miércoles, 8 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a INÉS ARÁOZ

(Publicado en la página de Facebook el 15 de junio de 2022)

Inés Aráoz nació en 1945 en San Miguel de Tucumán, Argentina. Es poeta y traductora.
En sus respuestas a nuestra entrevista, Inés dice:
«… empecé a construir esta Casa-Barco en 1976, como el necesario y propio vehículo que acompañara mis navegaciones (¡cómo trepidaba esta cascarilla cuando en ella se embarcara Hugo Foguet, su jefe de máquinas!).»

SELECCIÓN DE SU OBRA

POEMA
He cazado a la muerte
como si fuera una palabra nueva
La he rodeado, inquirido y bientratado
Hasta he escrito sobre ella
-vida es la palabra que he usado-
Y me ufano
de contemplar a cada instante
su aleteo furioso
en mi corazón.
***
ESTE PEQUEÑO BARCO CON SU TIERRA A CUESTAS
En esa misma casa
De cuya navegación me ufano
En el secreto movimiento
De mis células más íntimas
En esta misma casa
Estática
Que construí con la pasión
De quien va a montar su primera obra
El techo de los pobres
El techo de los ricos
El de quien al fin agacha la cabeza
Y entra al mundo
En esta misma casa inserta en una selva
Antes solo Sirio brillando algunas noches
Y en las que florecen los acantos al llegar octubre
En esta misma casa
Y entre sencillos actos repetidos día a día
Como enderezar los cuadros de un costado
O bien del otro
Los primeros de Diciervo que colgara entonces
Cuando con ojos de navegante miraba en lo alto
En las hojas de las palmeras
El leve balanceo de las paredes sin techumbre
Y me preguntaba cómo sellar
Ese último reducto de libertad
Que haría de mi casa un templo
En esta misma casa
Que apenas si ha cambiado su apariencia
Es verdad que los hexágonos del piso
Me traen ahora a la memoria
El cielo de las aguas que en el Mediterráneo bañan
La playas de Tipazá
Es verdad que el adorable pájaro ptitza
Aletea de cuando en cuando entre estas paredes blancas
Siempre blancas
En esta misma casa
Desde la que me gusta contemplar a las tortugas
Devorando los capullos recién caídos de la rosa china
O el feroz combate de las grandes hormigas que luego
Por la noche
Roerán de a poco la pinotea del cielorraso
En esta misma casa a cuyas puertas y ventanas
Los benteveos acuden en noviembre
A depositar su ofrenda de moras maduras
En esta misma casa me pregunto
En qué puerto estoy
¿Es posible que este pequeño barco con su tierra a cuestas
De lapachos y palmeras
Teros guardianes
Y la mirada entrañable de algunos perros
Haya navegado tanto que pueda yo decir
Un hijo tengo y no un hijo?
Jugando con los hilos de la luz
Hacer la propia casa y navegar hacia lo alto
Y el corazón que arde
Girando
Girando
Girando
¿Cómo decir esta misma casa y el poema
Solo buscan la piqueta o el silencio evanescente?
¿Cómo hacer del propio barco la navegación
sin perder el rumbo?
¿Del rumbo hacia lo alto el propio barco?
***
HF
a Hugo Foguet
I
Es un amor que no puede ser contado.
Es el amado en el centro del poema quizás, y su poder extraño,
ni siquiera sol, ni siquiera Ulises.
Extranjero canto, meridiana y noche, distante y claro,
convocando.
Y yo nada, mis cabos sueltos, mi fuerte mirada ya solo en el
amado, en él disuelta,
yo nada.
No es un amor de pequeñas algarabías. Es una luna en llamas
-y tan sin peso yo en ella- y su cielo un serpentino mar
impío que la refleja.
Es un amor que empezó oscuro como un presagio, el pico
Curvado del cazador en los sueños de los amantes y la voz
oracular e íntima de las cosas sin nombre
calcinándolos.
El amor de dos poetas, solos, en el centro del poema.
II
Por sobre todo estabas vivo cuando morías
y yo te amaba.
Amé tu pecho seco y la avidez
de tu boca y de tus palmas.
Recordé el coraje del volatinero
al tensar la cuerda.
¿Qué es la muerte del amado?
Es el árbol
la ceniza
el gesto tierno
de lo cotidiano.
El capullo de la rosa china
entre las aspas del molino.
Radiación traviesa del poema
en la piedra azul que lo refleja.
Alternancia de la luz y de las nubes.
Es aquello
que no debe ser nombrado.
La voz
sin pronunciarse.
El tajo
en el corazón.
El mío.
Soy yo la muerte del amado.
***
BARCOS Y CATEDRALES
(ORACIÓN POR UN CABALLO
EN EL CERRO DE LOS LINDEROS)
a Lucía Páez de la Torre, que no se contentó con llevarme al Cerro de los Linderos, sino que aun me ayudó a cargar esta piedra que estoy mirando, llena de resonancias.
Hozadura en el paisaje, desde lejos; mucho más que eso, al llegar, eras más que un vestigio, eras la misma estirpe de lo rojo, fuego en ese instante quedo de silencio. No hablaré de ti ―te dije. Estás aquí conmigo, Yo pequeña, para ti hablaré, espíritu de un caballo de pelaje colorado.
No es sangre la que no se ve. Te hablaré de sangre derramada, la de aquellos que con su sangre empavonaron ―sangre accidental― los pavimentos de esta tierra (en los perros estoy pensando) y te hablaré también de aquellos que inervaron con sus propios huesos los bellos muros de casi todas las ciudades (en los hombres estoy pensando).
Barcos y Catedrales
(Patitas apuradas del amor, cunden por las piedras las voces
Sibilantes de las hormigas)
Y te hablaré de ellos porque me conmueve verte aquí, honrado por las piedras y un silencio (y un silencio), aún subiendo hacia los linderos, tu pelaje casi intacto restallando locamente en el espacio claro, apenas un verdor de pastos ralos entre las piedras
Y esas aguas encharcadas, lechosas, acenizadas en la planicie suave y de bordes azulejos
(Bien cerca de él, aguas de hielo, estáticas las aguas, sin onditas, a pesar del viento y de los grandes tábanos que zumbaban. De piedad las aguas, lo diré por una vez).
Barcos y Catedrales.
(Locamente restallaba desde lejos. Me acerqué a mirarlo. Colorado su pelaje, descansada la actitud. Echado a un costado del camino, a unos 3000 metros de altitud. Los calcos blandamente curvados hacia adentro, laxos, tiernos)
Vibra la roca para ti en un paisaje de roca gris, de piedras blancas y señales de sol en las micas claras y en las negras, acodada vermiculita de la piedra. Arriba, muy arriba en el más alto peñasco, en su filo, oteando quizás el vuelo, hay tres cóndores, quietos y alineados. De qué música, el reflejo. De qué cielo. Que mis ojos te vieran, que a la cámara de mis ojos te entraras (lo que la piedra esconde, el paso de lo efímero, las altas torres).
Barcos y Catedrales
Los dioses en mi sueño articulaban así la guerra ¿Babel primero? ¡No! Ya los centauros, el Minotauro, ya fue ese punto en que se cruzaban barcos y catedrales, simbiosis de lo alto y de lo extenso, agujas del cielo ondeando en el mar
(En ascenso hacia los linderos)
No lo repitas, yo te oí: No son dos, una sola cosa hay y es el amor
(Y yo me estaba allí en silencio y como chicotes de otras eras pasaban ante mí los pavimentos de los perros y los bellos muros de los hombres y en los vestigios de ese cuerpo que fue un cabello vislumbré otra vez el orden prístino del universo).
Barcos y Catedrales ―pensé.
Los cielos están cerca
Los cielos están cerca
¡Ah! Por fin sé que el mundo me ha herido
El llanto del mundo...
Que alguien se abrazara al azote de un caballo
***
RIELES DE FUEGO
a Tata Páez de la Torre
Rodando están los cielos
En rieles de fuego
El tren no aminora la marcha
¿Se oye un silbato?
Al parecer ha muerto, no lo sé
Mi pequeño hermano
Me han dicho, sí, que en las estrellas
Y en los cuerpos
Está todo escrito
Y que no debo conjeturar
―¿Es eso todo?
Un niño dice Me asustan
Las mariposas amarillas
Oh bellas mariposas sombras
Las palabras (todas ellas)
Que están, que no están
Solo viajeras
De la luz
Y así es la eternidad
―¿Es eso todo?
Lo es. Pero también es menester
Que esté la lámpara encendida
***
NO AMINORA EL TREN LA MARCHA
a Isidora Aráoz
Estaban quietos los cielos
En Yacanto
Al parecer moría, no lo sé
Mi hermano, el más pequeño
Los membrillos no habían madurado aún
Y en sus verdes huevos seguía guardada la cría del tero
Un cierto tinte rojo allá
Atrás, en la montaña
No lo he visto yo morir
Más que otros días
Al señalar algunas de esas florcitas tibias
Silvestres
Que esplenden en las lomadas
Esto me da paz -decía
Me hubiera gustado esa tarde
Echar un galope tendido, a campo traviesa
Saltar cercos, una y otra vez
Cruzar los ríos
En mi yegua baya
Correr, correr hacia los oradores de la montaña
***
INTERLOCUTOR DISTANTE
Quizás sea usted ese INTERLOCUTOR DISTANTE a que me refiero. Ese interlocutor necesario y fantasmal, al mismo tiempo; el que nunca llega a serlo, que es solo su posibilidad y una posibilidad que se niega. La promesa de un oído que no llega a oír. Usted está y se produce a mi alrededor una SUSPENSIÓN DE MI POSIBILIDAD, palabra y demás, suspensión que se levanta en el momento en que usted me deja, que pareciera ser el cruce exacto de la posibilidad y la imposibilidad: el umbral profético de sus supersticiones formales. En ese preciso umbral ―punto de nostalgia para mí, instante semimágico, eternidad, digamos― empieza a funcionar el interlocutor y se levanta asimismo la suspensión, pero ya todo lenguaje es inaudible; usted se ha ido.
***
HUMO NEGRO EN EL CAÑAVERAL DE JUANA
¿Qué son esos globos negros?
¿Qué son esos globos NEGROS?
Es lo ardiente, el fuego vivo (Juana, en la hoguera). Ya
nada queda, salvo lo ardido y el humo es ya cenizo. No
hay cuerpo, sólo lo ardido
Y esas lenguas sorprendidas, sorprendentes
Brotando de la nada, ¡no! De un globo negro
Retorcidas, aventadas espiras del dolor del fuego
Cómo no ver en ellas, ¡oh, dolor! El enrulado nervio
De la ola, las gotas de fuego-agua (agua de sangre)
Hostigando la tersa membrana de lo negro
¿Qué las traga?
Oh, dolor, desaparecida agua
Misterio de agua, diosa molecular
De lo vivo, de la semilla-esfera que florece
De lo que estalla, del crepitar
La que no compite con el fuego
(Tampoco los caballos -la poesía- huyen del fuego)
¿Cómo no ver, entonces, en el incendio
La tierna (pavorosa) unión del agua con el fuego?
(Dedicado a Nicolás Aráoz)
***
El canto del gallo
El mundo para mí es decirlo:
El gallo ha cantado
Dónde estaré yo una vez dicho
Dónde estará el gallo
Nunca seré yo una vez dicho
Nunca será el gallo
***
La quema
II
Sólo por el fuego ha de hacerse aéreo el estratificado pozo de la memoria.
Pozo de memoria, ojos de vida, cazadores, acumulados restos de la mirada, escorzos de luz.
¿Será el fuego su etérea nave?
Y del ojo mismo, desprendimientos
Hay cosas elementales: el fuego, el ojo, el corazón, guardadoras las aguas y como es sabido, del fuego guardianas, las que la mirada avivan y mandan en el corazón
Y del ojo mismo, no, no sean legañas, los desprendimientos han de filtrarse como alimañas en las hendijas, guiños de la memoria, palabras, libros
Cada palabra extendida queda sustrato
Y las que dejé caer, por el desasosegado aliento impulsadas o por la impaciencia de mis dedos
Extendíanse como un manto leguminoso y consigo se traían quioscos y botaduras y calamidades que allí encontraban adecuado cuerpo, hubiérase dicho pozo de las desdichas, o lastre, pero esto no era así porque como se cuelan en las hendijas las alimañas para salvar sus crías, la luz se colaba y prestaba a la razón forma, color y entendimiento.
Y vendrían luego las llamas a abrazarlo todo, y sus crepitaciones y el más santo de los espíritus de lenguas nos colmaría, de las muchas lenguas, las más, las de Tsvjetaieva en el paraíso.
Oh, no! Y es más simple todavía
Aún así el fuego
O sus guardadoras aguas
―¡Oh, palabras!― son nombres y no trastos, tras tus nombres caerían trastos, oscuro era el pozo, un verdadero ojo moreno transido en sus luces. Los nombres ya sellados, restituidos al bosque de libros, maderas de pura altura trozando los cielos.
Humo blanco. Silencio. También las manos
he de entregar al silencio.
Y sonreiré
***
TRADUCCIÓN
«Maravilloso Dniéper en la calma, cuando airoso y sin turbulencias, lleva a través de bosques y de montañas la plenitud de sus aguas. No brama; no se agita. Lo miras y no sabes si viene o si no viene su correntada magnífica. Y parece hecho de vidrio y parece un azulado y espejado camino. Sin medida a lo ancho, a lo largo sin fin, cava y se enreda en el verde mundo. Encanta cuando el sol ardiente en él se mira desde lo alto y hunde sus rayos en las frescas aguas cristalinas y los bosques de la ribera claramente en ellas se reflejan. ¡Verde melena! Con las flores del campo se entreveran e inclinándose en las aguas se miran y no cesan de mirarse. Y no dejan de admirarse de su claridad. Y le sonríen y lo saludan moviendo las ramas. Pero no osarían mirar el corazón del Dniéper; nadie, salvo el sol y el celeste cielo osaría mirarlo. Raras son las aves que se aventuran hasta su centro. ¡Suntuoso! No existe un río igual en el mundo.
Maravilloso Dniéper en las cálidas noches del verano, cuando todo duerme: el hombre, el animal y el pájaro. Y solamente Dios pasea con majestad la mirada por el cielo y por la tierra y con majestad sacude su manto. Y del manto se derraman las estrellas y centellean e iluminan el mundo entero y todas a la vez en el Dniéper se reflejan. A todas las acoge el Dniéper en su cauce tibio. Ni una huirá de él. A menos que se apague en el cielo. El bosque negro, guarecidos los cuervos dormidos y las antiguas montañas partidas, colgando sobre sus quebradas, se esfuerzan por taparlo con su larga sombra ¡en vano! Nada hay en el mundo que pueda ocultar al Dniéper. Azul, azul, fluye mansamente caudaloso y durante la noche, acaso fuera el día, hasta muy lejos se lo ve, tanto como el ojo humano pueda ver. Tierno y muy apretado, contra la orilla en el frío nocturno, enciende sobre ella un borbotón de plata que refulge como un sable de Damasco. Y él, azul de nuevo, se duerme. También el Dniéper es maravilloso.
Y no hay río igual en el mundo. Pero cuando las nubes por el cielo azul encabalgadas van hacia las montañas, el bosque negro se estremece hasta la raíz, los pobres crujen y los relámpagos, zigzagueando entre las nubes, de pronto inauguran el mundo entero, entonces, sí, el Dniéper es pavoroso. Encrespadas las aguas, retumban y se golpean contra los riscos y con brillos y gemidos retroceden y lloran hasta inundarse. Así llora desconsoladamente la vieja madre del cosaco despidiendo a su hijo que se ha enrolado. Ebrio de entusiasmo va él montado en su caballo negro con los brazos en jarra y el gorro echado hacia atrás; y ella, sollozando, corre detrás de él, agarrándolo del estribo, buscando la rienda, rompiéndose los brazos detrás de él y llora desesperadamente».
(Nicolás Gógol, EXTRAÑA VENGANZA, capítulo X, fragmento. Traducción del ruso).

ENTREVISTA CON LA AUTORA

Gilgamesh: Inés, tu obra, desde los inicios, ha desafiado las formas clásicas mediante una poética singular, de vanguardia, que combina verso, prosa, crónica y diario íntimo, y que toca temas universales como el amor y la muerte. ¿Dónde y cómo empieza esta aventura de tu quehacer poético?
Inés Aráoz: Fuera acaso la temprana lectura de «Los hermanos Karamazov» lo que sellara la redondez de la infancia y me adentrara en una dimensión llena de misterio donde los bordes de la realidad se desvaían al menor intento de asirlos. Las mil preguntas que se suscitaban abrían más y más lecturas que se potenciaban unas a otras. Seguramente fue el inicio de la aventura del quehacer poético a que aludes. No porque escribiera, ya que en esa época estudiaba música, y sólo después de abandonar mis estudios de música me comprometí con la escritura. Tenía entonces 17 años.
Gilgamesh: Publicaste catorce libros entre 1971 y 2016. ¿Nos describirías tus procesos creativos desde «La ecuación y la gracia» hasta «Al final del muelle»?
Inés Aráoz: Publiqué 16 libros hasta 2016. La escritura, para mí ―como la música o la lectura de la que hablaba― no es un hecho fácil. Ya que se produzca es VIVIR y entonces siento que no cabe en mí, que soy demasiado pequeña. Mi gobierno sobre un hecho de escritura (más allá de mis amores con el lenguaje y sus secretos) rige a partir de un estado de disposición que me permita, antes que nada, reconocer el momento adecuado, esto es, su posibilidad. Cuando el extrañamiento se produce, es un encuentro exigente y difícil, un verdadero cuerpo a cuerpo ―además― con las muchas dimensiones del lenguaje que asoman y que requieren toda la atención y el rigor. La velocidad de la proyección visual (cuando escribo, VEO) no admite distracciones ni debilidades; la mirada ha de estar limpia. Un acto de cumplimiento pocas veces feliz, pero sí esforzado, de total entrega; así lo vivo. Cuando es feliz y uno lo mira desde lejos, tal acto luce su mayor simpleza y naturalidad. Será feliz si conjugo en su extrañeza extranjera la otra orilla y lo antes. En relación a LA ECUACIÓN Y LA GRACIA, casi puedo asegurar que lo escribí bañada en llanto ante lo que veía. Y por ello hablo con tanta frecuencia del Ojo Curioso, el del entrecejo. Resumiendo: No escribo de corrido.
Gilgamesh: ¿Cómo es escribir desde un lugar como San Miguel de Tucumán, tan lejos de Buenos Aires, donde, se piensa, pasa el centro de la producción, edición y proyección literarias?
Inés Aráoz: No creo que sea así. Alguien me dijo alguna vez que Buenos Aires no existía, que era un invento de los provincianos y yo sonreí, porque a mi ver, algo de eso hay. Por otro lado, no escribo desde Tucumán, sino desde mí, vaciada ―por cierto―. y las lecturas y experiencias que lo hacen posible vienen de aquí y de allá, no solamente de nuestro país. Tampoco de hoy, a menos que nos hagamos cargo de todos los ayeres en que el hoy se conjuga. Creo que cada provincia tiene lo suyo.
Gilgamesh: El reconocimiento de tu poesía ha sido progresivo: los lectores atentos, la academia que se hace eco de una obra casi secreta y el corolario de «En la Casa-Barco. Obra reunida» (2019). ¿Cómo surge la idea de reunir tu obra en la editorial de la Universidad Nacional de Tucumán? ¿Qué significó para vos, siempre tan renuente a la exposición y a la búsqueda de visibilidad, esa movida?
Inés Aráoz: Que la Universidad Nacional de Tucumán publicara EN LA CASA–BARCO me encantó, me llena de orgullo. Y por ello se lo dediqué. La Universidad Nacional de Tucumán es para mí una casa. A los 16 años ingresé a su Facultad de Filosofía y Letras y recién a los 38 encontré la fuerza para alejarme de ella, luego de haber transitado paralelamente por su Escuela de Música y mucho más tarde, por la Escuela de Luthería. El proceso de publicación del libro gordo, como me gusta llamarlo, empezó con la frescura y la audacia de Ezequiel Nacusse y Sofía de la Vega, jóvenes poetas amigos que frecuentaban esta Casa-Barco y que un día me dejaron pasmada con la propuesta de publicar todos mis libros juntos. Querían mi autorización y les dije que sí, bajo su entero riesgo y a condición de respetar los formatos originales de cada libro. Las dificultades materiales no los vencieron sino que agudizaron su ingenio y con parejo entusiasmo presentaron su proyecto a la UNT. La UNT, a través de EDUNT, su Editorial, lo acogió calurosamente y salió publicado en diciembre de 2019, razón por la cual se presentó en forma virtual, si no me equivoco, en marzo del 2020. Para entonces, ya se habían publicado OTRAS LENGUAS y TODO ESTABA DISEÑADO PARA QUE EL CABALLO ROZASE APENAS LA MONTAÑA CON SU COLA.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas han acompañado tu escritura? ¿Qué se escribe después de una obra reunida?
Inés Aráoz: Y SI AMÉ A CHILE (Dedicado a un poeta de nombre Raúl Zurita)
No fue por sus fieras marcas de pestes y tsunamis o consabidos versos. Tampoco fue por las gracias de su lengua, Tocopilla, por ejemplo, una palabra. Y cómo olvidar, sin embargo, el graznido de los jotes al pie de las montañas ¡de sal que fueran! O tales vahos aurorales de sus géiseres? Pero, en verdad, empecé a amarlo al tropezar con Desolación & Desierto, un viejo desquiciado ―aunque Zurita se llamara― que envolvía a Chile y sus entumidos con jirones de cielo que alzados de sus playas hacían de ellas auténticas banderas, ondulantes banderas de las que no se sabía si eran cielo o eran mar. Yo soy Chile, parecía decir. Y no era solamente mar y cielo o playas o entumidos sino los ojos de Zurita sacados de sus cuencas en alto vuelo en altas voladuras de cal
Y si visionario fuera, el vaciamiento de sus ojos en Chile, eso celebro!
(de PAISAJE CON FIGURA, inédito)
Si bien mi escritura empieza con la música, las lecturas que rescato (no sólo de poesía, también el ensayo es favorito) son aquellas que me despiertan, que me conmueven. Primero fueron los rusos (Dostoievsky, Chemlev, Andreyev, Bunin, Gorki), luego los españoles (Quevedo, Aleixandre, Salinas y tantos otros), luego ingleses como Donne, Coleridge, Shakespeare; luego los franceses (Saint John Perse, Michaux, Daumal, Rimbaud, Char, etc.), pero también Claudel , Schwob, Paul Klee, Miller, Frost, Stevens, Bonnefoy, Bradbury, Saramago, D.H.Lawrence, Dylan Thomas, Blake, V. Woolf, Yourcenar, Nabokov, Jaccottet, Evangelio de San Juan, Octavio Paz, Quasimodo, Guillén, Sarduy, Blanchot, Barthes, Kundera, Borges, Teatro griego, Cantar del Mío Cid, Cantar de Gilgamesh, Aguirre, Juarroz, Girri, Trakl, Vallejo, W.C. Williams, Veiravé, Calveyra, J. L. Ortiz, Temperley, Hugo Foguet, Amelia Biagioni, Sara Gallardo, Murena, Spinoza, Hundertwasser, Broch, G.Grass, Joyce, Basho, Madariaga, de Ruschi Crespo, Herrera, Etchecopar, Papini, Camus, Kafka, Robert Walser, Alexander von Humboldt, Strindberg, Enrique Molina, Escudero, Mandelstam, Emerson, Chejov, Wittgenstein, Guénon, Arlt, Osborne, Maxwell Anderson, A. Cisneros. Poe, Quiroga, I.Calvino. Y me quedo sin aliento, más aun sabiendo que cultivo el olvido. Pero muy presentes tengo siempre a Biely, a Tsvjetáieva, a Gogol y últimamente, escribiendo sobre los relatos completos de Olga Orozco, se renovó mi admiración hacia ella.
Gilgamesh: En tu poética, vida y obra están unidas. ¿Nos contás la historia de tu casa-barco?
Inés Aráoz:
ESTE PEQUEÑO BARCO CON SU TIERRA A CUESTAS
En esta misma casa
De cuya navegación me ufano
En el secreto movimiento
De mis células más íntimas
En esta misma casa
Estática
Que construí con la pasión
De quien va a montar su primera obra
El techo de los pobres
El techo de los ricos
El de quien al fin agacha la cabeza
Y entra al mundo
En esta misma casa inserta en una selva
Antes solo Sirio brillando algunas noches
Y en la que florecen los acantos al llegar octubre
En esta misma casa Y entre sencillos actos repetidos día a día
Como enderezar los cuadros de un costado
O bien del otro Los primeros de Diciervo que colgara entonces
Cuando con ojos de navegante miraba en lo alto
En las hojas de las palmeras
El leve balanceo de las paredes sin techumbre
Y me preguntaba cómo sellar
Ese último reducto de libertad
Que haría de mi casa un templo
En esta misma casa
Que apenas si ha cambiado su apariencia
Es verdad que los hexágonos del piso
Me traen ahora a la memoria
El cielo de las aguas que en el Mediterráneo bañan Las playas de Tipazá
Es verdad que el adorable pájaro ptitza
Aletea de cuando en cuando entre estas paredes blancas
Siempre blancas En esta misma casa
Desde la que me gusta contemplar a las tortugas
Devorando los capullos recién caídos de la rosa china
O el feroz combate de las grandes hormigas que luego
Por la noche Roerán de a poco la pinotea del cielorraso
En esta misma casa a cuyas puertas y ventanas Los benteveos acuden en noviembre
A depositar su ofrenda de moras maduras
En esta misma casa me pregunto
En qué puerto estoy
¿Es posible que este pequeño barco con su tierra a cuestas
De lapachos y palmeras Teros guardianes
Y la mirada entrañable de algunos perros
Haya navegado tanto que pueda yo decir
Un hijo tengo y no tengo un hijo?
Jugando con los hilos de la luz
Hacer la propia casa y navegar hacia lo alto
Y el corazón que arde
Girando
Girando
Girando
¿Cómo decir esta misma casa y el poema
Solo buscan la piqueta o el silencio evanescente?
¿Cómo hacer del propio barco la navegación sin perder el rumbo?
¿Del rumbo hacia lo alto el propio barco?
(de BARCOS Y CATEDRALES)
Resguardada y resguardando a una vieja araucaria, su palo mayor, su mástil (“es un kami, un espíritu” diría mucho más tarde HF, al conocerla), empecé a construir esta Casa-Barco en 1976, como el necesario y propio vehículo que acompañara mis navegaciones (cómo trepidaba esta cascarilla cuando en ella se embarcara HF, su jefe de máquinas!)
Gilgamesh: «Ciudades», «Los intersticiales» y «Al final del muelle» han sido premiados. ¿Qué pensás de los premios? ¿Cómo vivís esos reconocimientos? ¿Has participado de concursos, has sido jurado? ¿Qué opinión te merecen estas instancias?
Inés Aráoz: Con gran alegría. Como caídos del cielo. Sí. He participado en concursos y también he sido jurado una pocas veces. Creo que los concursos son buenos estímulos, sobre todo para los jóvenes, ya que abren puertas y favorecen la difusión. Personalmente ―y no hay otra manera― me dan esa alegría de caídos del cielo.
Gilgamesh: ¿En qué tradición poética te situarías? ¿Te sentís parte de alguna generación con respecto a la poesía argentina? ¿Qué poetas de otras tradiciones te son afines?
Inés Aráoz: ¡En la de los buscadores de oro!
Gilgamesh: La traducción también te convoca. ¿Cómo llegás a la lengua rusa? ¿Qué poetas has traducido y cuáles te gustaría traducir? ¿La traducción ha influido en tu poética?
Inés Aráoz: Más allá de la traducción que todos practicamos a diario, haber traducido a Tsvjetáieva y Ajmátova a pedido de mis amigos de HABLAR DE POESÍA, fue asimismo una revelación, ya que pronto advertí que las tribulaciones y dificultades eran parte de un acto amoroso. Me pasó lo mismo con Gógol después. Y con algunos poemas que traduje del inglés (Do not go gentle… de D.Thomas y al inglés dos poemas de HF) Es cuanto traduje. Seguramente el aprendizaje del ruso fue una consecuencia tardía de los cuentos de Pushkin con ilustraciones de Bilibin de la infancia y luego los rusos de la primera adolescencia.
Gilgamesh: Sos autora, junto a Mercedes Roffé, de «Otras lenguas» (Palabrava, 2019). ¿Cómo fue trabajar a cuatro manos un texto desde la poesía y la fotografía?
Inés Aráoz: Cuando Mercedes Roffé me convocó, las fotografías ya existían ( también varios de los poemas). Y a la experiencia de selección, de edición, más que nada ―muy interesante, por cierto― se añadió la excelencia de diseño de Palabrava con su hermosa edición. En realidad creo que son facetas de un mismo quehacer poético. En LA COMUNIDAD (Nuevohacer, 2006) yo había necesitado incluir fotografías y dibujos.
«…que decidió fotografiar sus manos como quien da forma al primer poema». (de HISTORIAS DE RÍA)
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Inés Aráoz: No sé que haya tal pérdida. La memoria, claro, está en el corazón, como dicen los ingleses. La conciencia se amplía y las gentes se hacen longevas. Y esto es asÍ gracias a la memoria que, según su abundancia, se muestra de una u otra manera. A lo mejor esos lectores ausentes están escribiendo un poema.
Muchísimas gracias, Gilgamesh, por tu interés y también, por tu paciencia.
Inés Aráoz, en la Casa-Barco, 8 de junio de 2022
RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Inés Aráoz estudió Música, Lengua y Literatura Inglesas (Universidad Nacional de Tucumán), Luthería (Escuela de Luthería en la UNT) y Lengua Rusa.
Publicó «La Ecuación y la Gracia» (Editorial de la Hoja, Bs. As., 1971), «Ciudades» (Editorial de la Hoja, Tucumán, 1981. Mención y recomendación de publicación del jurado del Premio Bienal de Poesía «Ricardo Jaimes Freyre», 1981, integrado por los poetas Olga Orozco, Raúl Gustavo Aguirre y Roberto Juarroz), «Mikrokosmos» (El Imaginero, Bs. As., 1985), «Los Intersticiales» (El Imaginero, Bs. As., 1986. Mención Especial del jurado del Premio Nacional de Poesía 1984-1987, integrado por Elizabeth Azcona Cranwell, María Elena Walsh, Jorge Calvetti y Santiago Kovadloff), «Inéz Aráoz-Poemas» (Plaqueta 28, editorial «El Lagrimal Trifulca», Rosario, 1987), «Ría» (El Imaginero, Bs. As., 1988), «Viaje de Invierno» (El Imaginero, Bs. As., 1990), «Las Historias de Ría» (El Imaginero, Miramar, 1993), «Balada para Román Schechaj» (Ediciones del Copista, Córdoba, 1997), «La Comunidad» (Cuadernos de Navegación, Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As., 2006), «Echazón y Otros Poemas» (Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As., 2008), «Pero la Piedra es Piedra» (Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As., 2009), «Agüita» (Grupo Editor Latinoamericano, 2010), «Notas, bocetos y fotogramas» (Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As., 2011), «Rojo torrente de fresas» (Editorial Leviatán, Bs. As., 2012), «Barcos y Catedrales» (Selección y Prólogo de María Julia De Ruschi, Hilos Editora, Bs. As., 2012), «Haré del silencio mi corona» (Poesía Mayor, Leviatán, Bs. As., 2013), «Al final del muelle» (Poesía Mayor, Leviatán, Bs. As., 2016. Premio Academia Argentina de Letras, trienio 2016-2018), «Todo estaba diseñado para que el caballo rozase apenas la montaña con su cola» (Poesía Mayor, Leviatán, Bs. As., 2018), «Otras lenguas» (Textos Inés Aráoz / Fotografías Mercedes Roffé, Editorial Palabrava, Santa Fe, 2019).
«En La Casa Barco», Obra Reunida de Inés Aráoz (Universidad Nacional de Tucumán, EDUNT, Tucumán, diciembre 2019). «Al final del Muelle» es el último libro incluido en dicha publicación.

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