viernes, 3 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a MARCELO RIZZI

(Publicado en la página de Facebook el 18 de enero de 2023)

Marcelo Rizzi nació en Rosario, en 1961. Estudió Historia y Filosofía. Es poeta, traductor y diseñador gráfico.
En sus respuestas a la entrevista, Marcelo dice:

«Escribir sería siempre algo así como escribir en una lengua extranjera.»
«Para mi práctica de escritura poética el interés se basa menos en reestablecer algún vínculo extraviado que en construir pequeños universos imaginarios (pequeñas ontologías inciertas, ya que nunca se llega a la certidumbre total), verdades provisorias (algo parecido a una emergencia, a la manera de la aletheia griega), no decantadas y circunstanciales, que desafíen las formas anquilosadas de ver el mundo y representarlo.»

SELECCIÓN DE SU OBRA

de EL COMIENZO OBLICUO DE TODO DESORDEN
(De Bolsilllo, P&J, Barcelona, 2001)

STIGMATA
Por el agujero del tejado
vimos pasar la estrella de oro.
Nos inclinamos sobre la mesa
a oler el vino derramado.
Aunque tus huesos tardaban
en traer el candil licuado,
echabas justo a tiempo
los fragmentos convenientes
a la pira de los días.
Antes que las palabras
recobrasen su mutilado espesor
sobre las cosas, serías el ángel
negro, elíptico y breve, que es vaticinio
cruel de sí mismo.
CAZADORES
Has acertado a darle al mundo con tu flecha
-a la primera manzana en el huerto-,
donde abrevaron hace tiempo efebos dorios,
y los planetas dejaron de girar en torno a sí mismos.
¿Ahorrará sangre la fruta, cuando al avanzar
en pudrición, gane o pierda en dulzor sus precoces
maravillas? Las fiebres deciden su camino
-por secreta virtud-, y maduran desde el centro
hacia fuera, su finitud en oficios terrestres:
vías regias para la conmiseración, nacimientos
y muertes, sucesivos, en la serena fiesta
dominical de la alameda.
LA ILUMINACIÓN PROFANA
Entiendo que domeñar el cuchillo no sea
cosa sencilla, pero me enseña la música secreta
como un lamento en la rompiente
que surge del contacto entre el filo
y la carne que desanda.
Y como de esos hechos siempre inacabados
se sacan conclusiones invariables,
descreo del suave polvillo de anís
sobre el plato de las moras,
y del modo en que tal vez concibamos
infiernos y paraísos: gente que llega
y se va, de cuyo existir sólo se infiere
por el perfume de su piel ante el véspero
demorado de los julios y septiembres,
por el grillo que ahueca memoria
tras memoria, por el vago aliento
de sus catedrales en ruinas.

de POESÍA E INFINITO (Inédito)
Un batir de alas en la noche
vaticine quizás un encuentro.
Solo hago lo que juntos
pero ahora con tu ausencia:
sumas y restas, y el resultado es igual
— un epigrama que reúne todos
los momentos, un óvalo que contiene
el camafeo de una reina
o el de una joven del lugar.
PARTE 1
POESÍA E INFINITO, 1
Los que hablan el dialecto de la prudencia
tienen sus diestros escribas: dejan impecables
trazos con herramientas del azar y del instante.
Dejemos que el sol penetre hoy la gran ciudad.
Esto que se nombra como la austera mariposa
del naufragio, que está solo en la página última
y en la primera, que traducimos a una lengua
materna para que desde ese momento porte
la imagen perfecta de una parte por el todo.
Es la vigencia de lo irremediable, se nos recuerda:
tímida aurora, se decía antes; camisa que te abriga
y te desnuda sin tocarte, murmuramos ahora.
PARTE 2
ESTÁ HOY MI MIRADA DIRIGIDA A LA MEDUSA
Está hoy mi mirada dirigida a la medusa. Yo defiendo
la excepción y los desechos contra la ley, las reglas y
las normas. La unidad del jarrón se ha resquebrajado
al entrar la luz equinoccial por las rendijas y esparcir
así su alocada sombra. Está hoy mi mirada dirigida a
la medusa para saber si late aún por dentro la piedra.
No podré decirte de ahora en más lo que no he sido,
apartada del olvido su ceniza; por qué anidamos una
vez humo de astillas de robles medievales en párvulos
ojos, por qué se guardaba vapor de juncos en manos
místicas, y en lenguas primordiales una verdad cautiva.
PARTE 3
POESÍA E INFINITO, 19
Voy a seguir cavando el pozo hasta encontrar
la piedra, y una vez allí abandonar hasta mejor
momento. Así, como el único zahorí del lugar,
dejaré las preguntas para algún dios de comarca.
Me sentaré después en la taberna junto al fuego,
donde jamás ocurre nada verdadero, donde solo
se habla de recursos y herramientas, de socavones,
de los reales sumideros de todo intento. Tiempo
propicio para beber de un solo sorbo el agua más
dulce y morena, que pueda conservar aún para sí
algún secreto para develar.

de DRIFTWOOD
(Barnacle, CABA, 2020)
Observemos por un instante
ese árbol fuera de sí, de la tiranía
venial de los conceptos: sin saber
que se ha iniciado ya la noche
de su devenir, quizá éste haya sido
su día más singular. Del tiempo real
de nuestros congéneres, descreemos:
por la forma de distribuir los platos
y los afanes en círculos perfectos,
de postular sueños de evasión dichos
al oído y por debajo bajo la mesa; de
formular principios absolutos para
alcanzar apenas la ebriedad.
***
Hoy nos prometimos hacer tareas
y dejar adrede cosas sin completar:
pendiente la pirca que nos separa,
a medias el puente que une el desierto
con la ciudad; también pedir la mitad de
cada recompensa, o pagar por cada objeto
menos de su precio real. Una parte del pacto
quedará esta noche por escrito en nuestra
mesa de sueños; la otra deberá esperar
el mítico tiempo de las estrellas, de locas
elipses y de luz testimonial.
***
Cada época se define en torno
a un diminuto ideario: a su afuera,
a su interior. Si son diversos los jueces
que nos juzgan, que se pudra entonces
el muelle sin nosotros, que nunca
sepamos del todo cuándo la carne
finalmente se astilla, y que del árbol
invisible cuelgue el fruto más feroz.
***
Dadme en qué pensar: por ejemplo,
en esta revuelta de manos en la redonda
quietud de la siesta; en esa palabra que
ambiciona lo que el poeta ya no; en eso
que aceptan los amantes al despedirse
en medio de la tormenta; en esa estrella
que pasa a la misma hora, rasante entre
árbol y heredad. Después veremos cómo
se equilibra ese andamiaje de vocablos
liminares y de ideas: será para un futuro
que nunca llega, donde la lengua diga primero
lo que deba callarse, y el ojo más obstinado
proponga mirar de tanto en tanto hacia abajo,
como si el fi n de todo vestigio del mundo tuviera
su origen en una tenaz e invisible humareda.

de PROSA BISIESTA
(A Capella ediciones, CABA, 2020)
[diciembre, 1996]
A veces nos sorprendemos a altas horas
defendiendo la dignidad del símbolo, su
disipada desnudez. Nuestro escudo es
tan frágil por momentos que parece estar
hecho de astillas de viento, nuestras armas
tener la firmeza de unos diques de hojas
muertas. Refutan que jamás uno se embebe
de esa luz de los primeros tiempos si duerme
bajo la sombra de un olivo o la del solitario
ciprés. Pareciera incluso poco natural, como
colgar de sogas la ropa, o el repeler el proyectil
con venablos, explicar un cuerpo dormido por un gesto que delata su dominio de lo oculto, o que la flauta y esa que danza sean una misma cosa, como esa golondrina que pasa, su estampa, su breve sueño de marfil.
[octubre, 1964]
Honrarás tu ausencia, tu forma de fugar.
Sentirás que algo te recorre el cuerpo;
mirarás y no habrá nada: objetos invisibles
adheridos a la piel. Piensa bien quien en su
propia carne reconoce que la anomalía crecerá,
que el grano fermentará, que será como una
apoplejía que sucede cada año al inicio del verano,
con las manos al volante, con la piel tostada
por el sol, y la arena entre los dedos como
una pausa entre dos nadas.
[Hengistbury Head, Dorset]

de DEL CULTIVO DE SÍ COMO UN ÁRBOL DE COSTUMBRE
(Barnacle, CABA, 2022)
Qué debo entender de lo que sé. Veo ese
viento y no lo veo: el que todo emprolija
y acerca dos veces al día, como una marea,
cada alma pequeña al cuerpo infinito de lo
que no fue. Mientras, detrás de los estantes,
más allá de la tierra firme, de la primera fila
de casas, hay libros que se escriben solos,
árboles de hojas caducas que se justifican
por sí mismos y esperan la lluvia de pie.
Viento parecido a un dios que nos entreteje
a sus estambres secretos, que hace ceder
los entumecimientos, sana y enferma como
un fármaco perfecto.
***
Haremos, como quien dice, lo que nos dicte
el alma, cuya voz emerge desde un helado
antepecho. Pese a todo se elige siempre entre
acción y amnesia, o desde ese bello glosario
hecho para imágenes de piedra o de madera.
Una envoltura perfecta puede ser una página
del diario de ayer para el pájaro que hallamos
muerto cada día en nuestra propia puerta.
Enceguecedora suele ser la luz si se la invoca
demasiado hasta que llega al infi erno mismo
del poema. Nadie se acerca a la esencia de las
cosas por venir: colmadas desde siempre de
lo que nunca habrá sido, ese vértigo vaciado
en un solo respiro, en medio de esta danza
loca que no cesa.
***
Si alguien te dice que todo se disipa
más temprano que tarde con el tiempo,
no le creas. Igual que si juzga que de nada
sirve la distinción entre lo útil y lo inútil en
tiempos menesterosos. O si insiste en
que se gira siempre en torno a un arco
o a una lira —desconfía de su mano y de
su ojo. Esa mariposa atrapada ahora tras
el vidrio es ya su propio haikú, si además
hay una sombra que se proyecta sobre
sus alas con forma de espiga. Invisible
corriente subcutánea de los días: se la
navega hacia la abolición total de esta
demencia, marea que se cae y se levanta,
se la bebe de mañana y de a sorbos
como un fármaco, entre orillas sigilosas
e imprecisas.
***
Fuimos una vez los comulgantes de esas hostias
que sabían a cerezas recogidas de un desierto,
cuyo rojo anunciaba el final de la estrella peregrina.
Hay luces todavía que aún conservan ese tiempo
primigenio del único atardecer de la historia.
Todo camino de cornisa nos conduce tardíamente
a la casa del amigo de familia. Como en esas siempre
postergadas visitas de invierno brillan sus tejados a lo lejos,
se parecen al cuchillo que sumergimos
una vez en agua marchita antes de abrir las carnes
del cordero.

ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Marcelo, después de leer cuatro de tus libros («La isla de los perros y otras dificultades», «Los saberes esenciales», «Driftwood» y «Del cultivo de sí como un árbol de costumbre») veo en tu poesía la alternancia entre el verso y la prosa poética y, en ambos casos, la utilización del encabalgamiento. En lo conceptual aparece una voz pensante que propulsa un salto metafísico pero justo en ese movimiento nos detiene. Y allí, como lectores, nos internamos en un lugar que nos desacomoda, un extrañamiento que por momentos nos enfrenta con lo paradójico, con lo irónico, casi una torsión para, paradójicamente, descomprimir «los saberes esenciales» que se tejen en esa red poética. ¿Cómo fuiste tramando este estilo? ¿Antes de salir de la página en blanco están organizados «esos ejercicios mentales» o se van construyendo al ritmo del ejercicio físico de escritura? ¿Podrías detenerte en cada uno de estos libros y contarnos su génesis?

Marcelo Rizzi: Creo que a partir de «Los saberes esenciales» comienzo a ir elaborando un ejercicio de escritura que tiene que ver con una búsqueda más reflexiva sobre las posibilidades de echar luz a problemas del pensar a partir de la escritura poética misma. Ese “salto metafísico” que mencionás tal vez esté dado por considerar el poema en su espacialidad como un instante ontológico, o como el fragmento de un sistema que alguna vez implosionó, o como singularidad absoluta en su propia emergencia, en su condición de acontecimiento puro y sin origen. El estilo es probable que provenga de mis lecturas frecuentes, que no son justamente de textos poéticos sino de mi interés por el ensayo filosófico, o sobre el arte, de allí esos shifters deliberados, pero buscando esa torsión que opere en el lector como un discurso desactivador de verdades absolutas o de premisas eternas. Mi interés, insisto, es trabajar lo inmanente del poema, de la pequeña historia que allí se desarrolla interiormente, y que a la vez construye un “afuera” inasible, despojado de origen y finalidad. Por otra parte me gustaría decir que de lo que sucede poco o nada sabemos. Vivimos sin saber demasiado. Por eso el carácter gnómico, es decir, a la vez sentencioso y sapiencial del poema, es manifiestamente irónico. Se trata de cuasi aforismos, máximas imprecisas, casi axiomas, pero en torno a lo desconocido, lo ajeno, lo impracticable; fragmentos de una ceremonia hecha de imágenes remotas, de gestos secretos, pero en cualquier caso referidos a ese suceso, esa epopeya silenciosa que, se presume, es la vida.

Gilgamesh: Leyéndote pensé también en «la capacidad negativa de Keats». ¿Qué pensás al respecto?

Marcelo Rizzi: Te referís seguramente a la operación de suspensión, en el verso para nuestro caso, de toda certidumbre del pensar sobre los objetos que se intentan “mostrar”. Es probable que descansar en la duda sea un procedimiento que aplico con frecuencia, aunque nunca me lo planteo verdaderamente como estrategia en esos términos. Me inclinaría a pensar más bien con von Kleist, en cuanto a una puesta a punto del pensar en el habla, es decir la escritura del poema como una acercamiento a ideas que están no del todo claras hasta volverla escritura o volcarlas en un soporte como el papel (u otro dispositivo electrónico). Y en otra medida a considerar la existencia de un inconsciente del poema que se desplegaría más tarde como efecto de su lectura.

Gilgamesh: Desde «El comienzo oblicuo de todo desorden» (2001) hasta «El libro de los helechos» (2018), ¿Qué búsquedas estilísticas fueron apareciendo, se fueron sosteniendo o se fueron reformulando?

Marcelo Rizzi: En general yo escribo en y a partir de circunstancias diversas, en decir, cuyo origen puede ser una frase oída o leída al pasar de forma azarosa, o de una lectura puntual, de algo que da vueltas en mi cabeza tratando de entender y que allí también descubra que esa idea puede ser puesta patas para arriba, o formulada de otro modo, y dar inicio a un pequeño descubrimiento que se va convirtiendo de a poco en un poema. No trazo de antemano un orden al que subsumir mi escritura, por tanto no podría decir que hubo una búsqueda consciente de un estilo, aunque es probable que ciertas leyes internas de cada poema hayan creado con el tiempo la ilusión de un continuum que se manifiesta en cada artefacto poético. Mi primer libro publicado en España estuvo inmerso en tiempos de pasaje abruptos y fue la conclusión de cosas escritas en Argentina que luego se sumaron a las que ya estaba escribiendo en Inglaterra. Ese momento que mencionás entre los dos libros tienen, si lo miramos en términos de estilos, cada uno expresiones diferentes: por ejemplo «Sinopie» (un proyecto más intimista ante la belleza de los trazos preparatorios para los frescos del Camposanto de Pisa) no tiene nada que ver con «La Destrucción», y menos ésta con «Casa incompleta» (un retorno, si se quiere, a la introspección familiar). Fueron en cada caso construcciones de época que se adecuaban a presentes de mi transitar por lecturas, viajes, por recorridos imaginarios, por cierta domesticidad inmersa en otro paisaje lingüístico sociocultural como el británico.

Gilgamesh: En «Los saberes esenciales» leo: «Nuestra lengua no es de este lugar, tampoco de nuestros enemigos, emergiendo siempre con nerviosa palabra de extranjero». ¿Cómo, esta afirmación, hace pie en tu poética?

Marcelo Rizzi: Es tal vez esa idea que siempre me ha parecido muy estimulante y que la expresara Deleuze en el sentido de que se escribe en una lengua que es de hecho la propia lengua pero que no nos pertenece totalmente de derecho; como si un dialecto interno dentro de un vasto sistema de significaciones que es el lenguaje y sus signos pusiera en un nuevo movimiento expresivo. Escribir sería siempre algo así como escribir en una lengua extranjera.

Gilgamesh: Cito de «Driftwood»: «... habrá que dejar entonces la jaula entreabierta,/ cubrir los lienzos los rostros, encerar los oídos/ para no escuchar el tintineo de monedas: volver/ audible lo inaudito, lo que dicta un ángel imposible,/ hoy más necesario que nunca su crispado aleteo». ¿Es lo poético una madera a la deriva? ¿Qué rol ocupan hoy la poesía y los poetas en esta sociedad? ¿Adherís y cómo a la consigna de «poesía/poeta comprometida/o?

Marcelo Rizzi: Me alegra mucho que hayas extraído esos versos de «Driftwood». No sé si lo poético es una “madera a la deriva”. En realidad al vocablo ingles driftwood, para este caso siempre fue pensado como un resto, un despojo, una rama que cae, una materialidad que va siendo pulida, limados sus bordes por fuerzas externas. Fue en realidad una sugerencia del editor el dejar el término inglés como título del libro (yo daba vueltas con traducciones que nunca me eran convincentes). Lo poético no necesariamente toma un sesgo de deriva sin procesos violentos. Tiene sus sesgos intempestivos, sus mutaciones repentinas, sus derroteros impensados, la violencia del signo sobre el pensamiento. Me parece que en el primer verso con que se abre «Driftwood» («Que debo entender de lo que sé») es donde dejo algo así como “un proyecto poético”. Y en cuanto a tu segunda pregunta te contesto que adhiero a la consigna de compromiso si es con la lengua, con la imaginación, como una herramienta ocasional para comunicarse con lo impensado. Creo por otra parte que si la poesía tiene un compromiso con lo social es a partir de romper con la doxa, con la opinión, con la recurrente banalización de los conceptos y de las ideas en general, es decir con la construcción y circulación discursiva cotidiana de imaginarios colectivos, siempre reacios a las formas de expresión infinitamente más creativas de los seres humanos.

Gilgamesh: Otra característica de tu obra es la dificultad de encontrar filiaciones cercanas. ¿Te sentís un buscador solitario en el contexto literario actual? ¿En qué mapa poético te encontrás, en cuál te gustaría perderte, en cuál no adentrarte? ¿Cómo interactuás en el circuito de lecturas, festivales, concursos, convocatorias? ¿Cómo te llevás con los premios?

Marcelo Rizzi: He sido lector siempre recurrente de Eliot, de Rilke, Heaney, Larkin, Auden, Lezama Lima, Vallejo, y más acá de Girri, Gianuzzi, Juarroz, Molina. No pertenezco, hasta lo que puedo entender, a un mapa poético preciso, por tanto no me siento ni dentro ni fuera de nada. No vivo la ciudad en la que resido más que como un accidente (detesto los gentilicios para calificar la poesía), un terreno atravesado de placas de significación fugitivas y evanescentes. Por otra parte, yo no participo mucho de lecturas ni charlas (no soy, en concreto, un invitado frecuente), escasamente voy a presentaciones de libros, lecturas. Incluso a veces ni presento mis propios libros. Te diría que me enmarco en esa comunidad de poetas sin comunidad, en la cual me siento cómodo. Y en cuanto a los premios, ya sabemos que es un plano de lo social o cultural que poco tiene que ver con la poesía: se premian muchas veces cosas olvidables, se consagran amiguismos, se reparten aplausos, compromisos a futuro. Cuántas joyas poéticas, me pregunto, quedaron en el tacho de basura de los “pre-seleccionadores”, de quienes nada sabemos pero a quienes se les otorga el derecho de “juzgar” la obra cuidada, trabajada por meses o años, de poetas superiores a los premiados. Es un sistema perverso, negativo, triste. Hace unos días alguien mencionaba algo parecido, en cuanto a cómo funciona el aparato literario institucional de consagraciones, siempre y cuando la poesía que se premia se ajuste a cierta mainstream de consumo actual (feminismo, travestismo, marginalidades varias).

Gilgamesh: Has venido editando con cierta regularidad desde 2001 hasta 2022. ¿Cuál es tu experiencia en este plano? ¿Sos de los que terminan un libro y ya quieren verlo en letras de molde, de los que dejan que todo repose y decante, de las hipercorrecciones?

Marcelo Rizzi: Trabajo con reunión de poemas, con revisiones frecuentes, con su proceso de decantación, de ajustes y correcciones, y que van tomando cierta forma coherente en dirección a un futuro libro, un libro que adviene y nunca se sabe cuándo tomará materialidad concreta. Son en general colecciones de poemas, y te diría que a partir de «La isla de los perros» ha funcionado así. No estoy ansioso por publicar un nuevo libro, dejo que el tiempo vaya dándole forma a cierta unidad imaginaria que se va formando en torno a lo escrito. Por ejemplo, «Poesía e infinito», inédito, es una reunión de poemas en torno a un sentido concreto que fue madurando en los dos últimos años.

Gilgamesh: Grabriel Zaid en «Los demasiados libros» dice que «Toda biblioteca personal es un proyecto de lectura». ¿Cuál es tu proyecto de lectura?

Marcelo Rizzi: No tengo un proyecto propio consciente de lectura. Un puñado de libros de distintos orígenes me acompaña siempre. Puedo estar leyendo narrativa, ensayo y poesía al mismo tiempo, con todos esos libros abiertos a la vez. No obstante, coincido con lo que dice Zaid en el sentido de que ese imperativo de publicar y esa desproporción en relación a quienes leerán esos libros generan la paradoja de un número superior de autores respecto de los lectores que habrá de las obras publicadas.

Gilgamesh: Estudiaste Historia y Filosofía, sos poeta, traductor y diseñador gráfico. Recuerdo cuando Piglia decía que si querías escribir debías evitar las aulas de la carrera de Letras. El poeta Alejandro Michel coincidía e iba más allá: «De la carrera de la Letras no salen más que letrados». ¿Qué opinión te merecen estos postulados? ¿Cómo inciden y se interceptan en tu literatura, tus recorridos profesionales?

Marcelo Rizzi: Bueno, encuentro esa afirmación algo extrema, hay excepciones (por ejemplo Héctor Piccoli, o la recientemente fallecida Claudia Caisso). Pero es verdad que no son los poetas argentinos contemporáneos que más me gustan los que provienen del ámbito universitario, o si fueron alguna vez parte de ese espacio sociocultural más tarde tomaron distancia aunque fuesen fuertemente marcados por esas aulas. Yo mismo he sido parte de esa experiencia de autoformación.

Gilgamesh: Naciste y vivís entre Rosario y las sierras de Córdoba. Tuviste temporadas viviendo en Europa. ¿Nos contarías este derrotero? ¿Cómo estos desplazamientos interfieren y/o enriquecen tu poesía?

Marcelo Rizzi: Viví una década en el Reino Unido y creo que esa experiencia de inmersión en otra lengua y otra cultura ha atravesado fuertemente mis intereses en cuanto a las formas de expresión que al día de hoy me siguen atrayendo. Pero no puedo decir en qué medida y de modo puntual interfirieron y enriquecieron mi poesía. Es algo que el lector atento podría advertir por ciertas señales o indicios mejor que yo.

Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?

Marcelo Rizzi: En todo caso si hay algún lazo que en cierto momento se perdió, la poesía renueva en su escribir, y muchas veces sin proponérselo, ese intento de reestablecerlo, de una u otra forma, sea ya con lo sagrado, con la historia, con la tradición, o con las nudaciones humanas básicas (familiares, grupales, de colectivos que emergen a todo momento). Por otra parte, la poesía no dejó nunca de traspasar en sus orígenes el ámbito privado, un pequeño “mundo circundante” del que a su vez se nutre y reencanta el mundo en general. Para mi práctica de escritura poética el interés se basa menos en reestablecer algún vínculo extraviado que en construir pequeños universos imaginarios (pequeñas ontologías inciertas, ya que nunca se llega a la certidumbre total), verdades provisorias (algo parecido a una emergencia, a la manera de la aletheia griega), no decantadas y circunstanciales, que desafíen las formas anquilosadas de ver el mundo y representarlo.

NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Marcelo Rizzi nació en Rosario, en 1961. Estudió Historia y Filosofía en la Universidad de esa
misma ciudad. Tiene publicados El comienzo oblicuo de todo desorden (DeBolsillo, Plaza&Janés, Barcelona, 2001), Sinopie (Melusina, Mar del Plata, 2003), Casa incompleta (Rosario, Premio Concurso Felipe Aldana de la Editorial Municipal de Rosario, 2007); La isla de los perros (Alción, Córdoba, 2009), La destrucción (e-book, http://xn--poesaargentina-3lb.com/, 2015); El libro de los helechos (Barnacle, CABA, 2018); Los saberes esenciales (Ediciones en Danza, CABA, 2019), Driftwood (Barnacle, CABA, 2020), Prosa bisiesta (Ediciones A Capella, CABA, 2020), Del cultivo de sí como un árbol de costumbre (Barnacle, CABA 2022).

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