jueves, 9 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a ERIC SCHIERLOH

(Publicado en la página de Facebook el 9 de marzo de 2022)

Crédito de la foto: Andrea Mora
Eric Schierloh (La Plata, Argentina, 1981) es escritor, traductor y editor.
En una de sus respuestas a nuestra entrevista, Eric dice:
«...tener con la escritura una relación sin otro a priori que el de ver qué pasa. No sé si hay muchos otros ámbitos de la vida donde se pueda andar sin mapa ni esperando resultados».

SELECCIÓN DE SU OBRA

LOS DÍAS DEL FRESNO.

POESÍA BAJO UN ÁRBOL
«Saw a very large white ash tree».
Henry David Thoreau
«Mi sistema para vivir ese día extraordinario
era vivirlo lo más normalmente posible,
aunque necesariamente cada acción
estaría cargada de una nueva significación».
John Barth
«La poesía no se puede esconder».
James Joyce
«El resto es literatura».
Alejandro Zambra
***
Aquí es otoño.
Es todo lo que sé por ahora.
Es todo lo que necesito saber
por ahora.
Pues el otoño
tiene sus ventajas
además de muchas o.
***
Uno siempre llega
a un lugar extraño
con cierta sorpresa.
Tal vez por esa razón
los ancianos viajen
más que nadie.
Viajar es recuperar
un estado anterior
(incluso a nacer).
***
Pater land—Paterland—PATERLAND.
Este es el nombre de la tierra
a la que me expatrío
cuando estoy
lejos de casa.
Es una tierra de cielos claros y de ríos
y de montañas—de una cartografía
ideal—que ahora mismo están
bajo un fresno
aquí mismo.
Y créanme que desde hace un tiempo
no sé de un lugar mejor.
***
Poco importa mi nombre—real,
el nombre real. Porque
lo que importa—lo único
que en verdad importa
ahora—es que me he venido
a vivir aquí: aquí,
bajo este fresno maravilloso
que por las mañanas—cuando las ranas
croan en el vaporoso despuntar
del nuevo día y las oscuras piedras
reflejan a su manera la luna
y los viejos fantasmas plateados
auscultan el futuro—funciona mejor
que cualquier espejo.

***
Recuerda que los antiguos renunciaron
a su cuerpo y a su vida
y abandonaron sus países
y ciudades y familias
considerándolos meros fragmentos
de vieja alfarería. Y que después
pasaron eones viviendo solos
en las montañas y los bosques,
con la mente y el cuerpo
como cortezas de árboles
resecos.
Se dice que solamente entonces
se unieron al camino, y que pudieron
emplear montañas y ríos como palabras,
formular viento y lluvia como lenguaje
y explicar el gran vacío.
El río del Dragón de Nueve Cabezas
es un libro maravilloso.
***
Me parece
sumamente oportuno
mencionarlo ahora,
antes de que sea
demasiado tarde:
el fresno bajo el que paso
las horas y los días
leyendo y escribiendo
y contemplando este seco paisaje boreal
está justo en medio
de una habitación de hotel
de 150 dólares la noche
que este escritor austral
jamás podría haber pagado
de su propio bolsillo
—triste inclinación natural
por la santidad.
***
Las raíces del fresno se hunden
en lo profundo de la alfombra
y por la noche las oigo reptar
crepitantes para beber
del sumidero del baño.
A veces arrastran con sigilo
hacia mí una silla
que yo invariablemente rechazo
—como el mismísimo buda
a los maras.
Una brisa—no cualquier brisa
sino una de esas brisas sonoras
que sólo puede ser la brisa
colada por las delgadas ramas
de un árbol, de cualquier
árbol—agita las cortinas.
Hoy la cama ha amanecido
cubierta por un pardo manto
de nervosas hojas secas
color ocre.
***
Porque
fue durante muchos años—años
que fueron miles o tal vez millones—que
las prehistóricas bestias
de estas ardientes tierras
desérticas de arroyos de alquitrán
y de piedras como mamuts congelados
soñaron bajo esta misma sombra
y de esta misma monstruosa soledad
bebieron.
***
Lo que por cierto me recuerda
un viejo ardid con el que a todos
pretendieron engañar y que yo resolví
con estas palabras. Dije:
En una mesa
donde las cartas están marcadas
puede que cambien los jugadores
pero nunca cambian las reglas.
***
Y es que así son
las horas ahora
los días ahora
mis días
ahora—
como los días del fresno:
iguales
y por eso mismo
únicos.
Pues en la naturaleza
no existe la rutina.
***
Como una hilera infatigable
de átomos—una delgada
línea compuesta de átomos—cuyo
único origen y fin y esqueleto
o diseño es el tiempo
tal y como lo conocemos
—Nuestro.
***
Fue entonces que la visión
del viejo maestro dijo:
Quien domine la certeza estará solo
como un perro sarnoso en Nochebuena.
Luego el maestro no hizo más que alejarse
meneando un rabo despellejado
y partido al medio.
Yo algún día podré decir:
Quien viva en la ignorancia
heredará la tierra.
Esa tierra que sólo se alcanza
cruzando un puente
de silencio.
***
Asomó una estrella lejana
sobre el horizonte de colinas y piedras,
una estrella que sin embargo parpadeaba
como la última visión de Alejandro en Platea,
y entonces me dije y le grité
al paisaje que me rodeaba
que era temprano aún
para que anocheciera—en mi boca
todavía podía sentir el regusto
del café y del pan tostado—y
entonces un sol que coronaba
un triángulo equilátero
esparció sobre esta tierra
su simiente de duda.
Y se hizo
la luz.
***
Toda fe ha de estar
en perpetua construcción.
De lo contrario
será una ruina
por siempre
jamás.
La Verdad
Quien cree poseerla /bebe arena.
Quien cree iluminarla /la oculta.
***
Alimento a los pájaros acá bajo el fresno
con las sobras del pan tostado que descubro
en el fondo de uno de mis bolsillos: la arena
a mi alrededor se llena de pequeñas w
que lentamente trazan una historia
de puras consonantes sobre el caos
y la imprevisibilidad, una historia
demasiado difícil de pronunciar
dada su propia naturaleza
y por lo tanto de volver
a ser contada
alguna vez.
***
Ser enorme dentro de la pequeñez
y pasar desapercibido en el viento:
que el agua se olvide—lograr que el agua
nuestra madre se olvide de nosotros
confundidos en los millones de rostros
deformes de los guijarros.
Volveremos a ella algún día—después
de un largo viaje
en el que habremos ganado
un rostro de niño.
Sólo entonces
podrá continuar el viaje.
***
El águila habla con su cría
en la orilla del río. El águila
le dice a su cría:
Yo estuve aquí
cuando estas arenas eran rocas
que las raíces de aquellos árboles
abrazaron una vez
como a hijos perdidos.
Ahora bebamos, dice.
***
Y ahora que por fin amanece
y las ranas croan
en el vaporoso despuntar
del nuevo día me pregunto
si será cierto que una vez
abandoné mi hogar—mi antro
de calima—y me fui a vivir
bajo un fresno maravilloso
que cada mañana funcionaba
mejor que cualquier espejo.
***
Cuando por fin cae la última hoja
y comienza el invierno él deja pinchada
en una de las desnudas ramas del fresno
una nota—¿Para alguno de sus hijos? ¿Para
sí mismo cuando regrese? En cualquier caso
la nota en la desnuda rama del fresno
es muy breve y dice apenas:
Por más que lo intentemos no hacemos
más que andar sobre los pasos
de nuestra propia sombra.
Ahora comienza a recordar.
Puede recordar.
Recuerda.
[Nota: La serie de poemas «Los días del fresno. Poesía bajo un árbol» fue escrita en México, en la capital del Estado de Jalisco, entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre de 2010. Integra el libro «El mamut» (recientemente reeditado por Caleta Olivia) y acompaña también la edición de «Por favor planta este libro» de Richard Brautigan (Barba de Abejas, 2012)].

ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Eric, «Uno siempre llega / a un lugar extraño / con cierta sorpresa». ¿Así te sentís cuando el estado de escritura te reclama?
Eric Schierloh: «lugar extraño» y «sorpresa» son buenas coordenadas para definir mi acercamiento a la escritura, sí. Es algo que agradezco, además. Poder tener con la escritura una relación sin otro a priori que el de ver qué pasa. No sé si hay muchos otros ámbitos de la vida donde se pueda andar sin mapa ni esperando resultados.
Gilgamesh: Sos un escritor polímata: poesía, narrativa, ensayo, traducción, edición. ¿Nos contás cómo empieza esta historia, la del escritor y la del editor?
Eric Schierloh: El comienzo es siempre difuso, claro. Lo que sé es que durante unos 15 años escribí y traduje y publiqué algunas cosas (tuve mucha suerte en este sentido) y que en 2010 me di cuenta de que tenía que agregar a eso la edición y la publicación. Entré en contacto con autores, textos y experiencias que alentaban ese viraje decisivo hacia la edición artesanal o la escritura aumentada, y entonces desarrollé Barba de Abejas, que, si bien es una editorial de publicaciones hechas a mano, también es un taller físico de producción editorial y otro de sociabilización de las experiencias editoriales, digamos. La edición artesanal es una alternativa para todo aquel que escribe o produce lo que sea que el sistema considere un mero contenido para ser procesado por una industria pesada e intermediada. Tener un taller de edición, además, no sólo cambia las posibilidades de publicación y las condiciones de circulación, sino también la propia escritura.
Gilgamesh: Tu poesía, en nuestra lectura, es una ventana que se abre a la naturaleza, se detiene en espacios de silencio y pausa ―el blanco de la página que juega con paréntesis, corchetes, espaciados―, dialoga con una tradición que te es propia ―la literatura anglosajona― y se nos da como un koan zen. ¿Hay un proyecto, desde tu primer libro hasta «El Mamut», que se sostiene en el tiempo? ¿Podrías hacer un ejercicio de memoria para llevarnos a tu primer libro de poemas? ¿Qué te motivó a editar una recopilación de tu poesía en «El Mamut» y qué te motiva hoy a reeditar esa experiencia?
Eric Schierloh: «El mamut» está compuesto por textos escritos entre 2001 y 2011 en los que todavía hay una cierta línea común que sigo explorando con la escritura. El único texto de esa primera época que no está reunido y fue publicado es «Costamarina», que apareció en tándem con «Diario de Costamarina» en Barba de Abejas (2012). Sigo viendo, aunque con algo de extrañeza, a «El mamut» como el antepasado común de un proyecto que se hizo más claro poco después, en el mientras tanto de la escritura, y que todavía exhibe algunos rasgos constantes: ciertas escrituras anglosajonas, sí, pero también orientales (sobre todo las tradiciones del zen y del haiku), el objetivismo, la traducción, el dibujo, etc. Lo publicó Bajo la luna en 2015, una editorial de la que me desvinculé unos años después, lo que provocó que el libro quedara en un limbo. Ahora lo reedita Caleta Olivia, donde ya había aparecido «Cuaderno de ornitología» (2018).
Gilgamesh: ¿Qué lecturas te acompañan en el momento de la escritura? ¿Qué escritores estuvieron y están en tu biblioteca íntima? ¿Qué imagen de lector guía tu escritura?
Eric Schierloh: Muchas y muy variadas escrituras más o menos impredecibles acompañan los diversos proyectos de escritura en los que me voy metiendo, proyectos que siempre, de una u otra forma, están abiertos a la contaminación, la síntesis y hasta la apropiación. No me resulta nada descabellado, de hecho, pensar que leo para escribir, y que escribo para seguir leyendo. En cualquier caso, releo mucho a Calveyra, Juan L. Ortiz, Rosenberg, Thoreau, Kerouac, Blake, el I Ching; leo con mucho entusiasmo, siempre, a los amigos (Carlos Ríos, Ana Porrúa, Daniel Durand, Tomás Fadel, Matías Heer, Matías Moscardi, Daiana Henderson, Christian Monti, Oscar Taborda, Daniel G. Helder, etc.). ¿Qué significa, por cierto, pensar en el lector? ¿personificar una decodificación, plantear un escenario futuro de suceso/fracaso del texto a partir de la cantidad de lectores o de libros vendidos? No lo entiendo. En cualquier caso, prefiero que sea un misterio. Como dice Bellatin, a mí me interesa escribir, no decir algo.
Gilgamesh: ¿Cómo decidís que un proyecto de escritura vaya hacia la poesía o hacia la narrativa? ¿Cómo te llevás con las coordenadas de los géneros? ¿Sentís la traducción como un espacio diferente al de tu propia literatura o es solo una opción más donde se continúa tu escritura? ¿Qué ponés en la balanza a la hora de elegir un autor para traducir?
Eric Schierloh: A veces me doy cuenta de movida si eso que estoy escribiendo puede llegar a ser un poema, el germen de un ensayo o un texto que va a necesitar de mucho más tiempo y espacio (no escribo cuentos, así que, cuando asoma la aleta de esta posibilidad narrativa, la única forma en la que pienso es la novela, por breve y deforme que sea). Más allá de eso, lo importante para mí, y esto tiene que ver con aquello de la edición artesanal, es que raramente estoy escribiendo algo suelto, sino que tengo cinco o seis libros/contextos, cuya estructura voy haciendo crecer más o menos simultáneamente. Escribo libros, pienso en la estructura libro y entonces eso, a veces, hace que un texto cambie su naturaleza, su tamaño o incluso su impulso inicial para adaptarse a la forma. Porque los géneros son recursos más o menos cerrados del mercado. Los usamos por comodidad o economía (como hice más arriba con «cuento» y «novela»), pero la verdad es que no significan mucho. En cuanto a la traducción, para mí se trata de escritura y ya. Pero esto puedo decirlo, justamente, porque siempre traduzco desde el gusto y el interés personales, nunca por encargo y con “deadline”, digamos. Traduzco para producir una publicación que arme constelación con el catálogo de la editorial y para ponerla a circular en una pequeña comunidad.
Gilgamesh: Barba de Abejas es tu «editorial artesanal y hogareña», cuyos lemas son «Diy or die» (Hacelo vos mismo o morí) y «Print or die» (Imprimí o morí). ¿Qué ejes rigen esta apuesta? Aquí sos el «Pater land ―Paterland― PATERLAND». ¿Cómo se va armando el catálogo?¿Por qué elegís editar algunos de tus libros en Barba de Abejas y otros en manos de editoriales como Bajo La Luna o Eterna Cadencia? ¿Cómo ves el mercado editorial actual? ¿Editarías a escritores que tengan libros en editoriales hegemónicas? ¿Qué le dirías a una de esas editoriales si te propusieran editar tus libros?
Eric Schierloh: La apuesta consiste en ponerle el cuerpo a la escritura mediante la construcción manufacturada de las publicaciones en el contexto de un proyecto editorial artesanal, microscópico, lento y a largo plazo. La escritura del texto, para mí, es apenas el primero de una serie de otros movimientos igual de necesarios e interesantes que la propia escritura. La escritura sola me aburriría, de hecho, como me aburriría la traducción profesional o la lectura para tener que decir algo en un texto. «Hacelo vos mismo» e «Imprimí o morí» tienen que ver con esta libertad (que también es un riesgo, claro), y también con esa parte fundacional de cierta edición artesanal que implica no tener que esperar los tiempos mortales de la edición industrial, no participar de una economía injusta e ineficiente en torno a las publicaciones, no integrarse a circuitos y dinámicas muchas veces hostiles o ajenas y, por fin, desestimar tanto ciertos protocolos editoriales e incluso culturales como los fenómenos algo enfermizos de la especialización y la intermediación incesantes. El catálogo se va armando por capilaridad, digamos: hay una línea más o menos clara (en Barba de Abejas tiene que ver con la traducción y las artes y oficios en torno al libro y las publicaciones), pero todo el tiempo aparecen pequeños tributarios, anomalías incluso, que son muy interesantes de detectar y germinar. Algunos de mis textos se publican en editoriales independientes porque veo ahí el único tipo de crecimiento al que quiero aspirar, uno horizontal y diverso. Creo también que todavía resulta una buena forma de ampliar la comunidad en torno a Barba de Abejas (cuando ya no lo entienda así, publicaré exclusivamente en formato artesanal y ya). El mercado editorial, para un autor que solo escribe (un productor de contenidos editoriales, digamos), tarde o temprano aparece como un fiasco y una decepción. Prefiero la autogestión y la diversidad que hay en la edición artesanal y en parte de la independiente antes que ese movimiento típico de crecimiento vertical que implica ir de una editorial pequeña a una mediana para terminar en alguno de los sellos de los grupos. En cuanto a las últimas dos preguntas, las respuestas serían Quizás, y No, gracias.
Gilgamesh: Es lugar común decir que la poesía no vende. Sin embargo, cada vez se edita más, aparecen nuevos sellos y, con ellos, una dinámica de festivales y lecturas en vivo. Gombrowicz, en «Contra los poetas», decía que «... a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado...» e Irene Gruss que «...se está escribiendo mucho y al pedo...». ¿Qué pensás al respecto? ¿Qué opinión te merecen los concursos y los premios, la agenda de los escritores que se sienten «obreros de la palabra» y que reclaman un trato como trabajadores dependientes del Estado?
Eric Schierloh: No es cierto que la poesía no venda, para nada. Y quizás eso explique, al menos en parte (porque las editoriales artesanales o independientes nunca persiguen solamente un fin de lucro), la proliferación de editoriales de poesía. En principio, no veo ningún problema en las frases de Gombrowicz y de la querida Gruss; quiero decir, en todo caso, el sistema de la poesía es tan ficticio y falseado como cualquier otro sistema, y de seguro se la sobreproduce, pero no más que a todo lo demás. Tiendo a pensar, de todas formas, que las escrituras nunca sobran. Tema concursos, qué se yo… hay de todo: desde el concurso propaganda de un diario o el de un sello editorial que gana casi invariablemente un autor de la casa, hasta algunos que son más o menos transparentes, algo que se ve, justamente, en el tipo de autores y escrituras que resultan elegidos. El de los «trabajadores de la palabra» es un tema largo, pero creo que parte del problema es que se autoperciben especiales (pretenden los derechos y beneficios de un trabajador asalariado sin serlo o sin serlo totalmente) y sostienen o reclaman privilegios: derechos de autor que duran toda la vida más setenta años (algo que, de una vez por todas, habría que empezar a deconstruir, y desde las propias nociones de «derecho» y «autor»), tres o cinco veces la jubilación de un trabajador asalariado común, etc. En definitiva, que tenemos ideas muy diferentes en torno a la escritura y la publicación, y más en tanto «empleo» (porque eso es lo que quieren decir en realidad con «trabajo», me parece).
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de
entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Eric Schierloh: No sé… Yo creo que la poesía siempre es un asunto privado, desde Safo hasta cualquiera que escriba hoy. Pretender que un poema épico es la expresión de la memoria histórica de un pueblo es una licencia, en todo caso, porque eso le cabe a muchos «poemas» sencillamente porque son lo único que tenemos. Ahora, ¿cómo se construye una «memoria histórica» en un mundo completamente cartografiado donde todo está registrado por algún medio y la velocidad de los hechos es absolutamente improcesable? Nos queda el registro de la incertidumbre y la imposibilidad, un asunto extremadamente privado. ¿Acaso un libro en prosa, un diario collage más precisamente, como «Naturaleza moderna» de Derek Jarman no puede, con justicia, considerarse también un poema histórico cargado de memoria en torno a la alienación, la belleza, la enfermedad, la soledad, la naturaleza y el arte? ¿En qué sentido sí y en cuál no? Después, la poesía la leen personas que escriben poesía porque ese «gran público» tiene otras mil opciones, muchas de las cuales de seguro sean más apropiadas que la poesía para algunos asuntos o experiencias. Esto a mí no me inquieta para nada. Alguna vez la lira fue uno de los diez instrumentos musicales disponibles en el mundo occidental; hoy hay cien. Lo importante, en todo caso, es que la lira puede ser escasa hoy, pero no desaparece, está ahí, junto al sintetizador. Lo mismo ocurre con la poesía, y más aun con la poesía lírica. Así que por más bello que me parezca lo del «lazo perdido», debo decir que no veo ninguna pérdida (sí, quizás, un cambio inevitable), y tampoco la necesidad de reparar nada en la forma en que la escritura nos interpela y manifiesta.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Eric Schierloh publicó, entre otros, «Cuaderno de ornitología» (Caleta Olivia), «Maotouying» (Fadel & Fadel), «La escritura aumentada» (Eterna Cadencia/Barba de Abejas) y «China ya no los quiere» (Salta el Pez).
Dirige la editorial artesanal Barba de Abejas (https://barba-de-abejas.tumblr.com/)

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