martes, 7 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a SILVIA CASTRO

(Publicado en la página de Facebook el 14 de septiembre de 2022)

Silvia Castro nació en Río Negro en 1968. Es poeta y fotógrafa.

En sus respuestas a nuestra entrevista, Silvia, dice:

«…establecer un vínculo entre la poesía y la vida diaria: quien experimenta poéticamente vive, escribe, trabaja y sueña como poeta…»

SELECCIÓN DE SU OBRA

Pehuén

- ¿Qué buscas, hijo? - preguntó Nguenechén.
- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre.
Por desgracia no he encontrado nada.
- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?

Leyenda del Pehuén (fragmento)

1
somos inocentes
tu jardín
tiene un volcán apenas asomado
tu rebaño
trae a los hombres la lana de la escritura

2
tu telar
es de madera de araucaria
nuestros brazos hablan
por boca de volcán
el rehue está rebosante de palabra escrita

3
tejimos una piedra y un zapato
subimos a tu cumbre
perdónanos la molestia
así como nosotros
tenemos confianza en nuestro dios

4
Nguenechen ha dado fruto
su madera es el cáliz
donde hierven las agujas
de nuestros pies dormidos
nuestra huella es de fuego sobre el basalto quebrado

5
somos
la sombra que deja un dios descalzo
en la punta del cielo
los restos mortales
vegetales
de un tejido inconcluso

***
Castor

Introducido en 1946 por productores de pieles instalados en Lago Fagnano, Tierra del Fuego, sus
represas alteran peligrosamente los ecosistemas patagónicos. Por donde pasa el castor
transcurren muchos años antes de que vuelva a regenerarse el medio.
Fabián Jaksic y Clive Jones. Animales exóticos en las islas magallánicas.
El castor recibe su nombre del hecho de ser castrado. Este animal es cazado por sus testículos, que
resultan aptos para su uso en medicina y perfumería; cuando un cazador se aproxima a un castor,
y éste advierte que ya no puede huir, él mismo extirpa sus testículos para lograr salvarse.
Isidoro de Sevilla. Etymologiarum, 12, 2:21

1
sombra del agua en el agua
curva del roedor en gotas chinas
dientes paralelos de la demora
compro tierra por hacer algo edificante
Castor me mira y se sumerge

2
Castor es para el agua
y la sombra soy yo
de mis raíces
la mitad más alta
me está predestinada
la otra mitad
sólo espera
el reflejo
de la piedra hundida

3
para Castor el agua
es una gota
mis ojos
la línea de flotación

4
la inmersión
es el descenso de la piedra china
fricción del agua
en su propio pelaje

5
Castor cubre las apariencias
con un delgado movimiento
se despereza
y mira
la raíz
como si fuera inocente

***
Cigüeñas

Cuando el petróleo no emana por su propia cuenta por falta de presión o por tener demasiada
viscosidad, se debe recurrir a otros métodos. La operación consiste en bajar una bomba de
profundidad que suministre energía adicional e impulse el fluido, unida a una sarta de varillas
conectadas al aparato de bombeo, al que le dan movimiento. El Aparato Individual de Bombeo
comúnmente es conocido como "Cigüeña".
Comodoro Rivadavia. Museo del petróleo. El Bombeo Mecánico.

1
erguirse es una forma de volver
un hilo de seda separa
la curva de la recta
trabaja el aire
con el filo del regreso
la reverencia
toma del cielo las nubes de los ojos
y engorda la tierra
la vista se nubla en la meseta

2
los oasis
enderezan la garganta
como un aguardiente
por el ojo del cuello
pasa el río que nos lleva a casa
el riego es algo más
que un reflejo en el asfalto
el Valle desliza
su párpado en la rueda
todavía hay que tragar mucha meseta
la saliva es un fármaco
al borde del destierro

3
el árbol sucede al poste
y no al revés
van quedando atrás
la recta termina
donde se juntan el infinito
y el alambrado
los álamos están en todas partes
y su circunferencia
en ninguna
el alambre es un reptil de ciudad

***
Selva Fría

¡Mirá, mirá, ahí viene una curva!, decíamos sorprendidos cuando el camino siempre derecho se
doblaba al menos un poquito. A la derecha plano y a la izquierda, también. Y viento. En la
Patagonia los vientos son vientos, no brisas.
Agostino A. Rocca. Cuaderno 17: Techint en la Patagonia. En busca de "El Dorado”

De hecho, es de este ruido que procede la palabra malaya bambú. El chasquido seco de las
paredes que explotan al fuego por efecto de la presión del aire contenido entre los nudos hace
¡bam!, y el aire al escaparse hace buuu...
Yves Crouzet. Bambúes

1
el fuego artificial
es un invento chino
como todo lo que estalla
y crece
la Quila es un bambú
su noche está poblada de ojos
ranuras
por donde leer
los labios del reino vegetal
desde Linneo
la clasificación de las plantas
se basa
en la observación de sus flores
en los bambúes
la escasez de floraciones
dificulta
la tarea de los botánicos
en peregrinación
alzan las copas del saber
para tomar del humo una señal
el incendio ha comenzado
la flor
trabaja el aroma
con el filo del tiempo
han transcurrido sesenta años
la vista se nubla en la Selva Fría
pero la humedad
nos señala el camino

2
cuando los chinos
inventaron la Patagonia
aún no existía el papel
“Hay que poblar la Patagonia”
decían
confundiendo la parte con el todo
la pasta pisó sus propios pies:
“yo soy yo
y también soy ellas”
la mano que empuña el pincel
tomaba de la caña
papel y tinta
como un peldaño quebrado
la tierra fue ganando curvatura
un hilo negro surcó el cielo

3
el viento agita en su mano
las pulseras del vacío
en el cielo de la durísima lentitud
flotan las cañas de la Selva Fría
la distancia que nos une
se mide en nudos

(De La Selva Fría, Ed. En Danza, 2006)

***
Arte poética
Mis derechos de autor se acaban en la superficie del
agua. Ella se escurre. Lo que queda del texto retratado:
música de cámara. La fotografía no existe, es mujer
muerta de parto, y la poesía es su réquiem.
Del Taj Mahal, la piscina que lo duplica, su sonido.
Y la niebla, que empaña la lente.

***
Fotos de cartón

I
no domina el cartón
el pliegue se vuelve
hay una anguila doblando un cartón
la caja está llena
afuera de la caja se guarda lo demás
lo que está ciego
lo que deja del cartón es
lo que se puede doblar

II
pisa el hueco del tetra y lo levanta
el estruendo queda atrás
no cabe dentro del carro
el sonido del cartón
sólo se propaga en el vacío

III
se lleva a sí mismo
en lo que da de comer
el peso neto
y el peso escurrido de la leche
el té del hijo de la merienda
residuos de la tarde
saquitos por si llueve
un castillo de cartas
para la cena
y un pedazo de mujer
para mojar

***
Laica
yo tengo una perra con un solo ojo
como la de Cartier Bresson
ella no captura el instante
sino la mitad
por ejemplo
tus manos en alto
se vuelven una sola
que muestra la palma
yo te apunto con mi Laica.
ella le ladra al futuro que pasa por tu mano
es un viaje del azar que no se detiene con Dios
tu mano se ha vuelto inmortal
y yo vivo en la mitad de tu vida
estás detenido en el espacio
Laica te mira a través de la burbuja de vidrio
vamos a casa
te dice
no todos los perros van al cielo
la burbuja brilla como la aureola de un santo
pero es sólo casualidad
no se puede rezar con una mano sola

***
Isondú

I
en su panteón de Recoleta
Emma Nicolay de Caprile está fuera de plano
sentado en la falda de Emma
un niño sostiene un libro y baja la vista
falta un dedo en la mano posada en su hombro:
señala el rastro de las primeras letras
la lengua muerta del libro asciende
Emma duerme en su guardapolvo de mármol
su lengua no
estoy tomando una fotografía en latín
la lengua madre sale movida
los vándalos del mármol van y vienen
lo que importa es la iluminación
el niño se deja lamer por la segunda lengua
de la segunda madre
Emma detiene mi disparo con el muñón del índice
en la fotografía

(De Isondú, El Suri Porfiado, 2014)

***
Lucía párpados de pez
- Abuela, ¿qué hacés?
- Me estoy tocando.
- ¿Cómo?
- Me estoy tocando, a ver si estoy.
Cuando murieron sus ojos, Lucía se tocaba con
las dos manos el rostro, la cabeza, los hombros,
la cadera, las piernas, buscando su límite.
Por ella fue escrito este libro

***
El tendal
como los peces
sólo recuerdo
la mitad de lo que vi
la mitad de lo que viste
una línea de tiza
alrededor de la memoria
sujeto con alfileres
el papel de molde
al desplegar la tela
no me olvido de dejar
un margen
para la costura

***
La gomería
el tiempo pasa por el caucho
borrando huellas
en el asfalto quedan
superpuestos
los dibujos caídos
el agua tampoco tiene forma de saber
el camino desemboca
en el camino
el camino desenfunda y tira
como un buey obediente
como un cowboy
a ambos lados de la ley

***
El aljibe
el día queda largo
se pisa al caminar
la roldana recoge
los pasos de los hombres
detrás de la tela
rota
en el dobladillo
el itinerario pendiente
todo duerme
salvo los pies oscuros
del aljibe
la tierra se abre sólo
si le damos cuerda

***
Sal de la casa
llegó el miedo
hasta hoy
los ruidos eran invisibles
algo muerde por dentro
y no son los huesos
un manto negro
busca la salida

***
la que se estuvo muriendo toda la vida
limpia lo que nadie
se atrevió a ensuciar
dicen que está en un grito
pero abrimos el grito y no está
tampoco está en su membrana rota
la que limpia no vino hoy
dejó el grito vacío

(De Puelches, Editorial UNRN, 2018)

***
cuesta hacer pie
la montaña cae
Rolling Stones
y gritos sin público
los pescadores callan
una canción no cuenta nada
a nadie
los niños saltan para ver más allá
el mar es una cama elástica
un ta te ti
de cruces
sin círculos
todos perdieron
el cuerpo
aquí
el viento devuelve los cuerpos
voces de arena
charqui salado
la ruta lateral
abre y cierra
montaña y mar
una delgada franja azul
como una caja de música
suena y no suena
se ve
y no
un campo de concentración no es un lugar
es todo lo que se puede morir estando vivo
todo lo que se puede vivir estando muerto

***

es preciso acostar un galgo sobre cada uno
devolver a cada extremidad su péndulo
estirar el músculo enganchado en la púa
buscar al otro igual que está debajo
como a la otra media del par

***

la muerte guarda su lugar en la fila
de pie
paciente
hay una muerte también
para el que no piensa hablar
ni decir quién
ni decir cuántos
ni cuándo
ni qué
la muerte no tiene apuro hasta que sí
hasta que llega el médico
el cura
Dios
las muertes sumisas
se alimentan en orden

***

Pisagua en aymará
significa tierra sin agua
Tarapacá
ave que planea
en el calabozo
ya no quedan puertas ni ventanas
un cóndor vigila el lente de la cámara
posado en un dintel
no se espanta
se abre lentamente
entrega todo su plumaje desplegado
desafía la respiración del cristal

(de Pisagua, La Gran Nilson, 2019)

ENTREVISTA CON LA AUTORA

Gilgamesh: Silvia, tu poética tiene mucho de «poesía rubik». Leyendo «La Selva Fría» (2006), «Tura/Poesía Rubik» (2012), «Isondú» (2014) y «Puelches» (2018), nos enfrentamos a artefactos móviles que nos inducen, como lectores, a movimientos que (des)arman, (de)construyen la geografía, la historia, el idioma que habitamos como latinoamericanos.
¿Nos contarías cómo se gestaron estos libros? ¿Ves continuidades, rupturas, una búsqueda diferente de un libro a otro?
Silvia Castro: Puedo escribir en cualquier sitio, de muchos modos y siempre lo hago fragmentariamente. Después, en algún momento, llega la inmersión y la edición. Prefiero hablar de edición y no de corrección. Con la fotografía es igual. Es importante el momento de la toma y se hace con todo el cuerpo, aunque deba pasar incomodidades si la situación lo demanda. Luego viene una etapa, no menos agitada, de relectura de la imagen, decisiones de edición y armado de series.
Hace años que viajo a pueblos con la cámara y la notebook. Cuando escribí «Puelches», los poemas sucedieron antes y al llegar comprobé lo escrito en la geografía como una anticrónica. En cada pueblo recorro, observo, hablo con la gente, tomo fotos, constato la relación entre los poemas que escribí antes de viajar y la experiencia de conocer el lugar finalmente. Siempre aparecen mágicas similitudes. En la crónica, el camino es inverso. La escritura es posterior, por eso elijo el poema que siempre se anticipa como un augur. César Vallejo dice en «El buen sentido»: "Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar". Al escribir «Pisagua» fue diferente, todo comenzó con un puñado de notas de viaje en mi celular que fueron transformándose en poemas, en diez días de frenesí poético. «Pisagua» fue escrito escuchando, traduciendo el sentido de algunos dictados (muchos en modo imperativo), algunos elementos arbitrarios que aparecían sin que pudiera reconocerse su origen, como el vino, por ejemplo. ¿Quién podría pensar en vino en un sitio tan infértil? Varios poemas remiten a la vendimia, al racimo, a la botella estibada, a la bodega. Una posible clave sucedió a posteriori (ya en los días de consultar algunas fuentes para desentrañar estas voces), al enterarme de una forma de tortura creada en este campo de concentración. Se llamaba “la alfombra roja” y consistía en acostar a los presos boca abajo, uno junto al otro, para que una compañía de soldados corriera sobre ellos. En los poemas las voces de opresores y oprimidos se yuxtaponen, por momentos se introduce un tono más cercano a la crónica y buena parte de lo escrito parece surgir de la premura con la que se registra lo soñado.
Esos “movimientos que (des)arman, (de)construyen” son resultado de estas y otras experiencias y de dotar a la experiencia de un poder transformador del lenguaje. Porque lo que se vive de un modo no convencional es más probable que dé lugar a escritura no convencional.
Gilgamesh: Toda tu obra está atravesada por las contingencias históricas de un país y un continente que arrastran siglos de colonialismo y resistencia sin poder torcer el pulso de los poderes hegemónicos.
¿Te reconocés una poeta comprometida? ¿El compromiso impulsó tu escritura o la misma escritura fue abriendo paso al compromiso?
Silvia Castro: Escribo y saco fotos desde niña por estímulo de mi familia, personas amantes de la belleza y comprometidas con la realidad. Mi infancia en dictadura marcó mi modo de ser artista. Con un exiliado en mi grupo familiar, la cotidianidad incluyó la escritura epistolar como modo casi exclusivo de comunicación con mi tío quien, además de militante, era escritor. En ese tiempo no había internet y eran carísimas las comunicaciones telefónicas. Las cartas entre España y Río Negro hicieron crecer mi interés por la literatura y el arte. Cuando finalizó el proceso militar, con mi hermano, desenterramos sus libros ocultos bajo tierra en nuestro jardín. Muchos eran de poesía y educación. La lectura de autores como Paulo Freire y Bustriazo Ortiz definieron mi doble vocación artística y profesional. Estudié Letras y cursé el profesorado docente en Bahía Blanca donde también fui militante política. A partir de 1990 trabajé como maestra rural en el Valle de Río Negro. Vivo en Buenos Aires desde 1993. Desde ese año y hasta 1999 fui docente en Villa Soldati, Lugano, Barracas y La Boca mientras estudiaba Bibliotecología. Desde 2000 trabajo con infancias en la biblioteca Jardín de Gente, en el barrio de Abasto. Capacité bibliotecarias en mi provincia y en otras. Mi obra siempre tuvo una estrecha relación con mi experiencia laboral y militante, con estudiantes de todas las edades, en su mayoría, de sectores carenciados.
Gilgamesh: Otra especificidad en tu quehacer artístico es participar de proyectos colectivos −lo de «Tura/Poesía Rubik» es un ejemplo− en los cuales la escritura y la imagen se complementan. Pienso en «En el olor de las hormigas» (Palabrava, 2017) con textos de Yamil Dora y tus fotografías.
¿Cómo resolvés encarar estos proyectos? ¿Qué lugar ocupa la imagen en tu poética?
Silvia Castro: De estos nuevos tiempos, me interesa el estallido de la noción de autor, los posicionamientos como el de Banksy o los colectivos artísticos en los que cuenta menos el yo que el nosotros. Las redes de pares son fundamentales en el arte, si bien se crea en soledad muchas veces y yo soy mi primera lectora, el entorno condiciona y enriquece la producción artística, aporta otras miradas, pone a raya el ego y también sirve como contención en la incertidumbre y el riesgo de la búsqueda creativa.
Jackson Pollock decía que en el arte, desde su punto de vista, «no se trata de ilustrar o representar cosas, sino de expresarlas» y, en cada artista, cada fenómeno reclama su lenguaje. Mi experiencia poética recurre alternativamente al soporte visual y al lingüístico de acuerdo con la demanda del acontecimiento. Por lo general inicia de un modo fragmentario que no atiende tanto al continuo como a la irrupción. Parte de la urgencia ante la fugacidad: retener la mayor cantidad de información genuina para luego trabajar en su expresión. La fotografía es útil como registro cronológico y expresivo a un mismo tiempo. Sumando la toma de notas voy construyendo un corpus previo que a posteriori se traduce en obra: puede ser un libro de poemas, un libro de fotografía, una muestra, un taller, una acción…
Gilgamesh: Naciste en General Roca, vivís en Buenos Aires.
¿Cómo fue comenzar a escribir por fuera de los circuitos que se piensan centrales? ¿Ha cambiado tu manera de escribir y tu forma de ver el mundo literario después de esta movida?
Silvia Castro: Hubo un momento de la infancia en que comenzó a ser inevitable poner por escrito lo que ya venía experimentando en mi modo de contemplar, comprender, tomar decisiones, desear, olvidar… Y ver que esa práctica no era individual, sino que pertenecía a una larga tradición que abarcaba todos los tiempos y geografías.
La poesía es un género sobre el cual existen muchas percepciones, experiencias, saberes, coincidencias y malentendidos. En la escuela y en el hogar no siempre se tiene un contacto intenso con ella. Pero a veces, sí. Crecer en una atmósfera poética tiene que ver con el acercamiento temprano a la lectura y a los libros, pero también puede deberse a otros estímulos. Interrumpir la rutina doméstica para ir a ver cómo sale la luna llena, atender a una puesta de sol, al nacimiento de una mariposa o a los frutales florecidos son ejemplos en ese sentido. O una madre que canta tangos y canciones de protesta o el traqueteo de la máquina de coser de una abuela o de la máquina de escribir de un papá que se queda trabajando hasta altas horas de la noche. Lo poético que excede los límites de la palabra y el libro no solo cuenta, sino que es un elemento tan invisible como imprescindible. De este modo es posible establecer un vínculo entre la poesía y la vida diaria: quien experimenta poéticamente vive, escribe, trabaja y sueña como poeta. Cualquiera -poeta o no- puede hacer memoria y seguramente encontrar elementos de este tipo, en su historia, que serán valiosos para abordar cualquier otra experiencia con el arte. Lo que lleva a escribir es muy diverso. En los ejemplos anteriores pueden enumerarse elementos visuales y sonoros que hacen su ingreso, a veces, de un modo sutil y, otras veces, más enérgico. El paisaje irrumpe con sus colores, texturas, sonidos, personajes, climas y el texto toma cuerpo con todo eso.
Mi cambio de domicilio fue sobre todo un cambio de escala. Cuando me mudé a Buenos Aires aún no había sucedido el cambio cultural que produjo internet. Vivir en un gran centro urbano durante varias décadas me permitió ver que puede experimentarse, a un mismo tiempo, la gran escala en la oferta cultural y la pequeña escala del barrio y el circuito artístico. Descubrir las dinámicas provincianas de la vida porteña fue hallar lo pequeño en lo enorme con todo su potencial y sus limitaciones.
Gilgamesh: La docencia, la gestión cultural están en tu quehacer cotidiano.
¿Las vivís como una continuidad de tu vocación poética? ¿Cómo ves la difusión de la poesía en el ámbito escolar y académico? ¿Qué opinión te merecen las presentaciones y lecturas de poesía? ¿Y los talleres literarios?
Silvia Castro: Creo en la poesía como un canal de transformación. La educación que no la integre, no generará pueblos lectores ni capaces de tener con el arte una relación saludable y fructífera. Es importante, para mí, poner el foco ahí. Hace décadas que trabajo en bibliotecas y escuelas por ese motivo. Desconfío de toda comodidad, por eso trabajo, desde muy joven, muchas horas, todos los días, con gente vulnerable y talentosa en sitios lejanos de todo privilegio. Mi escritura se alimenta de eso también.
Un posible modelo de artista podría ser, para mí, el cineasta Werner Herzog. Las lecturas de sus diarios de filmación, entrevistas y crónicas son una gran fuente de claridad en mis búsquedas. Por tal motivo, no es de mi experiencia formarme en un taller, en un ambiente controlado ni tener expectativas de difusión a través de presentaciones dentro del ámbito cortesano del arte. Prefiero la aventura, la incertidumbre, el riesgo y la ausencia de aplausos y fans. Puedo integrar colectivos de trabajo en tanto sean coyunturales y para un fin concreto. Pero no me alojo en grupos y circuitos constituidos.
El taller literario es un fenómeno tardío de los grandes centros urbanos que, por lo general, nuclea a quienes buscan acompañamiento para formarse una mirada y un lenguaje artístico. Sirve en muchos casos para revertir demoras y aislamientos y estimo que a mucha gente le deben servir porque crecen en número y variedad. En educación se suele hablar de compensación de desigualdad de oportunidades, creo que son un dispositivo ideal para ese objetivo. Capacito bibliotecarias en las provincias dando talleres de escritura creativa y mediación y veo el impacto positivo del intercambio y la formación y su poder multiplicador.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas están en el comienzo de tu vocación poética? ¿Qué lecturas te acompañan hoy? ¿Hay nuevos textos en proceso?
Silvia Castro: Algunos de mis autores formativos vienen del momento en que ciencia y arte no eran tan lejanos como Lucrecio o Claudio Eliano. Ellos integran una línea de lectura de filósofos, matemáticos, fuentes no literarias, pero que habilitaban o acompañaban la lectura poética. Algunos poetas inolvidables para mí fueron Juan Carlos Bustriazo Ortiz, E. E. Cummnings, Antonio Porchia, Roberto Juarroz, Marosa Di Giorgio. Leo y releo mucho. Prefiero las voces rotundas y ambiciosas, avasallantes y definidas. Me interesan poetas contemporáneos/as cuya poética toma distancia de la tradición occidental como Elicura Chihuailaf o Liliana Ancalao, pero que en nuestra región consolidan la reconstrucción de sus propias tradiciones. También cronistas, narradores/as y ensayistas de este nuevo siglo y el anterior a quienes leo también sin ánimo de acumulación erudita, sino más bien como actividad integrada a la creación. Mis últimas lecturas tienen que ver con un libro de poemas de fútbol que acabo de terminar. Es un libro sobre el lenguaje, el arte, el fútbol, mujeres y disidencias. Leí poesía, ensayo y narrativa sobre esta temática: Montalbetti, Bertoni, Canal Feijoo, Alabarces, Garton, Dalia Rosetti y muchos/as más. Descubrí que, así como el fútbol fue un nicho del patriarcado en nuestra región, también lo fueron -salvo alguna que otra excepción- la mayor parte de las poéticas que generó hasta estos días.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido».
¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Silvia Castro: La poesía argentina se distingue por su variedad. Hubo una fuerte promoción de la generación de los años ‘90 en su momento y hoy algunos poetas siguen los preceptos de aquella década, otros se ubican en las antípodas, vuelven a las formas fijas o reivindican otra idea de la lírica. Otros sencillamente optan por ignorar el campo y escribir al margen de su influencia, lo cual da lugar a una riqueza alejada de todo mandato. Una revisión de la poesía argentina debería atender a diversas variables que juegan un rol importante en el campo literario: la variable de clase, la territorial y la étnica. Un porcentaje no menor de la crítica suele pasar por alto o lisa y llanamente desconoce la producción de poetas que no viven en las grandes ciudades, no son descendientes de europeos o no pertenecen a la clase media. Argentina siempre hizo una diferencia con su educación pública en la calidad de vida cultural de su pueblo, pero a partir de la instalación de políticas neoliberales en nuestro país, el acceso a los bienes culturales fue haciéndose más y más difícil. Afortunadamente hubo un salto cuantitativo en la producción y edición independiente, fuera de las grandes casas editoras, generándose un fenómeno de autores-editores: no autoedición sino poetas y colectivos de autores que abordaron la edición como práctica artística. Este fenómeno enriqueció notablemente el campo. Estas son las ideas que se me ocurren en relación con el «lazo perdido» con el «gran público». Creo que el mayor avance cultural de las últimas décadas fue en la variable de género con el ingreso notable de mujeres y disidencias al ámbito literario y artístico que se fue consolidando más y más gracias a la resistencia y a la lucha de estos colectivos.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA

Silvia Castro (1968, Río Negro, Argentina). Poeta, fotógrafa. Editó los libros de fotografía «Anagramas», «Sphera», «Pehuén», «Abra», «Sin párpados», «La soga de la ropa», «Caja china», «Dulce Aldea/Copahue» (2005-2008), «Trenes» junto con Alberto Muñoz, «El olor de las hormigas» junto con Yamil Dora y «El Gamo» con Leandro Llull. Como poeta publicó «La Selva Fría» (En Danza, 2006), «Tura / Poesía Rubik» (El Suri Porfiado, 2012), «Isondú» (El Suri Porfiado, 2014), «Puelches» (UNRN, 2018) y «Pisagua», editada en Argentina por La Gran Nilson, en 2019 y por Editorial Navaja, en Chile, en 2021. En 2022 está pronto a editarse su «Diario de Puelches» junto con el trabajo fotográfico de Jimmy Rodríguez, por la editorial cordobesa Gráfica 29 de Mayo. Coordinó ciclos e integró la organización del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, en el Centro Cultural de la Cooperación (2010-2016). Su poesía se tradujo al inglés y al francés. Colabora con revistas literarias y diversas publicaciones de poesía y fotografía de nuestro país y del extranjero.

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