viernes, 3 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a CLAUDIA TEJEDA

(Publicado en la página de Facebook el 15 de marzo de 2023)

Claudia Tejeda nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1969. Es poeta, narradora y gestora cultural.
En la entrevista Claudia dice:
«...la poesía fue un modo de nombrarme cuando frente a la orfandad me vi invisible. Y se convirtió en bastón de ciego para tantear ciertas espesuras.»
«Deberíamos pensar la poesía como una cita pendiente con aquellos que no la han descubierto aún.»
SELECCIÓN DE POEMAS
De «hiedras y grietas» (2004)
Hoy
mi cuerpo de muralla
de cielo de alambre
y púas en las nubes
de vidrios en los bordes.
Mi cuerpo de ladrillos hacia el sur
de espalda al sol
de inconfesas humedades
de último perímetro.
Mi cuerpo desde el fondo
todo contorno y cintura.
Mi cuerpo verde y nuevo
está pariendo hiedra
para zurcir las grietas
por donde se me fue la vida.
De «andamios de pan» (2012)
sobremesa
Hora de
urdir conjeturas
y adivinar los guiones
de las peroratas sin palabras.
Me queda
el sonido del vino
redondeando la copa
el párpado fulminante
la lengua entre alfileres.
También la niña que en vano sacude
del mantel diario
las manchas que deja el silencio.
De «El rayo imperfecto» (2014)
edit
Esta mala costumbre
de convertirme en sal
y enviudarlo
sólo por ordenar la secuencia.
Ya éramos cenizas antes del fuego.
De «un ojo con patio» (2016)
arte poética
Dentro del vaso
el agua refleja
una ventana cerrada.
El hombre bebe una persiana minúscula
un ojo con patio.
Ahora es un niño
del otro lado del vidrio
corriendo hacia la tarde
tirándole piedras al sol con una hondera
dentro de un aljibe.
La poesía es ese trago de luz
dentro de la sed.
De «los ángeles no tienen tumba» (2018)
trapos al sol
Nuestra casa empieza y termina
en la soga de la ropa.
Ese hilo horizontal entre dos clavos
es otro cimiento
que sostiene la estructura de los días
con su intermitencia lúdica
de colores y tamaños
medidor de soledades y de colmos.
Es notable el ritmo cardíaco
de los piyamas bailando en el viento.
Son un gráfico de la población que pasa
blusas de trabajo, dos baberos
un disfraz de hada
la camiseta de fútbol
el overol gigante
tantos corpiños
y un aroma a jabón que los iguala.
A pesar de las manchas que dejan las peleas
son banderitas de paz
ondeando al sol.
De «trencadís -poemas de amor irregular-» (2018)
inmunidad
Qué más podría sucedernos.
Ya fuimos la infección de la espina
la aguja sobre el fuego
la piel que rechaza el injerto
una caries contagiosa.
El amor es seda de curtiembre
la marca en el cuello
que dejó el hilo de un sicario.
Somos inmunes a la fatalidad.
Sólo vos y yo podemos
hacer una fiesta de muertos a salvo
con piñata y música de fondo.
De « libreta de almacén» (2020)
alfileres
La escena es
un desparramo de alfileres
y su finísimo eco.
De rodillas, con un imán
recupere lo que pueda.
Después hay que barrer
o barrer lo que ponga en riesgo su sombra
no sea que se le pinche
la burbuja en la que vive.
***
tijera
En las paredes inconclusas
ella agregó un cuadrito
de un paisaje con mar
recortado de una revista.
Debió ser
tanta agua colgada de un clavo
la humedad progresiva
en el moho de los espejos
y en las estampas de los santos.
Pero a la vez
qué felicidad en la desdicha
comprender que nada es
y todo puede
salirse de escuadra
y que una tijera
no determina la extensión
de lo que necesitamos mirar.

ENTREVISTA CON LA AUTORA
Gilgamesh: Claudia, quien se acerca a tu obra no deja de percibir a un animal poético, omnívoro. Comenzás a editar en 2004 con «de hiedras y grietas», donde se perfilan los caminos que te traerán hasta «libreta de almacén» (2020), «iceberg» (2022), «la cosa doméstica» (2022). Los actos mínimos, las historias que traman lo cotidiano y signan cada vida ponen en (entre)dicho las certezas, salen al cruce a las preguntas que siguen respondiéndose y no, de generación en generación. ¿Cómo y cuándo aparece en tu horizonte la poesía «... ese trago de luz/ dentro de la sed»?
Claudia Tejeda: La poesía me descubre en la infancia, en la soledad de una casa sin libros de literatura infantil donde cambiar la fecha del almanaque de cartón. Era un viaje a Arabia en 31 proverbios. No tenía demasiados quehaceres entre padres grandes y ausencia de hermanos, entonces me dedicaba a diseccionar palabras hasta exprimirles la textura y la fragancia en diccionarios escolares. Mi madre advirtió y propició mi imaginación con sus narrativas de campo y, cuando pudo, no dudó en comprar libros en cuotas, sin arrepentimiento. Tuve más enciclopedias que juguetes. Cuando en un tomo leí el primer poema, supe que quería esa sonoridad, ese ritmo, en mi lenguaje. Había develado ese lugar, donde podía colgar como lentejuelas, todas esas palabras poco comunes que me gustaba pronunciar.
Más tarde, con la edad y los tropiezos, la poesía fue un modo de nombrarme cuando frente a la orfandad me vi invisible. Y se convirtió en bastón de ciego para tantear ciertas espesuras. Y ya no era importante la brillantina, la rima asonante o consonante sino atravesar la sed, con un trago de luz en la garganta.
La poesía, como bien decís, es horizonte. A veces nos acercamos, otras, estamos lejos. Pero siempre está allí, para trazar una perspectiva desde donde mirar el mundo y repararlo con un acto mínimo y cotidiano.
Gilgamesh: Pasaron ocho años desde «de hiedras y grietas»(2004) hasta «andamios de pan»(2012). A partir de 2014, se suceden con regularidad tus publicaciones. ¿Cómo vas armando este entramado de escritura y la necesidad de la edición? ¿Editoriales o autogestión? ¿Cómo fue y es tu experiencia como poeta cordobesa en este ámbito?
Claudia Tejeda: De hiedras y grietas me abrió puertas a pesar de sus imperfecciones de primerizo. A ese libro le debo el caminito. Es un rejunte de textos mencionados en concursos que van de un tema a otro sin ningún hilo conductor. Los publiqué en un momento difícil de mi vida y, ahora, en perspectiva, recuerdo más el día alegre de su presentación, que la tristeza que dejé entre dos paréntesis.
Hay toda una adrenalina previa en la preparación de un libro como los preparativos para una boda: la selección, la corrección, tules y flores, la editorial, el anillo, la imagen de tapa, quién escribe el prólogo, los nervios de la novia, la música apropiada. Editar es preservar en papel la fragilidad de la memoria. El álbum de fotos de momentos.
Siempre acudo a las editoriales o participo de sus convocatorias. Creo en el trabajo de los editores, con todos y cada uno, me sentí cuidada y respetada como poeta. Cada libro tiene su mística y esa personalidad fue interpretada por todos los que acompañaron el proceso. Estoy agradecida por tantas buenas manos.
En Córdoba hay mucho talento, muchas voces reconocidas y otras inmensas que brillan sin podio. Y donde no hay lugar para la poesía, los poetas lo inventamos.
Me desplazo hacia todos los espacios literarios, en la medida posible. Creo en la construcción de la palabra desde la resonancia en el otro. Y aliento a quienes organizan, participando, porque conozco el trabajo previo y tras bambalinas.
Gilgamesh: En 2022 aparece una antología personal. ¿Nos contarías qué significó para vos y cómo viviste esta reunión y selección poética? Viendo tu obra en perspectiva, ¿notás continuidades y/o rupturas en tu forma de escribir y de sentir lo literario?
Claudia Tejeda: La antología fue darle con el gusto al poeta Jorge Paolantonio que debe estar contento en el cielo con esta travesura. Él decía que siempre hay que tener a mano publicaciones anteriores, porque tendemos a mostrar lo nuevo y olvidamos los poemas que nos trajeron hasta el presente. Armé el proyecto y lo presenté con poca esperanza en la Convocatoria de la editorial «El andamio». Me sorprendí cuando Damián me avisó que había sido seleccionado para ser parte de su catálogo.
En mi escritura hay continuidades y rupturas. Crecimiento y recaídas. (Como la vida misma) Sí noto que en tanto tiempo, he logrado domesticar la síntesis.
La poesía es zarza ardiente que no quema, es almohada del peregrino y más y también, el filo de un péndulo. Creo en su lenguaje sagrado aún cuando hable del barro. Creo en su estatura de cóndor y en su fragilidad humana. Soy su fiel devota para siempre.
Gilgamesh: La narrativa no te es ajena. ¿Cuándo considerás un tema para la poesía y otro para la prosa? ¿Ves en tu escritura la hibridación de los géneros?
Claudia Tejeda: Me pregunto si existe un límite entre lírica y narrativa en la poesía de hoy, sin embargo creo que la elipsis define el campo de juego. El poema nos muestra el tobillo de un cuerpo erotizado. La narrativa amplía el foco. Todo es armonizar la convivencia entre ambos géneros. Creo que son pocos los híbridos que he logrado escribir y me fascina encontrar esos poemas en otros autores, donde la poesía no necesita más que un solo verso para ser imprescindible.
Los temas eligen su género. No soy yo la que manda. Pero me reconozco más poeta que narradora.
Gilgamesh: Sos gestora cultural y desde varios frentes. ¿Cómo armás o cómo llegan los proyectos en los cuales te involucrás? ¿Nos harías un recorrido por los mismos?
Claudia Tejeda: Desde el 2010 organizo el «Café literario de las Malas Compañías» en la ciudad de Alta Gracia, un espacio de complicidad y arte, que convoca a todas las disciplinas: fotógrafos, pintores, artesanos, músicos, magos, actores se han acercado a matizar la poesía a micrófono abierto de los penúltimos jueves de cada mes en el Paseo Nicolasa. Luego perdimos la continuidad. Hoy el café es un evento espontáneo y nostálgico, un proyecto que no quiere despedirse.
He organizado acciones literarias en adhesión a Palabra en el mundo y a través de América madre, llevando poesía a las escuelas, a los bares, a la calle.
También me encanta organizar jornadas y encuentros literarios sin fines de lucro.
En 2019 nace «Poesía en ojotas», con la excusa de encontrarnos en verano con poesía y río. El encuentro lleva tres ediciones y el entusiasmo se replica entre quienes han participado.
Actualmente estamos en tratativas, con la poeta Gladis Domínguez, para sumar a Alta Gracia al proyecto «Bosques de poesía».
Soy una acuariana con más ideas que cuerpo y tiempo para llevarlas a cabo.
Gilgamesh: ¿Cómo habitás el ámbito de difusión de tu obra por fuera de la provincia de Córdoba? ¿Sentís la lejanía de Buenos Aires?
Claudia Tejeda: Creo que mi poesía anda por ahí gracias a la difusión de los amigos y las redes. Gustavo Tisocco, generosamente, publica a muchos poetas del interior en su sitio. A él le debo el acceso a lectores de distintos lugares del país y del exterior también. Creo que hay que salir con el libro bajo el brazo y concurrir a los espacios y probar. También hubo poetas abriendo puertas: Lily Chávez siempre, presentándome entre sus conocidos, enseñándome a abrir puertas para los que siguen.
En Buenos Aires te puede ir bien y te puede ir mal, también he vivido esa circunstancia, por ejemplo, en la feria del libro donde sos un puntito nadie en un millón y puedo relatar la anécdota sin quejas y con humor.
Hace unos años participé del «Encuentro de las Pretextas» y conocí personalmente a muchos poetas maravillosos, con quienes mantengo un ida y vuelta afectuoso.
La virtualidad ha tendido puentes. Fui convocada a programas culturales de «Ruinas circulares» que se emiten por youtube y participo de las convocatorias de «Página de Babel».
También he participado de antologías porteñas.
Buenos Aires queda lejos en kilómetros. Y en la economía que me limita a viajar más seguido a los espacios donde me invitan.
Gilgamesh: Sos facilitadora de talleres literarios. ¿Cuál es tu experiencia como tallerista? ¿Asististe a talleres literarios para hacer clínica de obras? Talleres, concursos, lecturas, ámbitos que son omnipresentes en estos tiempos y en estas pampas. ¿Cómo te relacionás con ellos y cuál es tu opinión al respecto?
Claudia Tejeda: Como tallerista llevo pocos años, pero la práctica es siempre enriquecedora. Es un oficio de intuición y creatividad que me mantiene explorando voces nuevas que abran con una consigna, un territorio íntimo en cada participante. Siempre digo que ya todos los temas están escritos pero nadie los puede escribir desde la perspectiva personal, desde sus propias experiencias de vida. Rescato la inmediatez, lo que surge en el momento como mineral de una cantera que se debe seguir explorando y puliendo hasta dar con la piedra preciosa. Rescato el valor de todas las miradas. Y el clima emocional que se construye en cada taller.
Sigo actualizándome. Recurro a seminarios virtuales y participo de grupos de investigación tal como «La pluma», coordinado por Marta Guzmán. También estoy tomando taller de literatura para niños con la Lic. Viviana Aguirre.
No hice clínica de obras. Me lo debo.
Rescato la fuerza motora de los talleres, concursos y espacios de lectura. Como todo lo que nace de una buena intención, también creo que se oxidan algunas cuestiones. Cada tanto hay que innovar para que se sostengan.
También he actuado como jurado de concursos. Creo en las personas que debaten un resultado. Creo que merecen el respeto de quienes se presentan a una convocatoria. Hay mucha responsabilidad en la decisión y hay que conciliar los fundamentos de selección y aunar criterios.
Los espacios de lectura son un mundo aparte. ¿Cuántos locos atraviesan ciudades para escuchar a otros locos y leer un poema de tres minutos? Muchos.
Creo que se trata de un electrocardiograma de voces contemporáneas, un medidor del latido actualizado. Son lugares necesarios que provocan el surgimiento de más espacios para la palabra y el encuentro.
Gilgamesh: Me gustaría hurgar en tu biblioteca personal antes de tus libros y después. ¿Qué autores te acompañaron, te motivaron, te invitan a escribir, te ayudan a continuar con la escritura, te acompañan en el proceso creativo?
Claudia Tejeda: No puedo fotografiar mi biblioteca. La mayor parte del tiempo es un desorden. Los libros vienen conmigo en la cartera, quedan en la cocina, van al baño, se quedan en la cama, pasan a la mesa de luz. No he terminado de leer todo lo pendiente y eso no es excusa para adquirir uno nuevo. Antes del primer libro que pude editar, había unos pocos en casa: Benedetti, Pizarnik, Cortázar, Borges, Calvino, Rimbaud, Neruda, Orozco, Shua, Pessoa, etc. Hoy necesito más estantes, tanto fuera como dentro de mí. Sería interminable enumerar todos los nombres de quienes pasan y dejan una luz encendida. Pero alguien que me inspira y subrayo con resaltador fosforescente, es el dominicano Manuel del Cabral.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes,repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George
Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un
asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la
memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es
escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades...
Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este
juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en su opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Claudia Tejeda: Quizás deberíamos dejar de considerar que es una pérdida. Como seres humanos somos lenguaje creando realidades. Deberíamos pensar la poesía como una cita pendiente con aquellos que no la han descubierto aún. Y a veces no basta con divulgarla para enamorar a un público. No creo que podamos divorciar la memoria del hombre común de la gran memoria. Es una cuestión de macro-micro. En cada yo lírico hay muchos nosotros. Estamos hechos de imágenes y nos reflejamos en las semejanzas.
La poesía es un encuentro con uno mismo en las palabras de otro. Requiere cierta predisposición, cierto silencio interior en este mundo cada vez más superficial, ruidoso, insensible. Y están los otros, los poemas necesarios que son himnos, los que reúnen masas y generaciones, los que resisten y unifican el sentir y la memoria popular.
Se me ocurre que hay que tender puentes para ofrecer toda la poesía en las escuelas, acercarla por puro placer estético a los niños, podemos sembrarla en los adolescentes como un recurso para digerir la vida y sus injusticias, pero como dice mi amiga Sonia Rabinovich, no debemos imponerla.
Si la poesía fuera el lenguaje de los pueblos, el mundo sería un mejor lugar.
Nos queda la ardiente paciencia.
La poesía es de quien la necesita.

NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Poeta, narradora, gestora cultural. Coordina el «Café literario de las Malas Compañías» y el «Taller de escritura creativa del Paseo Nicolasa». Participa de encuentros nacionales e internacionales. Organiza el encuentro de verano: «Poesía en ojotas». Facilitadora, junto a Berenice Porto, del «Taller literario para niños desenredadores- Espacio La salita-», Alta Gracia.
Libros editados: «De hiedras y grietas» (poemas y relatos, 2004), «Como racimo de abejas» (narrativa breve, 2009), «Andamios de pan» (poesía, 2012), «El Rayo imperfecto» (poesía, premio edición 2014), «Un ojo con patio» (poesía, 2016), «Los ángeles no tienen tumba» (poesía, 2018), «Trencadís- poemas de amor irregular» (poesía, 2018), «Mentiritas y enredos para leer panza arriba» (infantil, 2019), «Libreta de almacén» (poesía,2020, tercera mención en el «Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares», 2019), «Vapor de los membrillos» (antología personal , 2022). También integra varias antologías.

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