GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a ANÍBAL COSTILLA((Publicado en la página de Facebook el 31 de julio de 2024)
Aníbal Costilla nació en El Mojón, Pellegrini, Santiago del Estero, Argentina, en 1980. Es docente, escritor y editor.
En la entrevista, Aníbal, dice:
«Pienso que la poesía es conocimiento del otro. De aquello que no somos, pero que nos conecta con algo superior, sagrado, y nos sosiega cuando pensamos que compartimos la ligazón de lo real, la existencia concreta y compleja en un tiempo y espacio siempre misterioso. »
« Desde el monte, casi en sentido literal, surge esta voz que necesita expandirse hacia otras latitudes. No es un acto de pedantería, es un objetivo.»
SELECCIÓN DE SU OBRA
ANIMALES
Eres el cuervo comiendo mis ojos,
la mentira final.
Hacia el mediodía
las sombras han cubierto el paisaje.
Se escuchan los acordes
de una armonía que se fuga.
En el universo oblicuo de tu boca
brilla la memoria de un amor que se fue.
(Mojonerías, 2007)
Comprensión
Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías…
OLGA OROZCO
La muerte es polvo que espera.
Me detengo a las puertas de la noche
(para no morirme de mí mismo, sin vivirme):
y olvido la infecunda condición original.
No sólo huyo de mí sino que también
busco un otro yo: que me conmueva,
me enoje y me transforme.
No sólo busco nombres, también sombras.
No sólo estoy solo sino que me abro al mundo.
Me dispongo para que me odien
y me amen, para rendirlos.
No sólo entrego el alma, doy la desesperanza:
soy el constructor y el mensajero de mi conciencia.
No sólo intuyo el nacimiento,
formo parte de la muerte.
Cansada mi vida diaria me entretengo en naderías,
recorro el derrotero siniestro de las correspondencias.
Me aprisiona la desmesura de lo nefasto,
lo inarticulado. Al igual que los cristales
mojando tu piel que añora la luna extraviada,
soy un cielo con aves imaginarias, con vuelos poderosos.
Sin fatiga recorro el laberinto azul de tu pulso y tu sangre.
Me confundo en la arena de las manos
que no trabajaron nunca, viajo de ciudad en ciudad
para ver a los mendigos, a los marginados:
todos los sufrientes me deparan la paciente visión.
Soy, sólo soy: no quiero ser otra cosa
que me obligue a olvidar,
espero continuar mi marcha hacia el mar sin fin:
la fe. Sé que al final de la espera
no podré ser más, ni menos.
Sé que en los minúsculos intersticios del amor
se esconde la pena insoslayable.
Nunca abracé porque no tuve brazos fuertes,
pero merezco una mirada
que me abrigue y me ame.
No desfallecí ante los ojos con luciérnagas.
Humedezco mis labios en esta noche de pasión y vino,
porque, perfectamente, sin dioses intermediarios,
comprendo que la muerte es polvo que espera.
(Historia del Vacío, 2009)
Adiós
Me iré.
Sin el grito rocoso de mis muertes,
sin mis soledades, sin mi soberbia.
Me iré, vacío de temores,
vacío de preguntas,
herido y musical.
Pero antes quemaré mis libros,
será volver a empezar, desde el adiós,
será el nacimiento de la palabra,
la importancia de sanar.
Antes oiré a Bukowski una noche fría,
mataré dos o tres perros,
el pitbull de mi vecino,
quizá desprecie a mi madre,
y maldiga a mi padre,
quizá ame una roca, una víbora, una ginebra.
Quizá no sea demasiado tarde para amar el sol,
para pudrir la poesía,
para agonizar sin tu lástima.
No volveré, eso lo sé,
y me pesa la hora del adiós.
Mañana iré a caminar por las sangrías,
buscaré la voz de arena dormida entre los nubarrones,
seré esa voz, una mueca de egoísmo inalterable.
Luego, caído y solo,
vegetal de siembra utópica,
regresaré por el viejo sendero
a besar tus labios malgastados de temblores.
Regresaré sin nombre ni apellido,
muriendo como el adiós sin origen.
(Los días solitarios, 2016)
LA LLOVIZNA SE DETIENE
La llovizna se detiene en el aire:
no necesita caer para recibirla.
Está ahí, como un racimo blanco.
Extendemos las manos para tocarla,
con cuidado, como si pudiera quemar
como chispas que saltan del carbón encendido.
Los lapachos ya no sentirán el espasmo,
sus flores también caen en violeta lluvia
sobre el suelo y por debajo de la luz.
Pronto el rocío encenderá las lámparas
cuando el sol vencido se desplome
detrás de las lomas inalcanzables.
(Memoria del canto, 2018)
digo la muerte
la tumba no es serenidad
digo cualquier tumba que se cierra
debajo de los pies que despiden lo que ya no está
hay atardeceres
que sólo sirven para despedir a alguien
pienso en mis antepasados
eternamente perdidos para mi tiempo
y en la secreta insistencia de recordar
pienso en mis hermanos y hermanas
que sin ser de la misma madre
tienen en su espíritu
el germen de la soledad
elevando los embriones del canto
y pienso y digo la muerte
no sólo la mía no sólo la anterior ni la futura
sino todas las muertes que nos están predeterminadas
pienso en la belleza de dormir un único sueño
así como mis abuelos lo hacen
esa salvación prefiero imaginar
(Dejarse llevar, 2019)
25.-
Aquí no se besan el cielo y el mar.
Aquí pega la vida, como en todos lados.
Aquí no perdemos la fe, como siempre.
Aquí hacemos nuestro trabajo, y nos entristecemos.
Aquí abrazamos sin miedo a la ausencia.
Aquí no brilla la nieve en las hojas estremecidas de los árboles.
Aquí los cerros son espejismos inventados.
Aquí la lluvia bendice más que las iglesias.
Aquí dejamos huellas, los pies descalzos,
sobre el carbón salitroso de la tierra.
Aquí nace el sol, como la brasa
que la tormenta no apaga.
Aquí el verano germina en los ríos
y los juegos lentos de los niños.
Aquí estamos nosotros, pájaros sin voz.
Aquí muere el deseo de ser lo que nunca seremos.
Aquí se origina la infancia
y esto parece eterno.
(Esto parece eterno, 2019)
III
Hay un ojo debajo
del mundo porque el mundo
necesita de ciertos prodigios
que contemplen su paso por lo real por las cosas
que son al cobijo y protección de la lumbre
el delirio de la voz apagó el fuego
de su embrión y su esqueleto, ese ojo de acción es un túnel,
un machete verdoso herrumbrado
con la lágrima del pastizal,
un carbón arde en la parrilla que cruje y chilla,
leña verde en el incendio del monte,
una herradura colgada de las puertas
para que el ángel de la pobreza pase de largo,
una pata seca de guasuncha, atada al viento
en los troncos de las ramadas, como ramillete.
El vino que eriza la piel de los domingos
y humedece la tierra labial de los campesinos, su copla,
una puerta de tiras de plástico, cortina de colores,
sujetando el cabello de los duendes sombrerudos,
la siesta que vence al párpado de los perros
y le afila los puñales al colmillo del cerdo salvaje,
el ojo del lagarto
observa el paso de la tormenta
que aún no existe
pero refucila en la piedra que profana
sin temor a sus barrancos,
el ojo de los sachalimones cuelgan del ramaje vencido,
como brazos de madres de cien hijos,
y sueltan su lágrima amarilla como el esperma de la lluvia,
el ojo se espera a sí mismo
al cruzar el río de la sombra que lo acecha durante todo el día.
(La urdimbre del miedo, 2020)
CAMPOS SEMBRADOS
El aleteo del agua
regresa en la tormenta.
Tus manos oscuras atajan al viento,
se abren sobre mis hombros
como un frasco del mejor perfume.
El silencio no existe, amiga mía,
el silencio miente.
Yo puedo volar mientras deseo,
desde la cima del Sanir
desciendo al campo sembrado
con tu carne de agua.
Se derrite el hielo en el vaso,
la mesa sostiene el mareo
como una columna.
Sin embargo un golpe
es el rechazo de los ojos,
no saben quedarse quietos.
El vendaval no puede
guarecerse ante sí mismo.
Como todo parece derrumbarse,
desde algún recóndito rincón
aparece una máscara, los reflectores
se encienden de repente.
Desde arriba
podrás ver los giros del mundo,
no existe vacío
que no lo llene la luz.
(Última oportunidad, 2021)
LICORES
vengo de dudar de lo que existe,
la carne que reconozco
tiembla en la oscuridad,
espera el mordisco del sol.
vengo del pánico interno de lo que se fuga,
la esperanza con sus precarios ojos,
la semilla con su latido prisionero,
el recuerdo unido en un hito del pasado,
el amor con sus agónicas crías.
vengo del dolor, expulsado por un rostro,
vi cómo estallaba
la esperanza
como una flor masacrada por el fuego.
vengo de lo que aún no fui,
a construir los cimientos,
aprendo los nombres de mi devenir.
vengo de la niebla,
he atravesado la noche
con una máscara
y la espada de mi voz,
me empuja el silencio hacia adentro,
me embriagan los licores de dios,
y su sombra.
(La guadaña, inédito, 2021)
LUZ SECRETA
¿De qué modo atrapa el aire
al pájaro que no habita en el cielo?
oculta en sus ropas
una canción de estrellas;
la prisa de su viento
cubre de señales
la delgadez silvestre del camino.
Ninguna voz se derrumba en sus entrañas:
el plumaje brilla
en la sombra de los árboles,
es una llama negra:
una guitarra vibra en su voz del interior,
madera de agua que alivia
la sed de un vino sin tiempo.
El agua llovida
esconde tigres en los pozos,
es un ave: llora
porque la luz secreta de lo natural
lo rebasa, y un río de sonidos
crece en el corazón, se derrama
en las orillas,
como un pez fugaz
vuela en una brizna de fantasía,
se aleja y salta
se aleja.
(Agua llovida, inédito, 2021)
PODRÍA REPETIRSE
Cuando fui la mosca
zumbando por encima del hielo que dormía
en el rostro de mis muertos
en la hora tísica, lento sueño de oscuridad.
Cuando fui el miedo a lo vivo
y a lo muerto, el babeante miedo
a caer en el abismo desconocido de cesar.
Cuando fui mi cuerpo febril y avergonzado,
inmerso en la impotencia
para caminar y sonreír al comienzo del día.
Cuando fui el ojo, miraba hacia adentro
del gusano, el tiempo
que roe las fibras rugosas del corazón, el amor destruido.
Cuando fui el monstruo, aprendía de memoria
el nombre de sus víctimas, para regresar,
huecas sus manos, y beber la sangre
de sus almas y sus cuerpos que deseaban
la doble eternidad.
Cuando fui tu cuerpo, era mi castillo,
mi nacimiento y mi hogar,
la espada para enfrentar a los demonios
ocultos en la torre.
Cuando fui mi madre y mi padre,
me besé la frente, me senté
al lado de mi cama, a velar mi insensata codicia
de crecer: lloraba y negaba.
Cuando fui Aquiles y lloré
la muerte de mi sangre, maldije
la hora que me empujó a mi destino fatal,
la muerte
y sus garras destrozando mis talones.
Cuando fui Hamlet, compungido
ante el espectro de mi padre
en Elsinore, una voz ardía en mi cabeza
lacerada por la idea de la venganza,
el mandato de la locura, la representación de la verdad, lo cruel.
Cuando fui el dolor cursando el lento aprendizaje
del placer, buscando el mérito de saltar en el vacío,
y curtirme la piel para soportar mi alegría.
Cuando fui la causa justa
destronada por el rey interés, el negocio
que mercantiliza la orfandad y la miseria,
la bronca ante el propio espejo.
Cuando fui el beduino, todo un pueblo
asumiéndose un grano de arena más
en el desierto de la existencia, guiando las caravanas,
cumpliendo mi deber de buscador, desdibujado mi rostro
por el humo de la noche.
Cuando fui mi propia voz diciéndome elige,
no pienses en las opciones, ninguna será la correcta:
elige para verte vivir,
para conocer la muerte que tenga que ser,
porque ya es todas.
Cuando fui el guijarro, un dios sin alma
me arrojó lejos en el tiempo sin rostro
ni ojos para verlo descender…
En mi postrero devenir pienso
que, un día cualquiera,
todo lo que fui podría repetirse. Mi alma es medrosa,
pero magnífica.
(Cuaderno de Nueva Esperanza, inédito, 2022)
SOCAVÓN
(EN ÉXTASIS)
En las fronteras de la noche retumba un corazón
de barro. El cuchillo del apetito
abre huellas que devoran
a quien decidió asumir su propia caída.
Cuando la expectativa
se convierte en deseo,
un íntimo e incendiario deseo de ser
secretamente
lo que se aparece
no hay nada que pueda detener
lo que supera en impulsos.
En el campo
se patea la luz de la luna
un balón deshilachado en los callejones,
o en las orillas del río
los niños
al otro lado de los puentes.
El llamado del mal emboba
y aunque ames e idolatres
y huyas y te repliegues
te atormente una religión
un estado de correspondencia con los misterios
como una tormenta en plena noche,
lejos de la casa, lejos de uno mismo
y de todo aquello que resguarda,
la voz de un espíritu puede más –pide más,
y no hay nada que el silencio
de la noche no logre vencer.
¿Dónde está la música
que memorizaba tu corazón,
en éxtasis
los ojos en colores
destruidos por sus propios movimientos?
Música, desconsolada felicidad.
Escupe la cruz, te piden,
escupe, escupe y grita.
Maldice con tu miedo.
No te oyen, no murmures.
El miedo esconde un ave maligna,
te avanza por la sombra de los ojos,
araña la piel de la llanura.
Una mata seca es arrancada de raíz.
Salvo la luz
todo cae.
No hay misterio en el arte de caer,
no hay poder humano que logre levantar un error.
Quien logre el ingreso
podrá ver: un pensamiento te bestializa.
Nunca es fácil acostumbrarse a lo horroroso.
Hay pájaros atrapados
en los brazos suplicantes de una cruz oxidada.
Picotean, picotean y picotean
el cuero negro de la madera,
las virutas son serpientes
arden como diáfanas gotas de estrellas.
Hay un tiempo para el olvido,
se muere entregando el corazón,
por eso la siesta no es buena,
lo sabe hasta el más insensato.
Sólo su recuerdo es benigno.
La siesta es mala,
una luz engañosa e irreal,
te ata como un pañuelo de chaguar en la cabeza del monte,
una puerta sin asombros,
una calle equivocada,
la consecuencia de extraviarse.
Husmea, olfatea las pisadas:
la orina es una huella suplicante.
Puede doler
no saber pronunciar las palabras
puede doler
no comprender la orden del mundo.
Él es viejo,
aúlla si te callas,
por eso eres poderoso,
aprietas el verano contra la piel del asfalto,
traspasas los muros porque eres un león herido,
exiges la verdad
acerca del origen del cielo
y de la tierra,
te aferras a la soledad del lenguaje.
Quiero ser dios, quiero ser dios
ruges desde niño.
Nadie podrá oírte si gritas con esa fuerza.
Lloras la afrenta del monstruo oportunista,
por el agujero del deseo y los sueños se va tu ser,
arde el socavón,
insuperable es la sombra de tu infierno,
la sombra de los billetes
te envuelve con su poncho
de osamentas, de vidrios rotos.
Has vendido tu alma,
ya no quedan dones
para salvar el día.
(Estos fantasmas, inédito, 2023)
CUANDO TE LLAME
Oh Señor, apaga de mi corazón
esta quemadura.
Que la fuerza de mi espíritu
tuerza el cuello del toro
hasta que su boca gotee a la sombra
el abismo de la sangre.
Ah Silencioso, avanza con tu ejército,
rodea las murallas,
rompe las piedras en las manos del enemigo.
Cuando yo te llame, háblame,
dedícame tus palabras,
olvida todos mis pecados,
haber estado solo
y esperar ver en los otros los caminos
que me llevan hasta mí.
Oh Señor, no maldigas mi raza
si averiguo demasiado,
sólo sé estar en tu silencio,
hundido en preguntas,
amansado por el freno ardiente,
rota mi boca, rota mi lengua,
ampollada de tanto tironear lo impuro.
Oh Silencioso, ya no preguntaré,
rodearé de miradas la espesura de la sombra,
abriré un camino,
iré esparciendo mis pedazos,
las escamas de la luna
volarán en las crecientes del río,
abriré un camino
hasta el niño que me espera.
Oh Señor, este que ves aquí, arrodillado,
este soy:
golpeo las manos
sobre la corteza del alma.
(Luna ciega, inédito, 2023)
OJOS INVERSOS
Me dejo ver por todo el río.
Las horas que pasan bostezan
sobre el ramaje inclinado,
mientras en la otra orilla
nadan las abejas
para que los peces puedan abalanzarse
sobre la corriente.
La espuma surca una geografía sin tiempo,
acaricia la barranca y tira de ella,
de los jirones de su piel barrosa,
y talla figuras que ningún ojo atrapa.
El río no me ve
como yo lo veo a él,
con todo su ser río en mí:
no sabe que aún espero una respuesta,
una clave para mover el pensamiento,
la idea que hace surgir agua de las piedras,
su mano aferrada al árbol de la quietud
y su maravilla.
No me hace preguntas
pero tiene las respuestas para vencer la angustia.
Su alma refleja el camino de agua del sol,
se derrama hacia arriba,
vuela sin tocar el aire.
Cuando sus ojos buscan la huella de la tarde,
recogen la oración y levantan la luz
hasta el sueño,
yo miro con ojos inversos, retorno a casa,
va quedando en el camino
aquello que no pudo seguirme.
(Ojos cerrados, inédito, 2023)
SÁBALO EN EL HIELO
Tengo dos alas atadas en el corazón.
Es el río el que vuela al lado de la noche.
Yo le acaricio la cola,
me anudo los dedos con sus venas,
penetro mis ojos
hasta encontrarme el cuerpo,
murmuro oraciones antiguas, inentendibles.
Señor,
acerca tu boca
hasta el frío que congela al sábalo,
deja que repose su muerte en la playa,
sopla el humo apagado en sus ojos.
Hoy comerán mis hijos,
mis animales justificarán su sed.
Señor,
redime mi mano
que arrojó la piedra
sobre mi propio corazón arrepentido.
Tengo dos alas, ayúdame a caer
hasta que golpee mi frente
en las negras estrellas del río.
Ayúdame,
Señor,
no quiero seguir corriendo.
(Voces comunes para Nuestro Señor, inédito, 2024)
ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Aníbal, en tu obra, el paisaje de tu tierra y el yo poético se funden y expanden en una espiral que arrastra lo profano llevándolo al centro de una sacralidad de lo cotidiano, de lo contingente. Sombras que se iluminan, luz que acompaña y porta las sombras. ¿Cómo y cuándo empezaste «a construir los cimientos» de tu poesía?
Aníbal Costilla: Quizás la respuesta resida en alguna de las dimensiones de lo misterioso, porque al decir de Arturo Carrera, “Los poetas no podemos más que entrever el misterio”. Me gusta pensar en esas formas de la existencia, en donde el ser persigue destellos en medio de la oscuridad de lo real, a veces engañosos, seductores, melifluos; otras peligrosos, trampas para el espíritu, que es, tal vez, en mi caso, lo sagrado, e intento que permanezca lo menos intocado posible, en el sentido de incorrupto, de lo no viciado. En ese sentido, creo que empecé a considerar que perseguía formas del lenguaje que me seducían, en una suerte de canto de sirena, del cual no podía liberarme, ni atándome a los mástiles de esta embarcación llamada aprendizaje, desde que descubrí la voz de viejos poetas que renacían en lecturas furtivas debajo de árboles polvorientos en las siestas de verano, en mi pueblo, El Mojón, al norte de la provincia de Santiago del Estero. Esos vientos del Norte tocaban –yo no lo sabía aún– los instrumentos de ese misterio que aún persigo, los cimientos de mi creencia poética. Ocurrió en la adolescencia, pero parece que fue hace un momento nomás. Mi abuelo me mira desde la distancia, levanta una copa de vino, y toca las cuerdas de su guitarra. Ahí estoy yo, presiento que algo se mueve en mi alma, la melodía y la poesía, supongo que debe ser, o será, cuando intente responder al llamado.
Gilgamesh: «No sólo estoy solo sino que me abro al mundo», un verso que bien puede ser el epígrafe de una futura obra reunida. En esa apertura a lo otro queda escrita una poesía que tramita, con un lenguaje en apariencia simple y sencillo, los temas que nos (pre)ocupan desde siempre. ¿De qué manera empieza a gestarse un libro? ¿Qué rituales están acompañando la escritura de cada texto? ¿Qué detona la escritura de un poema, de un nuevo libro?
Aníbal Costilla: Pienso que la poesía es conocimiento del otro. De aquello que no somos, pero que nos conecta con algo superior, sagrado, y nos sosiega cuando pensamos que compartimos la ligazón de lo real, la existencia concreta y compleja en un tiempo y espacio siempre misterioso. De esa sensación ocurre en mí la idea del poema, sus rudimentos, los brillos que destellan en la distancia como llamándome a asomar todo el ser en el precipicio insondable que se abre sin que podamos verlo del todo. A veces nos engañamos al seguir falsas pistas, ciertos sortilegios malignos que nos hacen fracasar en el camino del lenguaje. Pero sabemos que el fracaso no es real, sólo es un espejismo, una distracción. Nos sacudimos el polvo de los zapatos y seguimos las huellas que otros ya siguieron con mucha más algarabía –y fortuna– que nosotros. Por eso, también creo que la poesía es peregrinación, deseo de llegar al final del camino, descansar, o mejor, sosegar el espíritu. Entonces, con ese ímpetu de búsqueda renovada, se gesta el libro. El movimiento de las ideas se precipita al abismo, de nosotros depende poder mantener el equilibrio, y no fracasar en el intento de volver a pisar la tierra conocida, que vuelve a acogerte, como a un niño que da sus primeros pasos, o a un difunto que se funde y entrega sus huesos a la eternidad de polvo y silencio, gran silencio, como decía Atahualpa Yupanqui. Por otro lado, las lecturas de la buena poesía, alimentan el ansia de búsqueda, salir a recorrer las calles sabiendo que algo superior nos acompaña, y en medio de esa sensación de plenitud, sentir que el poema baja, nos susurra (puede durar días con sus noches ese efecto sonoro) hasta que podamos trazar los símbolos que darán forma al mismo, o al libro, siempre incompleto.
Gilgamesh: ¿Qué búsquedas formales, temáticas fuiste construyendo/ descubriendo de un libro a otro?
Aníbal Costilla: Me gusta la idea de descubrimiento, como asimismo de búsqueda. Desde muy temprana edad intenté imitar formas clásicas, variantes de poemas muy conocidos (sobre todo del Siglo de Oro español), algún acercamiento a la poesía de Lugones, de Almafuerte o de Canal Feijóo. No me da pena reconocer que esas experiencias fueron todas infructuosas, pero nunca dejé de esperar que apareciera una forma personal y lo más original posible desde la escritura. Hoy sé que me falta recorrer mucho aún en ese sentido. En cuanto a las temáticas, siempre sostuve la idea de profundizar en los grandes temas de la literatura. Cosa que prevalece en mis intereses actuales. No sé si he logrado definir claramente los temas, sin embargo, sigo buscando modos de decir un poco más razonado y reflexivo en cuanto al tratamiento esencial de esos tópicos.
Las diferentes lecturas me abren puertas a través de las cuales acceder a lenguajes desde donde configurar las propias ideas. Siempre confío en aquello que los grandes maestros nos han dejado (y dejan) a disposición y, en esa verdad, me apoyo en libros de Manuel Castilla, de Leopoldo “Teuco” Castilla, Irene Gruss, Olga Orozco, Jotaele Andrade, Pablo Anadón, Francisco Avendaño, Paula Jiménez, etc., cuando necesito que baje la energía y el impulso para pensar el poema. Aunque todavía sigo leyendo a los simbolistas franceses con la misma energía con la que lo hacía en las siestas tucumanas, en un tiempo en el que intenté estudiar derecho, pero no tenía ni un peso para pagar mi estadía en esa ciudad. La Biblioteca “Sarmiento” fue para mí, en aquellos días, lo que Borges llamó el paraíso. A veces, en ensoñaciones, vuelvo a esos estantes, busco y rebusco lo que quizás ya está en mí. Eso es la poesía, la que creo que es mi poesía.
Gilgamesh: Además de tus poemarios editados, hay mucho inédito. ¿Cómo gestionás esta cuestión editorial? ¿Cuán urgente es poner en circulación un libro a través de las vías hegemónicas, tradicionales?
Aníbal Costilla: Escribo mucho, todo el tiempo. Salvo en los momentos en los que trabajo, en una profesión que no termina de enamorarme, o de la cual ya me desenamoré hace tiempo. Mi amigo Pancho Avendaño (esto siempre me causa gracia) dice que tengo a cuatro o cinco escribas encerrados en un sótano. En ese lugar sombrío ellos producen los libros que luego llevarán mi firma. Asegura que los alimento con vino y les exijo los manuscritos a toda prisa. Esto ocurre desde alguna época desconocida, algunos de esos poetas han reñido entre sí a lo largo de los años, por diferencias técnicas o disímiles gustos musicales. A alguno de ellos ya no les gustan Los Manseros Santiagueños, lo que ha provocado con los otros, rencillas inevitables, y hasta fatales. Yo no sé si mi amigo tiene razón. En una de esas, es cierto, y yo sólo sé escribir mi nombre, como un acto de simple vanidad.
Me interesa la publicación, porque es el modo de hacer circular y conocer lo que se produce en las provincias, apartado de los centros urbanos en donde habitualmente ocurre el movimiento editorial y literario. Desde el monte, casi en sentido literal, surge esta voz que necesita expandirse hacia otras latitudes. No es un acto de pedantería, es un objetivo.
Gilgamesh: ¿Te considerás un «escritor comprometido»? ¿Qué tipo de compromiso asumís al momento de escribir y difundir tu obra?
Aníbal Costilla: Me gustaría ser un escritor comprometido cabalmente. Sé que tengo limitaciones en cuanto a esa meta; de todos modos, intento expresar en mis libros el pensamiento local, proyectar situaciones de mi tierra para que quien lea en cualquier otro lado, pueda sentir esa potencia y ponerse en nuestro lugar. Que los lectores acompañen el sentimiento de carencia, de ausencias y deudas sociales y políticas, que aprehendan la mirada que surge no del reclamo sino de la contemplación de la propia realidad. Es un gran anhelo. Trabajo mucho para tratar de conseguirlo. Ojalá algún día suceda.
Gilgamesh: Según tu mirada, ¿qué significa ser poeta en este momento histórico? ¿Qué pueden el arte y la poesía en tiempos de catástrofes como las que estamos atravesando?
Aníbal Costilla: Giannuzzi dice en una entrevista que el poeta es testigo de su tiempo. La poesía debe “ver” la realidad. Yo agregaría que además debe reflejar la realidad, o ciertos aspectos sobresalientes de la misma. La poesía puede aportar un lenguaje propiciatorio para ese fin. Cuando hay necesidad, se busca sortear la calamidad. Sacar agua de las piedras no siempre suele ser una metáfora. Estos son tiempos de temor, de incertidumbre. Nos debemos preparar para denunciar la destrucción, la devastación no sólo de los valores, las tradiciones, sino del espacio, el paisaje, la relación cada vez más inarmónica entre el hombre y su medio ambiente. Este es un tiempo de estar alertas, guarecerse en el sentido de pertenencia y resistencia. Caso contrario, la visión catastrófica es inevitable.
Gilgamesh: En tu rol docente, ¿qué papel le otorgás a la enseñanza y difusión de la poesía? ¿Cuál es tu experiencia en el sistema educativo? ¿Qué de esta experiencia llega a tu producción poética?
Aníbal Costilla: La difusión de la literatura en general es muy importante, y esencialmente de la poesía. Desde mi óptica, no es mucho lo que se hace, por lo menos en estos lugares, por generar espacios pedagógicos que pongan en cuestión a la poesía, su disfrute, su experiencia, su producción. No existen instancias de capacitación que propicien nuevas intervenciones áulicas en relación a lo literario. Muchas veces los docentes se limitan a lo normativo y gramatical, pero descuidan –o dejan para el final– la lectura de obras literarias, los procesos de creación de nuevos textos o la puesta en discusión de temáticas surgidas de las propias lecturas. En este último tiempo no se envían más libros a las escuelas, y en lugares donde internet es muy limitado, es un recurso más que provechoso para lograr cumplir objetivos docentes de calidad.
En mi caso en particular, no soy docente de Literatura, pero procuro introducir lecturas, libros –y hasta poesía– en mis clases en el Profesorado de Educación Primaria. Es una tarea minúscula, casi un insecto en la currícula de las cátedras, pero que deja alguna huella cuando se evidencia en la tarea áulica.
Gilgamesh: ¿Cómo ha sido tu «educación sentimental-lectora»? ¿Qué vínculo creás con tus lectores al momento de crear y en la instancia de difusión? ¿Qué lecturas te están acompañando?
Aníbal Costilla: Suelo decir que leo más que lo que escribo, y es verdad. Cuando estoy embarcado en la escritura de un libro no pienso demasiado en el lector, no tengo un lector ideal para el cual deba escribir, o con el cual me sienta cómodo al hacerlo. Intento desestimar la mirada de los lectores en general, no así de mis maestros. Es a ellos a quienes les temo. Me cuido de decirles que un poema, un libro, están terminados, cerrados o completos. Soy sincero al mostrar las fallas, las caídas, las dudas y el cansancio. Luego de sus lecturas, me alivio, vuelvo a corregir sabiendo que alguien mayor que yo sabe que algún texto tiene potencial, y que debo seguir intentando la versión final, o casi definitiva.
Leo mucho. Disfruto de la buena poesía, de la narrativa creativa. Más arriba enuncié a algunos de mis maestros. No podría anotar aquí todos sus nombres, sería abarcar tiempos y obras que nunca podrían agotarse.
Gilgamesh: ¿Qué (des)ventajas tiene escribir desde Santiago del Estero? ¿Cómo es tu vínculo con tus pares de otras provincias?
Aníbal Costilla: En medio de las desventajas, hice lo posible por hacerme escuchar, por hacer que los libros lleguen a otras provincias, a otros países. Creo que la difusión es esencial, aunque no sea una realidad. En el lugar en el que resido no hay espacios desde los cuales impulsar el conocimiento de obras y autores. No ha sido (no lo es) una tarea fácil lograr acercarme a los lectores. Hago el esfuerzo, creo que vale la pena.
Respeto a todos mis pares de otras provincias. Me gustaría leerlos a todos. Estoy en eso, de a poco voy conociendo lo que están escribiendo. Las redes sociales han colaborado en ello, afortunadamente. A pesar de la banalización que ofrecen las redes en muchos casos, rescato las buenas intenciones de los poetas por hacernos llegar sus producciones, sus novedades, sus obras.
Ventajas, ninguna. El hecho de poder lograr una obra con sentido, sólida y lo más sincera posible, es mi aliento y mi guía.
Gilgamesh: Me gustaría saber sobre «Poesía Circular», «Poetas del Norte Entero» y «Mi aporte a que el puerto no importe».
Aníbal Costilla: “Poesía Circular” es un grupo de poetas, amigos con los cuales comparto lecturas, textos propios y ajenos, encuentros de lecturas poéticas, ferias de libros, y hasta alguna guitarreada compartida desde la palabra y la evocación. Integro este grupo maravilloso junto a los poetas Juan Avendaño, Félix Demasi, Gastón Merino, Ezequiel Álvarez, Francisco Avendaño, Sebastián Barrionuevo, Francisco Barrionuevo, y la última incorporación, Pablo Tasso.
“Poetas del Norte Entero” es una agrupación que reúne a poetas de todo el norte argentino, cuya idea pertenece al maestro Leopoldo Castilla, quien fijó como objetivo propiciar diferentes encuentros en las distintas provincias para potenciar la creación literaria y poner en contacto a distintos creadores en diversos ámbitos, concibiendo de esta manera un intercambio poético que enriquezca el quehacer literario nacional.
“Mi aporte a que el puerto no importe” es una página de Facebook que difunde a poetas del NOA y de Cuyo. Está formado por varios curadores de distintas provincias: Marta Clara (La Rioja), Marx Bauzá (Tucumán), Víctor Aybar (Catamarca), Daniel Álvarez (San Luis), Sergio Morán (Mendoza), José Juárez Cabrera (Salta), Alejandro Martínez (Jujuy); yo me ocupo de las publicaciones de Santiago del Estero. Por el espacio han pasado varios poetas. Los mencionados son los que actualmente se encargan de las publicaciones que, muchas veces, se realizan los días lunes y viernes. En este último tiempo, la idea es ampliar la búsqueda hacia otras regiones, ya que en las nuestras hemos ido logrando la participación de casi todos, o la gran mayoría, de los poetas que están produciendo en la actualidad.
Cabe destacar que el espacio surge por iniciativa del escritor y editor Pablo Donzelli (Tucumán), lego de un intercambio que mantuvimos junto a Jimena Vera Pasaró en Salta en una Feria del Libro. En estos momentos Pablo es el Director editorial de la revista La Papa y de La Papa Editorial, por lo que sólo actúa de director técnico en la fanpage.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Aníbal Costilla: Me parece que, para subsanar esa pérdida, se debería crear un Instituto Nacional de Poesía que divulgue y promueva encuentros en diferentes ámbitos, en donde el libro de poesía sea un instrumento de unión y fraternidad para volver a las raíces. Reunirnos a escuchar, dejar que la imaginación libere su ímpetu y que la vida sea un poco menos dolorosa.
DATOS BIOBIBLIOGRÁFICOS
ANÍBAL COSTILLA. Nació en El Mojón, Pellegrini, Santiago del Estero, Argentina, en 1.980. Es docente, escritor y editor. Escribe poesía y narrativa. Publicó textos en diarios y revistas nacionales e internacionales. Integra la «Antología Federal de Poesía, NOA» (Consejo Fed. de Inversiones, 2017). Forma parte de la «Antología de Poetas Santiagueños», 2013. Publicó, entre otros, los libros «Memoria del canto» (Camelot América, 2018), «Dejarse llevar» (Niña Pez Ediciones, 2019), «Esto parece eterno» (Rangún, Caleta Olivia, 2019), «La urdimbre del miedo» (Buenos Aires Poetry, 2020), «Última oportunidad + 2 Poemas» (Arroyo Ediciones, 2021), «Antología I, Poesía Circular» (Mundar, 2021) y «El paraíso podría esperar» (Camelot América, 2022). Obtuvo el 1° Premio Nacional de Poesía Inédita «Enrique Banchs» (Fund. Arg. para la Poesía, 2022). Forma parte del grupo «Poesía Circular» y de «Poetas del Norte Entero». En narrativa publicó la novela «Combi» (La papa editorial, 2023).
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