miércoles, 8 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a JORGE AULICINO

(Publicado en la página de Facebook el 25 de mayo de 2022)

Jorge Aulicino nació en 1949 en Buenos Aires, Argentina. Es poeta, periodista y traductor de autores italianos. Ha traducido la Divina Comedia al español rioplatense.
En sus respuestas a nuestra entrevista, Jorge dice:
«Es muy difícil, por otra parte, leer poesía sin contagiarse, por así decirlo. El que la lee también intenta escribirla porque la poesía es una manera de manejar la realidad hasta donde se pueda».
«...el mundo camina sin historia, puesto que a casi nadie le importa otra cosa que el presente, esta especie de eternidad inmóvil del mundo digital, agrego. En esa hipótesis, el poder de la poesía es tan insignificante como el de la Historia: está en un plano de igualdad con ella, puesto que nadie lee poesía ni Historia. Pero me parece que existe la paradoja de que esa insignificancia, esa marginalidad, le da a la poesía un gran poder».

SELECCIÓN DE SU OBRA

Maniobras de diversión
La diversión es mi tema predilecto.
No rechazo la vida en las grandes ciudades.
Con un gabán, cualquiera se pierde en la llovizna.
En los parques todos somos asesinos.
No quiero pasar por inocente
y me pinto ojeras con corcho quemado.
(De «Paisaje con autor», 1988)
* * *
Jinete
Te juro que aunque hecho de retazos
hay algo de formas vagas pero propias
en alguna parte de mí.
Por eso sigo tus rastros.
Te dejaste un botón, escribiste cosas en un papel.
(De «Almas en movimiento», 1995)
* * *
La cabina del operador de grúas
Puede llevarte la ansiedad a una zona irisada.
Gotas digamos en la ventana
O el viento aún, sonando en una lata.
El tigre de aire puede posarse
Sobre la estación de servicio
Como una propaganda.
Gráfica, simple, imponente a su modo
La ansiedad así no gana nada.
Retroalimentada camina
En la bobina de un motor sin transmisión
Delante o detrás como la sombra
Indicando que hagas lo que hagas
Siempre estás perdido de algo.
Ramillete del sur o escarcha
Sobre las chapas de un galpón.
(De «Ituzaingó », 1996)
* * *
Mesías
En plena ciudad, en esta placita que sobrevive
al humo de los escapes y las pisadas
a pocos pasos de una cabecera de subte,
merodea un tipo que parece conducir una jauría.
Perros lobunos, perros tensos, perros sucios.
Nadie pasa sin verlos. Difícil saber
en qué amasijo coloca cada uno esa imagen incómoda.
Perros menos vencidos que su guía y proveedor,
suelen rugir aún, cuando entre ellos se molestan.
Es visible el instinto también cuando se olfatean
entre las patas.
En cambio el tipo mira más allá como un
poseído,
contracturado por el esfuerzo de ignorar su ruina.
¿Solo porque él les da de comer sostienen esta apariencia
de fidelidad, los perros?
¿No lo destrozarían de noche con esos colmillos
que repentinamente relampaguean?
¿Llorarían la muerte de su Mesías cuando el estómago
les dijera que ya nunca la mano se estirará hacia ellos
con un hueso, restos de pizza, pollo
que en su lugar el hombre busca en las bolsas
de basura?
¿Solo una imagen de miseria, violenta, o de caridad
la gente se lleva de este tipo de los perros?
(De «Primera Junta », 1997)
* * *
Libro segundo / Hacia el mal
3.2
La religión engendra monstruos.
Antes de necesitar lo que el bien propone
hizo falta lanzarnos a los grandes desiertos.
Extraviados, habríamos de querer así el bien.
Pero de este modo, la totalidad se hizo pedazos.
Los nombres y los infinitos vuelos,
las infinitas ondas, los matices,
la leña y el árbol, el olor y el picante,
el azul o el pizarra, el cuervo y la alimaña,
no comulgarían entre sí ni con el zorro.
El canto de la nieve, los ejércitos,
todo aquello era una irremediable pérdida.
Aun encerrados en las casas o en los altos feriados,
en la magnífica cima o en la pena,
algo incompleto diríase acechaba.
3.3
Prosperó el imbécil, hablando al animal,
que era el fugitivo, negada su potencia, el mérito
de andar sin desvelo, de crear de sí mismo el gozo.
Confundidos los tantos, la inteligencia así surgida
era manca.
No hubo exclusión: Dios se fue.
De modo que las últimas semillas son del ángel
desbancado.
(De «La línea del coyote», 1999)
* * *
Boardwalk Casino
Las fantasías y los recuerdos
son, dice, la misma cosa.
¿Dirías que son materia?
¿Son materia los efectos eléctricos?
¿Es materia la luz tamizada
de un día sin sol en un departamento?
Si se pudiera sostener por varios segundos
ante la vista la estructura de la mente,
si con ella se pudiera hacer una foto
como de una montaña rusa iluminada,
sostenida a su vez por marquesinas
como guardas de resplandor amarillo,
qué cierto y rústico sería el desierto,
qué verdad la conquista de un proyecto,
qué real vos y los que pasan y hablan.
(De «Las Vegas», 2000)
* * *
La luz checoslovaca
Oxidada la artesanía, la calle bajo taciturna luz, la que pelea con su origen;
difusa pero empeñada en que fue más o puede serlo.
Cruje la puerta que se abre lentamente al pasillo con vieja alfombra,
allí donde se produjo la séptima aparición de la Virgen.
La ve, mientras la vecina nonagenaria pasa con la chata
de su centenaria vecina a la que cuida devota, como hermana.
Oh señor, he creído. Oh señor creo aún si lo deseas.
¿No es cierto que la intensa circulación y la gula son una misma cosa?
¿No es verdad que los bajos tonos corresponden a los eternos imperios?
Lo dicho: he visto tu rostro en sartenes oscuras en despojadas cocinas.
Y lo he visto bajo el escaso resplandor azulado del supermercado vecinal.
No lo he visto en el shopping, Señor. No lo he visto en el casino.
Señor, por alguna indicación tuya sorprendida en un libro comercial,
he amado los días nublados y el desierto en las palabras.
Pero me condenaste a amar la verde lechuga y la carne fresca,
en tanto miraba a actores de gestos invernales en el Actor’s Studio.
Déjame creer en la letanía de las piedras y en el puchero casi incoloro.
Dulces son el cielo y su vértigo sobre plantas cuyo verdor oscurece.
(De «La luz checoslovaca», 2003)
* * *
9-Fragmento de un evangelio
Y dijo: la voz de Odín es la voz de los Campos,
de la disciplina y del peligro, y la voz
de los campamentos, del coraje y del agravio,
la voz del perdón en la masacre.
La voz de los designios, de las toberas y de los osarios.
De las ablaciones y de los residuos atómicos.
De los hijos y de las menstruaciones.
De las estadísticas y de los reactivos.
De los pájaros y de los basurales.
La voz de Odín es la voz de los iguales.
Y dijo: no lo oirás mientras no llegues
donde tu pensamiento llegue.
Y dijo: porque eres de Caín, tanto
o más que de Abel.
De los entuertos y del orgullo.
Y dijo: eres el lisiado,
el que todo lo hizo.
Y dijo: nada, más allá de tus gestos
torpes y salvajes.
Dijo: el último, el enemigo del tacto.
Hombre sin hombre, sin medida.
(De «La nada», 2003)
* * *
Cetrería
¿Qué saben hoy de tu propósito la hez de los atrios,
el violador, el impune, el manco, el sudoroso idiota,
el que corta el teléfono con furia, el que llora ?
¿Y qué sabe el que sabe, el que derramó vísceras,
las unió con electrodos, las puso a freír,
gritó de placer al descubrir la fórmula,
al ver las natas del hipotálamo,
la explicación de la tos o del estornudo?
¿Qué saben de tus voces encapsuladas en nuestro corazón
los que duermen en un banco, los que fueron muy lejos,
los que se mueren en el subte, los que muerden el freno,
y aquellos que trepan a las torres de alta tensión porque es su trabajo?
¿Dónde está el fulgor? ¿Quién lo buscaría en la historia conocida,
en el homicidio reprimido, en la basura del mercado?
Y sin embargo, cualquier sonido en la floja madrugada
podría llevarnos a tu abismo certero.
Un pensamiento cualquiera, liberado de su noria,
en el aire del búho que alejó el sufrimiento.
(De «Hostias», 2004)
* * *
El condenado
Quisiera hacer un experimento conmigo mismo,
dijo el viejo farsante.
Todo experimento será nulo, porque te has dedicado
a mentirte con empeño.
Todo experimento será de resultados falsos,
montado como estará sobre falsas premisas.
Dije, y miré sus ojos de ensoñación.
Tengo derecho a decir, dijo después de un rato,
que comí una vez junto a un piano desvencijado
y vi en la ranura entre la tapa y el borde del piano
una pequeña virgen fulgurante, como un hada
pequeña, una visión, digo,
y cierta vez pude ver una especie de pájaro
graznando y aleteando en círculos sobre unos galpones,
iba y venía desde los galpones a un descampado,
inquieto, en la paz oxidada de esa siesta,
como si quisiese dar aviso a alguien sobre algo
que yo no alcanzaba a percibir en toda su extensión.
Tengo derecho a decir que comí en un restaurante decadente,
bajo grandes cirios, melancólico y sabio,
aunque mi amiga era una cajera de supermercado
que, creo, entendió el guiño.
Esta es la música de cada uno
en su horrible falsedad.
Mi experimento consiste en negarlo
y aparentar que vivo sin música ni enigma.
El resultado evidente será otra mentira, dije.
Como una especie de pájaro que quisiera dar aviso de algo
cuya extensión se me escapaba,
chillaron sus ojos atrapados en el teorema mortal.
(De «Máquina de faro», 2006)
* * *
21
Es indiferente que con alegría campesina
los rojos dispararan el “órgano de Stalin”.
La cuestión de que un obrero de base
haya diseñado el mejor fusil de las futuras guerras
es también un hecho menor.
Cuando se paraban frente a la mesa de arena
o cuando manejaban el plomo y el abastecimiento
en el terreno de las operaciones,
los generales del Partido eran eficientes y célebres.
(De «Cierta dureza en la sintaxis», 2008)
* * *
19
Bernardo de Claraval,
llevabas razón: entre la primera
y la anunciada por Juan,
está la venida secreta,
y debe ser ésta.
Abro el diario
en el bar.
(De «Libro del engaño y del desengaño», 2011)
* * *
No sucede nada, la materia
No sucede nada, la materia
es como la vemos, y en la noche
parece que hay sonidos, de una cuchara
con la que se ha echado leche en polvo y se abandona
sobre la mesada de mármol, de una persiana,
de un escarabajo que ha golpeado un vidrio.
La materia podría concentrarse como entre dos dedos apretados
y la cuántica de Dios o de su ángel
volverá a operar en ese estrecho pasadizo
como los sonidos en el aire-luz,
como la humedad en la pared, corrompiendo
hasta el estallido.
En tanto, más allá de los tintineos y jadeos del aire-luz,
hay gritos de víctimas o victimarios,
hay pistones golpeando la profundidad de los cilindros
en la noche más alta,
hay sutiles movimientos en las bolsas de basura,
algo cae en la calle, y tal vez, por último,
hay un ligero zumbido.
(De «Giuseppe», 2013)
* * *
5
La revolución fue un sueño geométrico,
pero fue un cuartel, una abadía y un colegio.
Hombres hubo allí que aprendieron. Aprendieron
lo único necesario: que se necesitaban unos a otros.
¿Quién nos ha metido el diablo en el cuerpo?
¿El capitalismo? ¿Hobbes? ¿La ciencia? ¿Rousseau?
¿Dónde un sabio vendría a meditar
sino en las ciudades que se levantan y se caen?
6
En lo que respecta al poema: miremos al frente.
La poesía no es natural ni puede serlo.
No es una papa, su consumo no depende de la
menor o mayor oferta en el mercado; es y no es
un tubo de dentífrico, la poesía no es de todos,
modesto patán; la historia comienza por esto:
dar pasto a la mirada.
(De «El Cairo», 2015)
* * *
Las palabras muerte o angustia de las que provienen los versos
Las palabras muerte o angustia de las que provienen los
/ versos
no concurren a ellos, no los hacen mejores. Y de ellos están tan lejos
como esa casa pintada por Dora Carrington
al pie de una montaña entre los árboles mágicos.
No por allí hay entrada.
Es sólo la llegada.
Luego, dirás blandiendo el adjetivo imprevisto,
la asociación, el nexo imaginativo,
que las olas rompen junto a la prisión marina
desde la que el convicto tiene, al menos, la visión lunar.
(De «Corredores en el parque», 2016)
* * *
[Mito II: Moloch]
La pirámide de las clases sociales
que apunta a la estrella del Norte,
el barro de las guerras que
no tienen nombre ni deseo,
el invierno sucio, el dicho tácito,
las calles vacías, la sangre en la ermita;
o el vaho en una ventanilla,
árboles cuyas formas no alcanzamos,
excusados llenos de revistas:
¿dónde impera la bestia de nuestro desamor?
Nos sacrificamos, pero no está satisfecha.
No sabe dónde deslizar sus sombras,
cuál es su reino.
(De «Mar de Chukotka», 2018)
* * *
Un poeta ruso medita frente a un viejo lavarropas
en el XVIII arrondissement de París
Conservás tu poder intacto, aunque amarillea
tu pintura y el óxido ha cometido ataques notables en tu carcasa
bajo la que habrá charcos empozados de hace ¿cuánto?
¿Siglos?
Traquetea todo el piso de madera dura y vieja
y se oye tu poder centrífugo en toda esta casa,
preparada para habitar malamente
y adoptar como estética costras de sal que el clima deja
en la cornisas.
Tu poder está casi intacto,
apenas una tos cada tanto
entre las ruedas feroces en las que galopa el Apocalipsis.
Y es como el trueno tu voz que solo tiene una nota.
Y es gris como el cielo eterno del Norte o
como las lluvias del Canal o como los bosques desnudos
tu promesa de paraíso recuperado.
(De «Un poeta griego huye de Londres», 2019)

ENTREVISTA CON EL AUTOR

Gilgamesh: Jorge, algunos rasgos de estilo que reconocemos en tu obra son el verso libre, una sintaxis despojada, un aliento materialista, todo lejos del lirismo de los románticos y cerca del ascetismo de cierta poesía estadounidense (pensamos en W. Stevens) y cerca también de los herméticos italianos, y un ir y venir entre lo culto y lo cotidiano. No quedan fuera las referencias históricas, un posicionamiento ético y filosófico y un anclaje fuerte en los devenires de la ciudad. ¿Podrías contarnos cómo has llegado a esas elecciones? ¿Qué de esas búsquedas formales se sostiene desde tu primer poemario hasta tus últimos libros editados?
Jorge Aulicino: Seguramente llegué a esas elecciones al tanteo, influido por los poetas que leía, que eran, al principio, los autores del Siglo de Oro español, Neruda, Vallejo, Raúl González Tuñón, Prevert, Pavese, Juan L. Ortiz, etc. Pero en algún momento tuve una intuición, un sentimiento, una percepción que fue la de ver las cosas desde la lejanía de la aventura y de la ficción en general. Aunque el horizonte posible era lo cotidiano, comencé a ver esa cotidianeidad como una revelación. Esto es, que empecé a ver la ciudad en términos históricos, antropológicos y ficcionales. Fueron de gran importancia para mí las lecturas de otros poetas no previstos en el catálogo de las lecturas de izquierda de aquella época: Montale, William Carlos Williams, Auden, Ashbery. La relectura de Bertolt Brecht en esta instancia fue decisiva. Leí una selección de poemas de «Libro de lectura para lo habitantes de las ciudades» (no recuerdo en qué revista) y las historias del señor Keuner publicadas en España en los setenta y esto cambió mi visión de Brecht y de la poesía en general, ya no era el Brecht dogmático que yo creí ver en las lecturas de adolescencia, sino un Brecht paradojal, irónico, con un profundo sentido de historicidad en las cosas. Como Tuñón, Brecht jugaba todo en una ficción real, una metaficción, y los dos introducían personajes históricos reales en sus poemas, y los libros de poemas se transformaban a su vez en colecciones de postales, álbumes de fotos y recortes, dossiers, archivos. Incluso un solo poema podía causar ese efecto de colección diversa, por ejemplo: «Escrito sobre una mesa en Montparnasse», de Tuñón, que es como si él hubiera volcado una caja de postales precisamente sobre una mesa. Digamos que, al descubrir el contenido de ficción en la poesía, descubría también la ficción en la Historia. Por qué eso me atrajo no sabría explicarlo ni explicármelo.
Gilgamesh: Nos parece que sos uno de los pocos poetas argentinos que cuenta con dos libros de poesía reunida: «Estación Finlandia. Poemas reunidos 1974-2011» (Bajo la luna, 2012) y «Poesía reunida» (Ediciones en Danza, 2020). ¿Cómo has vivido el proceso de relectura, selección y ordenamiento de tu obra? En «Poesía reunida» hay un orden inverso al de la escritura. ¿Qué te llevó a esa decisión?
Jorge Aulicino: Lo hice, en principio, para poner los libros a disposición de eventuales lectores porque, por separado, no estaban ya disponibles. Pero es cierto que uno hace una evaluación, que es un reencuentro y una crítica. Modifiqué unos pocos poemas y no sustancialmente porque, si abusaba de eso, la poesía reunida pasaba a ser poesía corregida. Hay poemas que habría quitado de los libros originales, pero, al hacer la primera edición, no me di cuenta de que sobraban ni me dejaban una impresión de mal resueltos ni nada de lo que fuera consciente. Yo creo que cuando uno se decide a sacarse de encima un libro, un conjunto de poemas, cierra los ojos, suspende la crítica. Porque se trata de darlos por terminados, precisamente. Con todo, en el curso de las publicaciones había dejado afuera muchos poemas que después rescaté. Los volví a ver con otros ojos y como eran esquemas o esqueletos de libros, los publiqué en «Estación Finlandia» con el título que habrían tenido esos libros, de haberse publicado en su momento. Creo que las poesías reunidas cumplen el papel de mostrar el recorrido de un autor, deben ser tan sinceras como sea posible. Mi sinceridad ―que para uno es a la vez afrontar lo hecho― no pudo llegar hasta los primeros libros que, francamente, no puedo admitir como aquellos “pecados de juventud” de los que se hablaba. Admito que los cometí, pero mostrarlos no creo que haga falta. Hay autores para quienes la poesía reunida les revela más errores que aciertos. Yo soy uno de esos. Me consuela pensar que en términos generales los lectores son indulgentes con los que uno considera errores o sobreabundancia. O no los lee como tales.
Gilgamesh: Has sido periodista, seguís siendo un crítico literario atento, un difusor ― a través de tu blog Otra Iglesia es Imposible― de la poesía universal, traductor de poetas italianos fundacionales. ¿Qué aportan cada una de estas facetas al poeta y a su poesía en particular?
Jorge Aulicino: Me gané la vida como periodista durante más de 40 años. Primero fui periodista en semanarios, agencias y diarios de izquierda. Después, en la prensa comercial. Traté de ser honesto en ese oficio. Y la verdad es que lo quise, lo quiero, más allá de que tenga o no relación con la literatura. Cuando me preguntan por esa relación, digo que aprendí a escribir haciendo periodismo. Aprendí una gramática y la búsqueda de la precisión, que tal vez se relacione con la poesía que escribí en paralelo. En cuanto al blog de poesía, publicar y traducir me mantiene en contacto con la poesía, que es la fuente principal de sí misma. Busco, no solo la novedad del poema nuevo, sino la novedad en todos los poemas, incluso en los que ya conozco o en los que debí haber leído hace muchos años. En cuanto al orden de la última poesía reunida, fue una sugerencia de Javier Cófreces, el editor de En Danza. Me pareció bien empezar por lo más reciente de manera que el lector fuese bajando ―cayendo, diría más bien― hacia los orígenes.
Gilgamesh: Nos gustaría detenernos en tu oficio de traductor y, más puntualmente, en las traducciones de poetas italianos. ¿Cómo llegás a la lengua italiana? Los poetas con los cuales trabajás van desde los canónicos (Cavalcanti, Dante, Pasolini, Pavese) a otros casi desconocidos para el público lector argentino (Antonella Anedda, Biancamaria Frabotta). ¿Qué te ha llevado a esas poéticas? ¿Cuándo decidiste traducir la Comedia? ¿Qué ha traído de nuevo tu traducción a las traducciones que ya circulaban en nuestro país?
Jorge Aulicino: La lengua italiana estaba en mi casa, no porque se hablaba, sino porque permanecía latente en mi padre, que era hijo de italianos. Mi madre era hija de españoles. Murió muy joven. Papá se casó por segunda vez con una maestra y profesora de italiano. Quise entender esa lengua que estaba en los genes familiares y en los libros y cuadernos de mi madre segunda, y como había poetas italianos que me atraían mucho ―Ungaretti, Montale, Pavese― comencé a leerlos con ella en el idioma original. Iba aprendiendo léxico, sintaxis, etc., mientras traducíamos esos poemas. Ungaretti fue el primero, quizá porque sus poemas son más breves y concisos, en un italiano literario. Después seguí solo, y fui llevando de mudanza en mudanza los libros de gramática y los diccionarios de mi madre, luego también el de mi padre, que en cierto momento de su vida decidió aprender la lengua que sus padres, mis abuelos, no le habían enseñado. Distinto era para mi segunda madre; en su casa, la nona y el nono hablaban italiano y sus hijos lo aprendían de solo oírlo. Volviendo a la pregunta: las poéticas de los autores que mencioné me atraían antes de que aprendiera a leerlos en su idioma. Con Dante tuve una difícil relación desde la preadolescencia, hasta que decidí que el mejor modo de entenderlo y aprender el mundo y el tono de la Comedia era traducirla. Traduje primero para mí y luego para el blog, sin pensar en editarla. De hecho, el primer interesado en la publicación fue Miguel Ángel Petrecca, de Gog y Magog, donde apareció el libro del Infierno. Después, la primera gestión para publicar los tres libros fue de mi compañero de trabajo Ezequiel Martínez, que se la propuso a Fernando Fagnani, de Edhasa. Sería presuntuoso decir qué aportó mi traducción. La hice con dos principios que decidí sobre la marcha: ceñirme lo más posible al significado literal y conseguir la fluidez del castellano hablado en la Argentina. Para esto último, tuve en cuenta que Dante usó el toscano, que entonces era solo una lengua coloquial, ya que la literatura y los papeles oficiales se escribían en latín. Los poetas del “dolce stil novo” escribían en la lengua familiar, Dante entre ellos, pero fue su propósito, no solo escribir en toscano la Comedia, sino hacerlo, como dijo, en la lengua que hablan las mujeres en el mercado.
Gilgamesh: ¿Qué literatura te acompaña mientras estás escribiendo un libro? ¿Qué literatura te acompaña en este momento? ¿Cómo te ves en relación con la poesía que se está escribiendo, editando y premiando hoy en día? Irene Gruss, una poeta muy querida y respetada, decía que “se está escribiendo mucho y al pedo”. ¿Qué pensás de esto? ¿Se convirtió o convertirá la poesía “en un género para adictos”?
Jorge Aulicino: La poesía es hace tiempo un género para adictos, como ustedes dicen. Mientras escribo, me acompaña lo que eventualmente esté leyendo, desde poesía a filosofía. También los diarios y noticias. Leo mucho para el blog, es un ejercicio permanente. Pero tengo que decir que desde los 80 no había vuelto a leer a Juan José Saer y él me acompañó y vigiló en algunos de los últimos libros, sobre todo el último ―que en el orden es el primero― de la poesía reunida por Ediciones en Danza. El que se titula «La lírica». Creo que la frase de Irene revela un giro en la producción de poesía. Se publica y se escribe mucho más. El público, que son los propios poetas, para empezar, se extendió, creció mucho. O creció la adicción o el interés general. Es muy difícil, por otra parte, leer poesía sin contagiarse, por así decirlo. El que la lee también intenta escribirla porque la poesía es una manera de manejar la realidad hasta donde se pueda. El descubrimiento del “horizonte de sucesos” de la poesía, que abarca la cotidiano, que parte de lo cotidiano, creo que contribuyó a la relativa popularidad que tiene hoy el género, lo cual se ve en las redes sociales. Claro que Irene tiene razón: mucho de lo que se escribe es regular, facilongo, acrítico. Se ha ido muy lejos en la esperanza de que el simple describir lo cotidiano se revele poético, en el sentido de extraño o connotativo, pero siempre ha sido así, siempre hay excedente, material fallido. Ahora, la producción general es mayor y quizá la proporción de sobrante se mantiene y, como las redes tienen mucho lugar para la poesía, el excedente tal vez se nota más.
Gilgamesh: ¿Podrías ampliar o precisar un poco más ese “Poder insignificante de la poesía” del que hablás en «Poesía y política» (Ediciones del Dock, 2021)?
Jorge Aulicino: Lo que digo allí es que el mundo camina sin historia, puesto que a casi nadie le importa otra cosa que el presente, esta especie de eternidad inmóvil del mundo digital, agrego. En esa hipótesis, el poder de la poesía es tan insignificante como el de la Historia: está en un plano de igualdad con ella, puesto que nadie lee poesía ni Historia. Pero me parece que existe la paradoja de que esa insignificancia, esa marginalidad, le da a la poesía un gran poder. Ese poder sería el del que siembra de nuevo un campo, el del que crea un lenguaje para acercarse al mundo de nuevo. Creo que ese ensayito termina con una nota de esperanza acerca de que poesía e Historia alguna vez logren llamar la atención del pueblo humano. Un ejemplo práctico sería que los conductores y las organizaciones políticas ampliaran su visión de las cosas leyendo poesía e historia, para poner su acción en un marco distinto, en un cosmos, no para adornar sus discursos con citas y metáforas. Ezra Pound decía que el cuidado del lenguaje ha sido confiado a los despreciados literatos. No se refería a cuidar la lengua de contaminaciones, sino a la eficacia de la lengua. Cuando esta se vuelve fofa e informe, decía Pound, la organización de la sociedad se va al demonio. Quizá es al revés: la lengua se vuelve ineficaz y hueca porque la sociedad se está yendo al demonio.
Gilgamesh: Hoy en día la gente publica de todo en las llamadas redes sociales, poesía incluida. ¿Podrías ampliar o precisar un poco más ese “Poetas y reciarios” incisivo del que hablás también en «Poesía y política»?
Jorge Aulicino: Creo que las redes sociales, que yo también uso, tienden a congelar el tiempo. Todo está pasando siempre en las redes. No se ponen palabras e imágenes en relación con las cosas reales, sino que giran en torno a la idea de construir una “biografía”: este es el nombre que Facebook le da a la página de cada usuario. Tiende a perderse la noción de “medio”, de vehículo de trasmisión. Hablé de redes y reciarios evocando al gladiador que peleaba con una red y una espada, o un tridente. Salvo que sea muy hábil, la red puede envolver al que la usa, en lugar de detener al rival en la arena. Trato de mantener mi “biografía” como medio, no como construcción diaria de mi existencia, valedora de mis actos. Las redes, es cierto, han dado una nueva herramienta a la democracia. Pero son una herramienta, no un fin. En lo que respecta a la poesía, el entorno de una red es propicio para la circulación, incluso la lectura fragmentada, que es la única posible en las redes, favorece la distribución de poesía. El otro filo de esa herramienta es la cuestión de la que hablamos recién: así como circula lo bueno, y reviven poetas y nacen otros en las redes, se difunde también mucho excedente, poesía, digamos, poco interesante. Y se tiende de nuevo al intimismo, a todo aquello que nos conmueva líricamente, en el sentido antiguo del lirismo: por su referencia al mundo privado, a los inextricables estados de ánimo, a las tristezas o a la belleza de las puestas de sol, como excluyentes de otros ingredientes básicos de la poesía. Las redes han puesto en circulación muchos poemas, mucha información sobre la actividad cultural ligada a la poesía. Pero son un peligroso espejo que siempre estará astillado si solo las vemos como reflejo de nuestras vidas privadas. En ese sentido son una especie de lírica barata.
Gilgamesh: Borges se lamentaba de que la poesía épica hubiese caído en el olvido. Basta volver a su Biblioteca personal, por ejemplo, para reencontrarse con su admiración por obras como La gesta de Gilgamesh o el Bhagavad-gita o, si la memoria no nos falla, el Beowulf. Nosotros pensamos que la poesía épica o narrativa no debiera estar ausente de la poesía que se escribe en la actualidad. ¿Cuál es tu posición al respecto?
Jorge Aulicino: La épica se presenta hoy, a veces, como una narración rota, así la veo. Porque es muy difícil, en un mundo múltiple como el actual, mantener una narración coherente, clásica, con planteo épico, colectivo, de principio a fin. Sin embargo, el espíritu épico se mantiene, si entendemos la épica como la referencia al mundo político y al mundo económico y, sobre todo, como una visión de la Historia en movimiento en el trasluz de la poesía lírica, que es la que más abunda. Ya no es un subgénero de la poesía, sino una actitud, un trasfondo, el marco colectivo de una biografía. La poesía ha nacido de la épica, del mito, que es narración, exposición de sucesos. El gran poema fundacional de la poesía de Occidente tal vez fue la Ilíada. Es probable que su escritura no sea tan antigua como se suponía y más o menos coincida con los primeros testimonios de poesía lírica, por ejemplo, los fragmentos de Safo de Mitilene. Pero ese cantar, que seguramente existió mucho antes de ser llevado al papel, desató la poesía en todas sus formas: la épica, la tragedia y la lírica convivieron en la poesía posterior en Grecia y Roma. En el siglo XX, las grandes guerras ―mucho más grandes que la de Troya― no dieron poesía épica pura, se reflejaron más bien en la poesía lírica. Hay colecciones de poesía de la guerra; por ejemplo, de poetas ingleses. Incluso un libro como «España, aparta de mí este cáliz», de César Vallejo, canta con subjetividad individual un suceso colectivo, épico y dramático. Es una colección de poemas, más que una obra épica plena. Un solo poema, el «Himno a los voluntarios de la República», imita los antiguos cantos épicos, con un torrente de imágenes muy modernas y dramáticas.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Jorge Aulicino: La poesía no es un asunto privado, nunca lo fue. La lírica transforma las percepciones privadas en asunto público desde que se separan del emisor cuando son publicadas. Estar a solas con el poeta es imposible: el lenguaje se interpone, y el lenguaje es un campo de maniobras colectivo. No es la poesía la que se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos, sino que la civilización parece desentenderse cada vez más de su memoria. No advierte las formas históricas que van asumiendo los escenarios milenarios, las ciudades. Pasolini sitúa sus poemas en “la última forma histórica de Roma”, porque Roma estuvo siempre, pero con otras formas. Aun hoy es la capital de su imperio, no por sus ruinas, sino por su espíritu múltiple, cosmopolita, policlasista, que permite convivir funcionarios y burócratas, políticos y eclesiásticos con vivillos y marginales, como si fuera el octavo círculo del infierno de Dante. Todas las grandes ciudades se parecen, por lo demás, a Roma, Pero la conciencia de esta dialéctica de cambio y permanencia, de convivencia de lo nuevo y lo viejo, se va olvidando. Vivimos en celdillas, como en los panales, cada uno en sus cosas y, sobre todo, en un mundo virtual inmutable. Sin movimiento no hay memoria. Todo parece un tonto, hueco, presente. El lector se aleja de la poesía porque la poesía le exige leer la historia del lenguaje, es memoria de la lengua y del pasado. La poesía es hoy, como lo fue desde los trovadores, una actividad marginal y a la vez necesaria, imposible, al parecer, de extirpar. Creo que es y ha sido siempre, gracias a Dios, un lugar en el que la comunidad cultiva la lengua y la memoria y en el que refresca o renueva los mitos. Es una obra totalmente desinteresada a la que se entrega una parte de la sociedad, como vemos hoy en las redes sociales. Y por lo tanto fuera del mercado. Todos hemos escrito poemas. Y muchos lo seguirían haciendo y, de hecho, sin escribirlos, tal vez los vivan en raros momentos de sus vidas. No puede haber lectores puros del género poético, es decir, lectores que no lo hayan intentado alguna vez al menos. Es por eso, me arriesgo a decir, que la poesía no se vende. La poesía no es comercial porque se la considera una plena manifestación del hecho de existir.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Jorge Aulicino ha participado en diversas publicaciones de poesía, entre ellas, Diario de Poesía, El León en el Bidet, Omero y Hablar de Poesía. Dirigió la revista de cultura Ñ entre 2007 y 2012. Colabora en el Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Integra el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Administra el blog de poesía Otra Iglesia es Imposible. En 2015 recibió el Premio Nacional de Poesía. Algunos de sus trabajos periodísticos están compilados en Dardanelos.
POESÍA PUBLICADA
Reunión, Ediciones del Alto Sol, Buenos Aires, 1969
Mejor matar esa lágrima, Imprenta Colombo, Buenos Aires, 1971
Vuelo bajo, Ediciones El Escarabajo de Oro, Buenos Aires, 1974
Poeta antiguo, Editorial Botella al Mar, Buenos Aires, 1980
La caída de los cuerpos, Ediciones El Lagrimal Trifurca, Rosario, 1983
Paisaje con autor, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1988
Magnificat, plaquetas de Mickey Mickeranno, Buenos Aires, 1993
Hombres en un restaurante, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1994
Almas en movimiento, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1995
Hacia el mal, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 1999
La línea del coyote, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1999
La poesía era un bello país (antología), Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2000
Las Vegas, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2000
La luz checoslovaca, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2003
La nada, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2003
Hostias, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2004
Máquina de faro, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2006
Cierta dureza en la sintaxis, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2008
Libro del engaño y del desengaño, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011
Estación Finlandia. Poemas reunidos, Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2012
El camino imperial. Escolios, Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012
El Cairo, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015
Corredores en el parque, Barnacle, Buenos Aires, 2016
Mar de Chukotka, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2018
Un poeta griego huye de Londres, Griselda García Editora, Buenos Aires, 2019
El río, Barnacle, Buenos Aires, 2019
Poesía reunida, Ediciones en Danza, 2020

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