jueves, 9 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a DIEGO ALFARO PALMA

(Publicado en la página de Facebook el 6 de abril de 2022)

Diego Alfaro Palma nació en Limache, Chile, en 1984. Es poeta, traductor, librero y editor.
Crédito de la foto: Kika González
En sus respuestas a nuestra entrevista, Diego dice:
«Quien escribe siempre tiene que estar descentrado, pensar desde un punto extraño, que no sea el común. En el centro siempre está lo asimilado y en los extramuros, lo salvaje».

SELECCIÓN DE SU OBRA

De «Paseantes» (Ediciones del Temple, Santiago, 2009)

BRISA MARINA
Te asomarás por el ventanal
quizás acompañada de tu gato
dejando que el frío entre en tu pieza
y se resguarde en las sábanas.
Sobre una silla, junto al televisor
te esperan la falda de puntos rojos
y los dorados botones de tu chaqueta.
DESAYUNO
Dos manos, dos orillas enlazadas sobre una mesa.
El humo del pan tostándose, el agua hirviendo.
No importa lo que haya ocurrido,
eso queda entre nosotros.
Recuerda, sólo dos cucharadas de azúcar.
GLOBO
Sólo pedaleando desde ese mundo
conseguirías tomarlo del cordel
y sostenerlo calle abajo.
Detenido en una esquina
tenderías las manos hacia un poste
para intentar atarlo
para que suspendido en el viento
señale el camino de regreso.

De «Tordo» (Cuneta, Santiago, 2014; Segunda edición, 2021 / Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2016)

AMBULANCIAS
Las ambulancias de medianoche
confunden el sueño con la muerte
atraviesan la ciudad
como una fuente de frutos secos
pareciera que en su interior
llevaran un vaso con agua
o un manojo de tierra
MADRIGUERA
A esta casa han llegado todos los huérfanos: objetos o
personas o es esto la letra de una canción de velador, real
como el vacío agitándose en la materia, las hojas barridas
por el temporal, la imagen de un chevy en el óxido del patio
mientras los niños que nunca tuvimos juegan a las
escondidas sin saber por qué y pedimos que suban el
volumen a estas cosas, sacarnos de una vez de los bolsillos:
El amor ya no es lo que habita entre medio, sino el dolor
que nos une a otros.
SALMÓN
En el trayecto que va
de la farmacia a la comida china
no temas olvidar
quién fuiste
aquella vez en un río del sur
la corriente helada entre las piernas
los restos de alerce varados
o esas tres toninas que te siguieron el paso
porque más terrible aún
sería volver a ese lugar
sin reconocer las señas
de quien has llegado a ser
cuántos mares bogaste
para desovar estas orillas.
IV
A mi abuelo los pacos le sacaron un auto
se lo devolvieron a los seis meses
pero a él no le pasó nada
Mi mamá fue a una protesta a los días
un tío la rescató de entre la multitud
pero a ella no le pasó nada
Mi papá era tercer piloto mercante
supo que habían arrojado cuerpos al mar
pero a él no le pasó nada
Un amigo desenterró libros de su casa
casi veinte años atrapados en la humedad
pero a ellos no les pasó nada
Fuimos afortunados pequeña Jeanne
y pensé en lo distinto
una llovizna como la de esa noche en el bar
las fuerzas especiales cerrando el liceo
con los chicos nos sentamos en la plaza
tenían hambre frío no tenían donde ir
jugamos a hacer mímica adivinando películas
de a poco se me fueron acercando
una ballena con crustáceos en la espalda
rimando sonidos en esa densidad
cómo y dónde duermen me pregunté
por qué varan en playas desiertas
y las niñas que desaparecían para prostituirse
y la otra que fue violada por el papá
la chica golpeada por la madre
el que vivía en un parque cerca de mi casa
o el punk que nació para vivir en un hospital
los que nunca tuvieron infancia obligados a trabajar
mi mejor alumna se suicidó
escribía poemas obras de teatro enormes
terminaba antes que todos
nunca entré en su mundo
la excusa de las cuarenta y cuatro horas no es suficiente
esa tarde Jeanne la lloré entera pensando que pude ser yo
y si me quiero acordar de su nombre no puedo
y si quiero ser otro no puedo
y si quise ser un hombre ejemplar
recuerdo solo esa mañana en Peñalolén
los tordos picoteando semillas
nubes de gas lacrimógeno
surcando la ciudad
VIII
Podrían pasar cuarenta años
los lobos secar su pelaje en las rocas
y así y todo yo no podría decir nada nuevo
pienso en un cangrejo que se despedaza
la arena brilla bajo el movimiento de las olas
porque estuvimos tantas veces en esas playas
dejando que el viento sacudiera las preocupaciones
y todo el tiempo pasó por sus lentes oscuros
como quien piensa la palabra que esconde
del fondo los muertos hablan con un lenguaje de arena
el Purgatorio para Dante era también una playa
las almas guiadas por algo tan ridículo como un ángel
de los altavoces indican el itinerario de los trenes
porque podrían pasar cuarenta años
hacer una elipsis con los nombres que faltan
o cruzar el pasillo del colegio hacia la capilla
su olor a flores asientos correctamente ordenados
el castigo de copiar poesía por la tarde o el odio parido al verso
pero escapábamos en bicicletas por el ripio
y piedritas entraban en los zapatos
esa fue la infancia Jeanne
tardes de pan con palta videojuegos
el valle cerrándose con el movimiento de las montañas
todas las cartulinas azules del mes del mar
y las fotocopias desgastan el rostro original
o como la profundidad alterada tras el terremoto
las olas sucesivas en la rompiente
aunque un día estuvimos enamorados uno del otro
los pueblos se volvían polvo y nos despertaba el sonido
/ de la tierra
derribamos una casa para ver el río
los tordos habitar un sonido que perdió su origen
las películas inglesas que vimos pueden eliminarse
el calor de un verano dar en tu cara
nos imaginamos varias veces a los cuarenta años
el idioma del mar acurrucando sueños en ocho milímetros
llegar por la noche a la cabaña a limpiarse los pies

De «Litoral Central» (Audisea, Buenos Aires, 2017; Pez Espiral, Santiago, 2017)

RUTAS NAVIERAS
en Japón un anciano arrienda un grupo de actores para interpretar el papel de sus hijos
es su cumpleaños y son miles de yenes los que llenan esa habitación hasta apagar las velas
barcos TU 6300 acarrean fragmentos a ser ensamblados en otro lugar
nos vamos moviendo de un cuerpo a otro a la espera de esa misma forma
estudiar años para hacer el personaje del hijo ver desatarse las cintas un trozo de torta
y un sueldo a fin de mes
mi abuelo se fijaba en la silla de lona a la hora en que las olas borraban nuestros castillos
los que no tuvimos una infancia con efectos especiales
buscamos un café en medio de la noche con barcos cargados de semillas
EN EL BAUEN
es el desierto el que nos queda cuando nuestras bocas se han separado
así tan de golpe
la agitación de caballos que han perdido su redil
cuántas veces nos vimos en esta situación al final de un pasillo de hotel
que perdió su encanto
antes había una escalera que podría habernos llevado a una fiesta
o girar hasta un teatro con actores de moda
prefiero esta soledad en la que se acompañan las cosas cuando pasa su tiempo
y te acompaño a mirar la ciudad encender sus luces
en la alfombra creo reconocer el bosque del que estás hecha
te digo hay robles peumos y boldos para regenerar la tierra
y una flor de azahar me respondes una flor de azahar una flor de azahar
y me calmo
AGUAS VIVAS
baipasear la idea principal: este libro ya no es el mismo desde que se comenzó
nunca partió con una escena de película
la carretera americana abierta como un largo pasillo de cine
nuestras ideas esparcidas siguiendo la forma de una medusa sobre la arena
los pies de los niños enrojecen las ronchas crecen es una alergia
o esa sensación de adormecimiento
el dolor por el dolor tan típico de la niñez
por suerte eso se acabó y el objeto de estudio es uno mismo y cómo debatimos
con nuestros fantasmas (el de todas las navidades sin papá /
la idealización de mi abuelo caminando sobre el parqué)
si esto de empezar un libro sirve para algo mejor que sea para perderse
y encontrarse
al salir del mar una ola te voltea
buscas la toalla los primos el quitasol
te alegras de sentir miedo y de que la arena te queme la planta de los pies
ahora deberás valerte por ti mismo pescar para sobrevivir recoger un par de tablas
tener un perro de compañero

De «Los sueños de los sueños de Kurosawa» (Cuadro de Tiza, Santiago, 2017)

cuando los perros sueñan con los sueños de kurosawa
ven, en un rincón del campo, volver el viejo escuadrón al
valle donde se criaron e hicieron sus primeros amigos; los
ven desde una cabaña en la calma del acantilado y, como
en un espejismo, la niebla se los lleva de vuelta al reino de
quienes se asoman y no regresan.
cuando los perros sueñan con los sueños de kurosawa
sienten la casa de sus amos rodeada de dioses, la brisa
empujando los pétalos del damasco hacia un arroyo; flotan
como polen en el cabello de los muertos.
cuando los sueños sueñan a los perros de kurosawa los
ven mansos descansar bajo el alero de la casa, es de noche
y las luciérnagas pasean entre sus orejas; también los
escarabajos se montan en la cola para mirar desde arriba
los caminos que dejaron, las casas a las que no volverán.

De «Bolsas» (Hojas Rudas, Santiago-Buenos Aires, 2017)

BOLSA #1
Las ciudades en estado larvario poseen gran cantidad de semillas a la berma de los caminos.
Fuera de una variopinta población de aves, su gran depredador es la bolsa, último animal
en estado salvaje que habita en recodos y planicies tanto urbanas como pseudorrurales. La
bolsa se particiona en distintos especímenes que luego de convivir en el aire se pliegan,
transportándose a la sombra de semáforos y carteles que desean al viajero un pronto regreso.
BOLSA #2
La bolsa es un organismo que posee un sistema de migración orbital, que la ha llevado a
adaptarse tanto en los amplios océanos como en las alturas cordilleranas. Forman colonias
que absorben a su vez a otras colonias de mamíferos y reptiles marinos que, ante la confu￾sión,
se alimentan de estas creyéndolas medusas o “aguas vivas”. Así, las bolsas se trasladan
dentro de organismos arrojados a su propia muerte frente a las playas y placas continentales.
BOLSA #5
Las bolsas pueden llegar a vivir durante años arriba de un árbol, al igual que otros seres del
reino animal plástico. Compiten con las semillas por la conquista del aire como medio de
locomoción y es en ciudades de planos sumamente abiertos en donde alcanzan alturas de
vuelo de casi 20 metros. A través de estas adaptaciones, desarrolladas en la última centuria,
la bolsa asegura la pervivencia de su especie en zonas alejadas de la atmósfera.
De «Facultad de Agronomía» (inédito)
En ocasiones, cuando salimos a observar los ciclos del mar, se encienden Andrómeda y Orión a pulsos distintos. De esta manera entran en comunicación con la transparencia del agua y la densidad atmosférica. La humedad entonces se desplaza y envuelve a los cuerpos.
Un manzano arroja su mapa estelar sobre la hierba.
***
En Villa del Parque, junto a un puente que pasa sobre los trenes, extendidos hacia la provincia y en expansión, emergen altas cactáceas de flor blanca. Concentración de partículas de luz, apenas se sacuden al viento. Sólo el temblor de las locomotoras hace vibrar su unidad de moléculas en estado de belleza.
***
Las muchachas modernas con tatuajes, en las veredas y ciclovías de la ciudad, exhiben las flores y peces de Hiroshige. El viejo pintor japonés traslada la energía de su mano de un cuerpo a otro: flujo de camalotes que remontan el Paraná.
***
Las corrientes de aire son mayores a medida que el otoño avanza y movidas por delgados hilos golpean las ventanas antes de la tormenta.
El chercán rodea el pantano, cubriéndose en las ramitas y la hierba alta. En su movimiento internaliza la lógica de los insectos. Aguarda por poco tiempo en una posición.
Alcanzada la transparencia, canta para acabar con su viaje solitario.

ENTREVISTA CON EL AUTOR

Gilgamesh: Diego, tu poética se mueve en diferentes planos y registros. En cuanto a los géneros, ya tenemos un movimiento que no se deja fijar: ¿poesía, prosa poética? En cuanto a la temática, no es menor ese ir y venir de lo personal a lo general: la infancia, el amor, la naturaleza, lo íntimo que se va imbricando con la historia de Chile, con la historia universal. Lo que terminamos leyendo es un palimpsesto lírico donde todo es poetizable. ¿Podrías contarnos cómo se han ido gestando tus libros? ¿Hay una matriz que persiste o en cada proyecto surgen nuevos desafíos formales?
Diego Alfaro Palma: Cada libro nace de una obsesión y de la búsqueda de una voz diferente. Si bien hay temas que se cruzan, como el de la exploración en el lenguaje animal, vegetal y mineral, o los temas de la familia y la historia, me interesa que cada libro tenga un tipo de respiración y, por lo tanto, dar con una forma que me permita la libertad de quebrar mis mismas preconcepciones, buscar nuevas experiencias con los sentidos, maneras de filmar u oler un poema, que se entienda que cada verso es parte de una partitura para sentir el pulmón.
Gilgamesh: «Tordo» es un libro que ha sido editado en Chile y Argentina. ¿Cómo has vivido ese proceso? El pájaro que da nombre al libro nos hace rememorar a autores canónicos, Poe en primer lugar. ¿Qué representa el tordo en tu poética?
Diego Alfaro Palma: Ahora que vivo en el campo, estoy rodeado de tordos. Vienen al mediodía o en la tarde a buscar insectos y semillas. Andan en bandadas y entre ellos se comunican con cantos que son expresiones de felicidad, o así yo los entiendo. Es mi animal totémico, y lo asumo así, como un protector: me gusta pensarme en él y que reaparezca en mis poemas. Ese pájaro es para mí una reconexión con un lenguaje anterior al humano: aprendí a través de él a traducir la percepción animal, a intentar acercarme a otras formas de relacionarse con la materia que no fuera la racional, sino más bien una intuitiva.
Gilgamesh: Sos de Limache, viviste en Buenos Aires, regresaste a Chile en plena revuelta. El viaje es constitutivo en tu poesía y en tu vida. Existe la creencia de que todo pasa por Buenos Aires, en el caso de Argentina, y por Santiago si se trata de Chile. ¿Qué se percibe al escribir desde lugares descentrados? ¿Nos contás tu experiencia poética en Buenos Aires?
Diego Alfaro Palma: Quien escribe siempre tiene que estar descentrado, pensar desde un punto extraño, que no sea el común. En el centro siempre está lo asimilado y en los extramuros, lo salvaje. No soy una persona de campo, aunque nací en un entorno semirrural; tampoco soy un citadino, por más que haya vivido casi quince años entre Santiago y Buenos Aires. Prefiero entrar y salir del centro.
En Buenos Aires me encontré con varios tipos de poesía: una mental (que representaba a una escuela), una materialista (más ligada a los 90) y una más naif y anecdótica (que es la que prima entre los jóvenes en Capital). Entre esos ambientes me moví y fui aprendiendo. Pero lo que más me impactó de Buenos Aires fue la poesía que se hace fuera de ella, nombres como Arnaldo Calveyra o Juana Bignozzi, o poesía completamente «outsider» y mística como la de Héctor Viel Temperley. Todas esas lecturas me sirvieron para ir incluyendo elementos reflexivos, objetivistas y anecdóticos en mi escritura, pasar en un verso de lo narrativo al pensamiento.
Gilgamesh: Tu poemario «Litoral central» remite a una zona específica de la geografía chilena, pero, nuevamente, aparece el cruce con la historia, con historias que no terminan de destejerse y con un tratamiento más metafísico que en «Tordo». El libro culmina con un «¿diálogo homenaje?». ¿Qué sueños se sueñan en «Los sueños de los sueños de Kurosawa»?
Diego Alfaro Palma: La gran mayoría de esos textos son transcripciones de sueños; los escribí sobre las hojas de las reposiciones de la librería Norte, cuando me iba a almorzar, sentado en los parques de Recoleta. Lo llevé como una rutina, partiendo de una frase que repetía, «cuando los perros sueñan con los sueños de Kurosawa», como un mantra en el que dialogaba con escenas de la película del director japonés. No la había visto y fue una de las primeras que vi en la televisión y me impactó, era muy niño. Entonces esos poemas iban saliendo así, recordando cada día en un sueño o en una escena de película, también incluyendo cosas del cotidiano, como el levantamiento estudiantil en Chile o la muerte de mi tío Vittorio.
Gilgamesh: ¿Cómo interactuás con la rica tradición de la literatura chilena? ¿Te sentís parte de una generación poética? ¿Sentís que tu poesía ya forma parte de un canon que circula más allá de tu país de origen? ¿Cómo te relacionás con los premios que has obtenido y que han generado polémicas?
Diego Alfaro Palma: La verdad es que todo eso es lo que menos me importa. No me siento parte de una generación o grupo, ni se me pasa por la cabeza lo del canon o los premios. Si eso fuera una prioridad, no podría escribir lo que quiero y cómo quiero, tendría la mano tensa buscando el amor de los jurados y la crítica.
Sobre la tradición, he ensayado sobre la poesía escrita en Chile en mi último libro, «Trabajos voluntarios» (Editorial Aparte), con una mirada latinoamericana. Chile es una isla en muchos sentidos y le cuesta comunicarse culturalmente con el continente, y eso busqué, pensar las infinitas conexiones y vecindades entre poéticas, conectar a Millán con Bignozzi, a Vicuña con la poesía chichimeca, por ejemplo.
Me gusta leer la poesía de esta tierra tanto como la caribeña o la del Río de la Plata, la andina o la de la selva, no creo en el tema de las fronteras o de las tradiciones estáticas. Eso pasa también por una cosa personal: no me siento chileno tampoco, soy más bien un latinoamericano.
Gilgamesh: Diego Alfaro Palma poeta, traductor, editor, librero, lector atento. ¿Cómo conviven estos roles en tu obra?
Diego Alfaro Palma: En el día a día, conviven con horarios y rutinas porque, si no, comienzan a discutir, uno invade el espacio del otro y se arma quilombo. Lo primero para mí, es la familia y los amigos, luego el trabajo. Esa es mi brújula. Todos los días escribo aunque eso nunca se publique, tengo cuadernos y cuadernos. En la mañana soy librero, en la tarde traductor o profesor y en los fines de semana aprendiz de agricultor, con mi huerta, me dedico a zapallos y tomates, al compostaje y la jardinería, un buen ejercicio para el eliminar el ego y surtir a la creatividad. .
En la obra eso se cruza. Si llegara un detective e investigara mis libros, se daría cuenta de que están llenos de citas, reescrituras, traducciones libres: en fin, apropiaciones. Pero como ese detective no existe, uno pasa piola. Una frase de los Upanishads da para que uno piense en lo que siembra y, de pronto, surge un verso, ese verso da vueltas, se escribe, se corrige y moviliza el poema.
Gilgamesh: ¿Cuáles son los autores que releés? ¿Qué voces nuevas te están acompañando?
Diego Alfaro Palma: si quiero leer poesía me quedo con el romancero español, las Eddas nórdicas, la poesía griega antigua (Safo, my love) o romana (a Tibulo, Virgilio), la poesía de los juglares o la china de ciertas dinastías (sobre todo el maestro Wang Wei). Me encanta la poesía de los pueblos originarios de Sudamérica y Norteamérica, tengo colecciones de eso, la poesía chichimeca, inuit, siuox o los cantos selk’nam. Con los modernos, tengo algunos a los que siempre regreso: Elizabeth Bishop, Gabriela Mistral, Walt Whitman, Rene Char, T.S. Eliot. Pero me quedo más con los antiguos, en realidad con la poesía más apegada a la tierra.
Gilgamesh: ¿Qué te dice la frase «literatura comprometida»? El último año estuviste muy activo en las redes. Leímos las calles de Santiago a través de tus crónicas «a mano alzada». Hoy ellas forman parte de otro libro y de otro proyecto. ¿Podés contarnos cómo viviste este tiempo? ¿Hay un antes y un después en tu escritura a partir de esta movida?
Diego Alfaro Palma: Una literatura comprometida significa que está involucrada con su tiempo y que cuestiona el estado del poder o la sociedad, no para militar, ni para escribir odas a Stalin, sino por una cosa meramente humana: si están oprimiendo a una población, hay que dejar registro de aquello. Cuando comenzó el estallido social en Santiago ―yo recién había vuelto de Argentina―, no pensé ni dos veces en salir a ver y tomar notas. Estaba a dos cuadras de donde sucedían los hechos, así que lo vi como un acto natural; así, surgieron las crónicas de «Mandarinas», conversando con los protagonistas en la calle, esquivando lacrimógenas y balas. Simplemente no me salían poemas, los encontraba mediocres: el punto era informar a mis amigos que estaban afuera del país. Pero no creo que haya un antes y un después en lo que hago, porque ese hecho es parte de un flujo que no ha cesado y que hoy toma la fuerza de una transformación de las condiciones de vida en el país.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Diego Alfaro Palma: Yo no creo mucho en eso. O tal vez sea por la gente con la que me relaciono. La mayoría de los que conozco son editores, feriantes, libreros, gestores culturales, investigadores, profesores, bibliotecarios, es decir, gente que no queda en el solipsismo habitual y lleva la poesía a la calle. Lo veo también en el mercado editorial, la poesía del siglo XX se vende y bastante bien, tiene un público que no solo es el de los lectores de siempre. La poesía no tiene que apurarse, la recepción toma mucho tiempo. Pero, si queremos que abarque a un público mayor, eso termina siendo el trabajo de incluir la lectura, el análisis y la creatividad en la educación contemporánea y eso es un tremendo tema. El otro es de cómo las editoriales se profesionalizan y acercan de mejor manera sus contenidos. Y, por último, la crítica, el hecho de generar un sistema para que lo que vaya apareciendo tenga comentarios o, al menos, acercamientos, reflexión en torno a lo que ocurre. En sí el enemigo que permite que exista un «lazo perdido» es un poeta-lastre egocéntrico.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Diego Alfaro Palma es autor de los libros de poesía «Litoral Central», «Tordo», «Paseantes», la plaqueta «Los sueños de los sueños de Kurosawa», los libros-objeto «Bolsas» y «Bicicentrismo», las crónicas «Mandarinas. Crónicas de la primavera negra chilena» y los ensayos en torno a la poesía chilena «Trabajos voluntarios», de reciente publicación. Su libro «Tordo» recibió el Premio Municipal de Santiago en 2015 y en 2018 la selección de la Academy of American Poets (EE. UU.); su libro «Litoral Central» fue seleccionado por el Festival Internacional de Poesía de la FIL de Guadalajara, México.

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