jueves, 9 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a DOLORES ETCHECOPAR

(Publicado en la página de Facebook el 4 de mayo de 2022)

Dolores Etchecopar nació en 1956, en Buenos Aires, Argentina.
En sus respuestas a nuestra entrevista, Dolores dice:
«La poesía en este mundo roto actúa como una voz que podemos escuchar y habitar sin que nos aliene como lo hace aquella de los poderes que hacen del mundo un lugar inhabitable, destructivo».

SELECCIÓN DE SU OBRA

(Del libro «El comienzo»)

hay un espacio entre mi madre y yo
tiene una piedra
allí encontré al cartero llorando
* * *
abro la puerta
pasa una gacela luminosa lastimada
pide amparo se apresura a entrar
no queda mucho tiempo
* * *
tu muerte y mi vida
están sucediendo juntas
se extrañan
se crían
* * *
(Del libro «El deslumbramiento»)

en alguna habitación se soltó la noche
desde entonces nunca es ahora
y la casa se mueve rápido
tan rápido que solo la lentitud se le nota
mientras aún tanteo en la oscuridad
un lugar donde vivir
el mundo se desliza
su velamen rompiéndose
en los ojos y los labios crueles
de las Personas Dormidas
* * *
para que la muerte se resbale
caracol caracol la llaman en sueños
a donde llega
ni los escarabajos con sus patas esforzadas
ni los clavos de Cristo
ni el sol
se ven como antes
en la pradera cubierta de luciérnagas
algunos recuerdos cabecean atados al palenque
ella va a soltarlos de a uno
alguien habrá que los reciba
alguien hará con ellos una memoria nueva
* * *
qué desperdicio el miedo
el sobresalto la espera
la agitación de las manos
los pasos sueltos por doquier
el corazón acelerado
qué desperdicio la tristeza
el parpadeo veloz de los sueños
qué desperdicio el parloteo de la voz amaestrada
se mueve por todo el cuerpo
se cuela por cada hendija como un vapor aterrado
que fingimos entender
* * *
las abejas rodean al niño
aún no se conocen los mutuos venenos
los ojos del niño abren
celdas de luz dentro del panal
cuando entra a la casa
las abejas se quedan afuera
de ese modo se desliza el desamparo
como un suspiro que habita al niño
tiembla la sonrisa del invierno
es hora
todo está listo
para que él y las abejas dejen pasar
al verdugo
* * *
cunde un gran desconcierto entre las abejas
surcan las nuevas emboscadas
el grito de la magnolia
hay un agujero allí donde estaba la flor
caravanas de abejas y de gentes
huyen en distintas direcciones
por la noche recuestan sus cabezas heridas
sobre los panales
* * *
crece con mi peligro un animal
desde arriba y desde abajo
crece su rumia
el aliento en mí
de un ángel que no vino
pero desaparece
y desaparece
en la maravilla
* * *
ella quiso levar anclas de un entero corazón
y entonar un canto como un niño
desclavado de su cruz
pero antes las abejas
hallaron muerta a su Reina
las abejas nacidas a destiempo
depusieron su gracia su credo
se dejaron caer en la mácula
de un corazón inacabado
el corazón de quien quería levar sus anclas
de quien iba a cantar el canto fatal de la alegría
ahora ese corazón ahora su blasfemia
tierra adentro el barro impío rompiendo los abrazos
un verbo desconfiado avanza y retrocede
da muerte al canto y confunde a las abejas
madre nuestra madre arcabucera
abeja en peligro tu mortífera electricidad curvada por el amor
será la paga el nuevo sol
* * *
la desconocida era yo
el pasto llegaba silbando a los confines
y tuve que caminar desde la frontera
a mí que ya no estaba
cuando llegué
* * *
de aquí en más nos dedicamos
a cuidarle la gratitud y el peligro
a una flor muy pequeña
nacida en tierra precaria
esa que la alegría le va ganando al mar
hasta que el mar vuelva a rugir y a erguirse
queremos velar por esa mínima flor
por la seda de su sigilo y la chispa de su arrebato
nos empeñamos en protegerla de la inclemencia
permanecemos con ella hasta que pase el granizo
nos resguardamos bajo el alero de un llanto ya crecido
un llanto añoso más alto
que el eucalipto más alto del camino
más viejo que el desaire de dios clamando
en el rugido
en la orilla fulminante
con la que el mar embiste
y vuelve para siempre
* * *
es tarea del afinador
templar la casa
afinar sus fantasmas
su nieve ese cuchillo
dice el afinador que con el tiempo
mejora la acústica de una soledad
y comprueba
si el pavor si el prodigio
el afinador hace música cuando hace memoria
música para un niño
sentado a la mesa de todos los muertos
* * *
mejor que la muerte no aparezca al final del poema
como un pesado telón que cae y obliga
a irse corriendo del teatro
mejor que al final haya algo que nos invite a quedarnos
que no se enciendan todas las luces de golpe
que resurja del fondo oscuro una luciérnaga
o el hocico de un zorro
que se escuche un rumor de follaje y pastizales
pequeñas cosas que están sucediendo constantemente
y embellecen el mundo
mejor que la muerte asome sus dientes de entrada
o en el medio pero no al final
no con esa importancia
que no sea como imaginamos que sucede
que algo se nos escabulla entre los viejos castaños
veamos cómo ellos
rompen la fila para morir
temblando
y lanzando flechas de pájaros

ENTREVISTA CON LA AUTORA
Gilgamesh: Dolores, tus primeros libros ―«Su voz, en la mía» (1982), «La tañedora» (1984), «El atavío» (1985), «Notas salvajes» (1989)― fueron editados en la década del 80. Ya en los títulos se nota la búsqueda de la voz propia, la identificación de la escritura como canto, como oración y también como urgencia. ¿Cómo fue tu ingreso a la poesía? ¿Te sentiste parte de la generación del 80? Visto en perspectiva, ¿estaban en aquellos textos inaugurales las inquietudes y las búsquedas de tu poesía actual?
Dolores Etchecopar: En esos años, cuando comencé a publicar no era consciente de pertenecer a una generación, escribir era para mí algo imperioso, algo que aparecía en ese lugar del no poder hablar de lo más acuciante, aquella extrañeza que se impone por el solo hecho de estar viviendo y muriendo a la vez, una consternación, un desconcierto vertiginoso para los que no sirve el lenguaje en su organización convencional. Solo la poesía, en su accionar perturbador de los hábitos, me socorría en esa instancia. También es cierto que compartía lecturas, encuentros y amistades con varios poetas de aquella generación y eso resultó muy gratificante y nutritivo para mí. En aquellos textos inaugurales ya estaban las principales cuestiones que siguen impulsando mi escritura. Lo que ha cambiado son las incisiones del tiempo, la necesidad de tocar el núcleo de ese temblor con lo que fui viviendo, con las heridas que se suman y la luz que ellas traen, eso convierte la escritura en una interrogación y replanteo incesantes. Cada vez es como empezar de nuevo, no me sostiene lo ya escrito. En mi último libro, «El deslumbramiento», se intensifica el intercambio con el mundo de los muertos y el de los animales, un terreno que quisiera seguir explorando.
Gilgamesh: En los 90 solo diste a conocer «Canción del precipicio» (1994) y casi dos décadas más tarde aparece «El comienzo» (2010). ¿Qué vacíos o quiebres hubo en tu poética a partir de estos libros? ¿Nos contás cómo surgieron estos poemarios?
Dolores Etchecopar: Sí, pasó mucho tiempo entre «Canción del precipicio» y «El comienzo». Fueron años en los que tuve que atravesar mi propio extravío y, si bien la poesía seguía pulsando en mí en forma subterránea, no me fue posible llegar a un libro. La palabra “precipicio” y “comienzo” dan cuenta de movimientos contrapuestos pero fuertemente ligados entre sí. En «Canción del precipicio» prevalecen el peligro y la muerte como eso que se esquiva y se traga a la vez. «El comienzo» surge a partir de la evocación de mi madre y de su rastro en mí, algo negado durante bastante tiempo, de pronto cobró una intensidad especial. Como si tuviera que lanzar una sonda dentro de ese legado ancestral y postergado de las mujeres. Creo que a partir de «El comienzo» empecé a leer más libros escritos por mujeres, a diferencia de cuando empecé a escribir que leía mucho más poesía escrita por hombres.
Gilgamesh: «Hilos editora» nace como sello independiente en 2010. ¿Qué llevó a la poeta a lanzarse a esta aventura que, con un catálogo admirable, continúa hasta el presente? ¿Cómo se arma ese catálogo? ¿Cómo vivís la edición de los textos propios y los de tus colegas en tu editorial? En 2010 todavía no asistíamos al auge de las editoriales independientes. ¿Cómo ves hoy el mercado editorial? ¿Qué sigue aportando de novedoso Hilos editora?
Dolores Etchecopar: Cierto, Hilos Editora nació antes del auge de los sellos independientes de poesía que, en la actualidad, abundan. Quienes fundamos la editorial sentíamos la necesidad de difundir voces que considerábamos valiosas, y que los poetas elegidos no tuvieran que pagar la edición de sus libros nos parecía central, ya que la poesía es un género que solía tener dificultad para encontrar un editor. El catálogo lo pensamos de un modo que incluyera distintas generaciones, diversas estéticas y nacionalidades. Lo que contaba era que el libro nos impactara por su calidad. De todos modos, dada nuestra modalidad, podemos editar muy pocos libros por año, lo cual hace que libros que nos hubiera gustado incluir no lo hayamos podido hacer. No estoy muy al tanto de cómo funciona el mercado editorial en la actualidad, sobre todo con la pandemia, que fue una larga interrupción para nosotras. Lo novedoso de Hilos Editora es cada libro que editamos, la poesía auténtica siempre sorprende, cada vez nos toma desprevenidos y algo nos mueve. Creo que con esa novedad alcanza.
Gilgamesh: El miedo, la muerte, la soledad, la infancia y la presencia del mundo natural son coordenadas en tu poesía. Paul Celan dice que la poesía es «lo fatalmente único del lenguaje». Leemos en «El comienzo» (2010): «una gacela luminosa lastimada / pide amparo». Escribís en «El deslumbramiento» (2019): «hay un agujero allí donde estaba la flor». ¿Es la poesía, para vos, la restauración de una falta? ¿Qué viene a mostrar, a reparar el poema? ¿Qué lugar ocupa hoy la poesía en un mundo en guerra?
Dolores Etchecopar: Más que restaurar una falta, la poesía habla desde allí, desde ese vacío, sin llenarlo de significados, solo exaltando su luz, su oscuridad, su melodía doliente o dichosa. Se trata de algo que el lector tiene que escuchar más allá de su mente y de esa forma única entrar a formar parte vital del poema. El poema resulta reparador por esa hermandad alquímica entre el escritor y el lector que nos permite habitar con otros la gran soledad de la existencia. Como dice Celan, eso “único” que trae una voz es lo que la vuelve hospitalaria. La poesía en este mundo roto actúa como una voz que podemos escuchar y habitar sin que nos aliene como lo hace aquella de los poderes que hacen del mundo un lugar inhabitable, destructivo.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas formaron tu canon? ¿Qué te interesa leer hoy?
Dolores Etchecopar: Muchísimas lecturas que fueron cambiando a lo largo del tiempo. Fundacionales fueron Rimbaud, Michaux, Celan, Rilke, García Lorca, San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jimenez, Vallejo, Pizarnik, Pessoa, Fijman, Molinari, Edgar Bayley, Viel Temperley, Jorge Teillier, Jules Supervielle, José Manuel Inchauspe, Francisco Madariaga, Ungaretti, Quasimodo, Arnaldo Calveyra, entre muchos otros. Luego, como dije antes leí mucho a las poetas mujeres, Emily Dickinson, Amelia Biagioni, Clarice Lispector, Marosa Di Giorgio, Mary Oliver, Adrienne Rich, Silvia Plath, Blanca Varela, Selva Casal, Beatriz Vallejos, entre otras. Y muchos de mis poetas contemporáneos que leo con especial interés, pero no nombro por no dejar afuera alguno importante para mí. Actualmente releo algunos poetas que me interpelan especialmente como A. Calveyra, Mary Oliver, Mark Strand y poetas actuales de distintas nacionalidades que siento afines o movilizadores.
Gilgamesh: Al igual que con tu editorial, has sido pionera en ciclos literarios como «El pez habla». ¿Qué opinión te merece la movida de lecturas, talleres, concursos y premios literarios? ¿Y las maestrías de escritura creativa?
Dolores Etchecopar: Sí, “El pez que habla” fue un ciclo que quiso darle a la oralidad un marco sugestivo, casi ritual, apelando a otras formas de escuchar las voces, porque nos parecía que algunas lecturas resultaban un poco anodinas y tediosas en su manifestación, lo que hacía casi siempre preferible la lectura silenciosa de los libros. Salvo excepciones, en las que el poeta leía con una voz personalísima como era el caso de Francisco Madariaga, de Edgar Bayley o de Marosa Di Giorgio, por dar algunos ejemplos. Creo que es bueno que haya una movida de lecturas, el confinamiento por la pandemia hizo que se extrañaran esas convocatorias. No tengo opinión sobre talleres y concursos porque nunca he participado de alguno de ellos. Tampoco podría opinar sobre las maestrías de escritura creativa, por falta de experiencia.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Dolores Etchecopar: No sé cuán reparable puede ser esta pérdida. Lo que se llama “el gran público” es una generalización, algo que hoy en día se asocia al mundo comercial, con el cual la poesía no tiene nada que ver. No creo, en cambio, que la poesía se haya divorciado de la memoria histórica y que se haya vuelto un asunto privado. El lirismo no se contrapone a la memoria histórica, la incluye en la medida que todo buen poema perfora la individualidad del poeta (no su singularidad), perfora el “yo”, su personalidad y sus circunstancias. Traspasa el ego y se mueve en una zona abierta, desconocida para él mismo, en la que lo sucedido en la historia de la humanidad participa de un modo u otro en lo que escribe y atraviesa la vivencia actual del escritor, aunque no sea de un modo explícito. Cuando hubo un “lazo” con un número mayor de lectores, se trataba de sociedades muy diferentes a la nuestra. A pesar de este límite, la poesía se caracteriza por la participación protagónica del lector en los poemas, lo cual la vuelve un género de una intercambio especialmente intenso, que compensa de algún modo que no sean tantos sus lectores. No hay que perder de vista que cada vez más jóvenes escriben poesía lirica, que se multiplican los sellos de poesía, y los festivales se llenan de gente, como el Festival de Medellín, por ejemplo.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Dolores Etchecopar nació en 1956, en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado los siguientes libros de poesía: «Su voz en la mía» (1982), «La tañedora» (1984), «El atavío» (1985), «Notas salvajes» (1989), «Canción del precipicio» (1994), «El comienzo» (2010), «El cielo una sola vez» (2016), «El deslumbramiento» (2019) y una antología de su obra: «Oscuro alfabeto» (2012); su poesía integra numerosas antologías colectivas como «200 años de poesía argentina» (Ed. Alfaguara), «Antología Federal de Poesía» (2020), entre otras. Desde el año 2010 dirige Hilos Editora, sello de poesía, en las tapas de cuyos libros aparecen algunos de sus dibujos y pinturas.

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