
besaré tu cansado corazón
Ruega por mí
Afuera la mañana tiende su cerco sobre la ciudad
(...)
A la deriva
Debajo de las aguas
Por debajo de tu voz
En el torrente
Derramada conciencia
Abajo de ésta mi carga
Padeciéndome
Fuga de mí en lo breve en lo callado
En la forma de tu sueño
Entre los muros blancos
Y siempre algo falta
Y no hay tiempo para recordar
Lo que hubiera podido ser
Derramada luz en la luz
Alta la voz del polvo al atardecer
Arriba las migraciones de los pájaros
y el canto del muecín que rompe la tarde
En los museos cerrados
las estatuas y las vasijas vuelven a ser
sólo piedra sólo bronce
Al oeste la línea recta va hacia los pasadizos de la
muerte
y a ese olor a sueños de abajo
de la tierra
Afuera las ciudades del pensamiento
las disonancias los residuos las meditaciones
el deseo bajo mi piel
y el río como una espada oxidada
Uno se va a morir a solas a solas en lo oscuro
lejos de lo que uno fue o creyó ser
Uno se muere entre los sentimientos más simples
en la sorpresa enorme de estarse muriendo
Uno se hace un hueco en la oscuridad y se echa ahí
como un animal
(...)
Hay un vértigo en esta luz
El día se desploma
Las golondrinas atraviesan el instante
¿Qué saben los dioses de los sueños de los hombres?
Es en esta luz que me consume
En su transparencia
Donde más te busco
Es en la resequedad de esta mañana
Imperceptible derramada
Agua en los labios del sediento
Madre soy yo la buscada
Te he llevado sobre mí
Sintiendo tu peso
Y el olvido me duele
Como una herida
La luz se aquieta
Y te oía dentro de mí
Te oía en la desembocadura
Naciéndote
Y las palabras se hundieron en el agua
Y el llanto se embebió en la arena
Y yo me quedé en la orilla
Era cerca del corazón oscuro de los sauces
Donde aún te nombro y me postro ante ti
Como antes como siempre
Estoy bajo un cielo pálido
Y había algo entrañable en los días y en el recuerdo
de los días
Y me tomó el tiempo de vivir para despertar
Pero lo más importante no lo dijimos
Por siempre el pálido inmenso silencio
Y era dentro de mí como una floración
Un despertar al otro lado
Y yo quería saber
Pero sólo me fue dado preguntar
El otoño se tensa como un arco el aire está inmóvil
La lluvia también se desplaza hacia el sueño
Lentamente recupera su sombra se inclina como un
sauce
Cae
(De «Pythia»)
I
Todavía estoy dentro de la luz
Pero eres tú la que ha de decirme
Tú la palabra vacía la que guarda el nombre
Desbordada luz
en la confluencia de los sueños
anegándose en el corazón
Absuelta luz
en la extensión del instante
Luz sola sin más
Desasida
Mínima en su raíz
Quebrada luz áspera
Detenida en su grito
Temblando entre las manos
II
Y dije tu nombre
Y el lugar era de aire
Y la palabra
la presa
en la desolación de la fe
Y la palabra cierva
en la amplitud del silencio
se desploma
dócil en su infinita contradicción
en su misericordia
Y el corazón se cierra
Y el corazón se abre
Deslumbrado
III
Quietísima la luz
apenas polvo
¿Eres tú la que habita el nombre?
¿Tú la que irrumpes?
El peso de la Pythia
en la conciencia
Balbuceando
me cierno en círculos como un halcón
Segada luz
en su deslumbramiento
IV
Flujo y reflujo de los años vestales
Aquí adentro la luz se derrama
Y la palabra cruza el umbral
Y me llené la boca de tierra
para callar a las palabras

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Gloria Gervitz nació en 1943 en Ciudad de México. Fue poeta y traductora, descendiente de judíos de Ucrania. En 1976 comienza a escribir «Migraciones», proyecto literario en que están incluidos siete libros: «Shajarit» (1979), «Yiskor», (1986), «Leteo» (1991), «Pythia» (1993), «Equinoccio» (1996), «Treno» (2000) y «Septiembre» (2003). Fragmentos de ellos han sido traducido a dieciocho idiomas. En 2011 recibió el Premio PEN México de Excelencia Literaria y, en 2019, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.

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