martes, 21 de mayo de 2024


 «GILGAMESH, POESÍA Y POÉTICAS» presenta a JAVIER GALARZA

(Publicado en la página de Facebook el 1 de septiembre de 2021)


Javier Galarza nació en Buenos Aires en 1968. Es poeta y ensayista.


SELECCIÓN DE SU OBRA INÉDITA


AFLUENTES

Una canción de Tom Waits habla de los perros callejeros que pierden el camino de vuelta cuando la lluvia borra los olores. Husmean la tierra, pero no lo encuentran. Todo momento es frágil, dicen las meditaciones de Lao Tsé. Es frágil y huye. Los instantes del pasado no pueden repetirse. Tampoco guardamos imágenes del futuro. El presente no es abarcable y nos desborda por todos lados. Aun así la mente desespera por fijar el río en un lugar. Poseída por lo ocurrido y preocupada por lo que podría suceder, pasa por alto el instante, el momento. Como un cuchillo, la mente quiere dividir y reducir el Tao a lo aprehensible y lo manejable. Pero la forma y el conocimiento están más allá de estas categorías. Quien suelte ese cuchillo encontrará el Tao en la punta de sus dedos.
Extender los pasos en diferentes direcciones.
Hallarse, aun así, en el camino de regreso.


LA SANACIÓN DE UN EPILÉPTICO (Elegía por Ian Curtis)

«Maestro, te he traído a mi hijo,
porque tiene un espíritu mudo
que se apodera de él y lo derriba;
sus dientes rechinan
y echa espuma por la boca,
sufro, maestro,
porque es poca mi fe».
Y viendo el maestro
que la gente se agolpaba,
increpó al espíritu diciendo:
«sal de él y no vuelvas a entrar».
Entonces el muchacho quedó tendido
como un muerto,
y el rabí tomó su mano,
y el joven se puso de pie,
y dijo el maestro que solo la oración
sirve en estos casos.
Bueno, eso intentamos: frases,
palabras que toquen los cuerpos,
plegarias de labios rotos.
Pero la humildad es aprender a vivir
después de los milagros.
Nos queda el pan apenas, las hogazas,
para saber si todo será cumplido
o está errado desde el vamos.


EL BARRO Y EL CIEGO

Para María Magdalena

«Quien está solo con la lámpara, / sólo tiene la mano para leer»
Paul Celan

No sé de dónde vino este hombre
que escupió la tierra
y con ella hizo barro para untar mis ojos
y dijo luego «lávate en las aguas de Siloé»
y yo regresé viendo,
yo, que aprendí a leer con las manos,
a contemplar «estos soles y estos astros»
del astrónomo de Gibran,
debo ahora aprender a cegarme,
porque largo es el camino del desaprendizaje,
y yo ahora veo.


PARADOJAS

Cuando Hui Tzu viajaba, sus libros llenaban cinco carros. Fue un polemista que inquietó a los retóricos, un hábil maestro de las paradojas. Decía que uno puede salir hoy hacia Yueh y llegar ayer. Según el sabio Chuang Tzu, Hui Tzu malgastó su don a través de juegos retóricos, dispersiones, palabreríos y efectos de sentido. Como si quisiera detener el eco con un grito o como si un cuerpo adelantara a su sombra. Pero a pesar de las discusiones, Chuang Tzu amaba a Hui Tzu. Pues años después, al contemplar la tumba de su íntimo enemigo, dijo: «era el único hombre en todo el imperio con el que podía conversar». En la avenida Regimiento de los Patricios, las paradojas están a la orden del día. Aquí habitó una damisela llamada Destello. Podía moverse más rápido que la luz. Un día partió por un camino relativo. Y retornó la noche anterior. Contamos esta historia cuando la luna despuebla las calles y los lechos. Nos preocupa que Chuang Tzu no tenga con quien hablar.


«NO CESA DE NO»

La caricia que llegó demasiado temprano
o la que llegó tarde,
así la piel
transita la vida en el mundo,
poco alivia nuestro camino,
entre la primera estimulación
y el destino de polvo.
¿Dónde va a dormir cada futuro
que no elegimos,
cada pasado
que una acción en el hoy o el mañana
terminó por anular?
¿Está la vida construida en base a errores,
aciertos, desencuentros, parcialidades,
equívocos?
Abruma la simultaneidad de transcurrir.
El cuerpo intenta drenar ese exceso
donde la vida insiste
como excepción.
Para Lacan «algo no cesa
de no escribirse» en lo real,
pues no es lo que ha sucedido lo que duele
sino el verbo potencial,
como posibilidad que no cesa de no ocurrir,
los caminos no transitados
aguardan en algún lugar,
eso no se escribe, no cesa, «no cesa de no».
Instantes, donde una función de onda
colapsa una de las caras
en las que el hado o destino
se hubiera manifestado
y el cosmos se estremece
herido de incomprensión.


SIN TÍTULO

A veces me pregunto ¿de cuántas personas estaremos dando testimonio al tener el deseo y la palabra? No tenemos defensa ante lo que amamos. A veces la vida nos somete a pruebas excesivas. Quizás aparezca un poeta tras una larga serie de voces que callaron, con la levedad de ese dios que Rilke describe a Lou en el Diario Florentino: «creado por nuestras soledades a través de los milenios». Busquemos verdad solo en esta guerra, en esta tempestad que fertiliza (Hölderlin), este juego de tensiones y distensiones donde el otro permanece como una pregunta abierta, un lugar no situado,
que incita al refugio o al peligro.


SIN TÍTULO

En la fachada de un edificio de San Telmo, donde debería haber un portero eléctrico, hay en su lugar una estampa del Sagrado Corazón. («¿Qué hiciste durante la guerra, papá?» decía un afiche durante la dictadura militar, en medio del conflicto de Malvinas. «Creer en los militares» –respondió alguien con un marcador y mucha ironía). Son tiempos de soledad, de contemplación de la vida y de la muerte, donde cada momento adquiere una dimensión temporal diferente, y el otro revela su carácter insustituible. Cuando era chico, leí en una revista que, en medio de un incendio, la gente tiende a llevarse lo que está haciendo: un tejido por ejemplo o una lectura. Acaso no haya mejor ejemplo, en ese acto reflejo, de la voluntad que ponemos en cada cosa. Quizás, solo después de este naufragio, podamos mirarnos frente a frente y preguntarnos qué hemos podido salvar de todo esto.


LA RADICALIDAD DEL GESTO

El poeta acmeísta Osip Mandelstam nos enseña que un poeta debe «estar – en – el- tiempo». El tiempo que habitó Osip le costó la vida, ya que el estalinismo lo deporto a Siberia. Aun así, Mandelstam era en todo momento consciente de estar viviendo un momento histórico. Es lógico que Paul Celan, años después, se haya reconocido en él, pues Celan es un individuo atravesado por el siglo (perseguido por el estalinismo y el nazismo, víctima de la disolución de los países, contemporáneo de las vanguardias y abocado a una misión: deshacer el idioma del enemigo (sus captores) y ganarlo una vez más para la poesía. ¿Qué es hoy «estar en el tiempo»? Acaso pensar las reflexiones de Artaud. Cuando llega la peste, las leyes cambian y se deshacen y nos evidencian. Es ese lugar, de solidaridad y desesperación, eso que permite lazos fuertes, construcciones y reconstrucciones. Ese gesto animal que nos permite seguir en la tormenta. Por los que estamos y por los que quedaron en el camino.


INDIGENTE:

Ando carenciado,
como quien dice
«me invitás a comer»
o en los convites
hace gala de sus harapos.
Ando por lo bajo
y por los techos
que se desprenden.
Todo hogar es a la larga
un derrumbe
de chapas y ladrillos.


LIN CHI CITA UN VIEJO REFRÁN

El maestro Lin Chi dice «deja que ruja el león
y ay del cerebro de los pequeños zorros».
Caminamos y es virtud del enemigo
no mostrar su rostro
sino sus efectos.


EL RESURRECTO

Volver al redil, a la casa,
a los olores familiares,
«ahora que nuestro amor declina»
dice aquel poema de Yeats.
Lara me lee una historia de la Biblia:
«cuando marchamos hacia Emaús,
un hombre caminó junto a nosotros
y no lo reconocimos, era Jesús.
Pienso que un resurrecto
es alguien fantasmal,
aunque recree su rostro y su cuerpo,
solo está de paso».
Lara se está por dormir y agrega:
«qué raro no reconocer a alguien
que fue íntimo, ¿no?».


ENTREVISTA CON EL AUTOR

Gilgamesh: Javier, desde tu primer libro de poesía, «El silencio continente», hasta las narraciones del último, editado en 2019, «Diez cuentos góticos», hay cambios de registro y una apuesta que se reitera: que nada de lo que sigue se repita. Quizá, y vos nos dirás cómo lo ves desde el hoy, hay un tema que estructura tu derrotero poético: la intemperie, la disolución. Decís en el Libro IV de «El silencio continente»: «En este libro hay canciones de Disolución... Caja tras caja, la de Pandora entreabre su tapa y sus versos se despeñan sin coordenada de rescate...». ¿Cómo han ido variando estas coordenadas de libro en libro? ¿Podés dar cuenta de las etapas de tu proyecto escriturario?

Javier Galarza: Sí, ustedes mencionan la disolución y algo de eso hay. Pero eso que en un principio fue casi un peligro psíquico, algo muy pisciano de ir a dar a la mar, tiene su complemento en la disolución taoísta. Creo que el yo es el lugar a dislocar para no repetirse. Entonces, el lenguaje circula y nos toma, y podemos intentar escuchar qué nos dice «eso», que siempre será diferente. La escritura es un lugar de paradojas donde lo que se disuelve, a la vez nos dota de vida. Podemos hacer lugar a cosas nuevas en lugar de repetir fórmulas, que es la lógica capitalista. Las rupturas o discontinuidades entre libro y libro obedecen a que hay una búsqueda y no creo que al caminar pueda ver dos veces un paisaje de la misma manera. Entonces, con respecto a las etapas, desde el deslumbramiento romántico, comienzo a ver que hay ritmo en el habla cotidiana, y que se puede desprender poesía incluso de discursos contrapuestos como la ciencia y el psicoanálisis. Esa apertura es la clave de un proyecto sin dirección.

Gilgamesh: El ensayo es, en tu producción, otro ámbito de exploración de lo poético. En «La noche sagrada» (Audisea, 2017), te confrontás en un diálogo «amoroso» con los autores de tu parnaso. ¿Cómo siguen pulsando en tu literatura estos referentes? En «La perfecta desnudez» (Letra viva, 2018, en coautoría con María Magdalena y Leonardo Leibson), la obra de Alejandra Pizarnik te permite unir poesía y psicoanálisis y deconstruir las lecturas fosilizadas de una autora que entró al canon aunando vida/obra/locura/genialidad. ¿Cómo seguís escuchándola en tus textos?

Javier Galarza: Tenemos dos grandes lectores en Argentina, si pudiéramos desplegarlos, se abrirían como un mapa. Uno es Borges y la otra es Pizarnik. A través de Borges accedemos a los románticos ingleses y, a través de Pizarnik, a los alemanes. A través de Borges, a Marcel Schwob, y a través de Alejandra, a Gerard De Nerval. Borges va a las sagas, Alejandra a los poetas malditos. Borges va a Macedonio, a Lugones, a Carriego. Alejandra a Orozco, a Cesar Vallejo, incluso a su amigo Murena. Entonces allí se logra un perfecto equilibrio, o acaso una tensión, entre el clasicismo y la vanguardia. La misma Alejandra entrevistó a Borges y decía que era «el hombre más inteligente del mundo». Dicho de otro modo, los tomo, no como poetas a imitar, sino como lectores generosos que abren caminos. Alain Badiou menciona la necesidad de volver a un clasicismo tocado por las vanguardias. Entonces no dejo de no volver a Hölderlin o a Kafka, porque hablan diferente cada vez.

Gilgamesh: Desde hace un tiempo, quizá desde el inicio de este momento pandémico, venís compartiendo en las redes textos que esbozan tus preocupaciones poéticas y tu estar atravesado por la contingencia. ¿Es otra manera de proseguir tus indagaciones poético-filosóficas?

Javier Galarza: Exacto, Artaud, una de mis primeras lecturas, no concibe la obra separada de la vida. En «El teatro y su doble», nos muestra cómo las leyes cambian cuando la peste llega a la ciudad. Estamos asistiendo a una catástrofe global, los ríos se secan, las ciudades se inundan, las pestes e incendios se multiplican. ¿Por qué no intentar una ética de la catástrofe? Que el llamado del otro y el pulso del mundo comiencen a resonar en cada uno de nosotros. Además, tocamos un tiempo que nos evidencia la fragilidad de la vida a cada instante. Es evidente que el salto tecnológico es inmenso y esto estaba planeado, la pandemia fue una excusa. Se extingue la mano de obra en favor de la tecnología. La crisis económica y acaso, la reducción de la población, se iban a ejecutar con o sin pandemia. Nunca la tuvimos tan difícil para organizarnos. Pero, debo creer que también hay una oportunidad. Un verso de Hölderlin se hizo un lema en este tiempo: «allí donde está el peligro, crece lo que nos salva». Yo debo creer en eso. No puedo explicarlo. Yo debo creer en eso.

Gilgamesh: Después de leer tus inéditos, vemos que hay un cruce entre «Lo atenuado», «Chanson Babel» y «Für Alina». Habitás el lirismo, la estética de los márgenes, das cuenta del fracaso de una cultura a través de vínculos con la literatura y la filosofía de oriente y occidente. ¿Hacia dónde va esta «obra en progreso», qué se está escribiendo en estos textos, qué efecto buscás con esta propuesta?

Javier Galarza: Creo que esos tres libros forman una trilogía, nada de eso fue planeado, pero hoy lo veo así. Laurie Anderson dice: «si yo tuviera un mensaje, lo escribiría muy claramente en un papel y lo haría circular». Si lo que me seduce pudiera ser descrito, tal vez la escritura no sería necesaria. La búsqueda tiene muchos matices: espirituales, políticos, filosóficos, psíquicos. Habitar este «no saber» me permite continuar sin pretensión de verdad. Noto que los géneros se fusionan o se disuelven, y que uno puede apelar a eso como una herramienta. Tiendo a pensar que el significado es posterior. Y el malentendido, inevitable. Pero un error también puede funcionar.

Gilgamesh: En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas (y, quizá, también leída por algunas de sus amistades…): el llamado «gran público» queda fuera de este juego. Creemos nosotros que la poesía tiene hoy en su contra, entre otras, las siguientes calamidades: la miseria social (¡50 % de pobreza en Argentina!), el sistema educativo en todos sus niveles («Lengua y Literatura matan poesía»), el discurso capitalista («¡Gozá!»), el discurso publicitario (que es como la implementación imaginaria y simbólica –y masiva– del discurso capitalista), los llamados «medios de comunicación» y su ruido infernal… ¿Qué hacer, entonces? ¿Qué poética, en tu opinión, podría cerrar esta «brecha» en alguna medida?

Javier Galarza: Todo eso es cierto, y la figura del escritor ha cambiado. Ya no hay faros. No es pensable esa catedral que Proust quería armar con su novela, no cuando asistimos a nuestras propias ruinas. No obstante, el interés por la poesía aumenta, y esta paradoja siempre me sorprende. Se escribe en las redes sociales, hasta hace unos años, se escribía incluso en las paredes, siguen surgiendo editoriales independientes y los talleres funcionan. Entonces, ante este agradable desafío que plantea la pregunta, pienso en dos alternativas: un trabajo sobre la gramática que somos, es lo que intento en las clases, algo delicado y subjetivo que apunta a la multiplicidad de voces que van surgiendo. La otra alternativa, y es tal vez eso que saldaría la «brecha», sería volver a los romanceros. En este mundo apocalíptico, podemos cuestionarnos la idea de autoría y que las canciones circulen como antaño, cuando en las jarchas mozárabes: «la amiga llamaba al amigo en pequeñas canciones miedosas del alba». Für Alina plantea que hoy un altar urbano puede ser el lugar donde la policía mató a un pibe. Y «estar en el tiempo», como pedía Mandelstam, también es eso, y él sabía que habitar su época lo llevaba al gulag. Es resignificar a Antígona y el deseo. Durante la dictadura fueron esas madres que buscaban a sus hijos. Hoy son estos chicos cableados a los «ring tones» donde todo intenta adormecer las pulsiones salvajes de sus corazones.


RESEÑA BIOBLIOGRÁFICA

Javier Galarza ha dado cursos en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Ha publicado los libros «El silencio continente» (2008), «Reversión» (2010, Tropofonia, Belo Horizonte), «Refracción» (Añosluz, 2012), «Cuerpos textualizados» (Letra Viva, 2014, en coautoría con Natalia Litvinova), «Lo atenuado» (Audisea, 2014), «Chanson Babel» (Buenos Aires Poetry, 2017), el ensayo «La noche sagrada» (Audisea, 2017), «Für Alina» (Ediciones en Danza, 2018), el ensayo «La perfecta desnudez» (Letra Viva, 2018, en coautoría con Leonardo Leibson y María Magdalena); ha participado con sus notas en la edición de «H. D. –Qué son las islas», (Llantén, 2018, traducciones de Tom Maver). En narrativa, ha publicado «Diez cuentos góticos» (La Docta Ignorancia, 2019). Actualmente trabaja en proyectos que serán pronto editados.

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