martes, 7 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a ALEJANDRA MENDEZ BUJONOK

(Publicado en la página de Facebook el 12 de octubre de 2022)

Alejandra Mendez Bujonok nació en 1979 en San Cristóbal, Santa Fe. Escritora, agitadora cultural, tallerista.
Crédito de la foto Luisina Raffo
En sus respuestas a nuestra entrevista, Alejandra dice:

«Amo la poesía desobediente de su tiempo. Como lectora busco los caballitos retobados, lo difícil, lo que me incomoda intelectualmente, lo que me provoca desazón, abre a las preguntas y me interpela».

SELECCIÓN DE SU OBRA

Caracola
Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted.
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.
***
De la manera en que me salvo
No uso reloj en la muñeca
(es triste el mundo de los ajustados)
No uso gafas oscuras de sol
(es triste el mundo de los escondidos)
No uso paraguas de la lluvia
(es triste el mundo de los protegidos)
Me salvo así
(o eso creo)
De pensar el control de los objetos.
De pensar la distancia de los otros.
De pensar que la lluvia es una maldición.
(Del libro «Tarde Abedul»)
Todavía creo estar en una niebla.
A veces pienso que eso es el corazón del hombre,
un espacio húmedo, mecánico, que perdura lo justo.
A cada quien su estela oscilante,
a cada quien su pulsación matinal,
a cada quien su niebla, corazón.
***
Los nietos corretean poráhi
con un elástico tumulto infantil.
Los tempranos en el mundo
son alegres como los picaflores,
hiperbólicos con su zunzún,
sobre todo en el celo, y esa especie
de U universal.
Pobres bichos, tanta tala,
tanta tonta mano humana.
***
¿Quién no ha muerto una mañana
de puro hastío?
Yo veo el pájaro de mal agüero
más seguido de lo que quisiera.
Yo tengo un pájaro en el corazón,
no puedo dejar de mirar,
tengo un corazón en el pájaro,
y no comprenden de raíz
aquellos que se burlan
de nuestras historias,
aquellos que se florean,
en pos del arte, en pos del metal.
Pacharacos que llenos de nada
van con sus plumones inútiles,
ríen a carcajadas abriendo
la boca y tirándose hacia atrás.
No ha de haber tristes más largos
que los ruidosos, ¿viste vos?
No iluminan, Cuchúa, encandilan
para enceguecer.
(Del libro: «Charlas con Cuchúa»)
Que arroje la primera piedra
Ese animal no calma su hambre comiendo.
Tiene las ramas torcidas desde siempre.
Nadie ha podido calmar la pena
y se le enquistó en tumor una rabia,
estrella que estalló llevándolo todo.
Creció en voracidad la noche
de su corazón.
Los aprendices
Dijo el silencio de Wang-Fô
que nos detengamos a contemplar los astros,
que aprendamos del mundo de las palabras:
ellas son las creadoras de las cosas.
Ruiseñores en colonias llenas
de humanos extraviados,
¿sabremos cantar en las aristas del mañana?
El río
Las tardes no son bombas aquí
pero nos llegan noticias desde lejos.
La tierra es un lugar terrible,
un desolado campamento de idiotas
que olvidan en mitad de la noche canturreando.
Mi cuerpo ya no existe entre el gentío,
desaparezco firme en la extrañeza.
La sangre nunca fue un río eterno.
Rhizanthella
para Fabiola
Por los caminos del agua en busca del silencio
las máquinas son máquinas secretas.
Como una Rhizanthella, sin romper
jamás la superficie de la tierra,
florecen por lo bajo aquellos rayos.
(Del libro «Rapsodia descontenta»)

ENTREVISTA CON LA AUTORA

Gilgamesh: Alejandra, tu poesía nos sitúa en una geografía que pivotea entre lo rural y lo urbano. En ella el oído se abre, el paisaje de y en lo cotidiano dan cuenta de voces silenciadas, marginales. Las palabras «creadoras de las cosas» fundan una cosmovisión de resistencia y memoria. ¿Podrías contarnos cómo fuiste armando este universo en cada uno de tus poemarios?
Alejandra Méndez Bujonok: Sí, creamos desde una especie de aldea personal, lo que se lleva adentro, en la sangre, en la experiencia y en la memoria; pero no se acota a eso, hay una vuelta más que tiene que tener el gesto poético, la captura universal.
En «Tarde Abedul» el mundo es un armado del árbol genealógico, donde la voz se ramifica desde la raíz hasta la copa. Las preguntas rondan por mis ancestros, por lo familiar, la cuestión de la herencia, lo dado y lo construido, aquello que se recibe y lo que se hace con eso. Lo traumático en lo individual y en lo social, y como una posible respuesta, la idealización de la palabra, la poesía como el lugar supremo, como un páramo del lenguaje.
En «Charlas con Cuchúa», el mundo que se abre es el de mi padre, es un libro escrito en pleno proceso de duelo, donde lo que apareció era la voz de él y la seguí. Un desdoblamiento en sus narrativas, rescatando la sabiduría de los cuchúas, los marginales. En el proceso vinieron palabras viejas, musicales, hermosas.
En «Rapsodia descontenta», el dolor se hace presente donde la muerte (propia y de los otros) es un respiro, una solución a la tragedia de existir. Escribir duele, es un desgarro que se decide atravesar, elegí encarar esta Rapsodia y durante todo ese tiempo yo sufrí hasta que vino el cierre del libro. Fue escrito previo a Cuchúa, en la voz se nota una búsqueda entre «Tarde abedul» y «Charlas con Cuchúa» como no habiendo abandonado del todo la primera y como intentando la decantación última.
Gilgamesh: Los árboles y los trenes -lo que persiste y lo que atraviesa y muta- están presentes en tu poesía. ¿Cómo llegan a tu poética?
Alejandra Méndez Bujonok: Llegan de manera natural, desde los paisajes de mi infancia. Jugábamos por horas montados en esos refugios de ramas y copas, que llamábamos casas, y vivíamos en los lomos de aquellos gigantes de hierro abandonados. Tanto en los trenes como en los árboles fluíamos en libertad, de alguna manera yo sigo ahí, lo que persiste y lo que cambia están en diálogo constante. Pienso como Joyce en esto de «no hay pasado, no hay futuro; todo fluye en un presente eterno». Son elementos recurrentes en mi poesía porque están en mí.
Gilgamesh: Tus libros - «Tarde Abedul» (La pulga renga, 2013), «Charlas con Cuchúa» (Editorial deacá, 2018), «Rapsodia descontenta»- son universos cerrados. ¿Qué búsquedas se sostienen en cada uno de ellos? Entre uno y otro libro hay años de silencio. ¿Sos de escribir, dejar reposar, corregir, reescribir? ¿Cómo son tus tiempos de escritura y de edición?
Alejandra Méndez Bujonok: Son universos, más que cerrados, únicos. Cada uno de ellos nació de una necesidad; de una obsesión, diría Cesare Pavese, que hay que dejarla ser. Una se adentra en ese espacio, en ese nuevo tono en el que se conjuga la forma, y eso lleva su tiempo, por eso sí soy de dejar hibernando los poemas y luego volver a ellos con más frialdad y precisión de cirujana para reescribirlos. Hay veces que el tiempo decanta en ellos y en realidad no les hace falta nada, no se los puede tocar más, y hay otras veces en que es necesario pulir, podar o acomodar. Llega un momento en que ese cuerpo de poemas te dice hasta acá y la obsesión se va yendo, la voz se calma y se da por terminado el proceso. Pero siempre hay que estar atenta. Es cosa de todos los días. Nunca dejé de escribir entre libros publicados, incluso puedo darme cuenta si tengo el inicio de otra cosa ahí. El silencio es necesario, como el espacio, para crecer. No me interesa publicar por publicar. Tengo que sentir el llamado a compartirlo. Hasta ahora se me ha dado de manera bastante mágica, donde me han pedido libros, me han ofrecido publicar y yo estaba con el deseo de hacerlo, así de simple y hermoso
Gilgamesh: Poeta y gestora cultural. Tallerista. ¿En ese orden? ¿Por dónde comienza este derrotero literario?
Alejandra Méndez Bujonok: Ese orden no está nada mal. De niña, en mis primeros intentos, supe que siempre iba a escribir. Amaba los diarios íntimos o los cuadernos que llenaba con velocidad. Los sigo amando, aún escribo a mano.
Cuando jugaba con mis amiguitos, ya oficiaba de presentadora de artistas en concursos, guionaba las historias que los otros representaban, era la productora de una radio que habíamos creado o la directora de la comparsa del barrio. Me gustaban esos roles, los detrás de escena y es un poco lo que seguí haciendo casi naturalmente. Más que gestora o productora, prefiero que me llamen agitadora cultural. Eso soy. Creo que me representa más la palabra. Adonde esté la movida, ahí estaré de una u otra manera.
En Rosario, empecé casi al mismo tiempo. Asistía al taller de la poeta Concepción Bertone quien me ayudó con la búsqueda de la voz en mi primer poemario, y cuando conocí al poeta Hugo Diz, me ofreció la coordinación de un ciclo de lectura: «Poesía en los bares». Desde ahí no paré de difundir, tanto con ideas propias o con propuestas de amigos y compañeros.
Lo de coordinar talleres vino después, como una instancia necesaria, es que hay un momento en el que es propicio compartir lo que una fue aprendiendo. El diálogo y el intercambio con gente que tiene la misma pasión enriquecen el alma.
Gilgamesh: Desde tu lugar elegido, Rosario, conectás, desde la escritura y la gestión, el interior del país con Buenos Aires. ¿Cómo fuiste tendiendo esos puentes?
Alejandra Méndez Bujonok: Siempre amé difundir poesía, hice lo que dictaba mi corazón, no fue muy pensado. Puentes de un orden pulsional en todo caso, un andar, un modo de vida. Son entramados, como un tejido que va dibujando un mapa de afinidades artísticas y humanas. Todo conjuga. Imagino que hay idas y vueltas de las cosas, un orden cósmico, nada más. Soy una agradecida por ser anfitriona, muchas veces, de la misma manera que agradezco cuando soy invitada.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas fueron marcando tu identidad poética? ¿Qué lecturas acompañan la escritura de tus poemas? ¿Trabajás tus textos en solitario, hay instancias de taller de corrección, de compartir con lectores amigos un primer borrador?
Alejandra Méndez Bujonok: La identidad poética es siempre camaleónica, según las épocas. En mis primeras lecturas poetas como José Martí, Alfonsina Storni, Antonio Machado, Gabriela Mistral. En mi adolescencia me acompañaron Alejandra Pizarnik, Fernando Pessoa, Olga Orozco, Antonin Artaud, Charles Baudelaire, varios de los poetas malditos, filósofos como Unamuno, Nietzsche, María Zambrano, Simone Weil.
En mis épocas universitarias leía a Marguerite Duras, Diana Bellessi, Juan. L Ortiz, Cesar Vallejo, Paul Celan; poetas polacos como Czeslaw Milosz o Wislawa Symborska; mucho psicoanálisis; muchos libros de ensayos.
En el ahora estoy enamorada de José Watanabe, Blanca Varela, Glauce Baldovin, Estela Figueroa, Cristina Peri Rossi, María Negroni, Raúl Zurita, Beatriz Vignoli, Sonia Scarabelli…la lista es larga.
Las lecturas que acompañan mi escritura son, por lo general, lo que estoy leyendo en ese momento, a no ser que un verso, una imagen o una palabra me lleven a la biblioteca en busca de algo específico.
Trabajo en solitario pero corrijo en colectivo. Comparto mis primeras versiones con amigos poetas que respeto, con instancia de talleres con maestras o maestros que admiro. Otro momento importante es la mirada de los editores que terminan de aportar al libro.
Gilgamesh: ¿Te sentís parte de alguna generación poética? ¿Cómo ves el panorama actual de la poesía?
Alejandra Méndez Bujonok: Puedo sentirme más en consonancia con poetas líricos de mi generación, notar algunos puntos de confluencias, pero no lo sé con exactitud, no me gusta encasillarme. Me encanta la idea de tribus conviviendo con sus diferentes matices y cantares.
Siempre me sentí bastante anacrónica desde mis lecturas, mis recortes. No sé muy bien qué decirte de lo actual. Salvo que la buena poesía, en cualquier tiempo, reluce «callada como un burrito andino», diría Gelman. Dudo de algunos poetas de famas virtuales y en el aval de otros por el conteo de seguidores. La poesía es mucho más que eso. Me cansa un poco la literatura del yoyó, la hecha para la diversión o para el agrado de los contemporáneos, para el mercado, esa idea de escribir el tema de moda o lo que todos deben hacer. Como Baudelaire, me aburro de los libros que entretienen. Amo la poesía desobediente de su tiempo. Como lectora busco los caballitos retobados, lo difícil, lo que me incomoda intelectualmente, lo que me provoca desazón, abre a las preguntas y me interpela.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos
de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma
(palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado
esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica
de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas
y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el
llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a
esto el «lazo perdido».
¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Alejandra Méndez Bujonok: Sí, acuerdo en parte con esa mirada de Steiner. De todas maneras, lírica no es igual a intimista, intimista no es igual a hermética, hermética no es igual a desentendida. El peor de los ismos en estas épocas, creo que es el individualismo o el narcisismo. Por eso tal vez la reparación podría venir ni más ni menos que de la lectura, tal vez hacia atrás, a las fuentes.
La poesía tampoco necesita de un “gran público”, desconfío de las masas, en ese sentido, la poesía solo necesita amantes y de los buenos.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA

ALEJANDRA MENDEZ BUJONOK nació en 1979 en San Cristóbal, Santa Fe. Reside en Rosario. Estudió psicología en la UNR. Es escritora, productora cultural, tallerista. Coordinó los ciclos de lecturas: «Poesía en los Bares» (auspiciado por la Secretaría de Cultura y Educación de la ciudad de Rosario); el recordado «Poetas del Tercer Mundo» junto a su amigo, el poeta Leandro Llull; las primeras trasnoches del FIPR (Festival Internacional de Poesía de Rosario); el ciclo de lecturas en la Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez, entre otros.
Fue curadora de importantes festivales como Grito de mujer (edición Rosario, Argentina) junto a la poeta Mariana Vacs; El espinal, encuentro de escritores jóvenes del norte santafesino, 29 Festival Internacional de Poesía de Rosario, junto a Cristian Wachi Molina, Primer Festival Salvaje (edición fluvial) junto a la librería Salvaje Federal y a la escritora Dahiana Belfiori, y el Melopeas Fest (Festival. Nacional de Poesía y Música) en el Complejo Cultural Atlas, donde co coordina el área letras, junto a la poeta Vicky Lovell.
Ha sido invitada a leer en Festivales de Poesía nacionales e internacionales. Integra numerosas antologías.
Fue declarada Artista Distinguida por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe (2019)..
Publicó los libros de poemas: «Tarde Abedul» (La Pulga Renga, Rosario, primera edición 2013, segunda edición 2015), «Charlas con Cuchúa» (Editorial DeAcá, San Luis, 2018), «Trece maneras de enfocar otro pájaro» (Ediciones Arroyo, Santa Fe, 2019) «Rapsodia descontenta» (CR editorial, Rosario 2022).
Fue traducida al francés y al polaco.
Actualmente coordina talleres literarios en diferentes espacios de su ciudad y presenta, cada domingo, «El elixir de las uvas», un segmento dentro del programa de radio «El barco ebrio» por Radio Universidad Rosario.

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