jueves, 9 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a JONIO GONZÁLEZ

(Publicado en la página de Facebook el 9 de febrero de 2022)

Jonio González nació en Buenos Aires, Argentina, en 1954. Vive en Barcelona desde 1983. Es poeta y traductor.
Crédito de la foto: Daniel Mordzinski
En sus respuestas a nuestra entrevista, Jonio dice:
« Sin un dominio aceptable de las herramientas, es imposible llevar a cabo ninguna tarea, da igual lo comprometido que uno se sienta. Por lo tanto, el primer compromiso del poeta ha de ser con la poesía como forma de expresión».
«La poesía ya no cumple ningún papel en la sociedad, pero sí, todavía, en el individuo que forma parte de ella».

SELECCIÓN DE SU OBRA

ESBOZOS Y REPRESENTACIONES
la sombra
a menudo es una anécdota
de la distancia
la relación de la hora
con la alegoría
en tu caso aquello
que de azaroso tiene
la amenaza:
un sueño distinto
de otro sueño
que al mismo tiempo
lo contiene
como si el deseo
fuese la consecuencia
y no la causa
el límite irresoluble
lo que descubres
cuando lo ves
y te dices
que acabas de crearlo
***
SUAM VOLUNTATEM
han recogido las postreras indulgencias
del conocimiento
y la melancolía
los acompaña desde entonces
contemplar a la serpiente
que escapa del pie del niño
a la madre que tiende
la rama salvadora
supone un anhelo
de luminosidad inmediata
de semejanza imaginaria
¿puede acaso traicionarse
un destino que se ignora?
simular que se cree
es el precio
de la verdad perfecta
***
ANTE EL PRIMER PLATO DE COMIDA
(In memoriam Charlotte Delbo)
ah, raquel, ¿qué has hecho
con mis ídolos?
no me he asfixiado en el vagón
no he decidido
aún
si el mundo se parece a la vida
o ésta a aquél
o si ni vida ni mundo
resisten el mínimo argumento
¿qué has hecho dime
con mis ídolos?
cuando los contemplaba
al menos creía
en lo que contemplaba
los que miran la cámara
mientras deciden de qué lado
poner a unos y a otros
se reirían:
inventan su propia lógica
la demostración de un teorema
cuya hipótesis
cambia para someterla
a la oscilación de la creencia
a la posibilidad de la promesa
¿qué has hecho
raquel, con ellos?
llego por el mismo camino
por el que partí y conmigo
los que no han vuelto
ni me acompañan
***
SI NO FUERA POSIBLE
como prueba de que
al contrario de lo que escribe brodsky
los poetas se equivocan
conozco a quien sí le daría igual
perderse en la espesura o el desierto
lo que no le impide por el camino
obrar de acuerdo con lo que cree inventar
apostar la vida a cuanto le prometen
señalar a derecha e izquierda
paisajes renuentes
en los que buscar la relevancia
la correspondencia
proposiciones dignas de ser aceptadas
para por fin subir al púlpito
y declararse víctima
incapaz de comprender
que algunas cosas se pierden
porque nunca se han tenido
***
CARTA A RICARDO REIS
las palabras nunca son
del tamaño de las cosas
¿o deberían serlo?
¿debería el cielo entrar
en la palabra cielo?
el nombre designa
aquello que traiciona
lo que se nombra es un residuo
la radical extrañeza de la reducción
un pacto
entre lo visto y lo oído
un modo de relatar la realidad
por similitudes
por aproximaciones
por cuanto a pesar
de la aceptación de los signos
queda
al margen
***
DIALÉCTICA
a veces aquello
que la voluntad señala
hasta parece posible:
ya he devuelto la semilla
a la espiga
como quería el poeta
sin embargo
fracaso y éxito
no siempre dependen
de discernir lo que es justo
y da igual que semilla y espiga
lo sepan:
la épica también es una manera
de embellecer la derrota
de convertir en alteración de un sueño
lo que no ha sido más
que un error de cálculo
***
LA ALTERNATIVA DEL AZAR
¿y si fuese verdad que espera
un fragmento de la causa
por la que ha abandonado
cuanto circunda
la frase inacabada?
al fin y al cabo
la fábula en la que quiso creer
confunde el portal
con la piedra muerta
el misterio
con la huella simbólica
el rostro del que es
en las fotos que ha perdido

ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Jonio, tu poesía da cuenta, a través de imágenes que van desplegándose hasta formar una «figura metafísico-poética», de tus inquietudes vitales: el paso del tiempo, los recuerdos, la tradición familiar y cultural que te constituyen. ¿Cómo y dónde empieza la escritura de un poema? ¿Cómo sabés cuándo ese poema es parte de un corpus que terminará en un libro? ¿Podés pensar la escritura independientemente de la mirada del lector, de la mirada del editor, del circuito editorial?
Jonio González: Quiero aclarar, para empezar, que no teorizo, sino que, en todo momento, hablo exclusivamente de mi experiencia. En este sentido, la escritura de un poema empieza cuando el propio poema lo decide, valiéndose para ello de una imagen, una frase, el deseo (más que la necesidad) de dar forma a un pensamiento. La imagen o la frase no necesariamente marcan el principio del poema, sino que pueden indicar el destino al que este quiere llegar, lo que significa que, en la mayoría de ocasiones, es el propio poema, y no la voluntad del poeta, quien lo determina. El poema en sí sería la descripción de ese camino. Y el libro, el diálogo que distintos textos establecen entre sí, y en el que algunos pueden quedar excluidos. Por lo dicho, en mi opinión, es imposible separar la escritura de la «mirada del lector», es decir, de la lectura, en la medida en que el poeta compone y al mismo tiempo es testigo o un lector al que ser autor del texto no le otorga privilegio alguno respecto de los demás lectores. La poesía iguala a uno y a otros. En cuanto a la mirada del editor... es demasiado complejo y entran en juego demasiados factores: la importancia de la editorial en el mercado, el gusto del editor, su olfato, su vocación o aquello a lo que debe ceñirse por mandato o «política editorial», el grado de amistad entre editor y autor, los contactos de este y su habilidad para hacerlos, los intercambios de favores y un larguísimo etcétera.
Gilgamesh: Comenzaste a editar tus primeros libros en la década del 80. ¿Te sentís parte de esa generación? Fuiste miembro fundador del grupo «Onofrio de Poesía Descarnada» en 1977 y de la revista de poesía «La Danza del Ratón» en 1981. ¿Nos contás cómo surgieron esas movidas? Hoy los recitales de poesía están naturalizados. ¿Creés que estuviste en un momento fundacional de esa dinámica de difusión de la poesía? ¿Podés hacer una lectura de lo que significaron los encuentros de poetas en esos años y lo que se juega hoy en día?
Jonio González: Sí, me siento parte de esa generación y, aunque no me sintiera parte, daría igual porque fue la historia (por inclusión o por exclusión) la que nos incluyó en ella. Y, justamente, fue ese (trágico) momento histórico el que nos estimuló a Javier Cófreces, a Miguel Gaya y a mí a formar el Grupo de Poesía Descarnada como una forma (humilde y hasta ingenua, si se quiere) de resistencia. «La Danza del Ratón» fue otra consecuencia de ello, y la tribal polémica con los neorrománticos, fruto, creo, de esa misma necesidad de resistencia (en la que, paradójicamente, coincidíamos) y los lazos con los vanguardistas de Xul, que primero nos alabaron y después nos criticaron con idénticos argumentos. Todo lo cual formaba parte de las relaciones que se establecieron a partir de la revista y de las lecturas de poemas, sobre todo, con Diana Bellessi, Reynaldo Jiménez, Jorge Fondebrider, Vicente Muleiro, Violeta Lubarsky, Alberto Muñoz, Jorge Aulicino, Daniel Freidemberg, Irene Gruss, etc., lo que nos ubicaba en una suerte de movimiento generacional al que, en buena medida, conferían unidad, tanto los así llamados gustos poéticos con los poetas mencionados como un anhelo de, insisto, resistencia. Javier Cófreces lo explica muy bien en el prólogo a la segunda edición de «Onofrio. Grupo de Poesía Descarnada», que publicó Ediciones en Danza en 2007.
Gilgamesh: Naciste en Buenos Aires y desde 1982 vivís en Barcelona. La coyuntura política no te fue ajena. ¿Cómo viviste ese pasaje en lo personal y en lo poético?
Jonio González: El pasaje de Argentina a España no fue fácil, aunque resultó muchísimo menos duro que para la mayoría de argentinos que fuimos conociendo. Tuvimos suerte, y familiares aquí que nos ayudaron. En cuanto a lo poético... Habría que empezar por mi relación con la lengua que, poco a poco, a lo largo de estos casi cuarenta años, se fue adaptando a las formas peninsulares, por así llamarlas. En ello influyó, sin duda, mi trabajo para y en editoriales durante más de treinta años, pero también el hecho de que ese cambio me permitía una suerte de extrañamiento que se traducía en una mayor libertad a la hora de expresarme poéticamente. El castellano era mi lengua y al mismo tiempo no lo era, no me pertenecía ni yo le pertenecía, y dicha contradicción constituía la causa de ese sentimiento de libertad: era un extraño, en Argentina y en España, y quien decidía, en el proceso creativo, qué forma del castellano emplear.
Gilgamesh: Desde tu primer libro, «El oro de la república» (1982), hasta «Historia del visitante» (2019), ¿qué es una constante y qué va moviéndose y mutando en tu poesía? ¿Qué autores influyeron y siguen influyendo en tu poética?
Jonio González: Los poetas que más influyeron en mí... En una primera etapa suele ocurrir que las influencias son formales; de hecho, a menudo copiando es como se aprende. Más tarde las influencias son más teóricas o, incluso, vitales. En mi caso empezaron, como en muchos de mi generación, con los poetas españoles de la guerra civil: Miguel Hernández, Rafael Alberti, León Felipe... Su compromiso, su rabia, su exaltación también, su humanismo o lo que a los trece o catorce años se intuye como tal. Después, gracias a Marcelo Covián y sus Ediciones del Mediodía, los poetas beatniks: Ginsberg, Ferlinghetti, por encima de todos Gregory Corso. Y con ellos una libertad individual desconocida para mí, en lo formal y en lo vital. Gracias a ellos llegaron también Creeley y Sexton y Plath. Fue asimismo importante, por supuesto, la poesía peruana, de César Vallejo a Antonio Cisneros, pasando por Martín Adán, y el modo en que actualizaba y redefinía la tradición, no sólo en relación con la lengua, sino con la temática (Belli sería otro ejemplo extremo de ello). Sin embargo, creo que quien más influyó en mí, en lo formal al menos, fue Alejandra Pizarnik: la llamada economía de lenguaje, la síntesis, el cuidado con el empleo del adjetivo, ese intruso condicionador de lecturas e interpretaciones al que sólo se debe dar espacio cuando es imprescindible. El hablar de la propia experiencia como algo no solo físico, el ir, a pesar de las enseñanzas de mi admirado Williams, más allá del objeto, de lo concreto. La reducción a cenizas.
Gilgamesh: ¿Has vivido la contradicción vida / obra? ¿Qué entendés por poesía comprometida? ¿Qué compromiso exige ser parte del campo intelectual?
Jonio González: Creo que era J. V. Cunningham quien afirmaba que todo aquello que vale la pena que se diga debe ser dicho. Si reemplazamos el verbo «decir» por el verbo «escribir», obtenemos una definición de lo que debería ser el compromiso de la poesía. Un compromiso, por cierto, que es imposible asumir sin ciertas «habilidades». Sin un dominio aceptable de las herramientas, es imposible llevar a cabo ninguna tarea, da igual lo comprometido que uno se sienta. Por lo tanto, el primer compromiso del poeta ha de ser con la poesía como forma de expresión. Luego se le añadirán otros objetivos, por así llamarlos, que den un sentido, pretendido o real, a dichas habilidades: la exposición de las experiencias personales, los anhelos individuales o colectivos, los diversos juicios, análisis, exaltaciones, confesiones, enunciaciones, etcétera. En cuanto a sentirse parte del campo intelectual, no creo que la porción que me tocaría de él en tanto poeta sirviera para mucho. A estas alturas de mi vida, me conformo con que lo que escribo produzca en algunos de los pocos que me leen cierta emoción o razón para reflexionar sobre lo que sea.
Gilgamesh: Sos un gran lector y traductor y un activo difusor de poéticas poco visitadas. En «Bailar a lo largo de línea amarilla», la poeta Robin Myers escribe: «Hay quienes hablan de la traducción como si fuera una experiencia fundamentalmente unificadora: cruzar un puente. Y hay quienes la describen como si fuera un acto de violencia: un daño que se le hace inevitable e irrevocablemente al texto original». ¿Cómo vivís el proceso de traducir? ¿Cómo el de antologizar? ¿Qué poetas sentís, hoy, fundacionales desde tu subjetividad de lector? ¿Ves el surgimiento de poéticas innovadoras? ¿Cuáles son tus lecturas actuales?
Jonio González: Considerar el acto de traducir «un daño inevitable» que se inflige al texto original suena tan poético o efectista (a veces son lo mismo) como exagerado. Por supuesto que el traductor es traidor, por supuesto que las interpretaciones implican la posibilidad de error, por supuesto que muy a menudo hay que sacrificar la forma del original para dar preponderancia al sentido o desvirtuar el sentido para que, por ejemplo, un soneto sea un soneto (opción con la que no estoy de acuerdo), pero ¿qué hacer? ¿No traducir? ¿Aprender todas las lenguas? La voz del traductor siempre se filtrará en la del traducido, siempre la impregnará, y el fruto de su trabajo será un reflejo más o menos semejante al original. El proceso de traducir es el relato de la apuesta que uno hace a su acierto en tanto lector y a su habilidad para expresarlo. Porque traducir es leer y, del mismo modo que el lector de un poema, y me remito a la respuesta a la primera pregunta de este cuestionario, lo «reescribe», así también el traductor, en tanto lector, no puede sino reescribir el texto original. En cuanto a mis lecturas actuales, la poesía estadounidense me parece una de las más importantes de la segunda mitad del siglo XX, y me interesan en particular autores como James Wright, Ted Kooser, Jim Harrison, Jane Kenyon, Linda Pastan, Gregory Orr y un muy largo etcétera. En todos los casos, se trata de poetas que profundizan en sus sentimientos, los exponen, los analizan o intentan hacerlo, los relacionan con aquello y aquellos que los rodean. También me interesa la poesía polaca en particular y de los países del este de Europa en general, especialmente la de Rumania, por las huellas que determinados proyectos políticos o momentos históricos han dejado en su visión del mundo y en sus poéticas. Ninguna de ellas, no obstante, me parece particularmente innovadora. Hace mucho que no surge un Wallace Stevens, un César Vallejo, un Apollinaire, un Montale, una voz fundacional.
Gilgamesh: Fue casi un lugar común que «la poesía no se lee y, por lo tanto, no vende». Hoy vemos una proliferación de gente que escribe poesía, de editoriales que acompañan estas poéticas y de un circuito de certámenes que legitiman estas apuestas. ¿Qué lectura hacés de este fenómeno desde tu lugar de poeta, lector y difusor de poesía? Witold Gombrowicz decía que «...a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado...», además de afirmar que «...los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren...». ¿Fue Gombrowicz un provocador o un crítico certero?
Jonio González: «La poesía no se vende porque la poesía no se vende», escribió Guillermo Boido. Pero hay novelas que no se venden y, sin embargo, se venden (ahora mismo pienso en obras de Georges Perec o de Juan Carlos Onetti) y hubo un tiempo en que había poetas buenos y populares como Baldomero Fernández Moreno o Raúl González Tuñón en Argentina, Carmen Conde en España o Jacques Prévert en Francia, cuya poesía no se vendía, y se vendía, o en cualquier caso era popular en el sentido de conocida por un amplio número de personas. Con el tiempo los poetas nos hemos deslizado lentamente hacia la endogamia: en general, quienes nos leen y a quienes leemos también lo son; nos invitamos a lecturas de poesía cuyo público está formado, en su mayoría, por poetas; participamos en concursos literarios en busca de algo parecido al prestigio entre iguales, pues la inmensa mayoría de la gente ni se entera; acabamos creyéndonos que formamos parte del «mundo literario» como si esto tuviera, objetivamente, alguna importancia; juzgamos nuestro buen o mal hacer según los “likes” de cada día... Así pues, quizá no esté muy errado Gombrowicz (a quien, por otra parte, le encantaba la bilis) cuando afirma que el de la poesía (en verso, aclara) es un mundo ficticio, pero no creo que necesariamente por ello esté falseado, en el sentido de que sin importar que los lean sus iguales, amigos y familiares fieles y poco más, ello no impide que haya poetas cuya obra encierra una belleza extraordinaria o nos hace reflexionar sin condicionamientos, gracias a esa puerta abierta a la libertad que solo encontramos en la poesía.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variaciones, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y, quizá, también leída por algunas de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Jonio González: No hay forma de repararla. Lo que menciona Steiner tiene que ver con la función de la poesía en ámbitos tan diversos como el político o el erótico: ¿quién lee hoy poemas en un mitin, quién los envía a la persona amada? Nadie, y cualquier réplica a esto se basará en la excepción. No recuerdo quién escribió que la poesía es el género más popular que existe: casi todo el mundo ha escrito un poema alguna vez en su vida, pero muy pocos una novela, y aun menos un ensayo. La paradoja que esto encierra quizá no sea tal y nos remita de nuevo al comentario de Steiner. La poesía ya no cumple ningún papel en la sociedad, pero sí, todavía, en el individuo que forma parte de ella.

RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
En 1981 Jonio González fundó, con Javier Cófreces, la revista de poesía «La Danza del Ratón». Entre otros títulos, ha publicado los poemarios «Onofrio: Grupo de poesía descarnada» (con Javier Cófreces y Miguel Gaya, 1978; 2008), «El oro de la república» (1982), «Muro de máscaras» (1987), «Cecil» (1991), «Últimos poemas de Eunice Cohen» (1999), «El puente» (2001; 2003), «Ganar el desierto» (2009), «La invención de los venenos» (2015) e «Historia del visitante» (2019). Ha participado en diversas antologías, entre ellas «Una antología de la poesía argentina» (Santiago de Chile, 2008), «Doscientos años de poesía argentina» (Buenos Aires, 2010), «Antología de poesía argentina de hoy» (Barcelona, 2010), «Poésie récente d'Argentine: une anthologie possible» (París, 2013) y «La doble sombra: poesía argentina contemporánea» (Madrid, 2014). Como traductor de poesía, sus últimas publicaciones incluyen la antología en dos volúmenes «Poetas norteamericanos en dos siglos» (2020) y «Esperando mi vida», de Linda Pastan (conjuntamente con Rosa Lentini, 2021). Asimismo, ha colaborado con traducciones en «In nomine Auschwitz. Antología de la poesía del Holocausto», de Carlos Morales del Coso (2022).

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