jueves, 2 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a JOTAELE ANDRADE

(Publicado en la página de Facebook el 24 de enero de 2024)

Jotaele Andrade nació en 1974. Es poeta.
Jotaele, en la entrevista, dice:
«¿Digo lo que me pasó con eso llamado amor, sacado de su ropero abstracto por un ser que me ha abandonado o digo el horror que produce el capitalismo, la ciencia al servicio de los poderosos? Mi lengua razona sus cantares en esas imbricaciones, en esas tensiones de la intimidad. Y trato que esa intimidad esté en la intemperie.»
«Si hay poetas, aparecerán por la lectura, por la tensión que produce eso que pugna y busca su desciframiento en la subjetividad, porque una florecita o un canto o un modo de moverse de las hojas harán su trabajo. El/la Poeta es como Lázaro, está como muerto en sí, en su paquete de células o dormitando o es una semilla en lo oscuro y es llamado por la luz. Y se revela
La lámpara no es un foco que se enciende porque se aprieta una perilla.»
SELECCIÓN DE OBRA
De «Los metales terrestres» (añosluz, 2014)
El gozo y el desgozo
nadie dijo la vida
y ella sucedió del modo en que la molécula
o el átomo
o la energía
o todo eso junto sucede
como un pensamiento que se desprende
de un júbilo anterior al júbilo
anterior a lo que crea el pensamiento
yo no haré otra vida
yo soy vida que nadie ha dicho
pero expulsada del misterio
una copia densa
una tontera de padres poco afectos a la profilaxis
un metal que se va desgastando
contra su memoria
De «La rosa orgiástica» (añosluz, 2016)
La rosa orgiástica
yo parí a mi madre y retuve
entre mis manos
sus huesos de pájaro
y esos pobres huesos
crujen
y tratan de elevarse
porque un hijo no es otra cosa que una piedra o una cuchillada sobre el lomo
nadie debió esperarme más que yo mismo
más que mi sombra escondida
todavía
en la memoria del mundo
y si me abrazó el desierto
si el sol cavó en mi carne
fue porque soy proclive a desgastarme contra las cosas
porque veo reinos que se devastan y se construyen
cada vez que aletea
cualquier insecto
y porque yo inclino mi testuz ante lo instantáneo
pues sé que lo único que perdura entre los días
es el mineral
indivisible
del misterio
y acaso los huesos desperdigados de lo perdido
que buscamos como perros
o huérfanos
yo parí mi propio nacimiento
soy de una edad labrada en el terror del pájaro
apedreado
mi pena es una rosa orgiástica.
De «El psicólogo de Dios» (Qué diría Víctor Hugo?, 2016)
El psicólogo de Dios
I
y fue que apareció en el living
desde la nada misma
o desde sí misma
una zarza que ardía
en un fuego blanco
blanquísimo
de un modo intuitivo
corrí
hacia el matafuego
y cuando me disponía
a descargar
el ignífugo
elemento
una voz temblorosa
casi femenina
onduló en las llamas
no me apagues
soy dios
no me apagues
dijo
miré
hacia uno y otro lado
buscando de dónde
o quién
pero la voz
insistió
desde la zarza
soy yo
jehová
alá
krishna
o como quieras
y he venido porque necesito
terapia
pero yo no soy psicólogo
argumenté
soy poeta
nada mejor que un poeta
para tratar con dios
¿y no es mejor un freudiano?
Oh
contestó
esos rebuscadores de los desperdicios
¿y quizás un lacaniano?
Jamás esos tontos desgozantes
¡pero yo soy nietzscheano!
protesté
acaloradamente
no conozco esa rama de la psicología
dijo
y no supe
si era candorosa inocencia
o la manera
que dios tiene de hacerse el desentendido
para ciertas cuestiones
como la desnutrición
o los curas pedófilos
De «Sombra de dos colores» (buenosaires poetry, 2018)
SOMBRA DE DOS COLORES
la rama
desgarrada
que cuelga
del árbol
–todavía
se esfuerza en su equilibrio
un objeto que pende
–como tanto
en la existencia
vida hundiéndose en su sombra
a la que miras con un pavor de hermano
grieta por donde entra un pensamiento
y enciende dos colores
como a un testigo
que interrogaran sobre las cosas del mundo
así te envuelven los dos tonos
y en tu reverso
se abisman:
ahora tu lengua es un azul
escalofrío
sobre el rostro del niño
ahogado
en el estanque
ahora tu lengua se confunde
y llama día
al día
amor: al fruto claveteado
por el deseo
¿dirás la piedra sin que pese en tu boca?
crecen lejos los tallos donde recostarse
sobre la inocente luz
lejos de su polvo
el pedrusco
arrojado hacia lo oscuro
resuena el campanario del día
alborotando aldeas
y perros
a medias
emerge
en tu lenguaje el sol
la estridencia del gallo
todo
insiste en su misterio
¿dirás la rama sin que caiga de tu boca?
De «Cuervo negro, cuervo blanco» (añosluz, 2020)
El feligrés
yo vi al cuervo
y escribí su historia
y su canción
con una de sus plumas
no preguntes dónde se coció la tinta
en que lees estas cosas
ni cuáles sus ingredientes
yo andaba donde vida y muerte
entretejen
sus fronteras
un pie de un lado y del otro
y un pie sonaba a aleteo
y el otro a un fangoso temblor amputado
y ambos daban un paso que bailaba y tropezaba en un solo
movimiento
*
La casa del feligrés
hice mi casa con plumas caídas
de su plumaje
y mi casa era negra
y sinuosa como la anguila
mi casa se confundía con la noche
y mis manos
y allá arriba cada tanto el golpe de la luz sobre el ojo
vigilante del cuervo
daba un parpadeo
corroborando acaso
que lo concerniente a la sombra
siguiera
en la sombra
*
comprendo ahora
que mi casa fue un nido
acaso allí se concibió la idea de un huevo
no la experiencia fáctica de lo que es
si no la posibilidad de algo
o acaso hubo un pensamiento vacío
dentro del huevo de la nada
¿digo la experiencia de la disolución
en lo vaciado?
o
apenas
el nido vacío
del misterio
*
Todo era el ojo del cuervo avistando todo
y cuando movió su ojo
una ráfaga
deshizo mi casa
la noción de abajo arriba
de ayer hoy mañana
pues su mirada
atravesaba las capas de la cebolla
del tiempo
en un mismo rechinar
en la misma fluctuación a través
del aire de las eras
y estaba en el zumbido y el destello
en el reflejo del agua
y en el agua
en cada punto del círculo
y fuera del círculo
todo era pupila abierta hacia adentro
y hacia afuera
*
y cuando iba a cantar cayó aquel grano de oro
de su sedoso pico
y estalló la luz
De «Todo ojo tiempo» (Ediciones El Callejón, 2023)
El poema que pasa: el tiempo
El mundo es leve. Lo sé por el canto de los pájaros. Cuando descorro la cortina a veces lo veo esconderse, medio sombra en lo invisible. Un poco se parece al tiempo.
Después están la tierra, las casas, el alumbrado público, los árboles que tiemblan a medias. Los camiones ruidosos y acorazados. Los monumentos. Las rocas enormes que suelen desmoronarse en un gemido.
Es leve, pienso.
Este es un poema en el tiempo. Y ya ha pasado.
Ahora amanece en mi cuarto, el mundo. Tiene la forma de un retrato y un ropero. Arrastra conmigo las nubes del sueño.
Abre su doble ventana.
Estoy solo y vivir es un evento sin grandes novedades.
Excepto nacer.
Excepto morir.
Todo lo demás son experiencias.
La experiencia de la cópula. Tocar un sexo hinchado, deseoso, lúbrico.
La experiencia del miedo. Del salto. De la mano apretando al alacrán.
La experiencia en el tiempo: una almeja elaborando su perla, las monedas para el barquero.
Ahora es otro día que amanece y llueve. He venido para decir: el tiempo, esa serpiente que se regurgita. Cada quien ha venido para estar en el tiempo. Hasta congregarse en una asamblea todas sus edades
Cada quien es la trama y es el hilo y sus hebras.
¿El destino? Una marca en la espalda que señala dónde la flecha debe clavarse.
He venido a hablar de eso. A decir: nos trasciende el tiempo y se nos rompen los ojos cuando avanzan la distancia y los asuntos.
Somos más huesos en el tiempo que carne. Más intimidad que pensamiento.
¿Por qué no vamos a cultivar las flores del delirio? Dios todo ojo tiempo.
¿Por qué no vamos a remover la llaga,
a temblar frente al fuego años más tarde?
Pero espera, Juanito. Afuera llueve. ¿Ves? La lluvia siempre es blanda, casi dócil. La lluvia es un animal que gime, un animal sin cuero.
Y es verano y lo pájaros rompen contra las ventanas semillas ruidosas.
Es verdad que hemos pasado por el ojo de una aguja. No me traigas el hilo cortado todavía, mano que teje y estira el cordel. También es el ojo del tiempo de las pequeñas existencias: el gusano que ayer quité del interior de la manzana, el mosquito que perseguí en un rapto de furia, el escarabajo que confundí con una cucaracha y que quedó aplastado en la incierta sombra amanecida. Y nosotros mismos, atravesados, atravesándonos, la invisibilidad del aire, llenándonos los pulmones por primera vez para que salga esa oscura bola de llanto que luego haremos rodar para siempre delante nuestro.
¿Qué decía? Sí, la lluvia. El magnífico cielo sombreado, cargado de nubes a veces tan leves como los frutos que niegan las semillas cuando el surco lleva un terrón quebradizo. Afuera de este cuarto llueve y fuera de este poema. Fuera de tu lectura, criatura que lees. Nunca te mojará esta lluvia.
Nunca será propicio el mundo.
Oigamos la lluvia, ese animal que se despeña. Todo en ella es intemperie. Y a veces la casa es una espalda atravesada por una caravana de desconocidos.
Y tu pie pisa la arena de la metáfora, entonces.
Pero no pisarás la lluvia, ese país todo espalda, ese animal todo caída, todo unísono, todo pluscuamperfecto. (Otra vez llueve y ya ha llovido)
Crepita llena de una blanda violencia, digamos, sobre este hastío: la vida.
O digamos, crepita con voces de rana sobre esta maravilla: la vida.
Una de las dos debería ser el camino por el que siga el poema. ¿Qué dices, lectora, lector, que has llegado a esta encrucijada?
Esta es una pregunta en el tiempo. Cuando la resuelvas escribe un largo telegrama. Y he aquí el oxímoron que debería contener todo poema.
Afuera ha sonado el chistido de un pájaro como si fuera una chispa que prorrumpe su incendio.
Otra vez amanece. Pasan los días, se engarzan y resbalan por el hilo del tiempo.
Este es un poema sobre el tiempo, dios sólo ojo.
Ojo cabeza de ojo.
Todo ojo tiempo.
Toda esfera ojo.
Un montón de ideas confusas, tal la carne cuando comienza a despertarse al deseo. Se desea una vez y no es el amor, ni la primera novia, ni el primo hermoso, no. Una sola vez se desea y no hay molde para ese deseo. Es algo rabioso y urgente sin forma.
Un golpe súbito que es agua brotada con tal violencia que se rompe la piedra. No es río, no es río. Es agua que sale por primera vez.
Sobre el tiempo y en el tiempo discurre este poema.
En su piedra de sacrificio, ¿acaso el cordero e Isaac, no eran un mismo pelaje temblón, una misma mirada de luz enlloviznada?
Confiadas y tímidas son las criaturas estúpidas. ¿No se levanta en minutos el animal que nace de útero y corre a esconderse debajo de su madre? Excepto la criatura humana. Más que nacer se la expulsa.
Es una imagen proyectada que debe romperse a sí misma.
Porque en principio es pura analogía de un espejo.
El amanecer otra vez se abre en los gritos de los pájaros. Ahora vuelvo al escarabajo que confundí y maté al verlo correr en la entresombra del cuarto. Lo aplasté con un zapato tal se hace con las cucarachas.
Un golpe seco, veloz, preciso.
Y más velozmente la duda porque aún en la sombra no se había desplazado con la velocidad de la cucaracha. Se escondió detrás de una de las patas de la silla al verme sombra, en la sombra, abalanzada.
Y ese horror de lo irremediable. De repetir lo que ya se dijo, con leves diferencias, con otros materiales porque no aprendemos a manejar el fuego y siempre
incendiamos las cosas:
De «Gánimeth»
Antes de Gánimeth
La tierra agotada nada tenía ya para ofrecernos
apenas roca
y terrones que araba el viento
y oscuros prodigios
crías con las cuencas vacías
peces con lenguas de víbora
perros con dos cabezas
que llevaban el idioma del demonio y del ángel en su ladrido
pero nadie sabía diferenciarlo
*
echamos cenizas en nuestra boca
y dimos grandes lamentos
“ah tierra que te secas como una ubre enferma”
“no nos arrojes el hueso de la expiación”
“permite que tu frente y nuestra frente se junten nuevamente
y bailen”
pero nos dio la espalda como una amante que repudia
la boca que la ha herido
entonces nos acordamos de Gánimeth
*
la desenterramos de antiguos libros
y viejas memorias
con manos y lenguas
la extrajimos
ah, una piedra preciosa
hecha de leche
y miel
y ríos de fina cintura boreales
y apacibles brisas
cielo soleado y noches que se elevan como el humo del sándalo
repetimos su nombre
tantas veces que se nos endulzaron los labios
ENTREVISTA
Gilgamesh: Jota, tu obra, «sombra de dos colores», rimbaudiana («je est un autre»), creación que se deja atravesar por todo lo existencial, «rosa orgiástica», (des)arma la percepción de «la realidad», corroe «los metales terrestres» y (des)en(ex)traña «La vida, ese humo azulado./ Y el tiempo, viento que lo difumina». ¿Dónde y cómo empezaste este trabajo, este corpus, esta vida en y con la poesía?
Jotaele Andrade: Recuerdo cosas muy puntuales de las situaciones, de los acontecimientos, de la niñez, climas que dejaba, no sólo la realidad, si no formas de aperturas donde los sentidos aprehenden lo que sería muy penoso llamar experiencia.
Una lechuza girando la cabeza en una palmera y el apedreamiento por parte de niños, esa situación la recuerdo como si un pozo se desmoronara, un clima de desmoronamiento, como si ese griterío y esas piedras rompieran el día en mí. Recuerdo estar vestido con alas y sentir una atmósfera de liviandad, un aspecto volátil que se me quedó en algún lugar. Una atmósfera de piedad y desolación cuando pregunté por qué el ciruelo estaba seco “porque fue maldecido por una gitana a la que tu abuelo no quiso darle agua”. Recuerdo como un latido que pulsaba toda una escena de niños, niñas, madre, sol, juncos, agua viva del cauce, espesor de la luminosidad, las voces, las risas, los gritos, los comentarios, el eucaliptus frondoso y lento, el pez enorme que se le escapó a mi hermano mayor, el agua levantada por manos infantiles como si cantaran aguas y niños, es un clima que está en mí que cuando recuerdo es lento e intermitente, secuencial pero la sensación es de un latido esférico o una respiración que contra y expande.
Creo que ahí se templó el carácter poético vital, esa especie de cosa linfática que va desde mí al afuera y viceversa. Y es mi carácter cotidiano y desde ahí combato el sin sentido de la existencia, tratando de ver lo inasible, el misterio, la otredad.
Gilgamesh: Jon Fosse dice que «en el arte todo debería ser poesía» ya que esta «da un tipo de dimensión espiritual». ¿Resuenan en vos, en tu voz, estas palabras?
Jotaele Andrade: La Poesía como el flujo vital del arte, un río donde el misterio se refleja hacia afuera. Está muy bien extenderla fuera de la escritura de poemas. Dice bien Fosse, cuando dice“da un tipo de dimensión espiritual”. No sé si se lo da a las personas artistas, porque están muy en la boludez y en la superficialidad les artistas, generalmente. Digo esto desde mi lugar, claro. No hay en la actualidad artistas con una dimensión espiritual arrolladora. Hay excepciones. que yo admiro, como Chango Spasiuk, por nombrar a alguien que entra cabalmente en esta proposición dimensional. Entra y produce ese espacio. Pienso en estas personas como recintos cósmicos. Pero no quisiera que se confundiera con esos seres de la new age y esas tonteras del capitalismo individual disfrazado de pureza y tonito monocorde y bajo. No, hablo de la movilización de ese recuento de células que somos a través de una fuerza que crea y te quita de la estúpida dimensión yoica, de las categorías mundanas del éxito y la carrerita, y la clase social. Y eso no se ve mucho. Hay mucho poeta alfabetizado pero no divinizado. Y esas mediocridades se pueden ver, tanto en lo local como en lo internacional. Se invitan siempre las mismas personas, se aplauden en los mismos círculos y así.
En lo personal trato de que lo que escribo tenga alma, que la palabra sea encarnada por ese misterio que levanta mundos o las sensaciones de mundos. Supongo que eso es un poco la representación de eso que llamo Poesía.
Gilgamesh: Desde «Los metales terrestres» (2014) hasta «Los hechos» (2023) se (des)envuelve una mitología que se trasvasa y fermenta de un libro a otro. ¿Fuiste pensando, en este derrotero, los poemarios en series, en diálogos que se suceden en sus búsquedas estilísticas-temáticas?
Jotaele Andrade: El primer libro que publiqué fue «El salto de los antílopes», con ese título quería significar el movimiento, no cualquier movimiento sino uno abrupto, y a la vez requería cierta riqueza semántica. Por un lado el salto del juego, el salto al escollo, el salto de la huida tanto del fuego como del depredador. Y elegí al antílope porque pertenece a la categoría de presa y hay una diversidad de tipos, así que de algún modo se vuelve abstracto y da en la dimensión misteriosa de lo poético. Es un libro escrito exclusivamente para publicarse. Tenía muchos otros pero sucedía una intimidad en ellos, lúdica, personal, de búsqueda, de construcción de mi ámbito subjetivo poético que no quise compartir para no odiar ese libro más adelante. Y además ya tenía una edad, casi cuarenta años, que me pude permitir ese grado de resguardo para conmigo y ese grado de resguardo para quienes me leyeran. Es muy difícil decir este tipo es Jota, cuando se me lee. Jota es una entelequia, una forma que me permite resguardarme de mí y de los demás, de algún modo. Creo que ahí comienza esa mitología que proponés. Claro que después suceden los libros donde la voz se va asentando, uno comienza a tener intimidad con ciertas palabras, con ciertas imágenes, las frota y comienzan a iluminar las ideas y las mitologías y el yo poético se va irguiendo de un modo más seguro. Va tomando su dimensión. Es cierto que uno se fascina con algunas resonancias que le salen y trata de estirar ese sonido hasta la música. A veces sale bien, a veces se hace ruido. Y también la realidad hace lo suyo en el canto particular. Lo otro y lo individual en pugna. ¿Digo lo que me pasó con eso llamado amor, sacado de su ropero abstracto por un ser que me ha abandonado o digo el horror que produce el capitalismo, la ciencia al servicio de los poderosos? Mi lengua razona sus cantares en esas imbricaciones, en esas tensiones de la intimidad. Y trato que esa intimidad esté en la intemperie. Es muy fácil resguardarse en el caparazón. Con estas consignas los temas se modelan solos casi. Y el estilo varía un poco pero es reconocible muchas veces entre los modos de escritura que me salen.
Gilgamesh: Alejandro Michel decía que «cuenta la poesía que cuenta». Lo lírico y lo narrativo se imbrican en tu obra. Tus versos de «largo aliento» conocen lo que fue y se hizo en la tradición poética. ¿Nos contarías el proceso creativo de alguno de tus libros y cómo esa tradición que decantó habita en ellos?
Jotaele Andrade: Trato de ser un buen lector. No sé si dentro del ceñimiento intelectual a lo que me impresiona artísticamente porque mi cabeza trabaja de un modo alocado y torpe a un mismo tiempo. Yo siento que es una especie de animal con muchas patas que cuando se emociona esas patas se lanzan a correr para todas direcciones. Supongo que es un modo de tratar de acceder al todo. Pero en esa confusión las imágenes que puedo vislumbrar provocan la escritura y el modo de pensar el mundo que tengo. Qué sé yo. Las imágenes del sueño son la dimensión del mundo, de la realidad, más suelta que dispongo y en esa maleabilidad canto y escribo. Supongo que soy un lector básicamente emocional que a veces depura con lo intelectual, con el pudor propio también para no andar diciendo estupideces en la escritura. Puede decir estupideces el tipo que soy. Y en esa emocionalidad que se basa principalmente en revelaciones de imágenes puedo ver el hilo de una historia, de un poema. Me gustan mucho los personajes. Crear personajes que muchas veces los sueño yoicamente. De algún modo soy muchos de esos seres que sueño a veces tercerizados, a veces siendo ellos. Y otras veces soy un guante que ellos utilizan para ser.
En cuanto al proceso de escritura. Muchas veces hay un conjunto de poemas que dispone de una potencialidad particular. Pueden ser unas mismas palabras que se repitan y den un ritmo. Puede ser una temática unitaria. Puede ser una idea que voy desarrollando. También algo que se entrevé en el libro anterior pues, muchas veces, hay un poema que tiene un pie afuera del tono general del libro. Y esa es una señal de lo que viene.
El lirismo me encanta. Puedo estar escribiendo con otro tono pero siempre un hueso de luna en la cornisa se me va a colar en el poema. El lirismo como una emoción reflexiva o/y viceversa, una reflexión emocionada. No que hable de mí en tanto autor de eso que estoy diciendo ni experimentador de lo dicho, que hable de lo común, otredarse podría ser el término.
Gilgamesh: He tenido el privilegio de asistir a tus lecturas. Y de sentirme espectadora y partícipe de una ceremonia, de un ritual que actualiza un tiempo pretérito, primigenio. Digo mediumnidad, poner el cuerpo, dejar que la voz sea crisol, alambique, que la poesía devenga alquimia. ¿Qué podés decir al respecto? ¿Sos consciente de lo que generás en esa instancia?
Jotaele Andrade: Qué difícil contestar eso y permanecer inmutable con la experiencia del cariño que llega desde ahí. No sé. Desde que recuerdo leo así, sobreponiéndome a la timidez y a la exposición. Yo amo el verso aquel “¿Conoces tú la flor de la batatilla,/ La flor sencilla, la modesta flor?/
Así es la dicha que mi labio nombra;/ Crece a la sombra,/ Mas se marchita con la luz del sol.”Puedo responder que tomo la lectura como el músico toma el escenario y desde ahí intento arrastrar todo. A lo río loco. No me interesa leer una lista de palabras. Quiero decir cosa viva, por eso dije que trato que mi escritura tenga alma. Si tiene alma, eso baja a la carne, y soy esa materia, y ahí soy materia inflamada. No pretendo saber mucho qué pasa ahí arriba. Sé que hay una vehemencia verbal y corporal. Supongo que eso es parte de mi carácter también y en la lectura sale con naturalidad.
Gilgamesh: Como lector y escritor, ¿cómo ves y vivís el momento actual de la poesía y lo poético? Hay proliferación de lecturas, talleres, ediciones, concursos... ¿Qué lectura hacés de este fenómeno?
Jotaele Andrade: Una vez, luego de leer muchos poemas con un uso similar de las palabras escribí “una luciérnaga más no cabe en la noche”, creo que es lo poco que quiero decir respecto de la escritura actual. Y que hay algunas voces que siempre me parecen que logran algo más o que aspiran a algo más, que son un puñadito de aire fresco y las nombro siempre. Ahora quiero sumar a Susana Cella, Alberto Cisneros, a Gabriela Troiano, a Aníbal Costilla, Sergio Leandro, Cristina Daian, Mario Castells que tienen una geografía íntima, la rosarina y puede leerse su obra desde esa tradición, que sospecho es la más fuerte en cuanto a desarrollo y continuidad, y la geografía del Paraguay, Ángel Oliva, de la mismísima tradición rosarina. Junto con las demás personas que menciono, siempre hay algunas que se me escapan, claro, son para mí la poesía actual. Todo lo demás lo siento ruido y prestamos de influencias del tallerismo, del grupete internacional que se autoinvita siempre, de los concursos donde casi siempre ganan los mismos, de las influencias editoriales, de los ciclos donde invitan a tirios y no a troyanos, en fin. Es un panorama desolador el que veo. No siento un “momento actual de la poesía”, hay un cambio de época que tracciona la escritura hacia una intimidad demasiado tonta y cursi, y para operar dentro de estas dos dimensiones necesariamente las palabras no deben tener el fondo semántico y poderoso que tienen si no que se ajustan al tono moconorde de la cotidianidad. De todos modos creo que así como las canciones actuales sólo tienen ritmo, la base rítmica y lo demás ha sido borrado, con la poesía pasa algo similar. Son palabras dentro de un estructura celular yoica pero que comparte con los demás el código de época, cero metáfora, cero lirismo, cero imágenes con cierta inclinación filosófica, cero multisignificancia..
Reconozco la dificultad de poder abarcar toda la escritura actual. Se escribe demasiado, se publica demasiado, se aplaude casi todo, se critica poco y nada. En esa marea que se me escapa probablemente deben suceder voces interesantes resonando.
Todo lo que enumerás, lecturas, talleres, ediciones, concursos y agregaría festivales y presentaciones no es la Poesía. Eso es la feria de las vanidades. Con excepciones, son lugares de encuentro.
Gilgamesh: ¿Cómo es trabajar con la obra de otros poetas en tu rol de tallerista?
Jotaele Andrade: He descubierto que lo hago muy bien y con entusiasmo. Sé respetar el tono ajeno de la voz, no soy invasivo con mi modo de escritura. Y suelo acertar en las sugerencias. Además, muchas veces viene con la añadidura del divertimento y la charla sobre otras cosas. Me es liviano, quiero decir y aprendo mucho a un mismo tiempo.
Gilgamesh: ¿Cómo leés tu obra en relación a la poesía que se está escribiendo? ¿Ves sucesores y precursores de tu ser/hacer poético en estos lares?
Jotaele Andrade: Yo la respaldo con la escritura de Rita Gonzalez Hesaynes y de Emilia Carabajal, Son dos modelos de escritura en que encuentro cierto parentesco, cierta maleabilidad verbal, imaginativa, lúdica. No podría hablar de sucesores porque para eso hay que tener una obra sobre la que haya crítica, reseñas, lecturas profundas y que debe estar consensuada como importante. A veces reconozco ciertos giros, ciertos tonos que hago en algunos poemas actuales que supongo que ocurre por algún tipo de pregnancia. Del mismo modo que nos pasa a la mayoría. A veces puedo suponer otra cosa.
De precursores puedo hablar, sí. Mucha poesía española cuando niño. Lorca, sobre todo. Y algunos poemas puntuales como «El grillo», de Nalé Roxlo; «A Carlitos Chaplin» de Baldomero Fernández Moreno; «Si para recobrar lo recobrado» de Francisco Luis Bernárdez; «La rosa mudable» de Federico García Lorca y algunos otros que tenía pegados en mis carpetas de niño casi adolescente. Y, a un mismo tiempo, las historietas. Creo que desde ahí viene esto de contar en la poesía y tantos personajes. El Indio Solari con sus letras me abrió la sombra con un relámpago. Las canciones de Violeta Parra. . Estoy hablando de mí hasta los quince años. Y luego, muchas otras cuestiones como antologías de poesía trasladada a nuestro idioma, por ej, «El Coronel Fantock» de Edith Sitwell. De ella recuerdo un verso que era como una hamaca sobre el abismo: “Yo siempre estaba un poco fuera de la vida”. Con el paso del tiempo he tratado de leer todo lo posible y, sobre todo, poesía latinoamericana en un proceso de descolonización. Eso ha hecho un viraje en la escritura y veo una cantidad abrumadora de precursores y precursoras. Puedo decir que escribo desde un lugar latinoamericano pero sin modismos.
Gilgamesh: Tu libro «los hechos» fue merecedor del Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press. ¿Cómo vivís este reconocimiento? ¿Qué aporta a tu labor este galardón?
Jotaele Andrade: La verdad que lo mandé por el dinero del premio. Me interesaba ganar eso. Porque soy un tipo que necesita comprar tiempo para poder escribir. Así que, en un principio, no me interesó mucho cuando gané la única mención que dieron. Luego me puse en contacto con Mar Russo que me cayó en gracia. Y cuando me contó que la editorial se especializaba en poesía latinoamericana, bueno, ahí tomé conciencia que era el lugar donde debía estar. New York Poetry tiene un catalogo soñado. Además me permitió conocer a Daisy Zamora, que fue quien creyó que «Los hechos» debía ser premiado. Y a Mar Russo, que es una tromba de maquinar y realizar cosas.
Así como cuido mi intimidad, también cuido mi pudor y no soy de andar esgrimiendo los premios que gané. No me siento cómodo ahí. Justamente estábamos con Mar Russo en una mesa, y había un poeta, un carlitos, que, cada vez que respondía o iniciaba la conversación, situaba el diálogo en los premios que había obtenido. A cada rato decía eso fue cuando gané tal premio, ah, no, fue cuando gané aquel otro premio. Pobre tipo. Con Mar nos moríamos de risa y de vergüenza ajena. Pero bueno, cuando tenés una editorial, editás a los que luego te premian, entonces es fácil acumular.
En cuanto a lo que aporta, el prestigio de estar en esta editorial que es muy importante donde uno se codea con poetas que admira.
Gilgamesh: Sos uno de los pocos poetas que nunca ha pagado por la publicación de sus libros. ¿Nos contarías esta experiencia?
Jotaele Andrade: Pagué una vez. A Buenos Aires Poetry. Una mala idea. Malísima experiencia. Todos los demás, bueno, gratifica que tengan esa disposición de editar lo que uno escribe. Además de confianza hay un elemento valorativo sobre la obra por la que ni dudan en arriesgar su capital. Aunque entiendo que la maquinaria de las editoriales, chicas o medianas, está muy aceitada no deja de ser un riesgo.
El primer libro que edité fue pago a través de la contribución de varias personas que decidieron que debía publicar. Tardé casi dos años en aceptar y lo hice a regañadientes porque sentía que si editaba el juego se terminaba y comenzaba otra cosa. Algo que podía ser lúdico pero desconcertado de su imaginación original. Trato de volver a aquellas escrituras pre-edición. Es un poco difícil pisar de nuevo la huella y sentir que es el paso que ha dado ese surco primigenio. A veces he logrado fundir ambos pasos pero es fugaz. Uno comienza a realizar con esfuerzo y pudor algo que se llama obra. Para entonces hay una fuga en la inocencia de los elementos y quiero decir que el mundo personal se contamina un poco de eso que está del otro lado, no dispuesto a encontrar lo que editás sino entregado a su montón de subjetividades y circunstancias. Soy consciente que casi no hay lectores de poesía que no escriban. En esa ausencia pasa casi todo lo que detesto del medio.
Hay que evitar todo lo que se pueda la tentación de editar hasta que no sientas que competís con el mejor Lorca o la mejor Selva Casal, si es posible. Mucho menos pagar para hacerlo.
Gilgamesh: Estamos atravesados por una coyuntura de crisis a nivel nacional y mundial. ¿Qué lugar tienen, la poesía y los poetas, en este escenario?
Jotaele Andrade: Lo que considero poesía no ha muerto pero está en terapia intensiva.. Hay una escritura “que salva”, que es un chasky boom en una guerra de misiles. Se tiene la idea que todos pueden escribir poesía y editar y vender su librito. Esa es la comida chatarra para el ego. La Poesía está en retirada del mundo y cada poeta que tenga autenticidad poética está extinguiéndose. El mundo que viene no necesita Poetas ni Poesía. A lo mejor la IA, que tendrá tanta información poética en sus circuitos, producirá poemas decentes y poemas buenos y habrá que ver si se dicen autores de esos poemas quienes se los soliciten. Pero, realmente, creo que viene un mundo muy estúpido donde la complejidad será evitada. Ya hay propuestas del poema como información y nada más, búsquedas que despojan al poema de todo aquello que lo hace poema, talleres y carreritas donde pregonan lo cursi y donde sobreviven Pizarnik, por el mito, la Thénon por su condición sexual.
Pero la Poesía es cosa viva y si no está en la Palabra humana seguirá en todo aquello que nos es ajeno y no podemos comprender ni aprehender.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en
entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Jotaele Andrade: Dejar de llamar Poesía a los poemas, puede ayudar. Sobre todo formar lectores. Fomentar el espacio para que colisionen, sin espantar, la imaginación propia y la de aquello que se lee. Dejar de hacer esos ejercicios de escritura en las escuelas para que la muchedumbre escolarizada escriba. Si hay poetas, aparecerán por la lectura, por la tensión que produce eso que pugna y busca su desciframiento en la subjetividad, porque una florecita o un canto o un modo de moverse de las hojas harán su trabajo. El/la Poeta es como Lázaro, está como muerto en sí, en su paquete de células o dormitando o es una semilla en lo oscuro y es llamado por la luz. Y se revela
La lámpara no es un foco que se enciende porque se aprieta una perilla.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Jotaele Andrade,Argentina 1974.
Creció entre las ciudades de Mar del Plata y Azul. Llevó a cabo diversos ciclos literarios, ciclos periodísticos y el Festival y Acampada poética de la ciudad de Azul. Vive en CABA. Lleva publicados «El salto de los antílopes» (El mono armado, 2012), «Los metales terrestres» (añozluz, 2014), «La rosa orgiástica» (añozluz, 2016), «El psicólogo de Dios» (Qué diría Víctor Hugo, 2016; versión ampliada Kintsugi editora, 2018), «Sombra de dos colores» (Buenosaires Poetry, 2018), «Todo ojo tiempo» (Ediciones El Callejón, 2023) y «Gánimeth» .

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