jueves, 2 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a VALERIA PARISO

(Publicado en la página de Facebook el 7 de febrero de 2024)

Valeria Pariso nació en Muñiz, Provincia de Buenos Aires, en1970. Es poeta y abogada
Crédito de la foto: Victorio Gagliano
En la entrevista, Valeria, dice:
«Escribo sin anestesia, sin piedad, como si con un lápiz arremetiera en medio de un combate. Y a veces creo que me matan. Y a veces creo que me salvo.»
SELECCIÓN DE OBRA
De “Cero sobre el nivel del mar”, Ediciones AqL 2012
De todas las soledades
tengo una
que no quiere
bajo ningún pretexto
estar a solas conmigo.
***
De “Paula levanta la persiana”, Ediciones AqL, 2013
III
No sé en qué idioma me hablan.
Qué significa: si te parece paso.
Qué quiere decir: hay un café muy cerca.
En casos así,
tengo la pereza de un hipopótamo,
no me interesa averiguar y
entro en el silencio
como en un vestido.
Mi obsesión son las cosas por su nombre.
XXXVIII
En la esquina de Conesa y las vías
vivía un loco,
a mí se me había puesto que era Fijman,
entonces,
una mañana le dije: Maestro,
soy Valeria, me gusta la poesía,
y él sonrió
cerrando los labios
como una sábana que se retira para lavar.
Nos hicimos amigos, lo visitaba los jueves,
nos quedábamos sentados debajo de unos eucaliptus
tomando fresco, a veces le leía a Bretón,
a veces mirábamos cómo las moscas afilaban sus alas,
a veces me mostraba dibujos que hacía en una libreta,
decía: tengo pilchas que pinchan,
mi dedo es un cornalito, y se reía,
repetía siempre eso y tenía
tres perros que le lamían los pies.
Después, los vecinos le hicieron una denuncia,
dijeron que era peligroso, que le tenían miedo,
vino una ambulancia, un patrullero y se lo llevaron
delante de todo el barrio que se juntó para ver
qué hace el Estado en casos como éste.
Se llamaba Juan.
***
De “Donde termina esta casa”, Ediciones De La Eterna, 2015
15
Y de la soledad tenemos que hablar/
del árbol que nos crece adentro
como si fuésemos un patio/ un árbol en un patio
que con los años levanta las baldosas/
Tenemos que hablar/ y ver/
qué haremos nosotros/ con nuestros respectivos
árboles /que tapan con sus ramas/ la puerta de la casa.
***
De “Del otro lado de la noche”, El Mono Armado, 2015
1
Que alguna vez,
aunque sea
una sola e inconfundible vez,
te sea dada
la claridad
de dos
que al pensarse
se sonríen.
13
Podría ser que luego,
muy luego,
mucho
más luego
de lo que el temblor recuerde
se den cuenta
de que nosotros,
los huérfanos,
desarmados,
inocentes de ardor y de sombra,
no estábamos
equivocados
al temblar.
33
Tanto cuidado, tanto ensayo,
tanto planear los bordes de la huida,
tanto escondite gris de refugiada,
no hicieron más que enfurecer la forma
en que me fue lanzado.
Sin piedad, como una jabalina,
el universo me arrojó el amor.
Y yo estaba,
ay Dios mío,
ahí.
39
Si es posible calmar
el temblor de la ausencia,
no llorar, resistir,
si es posible llamar al invierno
y secarse de frío entre flores azules,
si es posible volverse paciencia,
y dudar o dudarse,
y esperar
sin que se rompa nada,
si es posible algo de esto,
tranquila,
no es amor.
***
de “Triza”, Detodoslosmares, segunda edición 2022)
7
No hablar de la tristeza.
No cantarle.
Desarroparla.
Quitarle el agua.
Volverla un perro puro hueso.
Y luego,
atarla a un poste de luz en plena calle.
Sabernos malos.
Ser crueles con el pobre animal de la tristeza.
Dejarla.
Irnos: sin sombra, sin llanto, sin correa,
sin más remordimiento ni esperanza,
sentir cómo es un cuerpo que no pena,
qué tan liviana un alma sin recuerdos,
cómo se muere más cuando no duele.
10
Donde el silencio encuentra
cómo cavar la piedra,
y se mete,
crepita y llora
igual que un pequeño huérfano
en la sala de fuego,
y se pregunta y no entiende,
se responde y no entiende,
le habla a Dios y no entiende,
en ese lugar
donde el silencio bajó los brazos
en actitud de entrega,
ahí,
justo ahí,
tu corazón.
12
¿Y a este oficio de niña
que llora apretándose el vestido
y busca una señal que tranquilice
la convulsa ausencia de tus manos,
digo,
a este oficio de niña que va y corre
emocionada y loca hacia el encuentro,
cómo es que lo ejerzo todavía?
36
Ahora,
el olvido ordenará las cosas.
Todas las cosas que quedaron.
Y el gran amor,
el terrible, insoportable amor,
quedará quieto
hasta volverse piedra,
triza, polvo, nada,
un dato.
***
En “El Castillo de Rouen”, que forma parte de “La Trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El Castillo de Rouen”, Ediciones AqL, segunda edición 2020
16
Bajo la estrella mínima del alba,
cuando el trabajo es todavía
las horas por venir,
sin más refugio ni esperanza
que su propia incertidumbre,
desde hace miles de años,
día tras día,
hombres y mujeres
cantan.
27
Hay que devolver
intacta
la rosa al mundo
como si en la desesperación
no nos hubiésemos comido
uno a uno,
los pétalos.
2
He oído cerca de la costa
el dolor de los corales al atardecer.
Y he visto las anémonas,
y las medusas,
ser partidas por la aguja del sol.
Es posible sostener por meses
el grito del cardumen
sobre el que arremete el barco.
Me acuerdo de eso. Sí.
Pero quién quitará de mi memoria
el viento en la cara
de los días felices.
6
Hay cosas fáciles de contar.
Por ejemplo:
cuántas manzanas hay sobre la mesa.
Y más:
cuántas rojas, cuántas verdes.
Todo es sencillo mientras el sol
no apunte a lo indecible
y proyecte sombras.
Yo no sé
si la sombra de una manzana cuenta como sombra
o la sombra de una manzana cuenta como manzana.
A esta hora, quién sabe
cuántas manzanas hay.
Cuántas rojas, cuántas verdes,
cuántas manzanas negras sobre la mesa.
Ah. Las manzanas negras.
La cosa se complica cuando hay sombras.
Yo caminé hasta apretar mi corazón.
Alguien dirá que esto no cuenta como muerte.
9
Seguimos en el jardín como si no hiciera frío.
Date cuenta: tenemos las manos inmóviles.
¿Cómo es posible que ningún insecto
haya devorado los pétalos rojos?
¿Qué les mitigó el hambre posterior a la lluvia?
Hay hombres y mujeres que siguen
de cerca a las hormigas, y aun así
no pueden impedir una catástrofe.
¿Qué espíritu protege lo que cae?
Hace años que estamos aquí.
Hace años que estamos de rodillas
de frente a la belleza.
La rosa quebrada que miramos
no puede estar durando tanto.
19
No di, sino que dejé todo lo que pude.
Hay una diferencia grande entre dar y dejar.
Yo llegué sin nada.
Entonces,
dejé lo que podía dejar:
cierto orden.
Dejé y fui poniendo
todo en su lugar,
o donde creí que era su lugar:
la magia en el fuego,
el llanto sobre la nieve.
25
Ha sido devuelto a la playa
el vestido que tiré al mar.
La trama del tul sostiene el agua
y forma cristales perfectos.
¿Has visto, alguna vez,
lo que hace el agua y el sol
sobre un tejido de tul?
Cientos de cuadrados retienen la luz.
El brillo aparece, desaparece,
aparece, desaparece.
Como el aire que existe, que nos falta.
Ningún vestido de novia
ha sido más inútil, más hermoso.
26
Pienso en las señales,
en los lugares en donde estuve y ya no estoy.
He vuelto de un viaje que me llevó muchísimos años.
He muerto a mitad del viaje.
He nacido a mitad del viaje.
Aprendí que nada que el amor no sostenga
podrá ser sostenido.
Sé que cada palabra puede mover un jardín
y que ningún silencio es quieto.
Estamos hechos para la celebración del lenguaje.
Lo sé porque escucho y veo
la danza de los pájaros verdes.
Yo también pude bailar en las alturas
y ser leve al atardecer.
Es por eso que he comenzado a bajar mi corazón.
***
De “Zarmina”, Editorial Mascarón de proa, 2020. Este libro obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, categoría Poesía, 2019
1
Mi ex marido fabrica chalecos explosivos.
Hui de nuestra casa con mis hijos
y nos refugiamos en Kabul.
He visto a mi ex marido
rociar con gasolina
la falda de su hermana Gulalai.
La falda era larga
y cubría
los tobillos amados de mi cuñada.
La falda era pesada
y oscura
como la mirada de los enemigos.
Gulalai se enamoró de un hombre.
Un hombre se enamoró de Gulalai.
Yo he visto a mi ex marido
encender un fósforo
para que nadie
hable de amor.
3
Para mostrarme qué es trabajar con las palabras
pusieron un cuchillo adentro de mi boca.
Debí pronunciar el nombre de mi esposo
sin que el filo me cortara la lengua.
Dije: Habib.
No cayó ni una gota de sangre.
Desde ese día,
escribo poemas,
y los dejo en los contestadores telefónicos
de otras mujeres que respiran
con un cuchillo entre los dientes.
9
Mi vecino aquí en Kabul
es un hombre bueno.
Cada tarde,
parado frente a la hornalla
prepara el alimento
que comerán de noche.
Junto a él, una mujer lee
un libro antes de que caiga el sol.
Tienen dos hijos pequeños que sonríen.
No era así mi pequeño horrible.
Mi pequeño horrible fabrica chalecos explosivos,
nunca hizo girar una cuchara adentro de una olla,
nunca me obsequió tiempo para mí,
nunca sonrió junto a los niños,
dice que mis genitales le pertenecen,
desde aquí le digo:
ex esposo, Habib, debiste tener cuidado,
debiste atender la forma en que las telas
brillaban junto a mi sexo,
la opresión funciona como la dinamita
16
La construcción de este artefacto
requiere de templanza.
El espacio es pequeño entre el burka
y el cuerpo.
Cuesta respirar junto al pequeño horrible.
El artefacto debe ser conciso
porque no hay tiempo para poemas extensos.
Debe ser redondo. Negro.
Debe caber en un puño.
Debe equilibrar la ira,
el amor, la pena.
Dos versos pesan igual que una paloma.
Eso es, hermanas,
el poema debe parecer una paloma.
Háganlo explotar
***
De “Flores para no regar”, Ediciones AqL, 2021
2
Tomo té.
En general, no uso saquitos.
Elijo las hojas o las hebras.
A veces, uso cáscaras secas
de naranjas,
varas finas de lemongrass.
Últimamente prefiero el té verde.
Dejo dos minutos las hojas trituradas
en el agua caliente antes de filtrarlo.
Dos minutos.
Cada vez que tomo
una taza de té
pienso que por fin
aprendí a esperar.
3
Si en cada cicatriz me apoyaran
un tallo
con su flor silvestre,
manzanillas, verbenas,
malvas,
dientes de león,
tréboles blancos,
nadie vería la belleza
de este cuerpo roto
que resiste.
10
Haz un pozo en la nieve.
Con la punta del zapato, haz un pozo en la nieve.
Hunde con fuerza el pie.
Siente la forma en que la nieve
cede
frente al peso firme de tu cuerpo.
Quita el zapato del pozo.
Sacúdete la nieve del pantalón frío.
Mira el pozo.
Mira la nieve que rodea el pozo.
Mira el pozo.
Algo de pasto vive en el fondo.
Mira el pozo
Podrías poner ahí tu corazón,
dormirlo como un pájaro en un nido blanco.
Dormir tu corazón en un nido blanco,
sobre todo el invierno.
Mira el pozo.
Mira toda la nieve que lo rodea.
Mira la nieve que rodea el pasto
que vive en el fondo del pozo.
Tu coraje se parece al pasto
y eso es bueno.
Tu ilusión se parece al pasto
y eso es alentador.
Tu corazón se parece al pasto.
¿Qué hace tu corazón verde
en un nido blanco?
29
Todavía tengo que aprender
a pararme igual que las gaviotas.
Llevo días observando la forma
en que descansan a la hora del almuerzo.
Hay un ventanal inmenso junto al lago.
Las veo llegar, quedarse.
Ahora hay veintiséis y son las doce.
Imagino que miran
la ondulación del agua,
algo perdido,
algo que fue y vino tantas veces
que no sorprende a nadie.
Las miro para ver si aprendo.
Tengo que aprender.
Quiero hacer igual que las gaviotas
que contemplan sin miedo la belleza
paradas sobre el muelle devastado.
40
Y nosotros
que juntábamos la lluvia con las manos
invocando al dios de los ausentes
para que nos sea dada la alegría
de no perdernos nunca.
Digo nosotros y es como si mintiera.
Digo nosotros y alguien no ha venido.
Un día comprendí la soledad
de no tener que alimentar a nadie.
Un día las manos me sobraron
y lloré frente a la luz de las ventanas.
Un día supe
que lo que me diste,
lo que cuidé y me diste,
eran flores para no regar.
***
De “Final francés”, Ediciones AqL 2023
1
Te han dado poco amor.
Has dado poco amor.
Es cierto, y también
es cierto
que otra vez
alguien te amó
y amaste tanto
que el asombro te hizo dudar
sobre la existencia de la muerte.
Y hubieras querido amanecer
en los días tibios bajo la parra
muchas veces al día.
Amanecer diez, veinte, treinta veces,
abrir los ojos y gritar:
¡Por fin la suavidad sobre las hojas,
la victoria esperada de los brotes,
el verde furioso en los racimos!
También yo fui así de feliz.
También yo dormí bajo la parra;
hay que guardar ese alimento,
flor iluminada del hospicio,
porque, ya ves,
acá estamos,
solos como antes,
no: más solos que antes,
despiertos
a las dos de la mañana,
tratando de entender.
2
Vengo del intento.
He anudado una sábana a otra sábana
y no logro llegar al árbol.
La única forma de salvarse
es escapar
de los amores mediocres.
Puedo decirlo así o decir:
fui consecuente con la belleza,
como parecía amor, lo nombré amor.
Y me llamaron
como si el amor fuera verdadero.
Es cierto,
a veces soy yo quien lo imagina,
pero otras veces, no.
Otras veces,
ocurre que me llaman
como si el amor fuera
una verdad sin desperdicios.
Yo lo escucho
reconozco las notas al amanecer
y me ofrecen miseria sobre el prado.
Vengo del intento.
Quiero ser la acróbata que salta,
pero ahora
como una bestia dolorida
no logro levantarme.
No me importa.
También los pájaros ensayan su canto bajo la lluvia.
3
He corrido bajo la lluvia hasta la soga
con la ilusión de un náufrago.
He dado el tirón para acercar
la camisa blanca, las sábanas.
Algunos broches han saltado al suelo,
y no me importa porque he corrido
bajo la lluvia hasta la soga
y ahora intento
recoger
la funda de la almohada,
dos remeras, un corpiño,
estos repasadores que no llegaron a secarse.
Es curioso lo que sucede con la lluvia:
nos hace creer que existe una familia.
11
Caí
como la manzana sobre la cabeza de un ángel.
Lo supe el día que pregunté por Dios.
Atravesé el misterio de no reconocer
la alegría,
el dolor,
la pena,
porque todo parecía lo mismo:
el agua parecía agua
y yo no distinguía entre la lluvia,
el mar, las lágrimas, un lago;
el frío parecía frío,
y era lo mismo la nieve, la ausencia,
el silencio.
Ah, cuidado, me dije,
en el desconcierto
anida un ave rapaz.
Y me desmayé antes de ser valiente.
Más de una vez, me levanté
como se levantan los frutos del suelo:
necesité una mano.
Si hago memoria
muchas veces en mi vida
me encontré
como si hubiese visto
una buena película francesa:
al final,
quedo muda,
quieta en mi silla,
desconcertada,
hasta que logro
juntar coraje
y ponerme de pie
sin entender del todo
qué fue lo que pasó.
23
Hace frío, creo que hace frío.
Son altos mis umbrales del dolor
y sin embargo, el desamor los ha tocado.
Copio lo que aprendí de Gunda,
tan alegre, tan buena perra:
frente al dolor permanece inmóvil.
Yo la observé:
Gunda cuando está herida parece muerta.
Gunda no ladra, no come,
no toma agua siquiera.
Busca asilo en la sombra,
con la pata abre la puerta del silencio.
Duerme mucho.
Cada tanto me mira
desde un lugar que ambas conocemos,
y echada sobre su manta tibia,
confía en su tiempo,
espera.
ENTREVISTA
Gilgamesh: Valeria, en tu obra poética, la cotidianidad, los actos mínimos son portadores de experiencias transformadoras. El tiempo, el amor, la muerte, la (in)justicia, el (des)amparo, los miedos, la soledad se escabullen en las palabras, socabándolas, haciéndolas decir lo (in)decible. ¿Cómo empezó la «obsesión» de «las cosas por su nombre»?
Valeria Pariso: No sé cómo empezó pero sí recuerdo cuándo. Desde muy niña leo poesía e intento escribirla, te diría que es algo que intento desde los 8 o 9 años. Soy perseverante. Algún día me va a salir.
Gilgamesh: Con «Cero sobre el nivel del mar» (2012) comienza a circular tu poesía. ¿Qué significó y qué significa hoy este primer libro impreso?
Valeria Pariso: En realidad mi poesía circula desde antes, aunque es cierto que a partir del 2012 con la publicación de «Cero sobre el nivel del mar» y con mis textos que comenzaron a ser subidos a redes, la circulación se hizo mucho mayor. Ese primer libro significó una nueva etapa en tanto vencí la inercia de no publicar. Nunca fue una meta publicar para mí. Mi única obsesión era y es escribir lo mejor posible y siempre pienso que hay algo que no llegué a decir de la manera que quería decirlo, así que siempre estoy corrigiendo, incluso en obra publicada. Así que ese primer libro impreso creo que vino a enseñarme eso: la publicación no calma a un espíritu que intuye la velocidad de las palabras.
Gilgamesh: Desde ese primer libro hasta «Final francés» (2023), ¿cómo fuiste (de)construyendo «este oficio de niña que va y corre»?
Valeria Pariso: Creo que, a lo largo de todos estos años, fui siendo cada vez más precisa en este oficio de nombrar lo que me asombra. Es curioso: me paso la vida tratando de nombrar con rigurosidad algo intangible y sobre lo cual no tengo certezas. Escribo sin anestesia, sin piedad, como si con un lápiz arremetiera en medio de un combate. Y a veces creo que me matan. Y a veces creo que me salvo.
Gilgamesh: ¿Qué detona la necesidad de un nuevo libro? ¿Hay una continuidad en la búsqueda estilística de un libro a otro?
Valeria Pariso: Es un misterio qué detona esa necesidad. A veces me doy cuenta de que tengo un libro nuevo luego de escribir durante meses poemas que me parecían que no dialogaban entre sí. Hasta que un día, no sé cómo, encuentro que hay un tema que conecta a todos esos textos y que ese tema se había mantenido oculto para mí. Entonces, por un momento, siento que descubrí algo tan importante como la penicilina, imaginate. Y me río de lo que la poesía hace con nosotros.
Otras veces (y esto me viene sucediendo desde hace varios años), me doy cuenta de que tengo escrito mentalmente un libro, y me siento y lo escribo. Me encierro dos o tres días, me abstraigo completamente, estoy en otro lado y en otro tiempo. O mejor, estoy en un no-lugar y en un no-tiempo. Me fastidio si tengo que interrumpir incluso para comer. No querrías estar en casa durante esos dos o tres días, te aseguro. Por suerte, después de escribir la primera versión del libro, se me pasa. Tengo por regla dejar esa versión quieta durante un tiempo, como para tomar distancia. Y comienza una etapa que disfruto mucho y que puede durar meses o años y en la cual no tengo ningún apuro y es la etapa de corrección.
No hay continuidad de búsqueda estilística de un libro a otro, a menos en mi caso. Al contrario, intento siempre una nueva búsqueda. Fijate que en «Cero sobre el nivel del mar» los poemas son brevísimos y, sobre todo, introspectivos. En mi segundo libro, «Paula levanta la persiana», ya hay esbozos de esa necesidad de narrar en el poema que se verá con plenitud en «La Trilogía», libro que llegará varios años después. En «Del otro lado de la noche», reúno poemas de un tono más intimista. En «Donde termina esta casa» vuelvo a los poemas breves pero con una nueva búsqueda en cuanto al ritmo y la forma del poema en la hoja. En «Triza» me doy cuenta de que aparecen tres poemas que son los que anticipan tres poemarios que vendrán después y que se publicaron bajo el nombre de «La Trilogía: Uva negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen». Ahí hay un giro profundo porque desarrollo un hilo narrativo e independiente en cada uno de esos poemarios. En «Zarmina» continúo con esa necesidad de narrar pero incluyo formas brevísimas de poemas que sólo tienen dos versos. «En Flores para no regar» y en «Final francés» ahondo en la ironía y en el tono celebratorio de la existencia que cruza toda mi poesía.
Gilgamesh: ¿Cuáles son tus rituales a la hora de escribir? ¿Qué estímulos artísticos te acompañan en ese momento?
Valeria Pariso: Mi único ritual es el silencio, escribo en silencio absoluto. En ese momento no busco estímulos artísticos. Como excepción, cuando siento que estoy trabada, voy por algún libro de mis poetas preferidos y lo abro como quien busca una señal de vida. Y aparece, siempre aparece.
Gilgamesh: ¿Cómo afrontás el deseo/ la necesidad de editar?
Valeria Pariso: No tengo necesidad de editar, nunca la tuve.
Gilgamesh: Decís que «Estamos hechos para la celebración del lenguaje». ¿Con quiénes, contra quiénes estás dispuesta a compartir esta fiesta?
Valeria Pariso: En realidad, creo que todos estamos hechos para la celebración de la vida. ¿Qué sería de las celebraciones sin la música, sin el canto, sin la poesía, sin el lenguaje del cuerpo danzando alrededor del fuego?
Gilgamesh: En tiempos de luchas feministas aparece «Zarmina» (2020). Este libro fue primer premio del Fondo Nacional de las Artes. ¿Cómo surge este poemario? ¿Qué valor le das a estos reconocimientos institucionales? ¿Cómo vivís el reconocimiento de los lectores?
Valeria Pariso: Zarmina nace a partir de uno de mis grupos de taller, allá por el año 2015, si mal no recuerdo.
Hace muchos años doy talleres y clínica de poesía pero nunca me había pasado de que me tocara un grupo que en su totalidad fuera de mujeres. Fue un desafío para mí y me puse a buscar poesía escrita exclusivamente por mujeres. Ahí tomé contacto por primera vez con los landays, los poemas brevísimos, anónimos, escritos por las mujeres afganas. Luego vinieron años de investigación sobre el tema. Y un día sucedió lo que te contaba antes, me di cuenta de que tenía mentalmente escrito un libro. Me encerré dos días en mi cuarto, y lo escribí. Después vino la etapa de corrección que me llevó meses.
Recibir un premio, como el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, siempre es una alegría porque lo que hace es visibilizar el trabajo silencioso que hacemos los escritores. Eso es: visibiliza nuestro trabajo silencioso. Y en ese sentido, es reconfortante.
¿Que cómo vivo el reconocimiento de los lectores? Con una inmensa gratitud y con una gran responsabilidad.
Gilgamesh: Retomo unos versos de «Zarmina». «Para mostrarme qué es trabajar con las palabras/pusieron un cuchillo adentro de mi boca.» ¿Qué compromiso asumís, desde la perspectiva feminista, en tu obra? ¿Cómo ha sido, cómo es tu experiencia como poeta en el medio cultural argentino? ¿Te sentís parte de una generación poética?
Valeria Pariso: Lo cierto es que cuando escribí «Zarmina» no lo pensé desde una perspectiva feminista sino desde una necesidad de evidenciar la importancia y la idoneidad del lenguaje poético como herramienta de resistencia frente al dolor. Ese es para mí el eje de «Zarmina».
Mi experiencia en el medio cultural argentino se va a haciendo día a día. No soy de asistir a muchos eventos, ya sea por la distancia o porque soy solitaria. Desde siempre he recibido bellísimas invitaciones de lecturas y festivales, he concurrido a las que he podido y siempre fui tratada con muchísimo afecto. Me miman cuando asisto y tratan que mi estadía sea lo más linda posible, esa es la verdad.
No me siento capacitada para decirte si soy parte de una generación poética, les dejo eso a los que saben más que yo.
Gilgamesh: ¿Cómo gestionás la traducción de tu obra al francés, inglés, portugués, italiano? ¿Qué devuelve el público lector en estas lenguas?
Valeria Pariso: Siempre me asombra y alegra cuando algún traductor o algún lector me avisa que fui traducida a otro idioma. Agradezco a cada uno que se toma el tiempo de traducir mis poemas, porque eso me permite llegar un público al que yo no llegaría de otro modo. ¿Te das cuenta la felicidad que eso significa para mí?
Gilgamesh: Creaste, coordinaste ciclos de poesía al igual que talleres y clínicas de poesía. ¿Nos contarías cómo llegaste a estas instancias? ¿Cómo interactúan estos espacios con tu obra? ¿Cómo ves el panorama actual de ciclos, talleres, festivales, certámenes literarios?
Valeria Pariso: Bien. Hace más de diez años doy clínica/taller de poesía. Al principio, daba taller individual cuando alguien me pedía. La gente se fue sumando. Cuando fueron varios los que me pidieron hacer taller el mismo mes, armé el primer grupo y luego ya no se detuvo. Me hace feliz dar clínica de obra. Aprendo todo el tiempo. Corrijo y me corrijo. Leemos y releo en una dialéctica que nos nutre a todos. Desde la pandemia sólo doy clínica individual y a distancia. Ahí se abrió otro camino que me tiene maravillada: el otro, sus poemas y yo, a través de la escucha atenta. Surgieron libros preciosos y premiados tanto aquí como en el exterior, a partir de la clínica. Me siento feliz y orgullosa del trabajo que hacemos.
Con respecto al panorama actual de ciclos, talleres, festivales y certámenes, sé que estamos pasando una etapa en la que la autogestión cultural es muy difícil (siempre lo fue, pero ahora más) de modo que va mi reconocimiento a los que ponen todo y más para continuar con las actividades que venían realizando y que son tan importantes para la difusión de la poesía contemporánea.
Gilgamesh: Valeria, poeta y abogada. ¿Cómo se relacionan?
Valeria Pariso: Tanto en la poesía como en el ejercicio de la abogacía, lo más importante es saber leer entre líneas. A partir de una cirugía muy compleja que tuve en el año 2015 y luego en el 2018, ya no ejerzo la abogacía. En este sentido, la poesía vino a ocupar todo el espacio y a mostrarme que mi fe en las palabras tenía sentido.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Valeria Pariso: Ah, pero es que yo no creo que la poesía haya perdido ese lazo con los pueblos. Creo que el lector de poesía es muy especial, sí. Creo que es capaz de dar vuelta todo por encontrar el libro que busca, aunque no esté en la vidriera de la librería de la calle Corrientes, aunque no esté en el estante más visible de la librería del barrio, aunque no lo encuentre en internet. Y como sabe que la poesía circula por canales no tradicionales, está atento y puede encontrar libros en ferias callejeras, en un posteo de Facebook, en un anuncio de Instagram, en el dato que le pasó una amigo que también lee poesía, puede escribirle al autor porque encontró su mail en no sé dónde, puede ofrecerle ir hasta la casa del autor aunque no se conozcan y vivan a kilómetros de distancia. Yo quiero lectores así, que se muevan, que se la jueguen, que co-construyan conmigo ese lazo poético que nos sostiene. Y existen, como vos y yo existimos.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Valeria Pariso (Muñiz, Provincia de Buenos Aires, 1970). Es poeta y abogada. Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2019, categoría Poesía. Tiene publicados los siguientes libros de poesía: “Cero sobre el nivel del mar” (2012), “Paula levanta la persiana” (2013), “Donde termina esta casa” (15), “Del otro lado de la noche” (2015), “Triza” (2017), “La Trilogía: Uva negra/Mascarón de proa/ El Castillo de Rouen” (2019), “Zarmina” (2020), “Flores para no regar” (2021), “Final francés” (2023).
Varios de sus poemas fueron traducidos al francés, al inglés, al portugués y al italiano. Participa en festivales nacionales e internacionales. Creó y coordinó el Ciclo de Poesía en Bella Vista entre 2014 y 2020. Dicta talleres y clínica de poesía. Administra el blog de difusión de poesía contemporánea https://laficciondelolvido.blogspot.com.ar

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