viernes, 3 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a AUGUSTO MUNARO

(Publicado en la página de Facebook el 26 de abril de 2023)

Augusto Munaro nació en Buenos Aires, en 1980. Es narrador, poeta, traductor, editor y periodista.
En la entrevista, Augusto, dice:
«cuando yo me conecto con lo que me conmueve, ahí escribo. La emoción antes que la lógica. Uno, de alguna forma, es lo que leyó. Pero, más aún, lo que le gustó leer en esta vida.»

SELECCIÓN DE POEMAS
De «lenguatomada»
Oíd mortalxs, el grito-ito sangrado… aura sí, oí,… aye, this is the ground… amarillos fulgurantes, en 'na mañana otoñal mercante… Con sus techados dichos en estrechos trechos estrellados sobre hados en andas… ceceante, ¿venís a mi, o te vas hacia ellos? Oh… despertar en la mañana pa diluirse en ayeres petrificados en ideas insulsas, delirios injustos sobre lo que pudo alguna vez ser SER seh sesese, Tsé-Tsé, cé… ¡sí!; ¡jalalla! My kingdom por cerezas con heces…, calamidad q c hace alba para assim jamás alcanzar su forma o su noción. Oh ritmo qué ritmo O-ring riiing riiiiingtone (fade out) recinto vacío, tapias frías / limadas de estupideces y la luz que busca coherencia (¿no?) que intenta atar, Star, pegar, hacer del todo un centro y entronarse pa' dictaminar un destino: la vida de todos miss yoes. ¿Pero cuántos yos hay en mí? ¿treintaylargos?, ¿'na por cada año ‘e vida regido?... don´t give a bloody fuck as long as I can carry on… where, why, how, who, when?… don´t know, though… consumibles ecos verdes que se tiñen turquesas (y de ningún modo viceversa), ¡ya basta de verso! Loor a la pigmentación, aquella que resulta tan relevante como el resultado, la gradación de las santas-beatas mixturas.// Son visiones que repercuten su necesidad de ser. Los S/dueños diurnos. Irrumpen, sin más (infiltrados de florescencias). Curtiendo, sí, haciéndose, desde todas las latitudes, yup, si, oui, “Ah Um”, pontifica el muy taimado-tumbero-troglodita in flagrante delicto. Y la divinidad que honra esa pirámide de aigre húmedo y ondulante lumbre, y esos peldaños de sol escalonados hasta el infinito… Los apila mientras silva –haciendo equilibrio, também- frente al reflejo sagaz del equilibrista devenido en ventrílocuo que mira todo con sigilo, como ausente, como queriendo decirnos (a vo’, a mi, a todos) “¿vieron que shoo también puedo ser?”. Lordy lordy lord… Se superponen las imágenes, sin pedir permiso… se zarandean, como perronautas al salir del lagohhh, estallan en gouttes d’eau verdes… en torbellino, que trina como percusionista domando al Katrina en noche de éxitos, grandes-grandules temas: uno detrás de otro after the other, entre teas expectantes, medusario felices: Impress y guionados por la calidad prístina del sonido gutural, de esas insondables imágenes sonoras, por esos olores naranjas que llevan y traen los tres tiempos en uno, para subvertir, para dislocar, para quebrar y multiplicar. Pega que te pega pum pam tum pren pum punctum; y su voz de flautín en cataratas que se derrite en plástico humeante, chispazos mandarina, laureles húmedos –coronados sean de gloria- por nieve fría, derramada sobre la frent E de la senhorita Octopus. “¿Y bien Dr. Pueyrredón Arenales?, podrá pasar la noche?” –le pregunta acongojado tras hojear el último número de I Fantastici Quattro. El distinguidísimo médico, irritado por la conspiración de las batas blancas, apenas sabe contener el ingente bostezo, mira el reloj de reOJO y le hace entender al pretendiente (quien no daba pie con bola), que más vale comience a pen Zar menos en los muchos y retorcidos brazos ‘e misia Octopus. Los días funestos, de quita y pon, siempre horada2 por las ausencias nos lleva ‘e las narices, pero en el camino anegado ande brotaban inusitadas orquídeas… y del sueño del emperador chino, se marcan círculos concéntricos, que aumentan de tamanho sólo para luego menguar por capricho y vibrar en estallidos eléctricos que cubren las líneas de sus perímetros perfectos, simétricos, resbaladizos, que abre horizontes curvos, resbaladizos he dicho, sí, y que suben por temperaturas lejanas, entre pila d’libros, viejas publicaciones con tapas rústica fecha pie de imprenta 1912 con grabados in bianco e nero, aguardando el juicio final: su perentorio olvido. Como campanas din don din titilantes din que acompañan el ritmo del Don hundimiento glupglup… De tu hundimiento mi querida Glup, si hay alguien por quien hago, efectúo este descenso es por vos, glup… sí. ¿Te asombra?, ¿t conmueve mi conmiseración?, Personal.mente mimportauncarajo. Por eso nado en un lago blanco, congelado, bajo una parda costra de hielo grueso, mortalmente filoso, y distingo, la luz del otro Lao, sí. Desboca el afán hiriente. Y cuando en los altavoces de la mezquita vecina resuena la chamada del muecín, silencio burbujeante, y un NO decir rosa –sin párpados- que puntea el espacio de violetas pulposas. Subo mientras bajo por una escalera, porque hay que instaurar orden en este discurrir caótico, ahora, empilchado pulcramente, siglo XIX, y la puerta zás se entreabre y del otro lado del ocre crujido –Donna Invisibile, le hace falta aceitar las bisagras- un cieR que se abre, entre telarañas, y una bandeja de plata sucia por el polvillo, entronada en mueca estulta: el maniquí della, con una peluca roja, y collares y anillos sobre su plato, porque es una ceremonia olvidada a la que asisto, ¿comprende Sr. Skull?, una ceremonia momificada por un decorador veneciano (eso dijo/dice/dirá ser), que se aproxima brincando y arrojando un violín negro, arañado por hilos finísimos ‘e cáñamo. (En su lugar, eu estaría mais preocupado de lo que parece estarlo él). Los objetos agrupados son tan inusuales como inesperados: una caña d’pescar; damajuanas escarchadas; un conejo desollado; tarjetas VISA; madejas ‘e lana; dos semillas de yuca; una victrola; un globo ‘e hello kitty entre bon o’ bones; bonobos en batitas; un frasco de cajeta quemada; la botella de Licor 8 Broders –ya vacía- y el rugido ardiente de un avión que atraviesa los olimpos, edenes y vergeles machucados dando un solo golpe seco: ¡paaaaaac! El piloto (D10s lo conserve enxerox) sonríe desde seu cabina, pero )entre( las glicinas d’las posadas públicas, c estrangula seu saludo, hasta sentarnos, vos, ela, y de vuelta vo’. Que ahora estés vestida de gala, fumando, elegantemente, detrás de un vidrio anaranjado, ¿debería alegrarnos? Haciendo muecas agujereadas como rancio queso gruyere, de tus pómulos perforados… caries verdosas, mierdosas de mi-mi-miedo, sí-sí, tarta-tambaleantes… lejos de la neblina evanescente de un tempus fugit, entre pliegues joviales, cuando se era aún joven, tez bisunta, labios escarlata, y carcajadas contagiosas: me observan tatuados de luz. Mirabas, con picardía, y encendías –parece que lo veo todo- el último pucho, en la droguería Pirulo, cuyo propietario era el desgraciado bicornuto, del asesino a sueldo de Héctor, uno de tus vasallos. Se trató de eso: una espera encallada y ebria. Atascados, éramos cual despreocupadas siluetas pubescentes, frescas, hinchadas de ideales: sipi, ¡todo por vivirse! Y siempre de espaldas, porque te ibas, te escapabas, te m’ eludías sutilmente: la nuca, igual qu’el ramo de rosas sonoras, que se deshoja pa’ caer sobre el piso lordo, desolado del corredor universitario, en)t(re alumnos atolondrados, lerdos, somnolientos, petrificados de dúctiles modorras, en)t(re algodones, recostados, bebiendo feca y comiendo guarapo y casabe, en carpas, tras largo andar probablemente por los desiertos de la correntosa madrugada. Hago de tripas corazón y digo “probablemente” porque, a decir verdad, estoy un poquitín marihuano yo mismo en esas cascadas ‘e artificios que afirmo regir. Excusez-moi mademoiselle. Embalados, habían sido los primeros de alcanzar el malquerido aula. Se intercambiaron los apuntes, y discutió largamente acerca de los objetivos de la GRAN evasión. Desde el segundo piso del magisterio, lejos del tucurú sin hormiga, la divisaba a ella, enfilando, de espaldas, reías, sí, junto a ese mequetrefe, ¿quién era? Familiar amigo (brada) amigovio amante nunca siempre jamás lo supe. ¡Pinche malinche! Entretanto, en otra isla del archipiélago, llegabas y te ibas junto a él, tan pegada como sombra de tísico. A un tiro de carabina. Pulcro, sonriente, él. Lo odié con cada fibra de mi cuerpo astral. Por estar ahí, a tu lado, siempre apuradamente. Paseo de Julio arriba, PaseodeJulio abajo/ABBAjo/hundido; y yo con ganas de tajearle la jeta. Ardiente y abierta, pasabas hacia lo inconexo y te demorabas en incrustaciones cerebrales de azúcar, frente al lago cuya discorde agua estancada, podrida, a veces traía gansos muert.Oz, el fétido olor de la prima Vera... Y ese huayrapuca erosionado que no hacía otra cosa más que hundirme en el recuerdo azucarado, tu boca áulica, tu nuca blanca/sol, hasta desaparecer. Con pasos secreteados que cavaban distancia, lejanía formada, hasta ser hojas ‘e inasibles robles. Parvas cegadas de amarillenta hojarasca y dentro, queridos lectores: perdices encubriéndose de la noche. Se escabullen por las vibraciones del Moog, sostenidas, hirientes en el vientre tensionado, emocionado, obnubilado como trofeo salvajem. Y las señoronas que de tanta merluza opinan sobre lo que ven alucinadas, no muy lejos de las parvas: “¡Cuánto me alegra verle! (así te muerda un perro)” –diz la taimada refregándose su naso, acorralada por un resfrío ‘e río. “¡Qué placer para mí! (así te dé el sarampión)” –contesta la otra merquerita debajo de las lamparitas japonesas en tierras de Dakota´s cañons. Con amistades de esa calaña, la vida es un primor…

ENTREVISTA CON EL AUTOR
Gilgamesh: Augusto, enfrentarse con tu poética, más allá del desbordamiento de los géneros, es entrar a una red lúdica en donde el lenguaje muestra la falta, la limitación, y es allí donde la poesía es posible. O como leo en «islandia»: «Se diría que es una paradoja, un dilema paradojal...» Voy más allá, un (di)lema cuya esencia da muestra de lo «(ex)céntrico». Decir inclasificable es decir poco, es (de)gradar un pulso escriturario, es no ver esa apuesta derridiana, esos espejos de kermeze que se (de)forman y (trans)forman en cada libro. ¿Cómo empezó esta búsqueda literaria?
Augusto Munaro: De adolescente las novelas de Balzac me aburrían. Dickens, Dostoievski, Stevenson, Dumas, en fin… Una incapacidad de mi parte, desde luego. Personajes, argumentos, géneros, temas que a mí (aún hoy, por cierto) me abruman. Esto no ocurrió cuanto me topé con La casa de cartón, de Martín Adán, por ejemplo, o La orquesta de cristal, de Enrique Lihn. Dos libros en prosa, escrito por poetas. A lo que voy, es que para mí la literatura no es algo pasatista, sino una experiencia viva del lenguaje. Cuando leo, yo quiero que lo que esté leyendo me transforme un poco, que me lleve por ese viaje, ¿no? Néstor Sánchez, Saer, y desde luego Oliverio, podrían ser algunos notables de estos lares. En lengua inglesa: Kerouac y Joyce. Si bien vivo leyendo poesía, reseñando poesía, traduciendo poesía, por lo general, yo escribo narrativa. Son libros breves sin personajes ni argumentos. Abstracciones de la lengua, si me permitís. Objetos verbales.
Gilgamesh: Tanto en la narrativa como en la poesía te veo un escritor «serial»: creador/inventor de libros que se continúan/ se expanden/ van hacia el mismo lado pero por diferentes geografías. ¿Cómo es el proceso de escritura de un libro a otro? ¿Cuando empezás un libro ya tenés en mente esa «serie»? ¿Qué libros rescatarías por fuera de esta categoría, es decir, qué libros fueron pensados «en solitario»?
Augusto Munaro: Sospecho, acaso, se trate de una pregunta orientada más para la crítica. Pero me gusta, porque capta un poco, sí, esa movilidad con la que muto, vivo transformándome para dar lugar a lo siguiente. Desde el inicio -segunda o tercera publicación- intuí que mis libros son algo así como textiles, narraciones que se desprenden entre sí, y que se pueden ir ensamblando para formar series narrativas distintas. Polípticos. No escribo libros que responden a la idea de géneros. Policiales, novelas de terror, de ciencia ficción, y así sucesivamente. Si, textiles, narraciones fracturadas, experiencias narrativas. Impulsos descriptivos, y que son fieles a esas pulsiones imaginativas, que muchas veces pueden ser leves, o más trabajadas en extensión (Las cartas de Georges de Broca o El rapto de Helmut Kelsen, y aún, El cráneo de Miss Siddal). Destellos inventivos, algunas veces, sin comienzo ni fin (tal vez como el milagro de la vida, esa experiencia tan especial entre dos nadas). Creo en la expresión por encima del argumento. El cómo antes del qué. La ficción entendida como el realismo de lo irreal. La chispa donde nace la imaginación, y su misteriosa mecánica que lo hace todo posible. Pero claro, también escribí libros de ensayos, es decir, de no ficción: biografías, como la de Santiago Dabove; también publiqué Ficciones supremas, libro de reseñas; ahora está por salir un breve estudio sobre Georges Méliès. Un pionero del séptimo arte que creyó fervientemente en el poder subversivo de la imaginación. Son notas (laterales, y no tanto) acerca de este verdadero hombre orquesta. Aparecerá vía Atávica Editora, sello artesanal marplatense.
Gilgamesh: Detenernos en cada uno de tus libros implicaría la escritura de otro. Si tuvieses que elegir entre los libros que marcaron un punto de clivaje en tu escritura, ¿Cuáles escogerías? ¿Podrías contarnos la génesis de los mismos?
Augusto Munaro: Cada libro está concatenado con el otro. Son derivativos, y donde la causalidad entra en juego. Jamás me impuse un tema. Y no podría elegir uno por encima de otro. No hay predilección por ninguno. Constituyen un todo. Como si se tratara de una suerte de friso o mural. lenguatomada y Cul-de-sac; A la hora de la siesta y Arletty; Islandia; La mansión púrpura; Breve descripción de una sepultura; desbordes; La casa flotante; Incrustaciones dubaitíes; Los soñantes; ¡Intríngulis – Chíngulis!; Lucía en verano; El baile del enlutado; Ensoñaciones; El busto de Chiara; Un misterio luminoso; El sueño de un poema; Gesta Cornú; en fin. Son casi cuarenta libros. Podés leer el primero junto al último, y si leés con atención, notarás cortes de distintas intensidades focales. No creo en las “evoluciones”, sino “etapas”, o “momentos”, a lo sumo: “intensidades”. La lectura de esas escrituras (desmontables entre sí, que no siguen ningún orden específico, más bien, se pueden reagrupar siguiendo caminos nuevos e imprevisibles), entonces, como un largo e interesante viaje experiencial con el signo.
Gilgamesh: ¿Antes o durante la escritura, qué lector imaginás para tu obra?
Augusto Munaro: Bueno, la verdad es que no suelo pensar lo que escribo en términos de “obra”. Es una mirada demasiada rígida, muy dura. Por otro lado, no suelo pensar mucho en el lector. Claro que esto puede arrastrar cierta incomprensión. Sin embargo, podría decir que mis libros buscan a lectores activos. Gente, en lo posible, culta. Con sensibilidad por los desafíos, y una curiosidad innata. Pero, por favor, que no se me tome por soberbio. Sino recordar que no se puede escribir olvidando a Borges, o un Robbe-Grillet. Es decir, no emularlos a nivel estilístico, sino subir la vara lo más alto que se pueda. Honrarlos con planteamientos formales dignos.
Gilgamesh: ¿Qué lecturas acompañan la escritura de tus libros?
Augusto Munaro: Por lo general, cuando me encuentro escribiendo no leo mucho, precisamente para no “contagiarme”, o interrumpir el flujo tonal. Sí escucho, mucha música mientras escribo. Casi siempre jazz. Suelo mirar, además, cine clásico de los años 1930-70. Norteamericano, Europeo, principalmente. Durante décadas fui armando una filmoteca personal. El cine, lo admito, me apasiona. Tal vez más que la propia literatura. Sobre todo, el experimental inglés. David Gladwell, Hans Richter, Maya Deren, Kenneth Anger, Nina Danino, Jeff Keen, o la admirable Jane Arden. Y mucha teoría cinematográfica por detrás (mi tesis fue sobre el renacimiento y la estética de Stanley Kubrick). En síntesis, cuando escribo, por lo general, regreso al cine, mi vieja pasión. Y me asombra, siempre. Algo de esa pasión se ve reflejada en Celuloide y varios proyectos más.
Gilgamesh: Me he tomado el tiempo de leer en voz alta muchos de tus textos porque en la lectura silenciosa «sonaba» una música que quería corroborar. Algo del jazz se metía en ellas. ¿Qué podés decir al respecto?
Augusto Munaro: Amo el jazz. Sobre todo, el Dixieland. Tengo una novela inédita sobre aquellos tiempos. Los clarinetistas de los años veinte y treinta: Jimmie Noone, ante todo; luego Larry Shields, el inigualable Bix Beiderbecke… La improvisación puede estar a flor de piel cuando escribo, claro. La arritmia de la vida, ¿no? En el sentido de tener una idea más o menos vaga hacia donde va ese pulso escritural, pero jamás siento con claridad dónde está su fin; el “cierre”. Es decir, no hay Tema, con mayúscula, cuando escribo. Tampoco una estructura vía capítulos, etc… escribo, como si estuviera prestándole sólo atención al ritmo del fraseo. Las construcciones de las oraciones es lo que me permite avanzar página tras página y se corta, claro, cuando ya se agota el impulso inicial. Así se escribieron Noche soleada, Todo sea por la excepción y muy en especial, Un misterio luminoso. También, Camino de las damas, un libro muy particular y al que quiero por motivos personales. Mi bisabuelo por el lado materno luchó en la Primera Guerra Mundial, y crecí escuchando aquellas historias de trinchera, que refundí, a través de un estilo un tanto alucinatorio, desbordado de imágenes expresionistas. Recuerdo que Hugo Savino, cuando la leyó, le gustó mucho esa vitalidad imaginista. No hablo de automatismo psíquico, aquí, en el despliegue formal de estos libros, es decir el encadenado frenético de sus imágenes, sino de una improvisación controlada, y donde la reescritura fue un proceso que requirió de tiempo y paciencia. Y de un trabajo muy fino con el oído, también.
Gilgamesh: Algo que siempre llamó mi atención fue tu capacidad y tu generosidad lectora. Cada libro leído y disfrutado ameritó una reseña tan particular, como particular es tu escritura. Dudo que un lector atento haya pasado de largo esa otra escritura que te habita. ¿Cómo se fue construyendo ese lector? ¿Cómo esas lecturas llegan a tu escritura?
Augusto Munaro: Solo escribo sobre los libros que han despertado cierta curiosidad. Aquello que me dice poco, simplemente lo evito. Supongo que a vos te ocurrirá cuando leés un autor y de pronto sentís que te llega más que otro. Bueno, cuando yo me conecto con lo que me conmueve, ahí escribo. La emoción antes que la lógica. Uno, de alguna forma, es lo que leyó. Pero, más aún, lo que le gustó leer en esta vida. Lo que te conmueve por su contundencia, ¿no?
Gilgamesh: En tus ensayos están los escritores que, como vos, cuestionan lo mainstream, los que abren a un quiebre de las convenciones. ¿Nos contarías cómo hacés realidad estos proyectos?
Augusto Munaro: Trato de conservar una mirada crítica con todo lo que leo, y en ese ejercicio, uno encuentra, felizmente, autores que indagan la realidad con cierta lucidez. Al menos, eso fue lo que busqué con Ficciones supremas y, en especial, los nueve ensayos que integran desbordes. De modo que siento predilección por aquellas escrituras que intentan salirse de esa aparente norma que lo impera todo: la literatura light. Propuestas que buscan (el verbo es más que elocuente, aquí) dar con preguntas antes que respuestas. Escritores que se demoran en la forma por encima del contenido. En lo personal siempre me interesó más la obra de un escritor, y no tanto su vida. Claro que también importa, pero no debe ser más que aquello que escribió. Actualmente, hay un culto muy insistente por la idea de construcción del personaje de autor. ¿Te acordás de Fogwill?, pero él era publicista además. Su anecdotario personal, a veces daba la impresión de ser más relevante que sus novelas y relatos. Algo análogo ocurre con muchos otros argentinos. No critico esto, marco una tendencia. Acaso, un gran escritor, el escritor supremo, debería ser aquel que escribe contra su propio “prestigio”, “renombre”, “reconocimiento”, o como se prefiera llamar. El destino de un libro lo tiene el lector, no su autor. Hay escritores que son muy posesivos con lo que hacen, y se desviven por los premios… Yo prefiero invertir esa energía escribiendo otro libro.
Gilgamesh: ¿Te movés (in)cómodamente en todos los géneros o hay alguno en que la (in)comodidad es mayor?
Augusto Munaro: Los géneros me confunden, sí. Los encuentro demasiado autistas. No me gusta quedarme “pegado” en ninguno. Soy demasiado inquieto. Y es normal que así sea. Todos lo somos de alguna forma u otra. Nadie vive en una zona de confort permanente. Y hacer un único tipo de literatura, repetirse, es trabajar para el consenso (mercado). O peor, para el prestigio del “reconocimiento”. Admiro los autores que escriben experiencias con el lenguaje. Te nombro a uno: Paulo Leminski. Otro: Lezama Lima. Otros: Enrique Molina; Haroldo de Campos; Emilio Adolfo Westphalen; Sor Juana, Oswaldo Trejo, Miguel Ángel Bustos; el curioso caso de Elba Fábregas; Néstor Perlongher… Los hay también admirables en la actualidad: Reynaldo Jiménez, naKh BáBnakim... Autores que abren puertas, y no que las cierran. No se suben a su torrecita barroca, o surrealista, o lo que fuere y de ahí pontifican. Ellos continúan abriendo mundos. No llegan, siguen de largo, porque todo es un viaje de ida; one hell of a trip! La vida como descubrimiento intersticial. En trance (y tránsito) generoso. “Yo”, modestamente, intento algo similar. La existencia como un espacio para explorar y asimilar experiencias.
Gilgamesh: Sos también traductor. ¿Qué proyectos tenés entre manos? ¿El trabajo de traductor interfiere en tu literatura?
Augusto Munaro: No creo que interfiera, al contrario. Personalmente he traducido relativamente poco, y lo hice siempre por placer personal. Frost, Sexton, Koch, Larkin, Stevens, Patchen, Brautigan, Micheline, Zukofsky, Cummings, y algunos pocos más a los que siempre regreso. Traducir me lleva a una zona de goce muy particular. Lo disfruto mucho. Aún más que escribir. La lectura es otra cosa, desde luego. Pero regresando a la traducción, hay varios autores en carpeta, que me gustarían publicar alguna vez. También libros en verso escritos íntegramente en inglés, en fin. Piezas personalísimas.
Gilgamesh: ¿Cómo acompañan, las editoriales, tus propuestas? ¿Cómo ves el campo editorial en lo que respecta a la poesía? ¿Y cómo el auge de concursos públicos y privados, los ciclos de lecturas, las convocatorias? ¿Cuál es tu experiencia en estos ámbitos?
Augusto Munaro: Las experiencias con las editoriales que me han publicado, por lo general, han sido satisfactorias. Siempre en sellos independientes, es decir, donde uno siente mayor libertad creativa. Y a su vez, hay un vínculo amoroso que se da entre el libro y el editor. Responsabilidad y compromiso por el arte muy estimulante. Sobre los concursos y las convocatorias, me temo que no puedo opinar, porque es algo que rara vez traté directamente. Como lector, sí puedo decirte que los premios, a veces, no garantizan la perdurabilidad de una obra. Te diría, casi, que producen el efecto opuesto. Respecto a los ciclos de lectura, por lo general, desorientan. Abunda el deseo de figurar por sobre el de escuchar sentidamente al otro. Lo experimenté contadas veces, y puede resultar, para algunos, desmotivador.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades. Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en su opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Augusto Munaro: La poesía encuentra sus formas de llegar a quienes tienen el don de sentir.

NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Augusto Munaro. Narrador, poeta, traductor, editor, y periodista. Publicó los libros «Ensoñaciones: Compendio de Enrique de Sousa» (RyC editora), «El cráneo de Miss Siddal» (Pánico el Pánico), «Recuerdos del soñador evasivo» (Alción editora), «Cul-de-sac» (Ediciones La Carta de Oliver), «Todo sea por la excepción» (Letra Viva), «Gesta Cornú» (Editorial Lisboa), «Breve descripción de una |sepultura|» (Tinta China), «Noche soleada» (Ediciones la yunta), «Camino de las Damas» (Expreso Nova Ediciones), «[Hna. Paula]» (El 8vo. loco ediciones), «Agnès & Adrien» (Colisión Libros), «Vida de Santiago Dabove» (Ivan Rosado), «Islandia» (Voria Stefanovsky Editores), «A la hora de la siesta» (Borde Perdido Editora), «Arletty» (Julieta Cartonera, Francia), «El baile del enlutado» (Gigante), «La página infinita» (Clara Beter ediciones), «Celuloide» (Minibus Ediciones), «El busto de Chiara» (Taller Perronautas), «Sacramento» (Oficina Perambulante), «Las cartas secretas de Georges de Broca» (Huesos de Jibia), «Los soñantes» (Paradiso), «Incrustaciones dubaitíes» (Editorial Lisboa), «El rapto de Helmut Kelsen» (Borde Perdido Editora), «Un misterio luminoso» (Editorial Lisboa), «El sueño de un poema» (Ediciones Arroyo), «Ficciones supremas» (Griselda García Editora), «La casa flotante» (Editores Argentinos), «La mansión púrpura» (Nicaragua Encuadernaciones), «Lucía en verano» (Prebanda ediciones), «desbordes» (Tren En Movimiento), «¡Intríngulis – Chíngulis!» (Otras Tintas Ediciones), «Galope de nubes» (Ediciones LUX) y «lenguatomada» (RIL editores, España).

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