jueves, 2 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a RAQUEL JADUSZLIWER

(Publicado en la página de Facebook el 19 de julio de 2023)

Raquel Jaduszliwer nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires. Es poeta, narradora y licenciada en Psicología.
En la entrevista, Raquel, dice:
«...no busco, no encuentro, me arrojo a ese vacío
que me fue dado, esa fuente inagotable de añoranza.»
SELECCIÓN DE SU OBRA
De “Todos los lugares se llamaban promesa”. Ed. Ruinas Circulares, Bs As, 2023:
Jardinero:
las flores de intuición
dieron todo lo que pudieron dar.
Así es como renuncia a su color el aire.
Así es como lo vuelca
más allá de sus bordes.
Motor inmóvil que hacía girar las aspas
que molieron la harina
para el pan.
Tardes arreboladas.
Melancolía de las apariciones
cuando nos dejan sin palabras.
***
Un ala, aquella que proyecta el vuelo
hacia adelante
se detiene. La otra va hacia atrás,
hacia un fondo de grava. Allá donde familias
de palabras reciben al viajero
entre idiomas ajenos y en su centro
un graznido foráneo que declara:
estoy aquí
pero ya no me ves.
Se ha perdido mi rostro,
mi cabeza emplumada entre
los nombres.
No. Ya no lo veo.
Me veo sólo a mí en el reverso,
decreciendo. De vuelta a ser semilla,
esa semilla que nunca debería
haber quedado atrás.
Ahora estoy en la corola de un crepúsculo,
justo en el lugar donde el violeta vira al rojo.
Menguante es el ocaso.
De “Los diagramas radiantes”. Ed. Barnacle, Bs As, 2022:
Le pregunto a la nieve de qué cosa se compone la tibieza
-esta nieve no existe,
es una hermosa muerta que florece en el tiempo.
La nieve me responde que hay un pájaro:
hay un pájaro y cae por su peso.
Salgo entonces en busca del verano,
a su brocal de fuego y a su pozo
y al fondo de su pozo les entrego esta piedra.
Clara como una ofrenda que es a cambio de nada,
oscura bajo el filo del día.
***
Toda teoría del color se incendia
a mediodía,
a la hora del destello y el párpado.
El sol avanza,
el carromato sigue
del este hacia el oeste
su recorrido lento:
adiós árbol magnífico,
adiós pájaro intrépido,
adiós,
adiós adiós,
hasta mañana plantación celeste.
***
Allá te ves, como una barca indemne
fungiendo en la mitad exacta de la noche.
Porque nada ilumina tanto como un conglomerado
de años luz, como un haz de astros reyes,
como la hoz de oro,
como la cola desvanecida de una estrella fugaz.
Te decía
es tan irremediable la transformación de la que hablábamos
que nadie en la ciudad que estás dejando atrás
podría responder a tu pregunta, la de los ojos que se inician.
***
Ya viste cómo se hunde la luz en sus esporas,
cómo la absorben íntegra y cómo fuiste testigo
de un desvanecimiento, de bruces, boquiabierto
ante la cualidad bifronte que reside en las cosas.
Porque las cosas están de un solo lado. Del otro,
en su lugar queda un cuenco de hierro,
una vasija para que deposites tu pregunta,
una moneda por la que nada te darán.
Y hay un cono de sombras con su luz más tardía
y hay un manto pesado. La noche
terminará arrojándolo sobre nuestras cabezas,
como en cámara lenta, en círculo y en cruz.
De “El árbol de las especies”. Ed. Barnacle. Bs As, 2022
Busqué en las altas copas,
muy bien podría ser un pájaro, no cualquiera de ellos
sino ese, el que resume ausencia entre sus alas,
ese que existe grave y hacia adentro,
breve como un paréntesis de pájaro
fijado a su momento pesado de quietud.
Algo quería decirle. Busqué en las altas copas,
tan arriba busqué, arriba lo busqué hasta un extremo
exacerbado por el anhelo impenitente de ascensión.
Sí, busqué al pájaro inmóvil,
ese que dicen que vive atravesado por un clavo de luz
y que derrama un inflamado azul de sus heridas,
savia viva que cae
agitada en un viento que lo precede todo
y en un viento que a todo
lo sucederá.
***
La naturaleza imita lo inaudible: se escucha entre las hojas
un conjunto de ideas que vibran como un mimbre,
es el tallo que insiste en su verdor inmaterial.
Hay algo sustraído en el procedimiento.
Envuelto en pensamiento
no se aviene a habitar especie alguna.
De Ángel de la enunciación. Ed. Barnacle, Bs. As, 2020:
Sí, era como escuchar voces en la antesala del hospicio
o en el jardín desnudo donde podría haber estado el paraíso.
Allá donde los árboles prefieren no haber nacido árboles
ni morir como árboles
y todo se ve mal hecho, como de agua enrarecida.
Mientras tanto
una piedra rodaba con esfuerzo,
cargaba los pecados del mundo:
ah, helo aquí, este es el núcleo del dolor atómico,
todo el peso rodando sobre la tierra ignota,
todo el peso del mundo concentrado en una gota de arena.
Y así acaba esta historia, se aviene a ser contada
entre los numerosos pliegues
de una noche tardía.
***
¿Acaso conocías la pulsación del árbol,
su corazón con un latido único?
recuerdo ese sonido como de planetas
moviéndose por extensiones que no recorrerás.
Y si apoyaras tu cabeza en el regazo,
en la aspereza de la astilla,
escucharías la voz de la madera,
ella te haría sentir un huérfano en tus huesos
y todo te pondría tan de otra medida,
tan abstracto te ves en lo viviente,
casi sólo una idea, como un animal solo, sin especie,
solo y adentro de tu pensamiento,
solo bajo el inmenso poderío del bosque,
su camino sombreado entre el cielo y la tierra,
tu espíritu vagando por el desorden verde.
***
Y el viento dice, el viento nos hace decir:
acepta las virtudes de la duración.
Por ellas, todo lo que debería retirarse así lo hará,
también tus pertenencias, la manera en que eras,
todo lo que la corriente lleva; acéptalo.
Así llorarás menos,
así tendrás más fuerza,
cierra tus cuentas, actúa como si todo ya hubiera concluido,
busca el fondo del pozo:
en su espejo de agua y en el mayor silencio
verás que hay un suceso extraordinario
aún por consumarse.
De “En el bosque”. Ed. Modesto Rimba, Bs. As. 2018:
Envuelta criatura nacida del interior de un bosque,
blanca entre los terrones tan pálida en la marcha,
así será tu alba,
sombra creciente pequeña luz en los peligros del follaje.
Envuelta criatura qué será de tu huella,
qué será de tus pasos avanzando sobre la oscuridad.
Envoltorio y follaje, sombra larga criatura,
a tu camino van a dar nuestros caminos incansables,
nuestros buenos deseos todas nuestras plegarias.
Allá vamos antiguos peregrinos,
una cuerda nos ata a la esperanza.
Salimos a buscarte criatura perdida,
perdido talismán piedra preciosa.
Reflejo del tesoro ausente,
pozo en el medio del gran claro del bosque.
***
A lo largo y lo ancho todo es.
Temblorosa en la fronda, criatura del mundo,
miniatura,
los ojos apegados a la huella,
no ves cómo se mueve el tiempo.
Pasan luces y sombras, pasan sombras
pero no ves el hilo que las une
ni el plan que las dispone.
Perdida entre fragmentos y tan huérfana,
cada cosa te toma por sorpresa.
Criatura del mundo,
desorientada miniatura.
***
Ya ves, cuantiosa está la noche,
terciopelo tendido para su pedrería
¿encontraste el tesoro?
¿has visto cómo brilla al fondo del abismo?
y entonces nos decimos
cuidado, porque tenemos miedo,
cuidado el remolino,
cuidado con el pozo por arriba de nuestras cabezas,
no te asomes, no te tiente el destello de la fosa en lo alto,
ten cuidado
que la noche es de luto
y vasto y enjoyado es el lugar de la pérdida.
De “Las razones del tiempo”. Ed. Lisboa. Bs. As, 2018:
De elegir entre todas las cosas el talismán de oro,
por ejemplo, esa presencia que todavía persiste
pero que corre riesgo
o ese guijarro por lo tan pequeño, audaz en su firmeza
o la palma traslúcida, esa mano
al momento en que logra desclavarse.
De apegarnos a alguna de esas cosas
la palabra destino irá cobrando vida
así
encarnada en el corazón expuesto
a su mayor esperanza
y siempre a costa nuestra
a cuenta de las futuras pérdidas
y de todas las bajas.
De “Persistencia de lo imposible”. Ed Ruinas Circulares, Bs. As, 2015:
Cuerpo presente aparecido de las cosas,
todo lo quieto detenido por donde pasa lo fugaz.
Esa flor con las alas abiertas en suspenso
y ese aire
y el agua que la envuelve como un aire más grave
y la taza y la fuente en equilibrio
sin respirar
todo lo quieto detenido por donde pasa lo fugaz.
Cómo duran los restos de la noche en la mañana.
cómo brillan y ensombrecen todavía con algo de árbol
y de antorcha. Mientras tanto,
las voces que vinieron de la calle trajeron otra música
dentro del pensamiento. Y todo,
todo se pierde bajo el aura inolvidable de la luz
que no se deja
asir.
De “La noche con su lámpara”. Ed. Victoria Ocampo, Bs As, 2014:
Los movimientos planetarios no son, así, más que una misma polifonía continua que progresa a través de tensiones disonantes hasta ciertos puntos de consumación.
Johannes Kepler: La armonía del mundo (1619)
Armonía del mundo
Armonía del mundo, ya es hora, se abre un párpado,
es el día que avanza, se hace descifrar;
las cosas se disuelven y todo aguarda y tiembla,
arroja su pregunta como un hilo de agua:
¿Quién volvió de la noche con su lámpara?
¿Hay alguien que responde? ¿Por qué el sueño retiene
a la presa que somos en su carcasa inmóvil?
¿Y quién en esta hora pregunta por sus muertos?
¿Por qué ninguno de ellos regresa todavía?
Armonía del mundo, dónde estará ese arco perfecto
en que creíamos. A ciegas en la luz comienza el día,
la armonía del mundo se pliega y se despliega
en su limbo de luz, en su crisálida.
De “Los panes y los peces”, Ed De los Cuatro Vientos, Bs As, 2012:
Mi padre quedó atrás.
Tan pequeña la veo a mi madre en la distancia
que en todo caso soy yo quién debería alzarla,
volver por ella a sus brazos infantes,
consolarla de algo si pudiera
pero hace tanto que he partido hoy.
Los días suceden, se suceden
y cuánto más me acerco al medio de la noche
la noche sale al paso,
me sorprende cada vez en una ciudad extraña.
En cada una de esas ciudades
nunca he tenido padre, nunca he tenido madre,
nunca he tenido hermanas ni hermanos.
Justo en el medio de la noche
vienen a saludarme pobladores de los suburbios,
abren los ojos en la tierra
llevan y traen de lo desconocido.
Con recelo murmuran, dicen: otra huérfana;
preguntan, no se entiende qué escribe la memoria.
Entonces ponen los ojos en el cielo
y me dedican un silencio póstumo.

ENTREVISTA CON LA AUTORA
Gilgamesh: Raquel, tu poesía sostiene una lírica de la ofrenda, de la rev(b)elación, «Melancolía de las apariciones/ cuando nos dejan sin palabras». ¿Cuándo y cómo esas «apariciones» hicieron de vos una poeta?
Raquel Jaduszliwer: Melancolía que a la poesía conduce, decía Gottfried Benn. Y pienso que estaba en lo cierto. No se refería a la afección psíquica, ni a nada del orden de los estados del ánimo.
Se refería a otra cosa, a una melancolía constitutiva, una nostalgia ontológica por algo faltante, por algo perdido o nunca alcanzado. Nostalgia de Otro Mundo que no cabe en la
grilla discursiva-conceptual que nos organiza la existencia a la vez que la acota, la
restringe. Que nos saca de un supuesto caos primigenio, que nos da alas para desplegar
nuestro pensamiento acerca de las cosas, pero también nos corta las alas para que no nos
alejemos demasiado de esas mismas cosas, las siempre conocidas y reconocibles. Nuestra
condición de humanos nos ubica en una situación paradojal; padecemos de esa paradoja.
Pero bajo esa condición también se abre una posibilidad: la capacidad de metaforizar
como seres hablantes que somos nos brinda las herramientas para inventar otros mundos,
esos otros que no son éste. Y por añadidura, para que la mirada sobre el mundo en que
vivimos sea renovada y pueda promover lo que no es, lo que no está. Allí opera la poesía,
en el corazón de esa paradoja. Y te agradezco que te hayas referido a la rev(b)elación
consignándola así, haciendo ese movimiento pendular entre la v y la b. Porque
efectivamente, en ese revelarse y hacerse presencia la ausencia, hay una rebelión en
juego, una rebelión contra lo ya dado y petrificado, que es como decir lo dado por muerto.
Dicho esto, y volviendo a tu pregunta por esas apariciones que posibilitaron mi escritura,
tentando una respuesta me remitiría a ciertas condiciones fundantes y les daría cuerpo:
diría que fue la voz de mi madre, su vibración cantando las Romanzas sin palabras de
Mendelssohn o algún Lied de Schubert. Esa voz y su imborrable canto del cisne. Y fue la
mirada de mi padre, siempre orientada a un horizonte más allá del aquí y el ahora.
Dirigida a lo ausente esa presencia viva. Con esa añoranza de la que hablaba Gottfried
Benn. Cargada de anhelo. Supongo que ambas condiciones se entramaron para potenciar
la dimensión poetizante en lo que fue mi adquisición del lenguaje y que tanto tiempo
después se plasmó en escritura.
Gilgamesh: Comenzaste a editar tu obra poética en 2012 con «Los panes y los peces». «Todos los lugares se llamaban promesa», fue presentado este año. En una década diste a conocer nueve poemarios. ¿Podrías contarnos qué detonó la escritura en cada uno de ellos? ¿Pensás tu poesía como una obra que se continúa en las búsquedas formales y temáticas o cada libro es una apuesta cerrada y única?
Raquel Jaduszliwer: Me hacés pensar en el circuito trazado en esta década que pasó: De los panes y peces a la promesa… parece haber algo del orden de lo mesiánico sobrevolando el recorrido ¿no?
Bueno, pero no fueron cuarenta años de vagar en el desierto, por cierto, sólo diez
pasaron, y muy fértiles en cuanto a producción, leche y miel. En ese sentido, quizá el
desierto fue todo lo anterior, antes de ver crecer mis árboles escritos como ahora los veo.
Yendo más a la pregunta por la obra, no podría pensarla en términos de búsquedas de
ningún tipo. Quizá sea muy trillado responder con el “no busco, encuentro”, y tampoco
creo que corresponda ya que no se trata de salir al encuentro de algo que se me ha de
cruzar como ya dado. No. Más bien sería: no busco, no encuentro, me arrojo a ese vacío
que me fue dado, esa fuente inagotable de añoranza. Y allí trabajo. Es algo así. Sucede en
cada poema. Y también en una instancia ulterior, en la configuración de cada poemario.
Gilgamesh: La orfandad, la memoria, la ausencia, permean tus textos. ¿Qué historias, qué Historia, te atraviesan y se inscriben en tu obra?
Raquel Jaduszliwer: Difícil no responder desde lo autobiográfico. La respuesta podría llevar un título: Sobre llovido mojado. La muerte de mi mamá a mis aún no cumplidos catorce años no sólo nos dejó huérfanos a sus dos hijos, sino también -y quizá más aún- a mi padre que había
perdido años antes a toda su familia: padres, abuelos, hermanos, tíos, primos, asesinados
todos por el nazismo en una aldea que supo tener unos 15.000 habitantes de los que
sobrevivieron apenas catorce de ellos. En fin, no hay mucho para explicar. Mucho, sí, para
redimir de alguna manera a través del ejercicio de la memoria.
Gilgamesh: La narrativa no es una zona ajena a tu escritura. ¿Cómo fue el pasaje de la narrativa a la poesía? ¿Seguís incursionando en la prosa? ¿Qué te permite plasmar, uno y otro género, en tu proyecto de escritura?
Raquel Jaduszliwer: Pienso que no volvería a la narrativa. «La venganza del clan de las banderas de acero», publicada en el 2018, en verdad fue escrita de a tramos y por capas a partir del año 2007 o
algo así. Y la dejé a un lado cuando retomé la poesía hacia el 2012 (ahora digo “retomé”
porque de chica escribía de a ratos, y también algo en la adolescencia). Aquella fue una
experiencia preciosa, me divertí muchísimo, también viví mis angustias acompañando a
sus personajes, me compenetré con las peripecias y vicisitudes de lo que allí se iba
desplegando sin estar yo anoticiada, pero más que de una incursión por la narrativa creo
que se trató de una introducción al quehacer poético, una instancia previa, un rodeo que
necesité dar antes. Por otro lado, la forma en que escribí la novelina –así me gustaba
referirme a ella- era muy parecida a lo que hago ahora, no había esquema previo ni
argumento planeado antes, era un arrojarse muy parecido al de mi escritura actual. Y
después venía el repensar sobre lo escrito. Y reescribir. Todo lo que tenía que ver con oficio
y cálculo se jugó en las capas sucesivas de reescritura, y eso se dio tanto con la novela antes
como con los poemas después.
Gilgamesh: Sos licenciada en Psicología y ejercés la clínica. ¿Qué relación encontrás entre poesía y psicoanálisis? ¿Condiciona tu práctica, tu poética y viceversa?
Raquel Jaduszliwer: Por empezar, te cuento que decidí dejar la clínica durante la pandemia, después de décadas de ejercicio intensivo de la profesión. Desde entonces mi existencia -salvo
razones de fuerza mayor- transcurre en estado de poesía, y eso se vuelca en mi
producción. Tres poemarios publicados y otro en ciernes en menos de cuatro años y
después de toda una vida en la que escribir era algo impensado. Si me guío por esos datos,
ambas prácticas aparecen en disyunción fuerte: o una o la otra. Pero bueno, no quiero
sacar conclusiones de esa observación, podrían ser equivocadas, teniendo en cuenta que
hubo por cierto otras variables importantes que también jugaron para que la escritura
quedara por fuera de mi vida durante tanto tiempo. De hecho, hubo algunos años de
coexistencia de ambos ejercicios, pero esto que te decía de vivir en estado de poesía… no
sé, pienso que más allá de todo lo que exige cualquier ocupación, la singularidad de la
escucha psicoanalítica requiere una disponibilidad tan especial en relación a la recepción
de los significantes del que viene a pedir ayuda que a mi criterio vuelve necesaria toda una
operatoria por debajo para poder esa misma disponibilidad recuperarla para el acto de escritura. Y no siempre es tan fácil, a veces unas cosas obturan otras… de todas formas, y
mirándolo desde otro punto de vista, agradezco a mi formación el modo peculiar de
vincularme con la palabra. Esa atención flotante ejercida en la práctica profesional, se
parece mucho al estado de inocencia del que hablaba Bayley en relación a las condiciones
de posibilidad de la escritura poética.
Gilgamesh: Naciste en la provincia de Buenos Aires y residís en CABA. ¿Qué habilita este conocimiento en cuanto a tu escritura y a la difusión de la misma?
Raquel Jaduszliwer: Nací y viví los primeros diez años de mi vida en San Fernando, provincia de Buenos Aires. Luego nos mudamos a lo que hoy es CABA y entonces era “la capital”: infancia, primer capítulo. Listo. O sea que en cuestiones de índole práctica no veo que haya incidencia
posible. Si la hay -y mucha, muchísima- en cuanto al bagaje interno. La patria es la
infancia, cuántas veces se ha dicho eso. En mi caso, y por carácter transitivo, mi patria es
San Fernando, su tierra, sus árboles. Trepar a los árboles, jugar con barro, jugar con agua,
jugar con fuego. Y mi madre aún viva. El hogar aún caldeado. Todo eso.
Gilgamesh: ¿Qué escrituras te acompañan a la hora de escribir? ¿Qué escrituras fueron piedra de toque en tu formación poética? ¿Qué lecturas son referencia obligada hoy día? ¿Cuál es tu conexión con las nuevas generaciones de poetas?
Raquel Jaduszliwer: Si se trata de hablar de acompañamiento, es la música la que me acompaña y cómo. Es parte del acto de escritura en el arranque, en ese producirse un hiato entre el arrojarme al
acto de escribir y todo lo demás que compone una vida. Pueden ser un par de minutos, no
mucho más. Pero infaltable como parte del procedimiento. Respecto a las lecturas, en
líneas generales diría que dependen de tantos factores cruzados a cada paso que doy que
no podría de ninguna manera hablar de referencias obligadas. Y aclaro que cuando pienso
en la lectura incluyo no sólo poesía. También ensayo, ficción, libros de arte revisitados…
hace poquito volví a leer a Novalis, quizás por anhelo de flor azul y no otra cosa. Y en este
momento estoy cotejando el Libro del Éxodo del Viejo Testamento con el ensayo de
Michael Walzer, «Éxodo y revolución». Pero bueno, piedra de toque, sí: Vallejo, Trakl, Celan.
Y fundamentalmente las capas de lecturas significativas a lo largo de mi vida que han ido
sedimentando y que están ahí, como sustrato. En ese aspecto, la cosa empezó por la
biblioteca de mis padres, a la que acudí desde una edad demasiado temprana quizá. El
impacto de ese primer anoticiarme de que es tanta la hermosura en la existencia como lo
es el dolor, enterarme de que la capacidad de ser cruel es uno de los rasgos que definen la
condición humana y procesar todo eso, bueno, creo que algo de esa conmoción llega
hasta el hoy y de una manera u otra se expresa.
Respecto a la pregunta referida a las franjas etarias, encuentro resonancia con poetas de
distintas generaciones, incluso los más jóvenes. Pero claro que las resonancias son una
rara especie, no se dan en cualquier lado ni en cualquier momento ni con cualquiera, se
requiere de un cierto hacer silencio, de una cierta intimidad, de una cierta sensación de
familia de palabras muy, muy especial.
Gilgamesh: ¿Qué opinión te merecen los concursos, las lecturas, los festivales? ¿Cuál es tu experiencia al respecto? ¿Y los talleres literarios?
Raquel Jaduszliwer: Sin entrar en pormenores que a veces salen a luz pero que con mirada benévola se ven como la excepción y no la regla, diría que los concursos tienen un gran monto de azar,
especialmente debido a la instancia de los pre-jurados por los que pasan los originales. De
todas formas, y aun consciente de cómo funcionan, me parece que no está demás cada
tanto hacer algún intento. Sin poner mucha expectativa, pero sí trabajo. Respecto a las
lecturas, los festivales, los ciclos, pienso que todas esas instancias de intercambio y
sociabilidad que se dan entre poetas son positivas si se las sabe llevar, si se les da la
medida adecuada sin llegar a la sobredosis. Por último, en relación a los talleres literarios,
en lo que hace a mi experiencia no puedo considerarlos significativos. Pero esto lo planteo
no como una regla general, ni siquiera como una opinión. Habla más bien de lo que es mi
posición respecto al acto de escritura y no de otra cosa: mente en blanco, conexión
emocional con el sustrato de donde emerge la palabra poética, conglomerado de la
historia vivida puesto a disposición, reescrituras como actos sucesivos de despojamiento y
rearticulación. Toda una operatoria a la que la soledad le es propicia. Pienso que la
intervención sistemática de una palabra “autorizada” no se condice fácilmente con el
proceso que describo. Pero bueno, es cierto que hay otros aspectos que muy bien pueden
verse favorecidos en una experiencia de taller. Dependerá de qué es lo que se prioriza en
cada caso y en cada tramo de un proceso y de una vida en particular. Agregaría también
que pueden ser enriquecedores los seminarios sobre temas puntuales y la apertura de
espacios de intercambio de ideas. Y el compartir lecturas, por supuesto.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado
fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en su opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Raquel Jaduszliwer: Me da para pensarlo desde distintos ángulos. En principio no veo porqué lirismo y memoria de los pueblos irían en direcciones divergentes; en el sustrato de la memoria
comunitaria está el canto, el lazo social reforzado a través del tiempo con el eco del canto
alrededor de una fogata. Los pueblos atesoran fogones en su historia, y la lírica del
poema, al menos ese es mi parecer, para producir poesía debe permear algo de aquello.
De ese canto elevándose y de ese fuego y de esa sensación de lazo posible. Será así fiel a sí
misma y al mismo tiempo se trascenderá a sí misma, o al menos se abre a esa posibilidad.
Así reformularía yo los términos de lo que Steiner plantea. Una vez ubicadas las fichas en
el tablero, veamos cuales son las partidas, las que se juegan de hecho y las que se podrían
jugar. Desde ya que todo lo que se diga acerca del estado de la poesía actual queda
subsumido en la descripción del empobrecimiento generalizado del pensamiento. De este
empobrecimiento la poesía, más aún, la dimensión poética en el arte, es seguramente la
instancia más afectada, pero también el reducto desde donde se puede seguir ofreciendo
alguna resistencia a la cultura de mercado. Puntualicemos hitos históricos que
acompañaron este proceso de pauperización progresiva: hablemos de desencantamiento
del mundo, hablemos de pérdida de lo aurático, hablemos del sentido común
transformado en arma letal por los medios masivos, hablemos de la cultura vuelta
industria del entretenimiento, hablemos del bombardeo de estímulos que apagan toda
posibilidad de pensamiento crítico. Tendremos así las coordenadas para situar el estado y
el alcance de la poesía hoy. Pero para ahondar, también deberíamos dirigir la mirada a lo
que pasa al interior mismo del campo de la poesía. Y es ahí donde tenemos la responsabilidad de repensar algunos aspectos que pueden tener que ver con aquello a lo
que tu pregunta apunta. Qué es lo que nos dicta el canon de poesía de la época, cuáles
son los mandamientos, qué sí y qué no, y quién lo dictamina y desde dónde. Cuáles son los
premios y cuáles los castigos. Qué hacemos ante ese registro a la hora de escribir. Cuál es
la poesía con la que nos comprometemos. Es cuestionándonos las reglas de juego dentro
de ese relativo margen de autonomía que hace a la especificidad del campo donde se
puede hacer algo que dependa de nosotros y no meramente “del sistema”. El sistema no
nos obliga a escribir poemas como si se tratara de jugar a las palabras cruzadas. Fue una
modulación del canon lo que llevó a hacer de la poesía un juego de ingenio. Y de eso la
industria del entretenimiento bien que nos provee, para qué agregar. Tampoco nadie nos
obliga -otra modulación del canon- a escribir con un coloquio similar al del chateo,
entonces, para qué más de lo mismo. Yo arribo a la idea –me lo dice mi propia
experiencia- de que si nos conectamos con nuestra condición de nacidos de una herida
mortal y desde allí escribimos al menos están dadas las condiciones de posibilidad para
que más de un habitante de esos pueblos a los que se refiere Steiner (alguno con la herida
abierta, quizá) escuche que es a él a quien se le está hablando en el poema.
Esta publicación viene con una PISTA EXTRA: Una lectura de Pablo Anania sobre la poética de Raquel
UNA LECTURA MUY PERSONAL DE RAQUEL JADUSZLIWER
Hay en algunos textos esa luz interior que convierte al lector en espectador de sí mismo. Si leo
¿𝑌 𝑞𝑢é 𝑠𝑒 𝘩𝑖𝑧𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜, 𝑒𝑠𝑎 𝑐𝑎í𝑑𝑎
𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑒𝑛𝑗𝑎𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝘩𝑜𝑗𝑎𝑠, 𝑦 𝑑ó𝑛𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑢𝑣𝑒
𝑑𝑢𝑟𝑚𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜, 𝑒𝑛 𝑞𝑢é 𝑝𝑖𝑒𝑑𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑛𝑠ó 𝑚𝑖 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎
𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑠𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎
𝑙𝑎 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖ó𝑛 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑝ó𝑠𝑡𝑢𝑚𝑜?
algo sucede en mí. Y sucede de inmediato: mi pensamiento vuela hacia mí mismo; ella me está hablando como si supiera qué pienso y siento en este instante, quizás porque es singularidad del hombre o un radical atributo del ser autorreferencial adjudicarse que, en gradaciones y modos diferentes, quien escribe y publica lo hace para que un tipo como yo se deje apresar, cautivar por su música, por sus ideas… Pero lo es porque el poema logra abarcar (a sabiendas o por intuición de su autora) desde la conciencia del átomo hasta la del pensamiento de un hombre cualquiera con el objetivo de remontarse ella, a la vez, a luces más altas y puras. Ese don tiene su lenguaje poético. Hay un texto que el uruguayo José Enrique Rodó le atribuye a Perseo, semidios de la mitología griega que dice algo así como que existen criaturas armoniosas que han dado con su voz y su cuerpo el arquetipo de nuestra hermosura y con su alma el dechado de nuestra pasión. Allí está Jaduszliwer transmitiendo otra vez su soplo creador, comunicando algunos sentimientos sobrehumanos, angustias feroces de las despedidas, júbilos sublimes que surgen de la materia oscura y rebelde del poema.
Poco sabemos nosotros qué pasa dentro del animal, de la planta o de la piedra. Ella lo intuye y lo informa. Como si comprendiera desde su acto de escribir el género de conciencia que nos fue concedido a los humanos. Antes de su lectura no podía yo imaginar el género de luz que cabe en el oculto ser de una obra tan bella. Se podría percibir algo quizás porque el libro, tan pequeño, es una joya gráfica, ¿pero respondería el contenido a semejante orfebrería?
No hubo duda alguna. Frases no verbales (imágenes puras) sostienen esa hipótesis: lo exterior es un reflejo preciso (precioso) de lo interior. Léase:
𝑒𝑛𝑟𝑎𝑚𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑖𝑎𝑑𝑜𝑠𝑎
𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑎 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒
𝑠𝑢 𝑎𝑏𝑠𝑡𝑟𝑎𝑐𝑐𝑖ó𝑛 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑛𝑡𝑒
𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝘩𝑜𝑦
𝑠𝑢 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑜 𝑡𝑎𝑛 𝑎𝑏𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝘩𝑒𝑟𝑚é𝑡𝑖𝑐𝑜
𝑙𝑎 𝑔𝑜𝑡𝑎 𝑠𝑢𝑠𝑝𝑒𝑛𝑑𝑖𝑑𝑎
𝑐𝑜𝑟𝑜𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑟𝑒𝑝ú𝑠𝑐𝑢𝑙𝑜
𝑚𝑒𝑛𝑔𝑢𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑙 𝑜𝑐𝑎𝑠𝑜
Son algunos ejemplos de miniaturas de un arte antiguo, de cómo es posible en el dominio del verbo sumergirse “𝘩𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑣𝑒”.
¿Se elimina la acción? No, claro que no. Pero algo así hace, lo hace a conciencia, creo, con ese don exquisito de eludir la acción hasta donde se lo permite la lengua. Si la gota de agua que se desploma confundida en la curva de un marjal de hielo mirara, al caer, al pasar, las inmutables piedras de la orilla, no las vería con otro sentimiento que el lector lo hace, ¿gota de agua en el torrente que rueda o se desliza hacia la muerte y al olvido… o gota renaciente, espejismo de madre que seguirá viviendo en la escritura y el recuerdo?
No es el suyo el idioma en el que hoy nos expresamos los humanos y el vértigo de lo irreparable dará cuenta de esa extranjería y surgirá la hermosura humana en su más genérica y simple idealidad y se sentirá la belleza del ocaso y los imperios visibles serán humo y sombra sus pasiones.
El resplandor secreto de un otoño, el oro de los días, cuerpo del mundo hoy, gota suspendida, abstracción pensante, ala maternal, arquetipo de ojo de quien yace.
En el dominio del verbo la frase no verbal dominante.
Las voces sucesorias, esa música, la baja marea de nuestra condición humana.
La precaria estabilidad de lo visible.
El poema.
Y cada lugar una promesa.
Poeta del renacimiento, en el múltiple sentido de ese término, Raquel Jaduszliwer: fervorosa cultora de ese arte antiguo oficia ella en el poema poseída totalmente de la grandeza y hermosura de su sacerdocio, de ahí que la mayor parte de lo que su pluma sugiere está como sellada de inmortalidad.
No crean así porque sí lo que digo: busquen ese libro pequeño y tendrán todos entre manos, inclusive aquellos que llevan más hondamente soterrada su chispa celeste bajo la corteza de la vulgaridad, un instante en el que serían dignos de quedar encantados en piedra, en mármol o en hielo, como prometía Shakespeare en uno de sus sonetos. Será un instante único de encantamiento, de emoción íntima, y pasado ese instante, vértice en el que coinciden, como a la luz de un relámpago, la realidad y la idea, volverán… volveremos todos al dominio de las formas borrosas (verbales) en las que nos movemos los terrestres hasta que otra vez, una más, podamos volver a ella, su obra, releerla, para que pueda redimirnos, restituyéndonos en cada relectura de su libro, por milagro y para siempre, aquel momento único de redención que, me figuro, forma parte de otro mundo, otra dimensión, una luz que resplandece -plenitud del ser, todo envuelto de piedad- sin aurora y sin crepúsculo. ¿Cómo, si no, imaginar el género de luz que cabe en el oculto ser de esta belleza poética?
P.A.

NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Raquel Jaduszliwer nació en San Fernando, Pcia. de Buenos Aires y reside en CABA. Es lic. en Psicología por la UBA. Publicó una novela, La venganza del clan de las banderas de acero (2018) y nueve poemarios: Los panes y los peces (2012 Primer Premio Poesía Ed. De Los Cuatro Vientos). La noche con su lámpara (2014 Primer Premio Poesía Ed. Fundación Victoria Ocampo). Persistencia de lo imposible (2015, Premio Edición Ed. Ruinas Circulares). Las razones del tiempo (2018, Ed. Lisboa); En el bosque (2018, Ed. Modesto Rimba). Ángel de la enunciación (2020, Ed. Barnacle). El árbol de las especies (2022, Ed. Barnacle), Los diagramas radiantes (2022, Ed. Barnacle), Todos los lugares se llamaban promesa (2023, Primer Premio Rubén Reches, Ed. Ruinas Circulares). Fue expositora en el Festival Internacional de Poesía (CABA, 2019), y en el programa de actividades del VI Festival Internacional de Poesía de Fredonia, Colombia (2022). Poemas suyos se encuentran en antologías y publicaciones nacionales e internacionales.

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