jueves, 2 de mayo de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a FELIPE VIÑALS

(Publicado en la página de Facebook el 3 de abril de 2024)

Felipe Viñals nació en Buenos Aires, en 1977. Poeta, narrador.

En la entrevista, Felipe, dice:
«Escribir fue un modo de ajustar cuentas con su silencio.»
SELECCIÓN DE SU OBRA
REQUERIMIENTO
Se demora el jacarandá
en una ascesis de leño erguido
ya entrado noviembre.
Como si un otro yo suyo dijere:
“así obraría un árbol
a punto de morir: yermo
en el vértigo de lo feraz”.
Mas para revelarse, después,
sutilmente fragante,
como el Linneo guaraní
lo describiera; expresando
una y otra vez, esa flor
lila, invisible.
Y su mortaja fuera excusa,
o quizás el fin verdadero,
desbaratado por el piar,
el musgo, los llamados
que recibe un árbol
para decir vascularmente
desde infinitos poros:
Sí.
LOS DOS CAMINOS
En la gramática de la enredadera
ninguna cláusula concluye.
Escribe el jazmín un entrevero
de derivaciones,
se expande, abrazado a alambres,
troncos y otras enredaderas.
El árbol es bisilábico:
subir, subir,
esa sola sentencia lo impulsa.
Es la praxis de manifestarse
la cuña que graba el devenir
y lo hace irrevocable:
al final el trazo es maraña
ya imposible de leer;
la fronda, un estuario
que deriva hacia el aire.
EL CAMPO Y LA CIUDAD
Diciembre es el mes más cruel,
germinando saqueos
del limo suburbano,
pringando de aceite hirviendo
y pan rallado el mediodía.
Las finanzas públicas,
a punto de estallar.
Dengue, secuestros, humedad;
ceros exponenciales
como sufijos a la vida diaria.
Pero una línea de talas,
al fondo de mi casa
su tejido ramaje y el serrar
de chicharras,
son la paz.
Camiones vienen y van
llevando de los silos
los aromas del maíz
pisoteado en el trasvase,
y su gabazo,
que se pudre.
Hombres, al fin,
en el tiempo
transformamos
el tiempo.
Se agarra, el tala, al suelo
con espina y raíz,
en una larga
meditación.
EPIFANÍA
Hermosa dribleas
los autos varados
en canicular estasis.
Cada giro leve
te asoma a la nada,
pero tu bici emerge,
vuelve al ser, que esplende
con fruición de duraznos.
LE GRAND MÉCHANT LOOK
Estoy parado a los siete
en el lugar donde la piedra
movediza de Tandil
esquivó mil años
la ley de no volver atrás
con una remera que dice
Le grand méchant Look.
Posando sobre el suelo liso
pensaba “papá me quiere tirar”
mientras papá disparaba
y el obturador ocluía
esa duda, para siempre.
No temía el sacrificio,
sino el atisbo de una lucha inmóvil
donde escapar o esperar la foto
se llevaría la mitad de mi vida.
Al borde de un salto,
en un lejano río,
obedece el niño también
a la cámara y devuelve
ese temor al filicidio
multiplicado en abismos, que roza
un aspecto esencial de ser hijo.
RADIOAFICIONADO
Como en una séance, cada viernes
la radio ocupaba el salón
para sondear modulando
el espectro en onda corta.
¿Qué sentido intentó cribar
mi papá en las frituras,
el ulular, un canto estático?
Eran voces, corpóreas
solo un instante, después
interferidas, disipadas
todavía más lejos.
En todo caso, el alba
dejaba un pozo de ruido blanco
barrido de antenas, llovizna,
una máquina de soledad
y todo en silencio otra vez.
45 ALGO DE VERDAD
Ahogada en baños “de época”
de mayólica ocre y amarilla
en departamentos que no alquilé,
vida limitada por angostos
desfiladeros sin sol, aireluces
entre medianeras,
hollín y cago de palomas.
Casas vacías, que seriaban
un desierto mental;
y otras, donde la muerte o la soledad
se barrían más fácil:
en las que mis libros,
muebles y fotos
afinaban mejor,
y que en todo caso
también ocupé,
de cara al aireluz,
con la esperanza
de que una persona emergiera de
esos párrafos prematuros
y botellas de cerveza,
pulsando el teclado,
buscando algo de verdad.
NAGA
Durante un mes vimos solo Budas
en yeso, teca o bronce, siempre
el gesto impasible, la mirada muda,
apenas los mudras mutaban la serie.
Volvíamos por un bosque azulado
de caravanas humanas en moto-taxi,
el velo poluto de lo aparente, al ocaso,
envolvía lo envolvente.
Luego cuervos amanecían,
como notas de urgencia oscura
se multiplicaban con desasosiego
entre inflorescencias.
Ave, ojo de obsidiana; Buda, ojo de jade,
cuando arreciaba
en un tiempo sin definir,
fue el viento quien me tuvo a su reparo.
WEN 文
En lo profundo de una flor
fosilizada en ámbar
hallaron un gorgojo.
Cuarenta millones de años
llevaba metaforizando.
Con su pico de bandurria
o médico medieval
¿qué secreto busca
tan adentro en las corolas
o en la cáscara del cereal?
Como las vetas en piedra o madera,
el paso de aves en arena
o el dibujo de los caparazones,
rasgos con que el tiempo
se vuelve literal
y se inscribe a sí mismo,
que se añada esta acepción
al caracter wen:
este bloque de resina al trasluz,
junto a las constelaciones,
y también mi vida:
el bordado de silencio y voz,
el surco circular
cada vez más trabajoso
en el tejido ambarino que se espesa.
EL NAUTILUS
Así el nautilus
cierra tras de sí estancias
y en cada hito itera
la medida de su designio,
una elipsis que fuga
desde el centro húmedo
y nacarado del origen,
como quien a piedra y lodo
clausura una dicha
y se va.
Al corte transversal,
en el museo de ciencias
que visito como paseador
de un enjambre de niños
más o menos consanguíneos,
la simetría de ese escape me alude
solo en la línea de fuga:
en la vida es posible remontar
y hasta cerrar el círculo.
ENTREVISTA
Gilgamesh: Felipe, hay en tu poética una fuerte impronta de los textos bíblicos. ¿Qué representan ellos en tu formación poética? ¿Sentís que estos escritos son «un país extraño» para un escritor y/o un lector?
Felipe Viñals: A pesar de haber recibido formación católica prácticamente desde que nací, descubrí la belleza literaria de los textos bíblicos a los cuarenta años. Diría que, en una primera instancia, fue la lectura del evangelio de San Juan en la pascua de 2021. Más tarde hice un retiro espiritual en el monasterio benedictino de Los Toldos y descubrí la poesía de los salmos, que los monjes cantan en la liturgia de las horas, aunque yo diría, más bien, que viven inmersos en los salmos.
A partir de los salmos, empecé a buscar otra dirección u otro camino en mi poesía.
Al principio, pensé que era una búsqueda un poco a contramano. Pero si uno se pone a mirar atentamente, la Biblia sigue siendo el “gran código” (como sostenía el crítico canadiense Northrop Frye) de la literatura de Occidente. En Chile, la obra de Raul Zurita está impregnada de los profetas y del Antiguo Testamento. Se puede decir otro tanto de José Kozer, Javier Sicilia, Ernesto Cardenal, Héctor Viel Temperley, por nombrar a algunos de los más conocidos. En España, hay una tradición de poesía religiosa que no se detuvo nunca y que cuenta al menos con dos premios literarios anuales. Poetas de mi generación como Alejandro Crotto o Gabriel Caldirola también están atravesados por la experiencia de lo sagrado.
Entonces, retomando la pregunta, creo que en mi formación, los textos bíblicos representan una vuelta a lo esencial. Parece mentira, que al cabo de tantas lecturas extravagantes y superfluas que he hecho en mi vida, no hubiera leído hasta los cuarenta y pico el evangelio de San Juan, completo.
Gilgamesh: «En un país extraño», ¿cómo fue escribir a la sombra/ al resguardo, al influjo de esa voz, «la voz de mi padre», en todas las acepciones que se desprenden del texto?
Felipe Viñals: Después de haber abandonado la poesía por algunos años, retomé la escritura de poemas en el contexto de una psicoterapia en 2014.
En esa vuelta a la poesía, la preocupación, si bien avanzaba a tientas e intuitivamente, pasó por buscar la verdad, buscarla en mí mismo. Y a centrarme más en el poema, en su equilibrio y su sentido, que en mi vanidad.
También leí a poetas que usaban un registro de poesía confesional, como Sharon Olds: creo que hasta ese momento, para mí el paradigma de la poesía había sido el objetivismo, que circulaba mucho en el Diario de poesía.
Y fue importante, también, la lectura de una psicóloga alemana de los años ‘50, Karen Horney, que hablaba de la neurosis como de una suerte de autoimposición de máscaras al yo verdadero, al yo esencial.
Entonces, con esa idea, de escribir “desde los huesos”, a veces me ponía a escribir y me salían poemas fuertemente religiosos, y yo me enojaba, pensaba: “no estoy dominando la expresión, sino que el lenguaje me está manejando a mí”.
Y no era eso, claro. Esos poemas sobre los jacarandás, sobre la cascada que cae en el lago helado, son parte de estar siendo hablado como en un sueño, por un Yo que no se ajustaba a todo lo que yo creía que debía ser un escritor, y era algo más verdadero y esencial.
Y así, también, iba apareciendo la voz de mi padre. En algún momento de 2017 se enfermó, primero su enfermedad se manifestó con afasia y luego terminó revelándose como una demencia que se había ido gestando por microinfartos cerebrales. En el 2020 falleció.
Escribir fue un modo de ajustar cuentas con su silencio.
En paralelo, desde el 2018 yo no vivía más en Buenos Aires, me había mudado al campo.
En esa circunstancia, también, ese modo silencioso de ser de Dios (pero que se manifiesta para mí en todo, especialmente en las cosas que suceden durante la contemplación de la naturaleza), me empezó a hablar con mucha fuerza y terminó en mi regreso a la Iglesia católica, a hacerle lugar definitivamente a esa otra voz del Padre y su modo particular de hablar.
Bueno, todo eso se condensa en este libro.
Gilgamesh: ¿ «¿Qué ves» en ese momento iniciático de empezar un poema? ¿Cuándo supiste que querías, necesitabas, deseabas «escribir un poema»? ¿Cómo fue la gestación de tu primer libro?
Felipe Viñals: Ese momento del inicio de un poema es algo misterioso, y no siempre se da de la misma manera para mí. Algunas veces, empieza por una imagen, casi siempre de la contemplación de la naturaleza. Uno de los poemas del libro, “El gran roble amarillo en la niebla / es un candelabro de siete brazos”, tiene ese origen.
Pero, en general, tiendo a arrancar desde un lugar de no saber: parto desde el sonido (un primer verso o la sonoridad de una sola palabra), y voy añadiendo los versos atento a una gramática del ritmo. David Rosenmann-Taub dijo: «la poesía, la música, la pintura, son pensamiento en ritmo». Creo que esto es cierto. En esos casos, salgo desde la ambigüedad total y el trabajo posterior sobre el poema es lograr más claridad, despejar el sentido.
Y otras veces es totalmente al revés: parto de una idea, de algo que ya sé o quiero comunicar, y en ese caso, el trabajo pasa por vestir al poema con capas de ambigüedad, abriendo el campo semántico del tema central o la palabra clave de esa pieza.
Este primer libro fue la destilación de varios años de madurar la escritura. En la forma, el libro (y yo) fuimos madurando hacia las formas “naturales” del verso español. Cuando era joven, las correcciones que hacía sobre los poemas los terminaban desfigurando y llevando a lugares indeseados. No había un criterio, por ejemplo, para usar el encabalgamiento. Entonces, yo cortaba los versos de una manera un día, a la semana siguiente de otra, y eso me desacomodaba las rimas internas, las cantidades, todo.
Y así fui tendiendo naturalmente hacia una cuestión más clásica en lo formal para poder adueñarme de los procedimientos y que se vuelvan realmente expresivos: siendo consciente de las cantidades, todo empezaba a sonar mejor, las rimas asonantes de final de verso también me servían para jugar con las rimas internas, etc.
Por otro lado, cuando era joven me interesaba ser original a toda costa. Creo que ahora lo que más me preocupa es ser auténtico, que los poemas expresen una verdad en la forma más bella que me sea dado lograr.
Gilgamesh: «Se agarra, el tala, al suelo/ con espina y raíz,/ en una larga/ meditación.» ¿Qué rituales te son (im)prescindibles a la hora de escribir?
Felipe Viñals: Las tachaduras en el papel me producen un poco de angustia. En cambio, la computadora se acomoda mejor a la velocidad del pensamiento, me gusta la virtualidad de escribir en computadora. Pero suelo llevar una libreta encima para bajar a papel los poemas que compongo “en la cabeza”, aunque no sea necesario ya, con los celulares.
En cuanto a la forma, intento que el esqueleto del poema quede por lo menos planteado en el primer impulso. A pesar de que sé que es una ilusión ese carácter semi definitivo: voy a volver al poema un montón de veces y los voy a releer en voz alta siempre, cada vez que encaro la corrección.
Gilgamesh: Las tradiciones filosóficas/ poéticas de orientes y occidentes atraviesan tus poemas. ¿Cómo fue tu aproximación a esos cánones? ¿Qué permiten expresar/ representar en tu obra?
Felipe Viñals: El acercamiento a Oriente fue sobre todo experiencial. Hice dos viajes intensos cuando era joven, primero a Camboya y Tailandia, luego a Japón. En la familia de mi esposa hubo diplomáticos que vivieron en Japón y dejaron una biblioteca interesante de arte y literatura japoneses, que leí algunos años antes de ese viaje.
El acercamiento a la espiritualidad del budismo fue bien directa ahí, pero solo después profundicé un poco más. Y fue para mí un camino natural que la espiritualidad budista fuera lo que me terminara devolviendo al catolicismo. En la lectura del libro “Buda viviente, Cristo viviente”, Thich Naht Hanh decía que hay que aferrarse a la propia tradición y redescubrir las joyas que contiene, para enraizarse. Eso me hizo clic: la atención plena, la meditación, y todas esos aspectos positivos del budismo, ya están contenidas en la tradición monástica cristiana y que en mi caso, formaban parte de mi tradición más profunda.
En lo estético, me parece un valor superior del arte oriental la cualidad de lo concreto y el “refrenamiento” como decía José Watanabe, que yo rescato de poetas como Hugo Padeletti, que era budista. Aprendí mucho de Padeletti. Sobre todo a borrar.
Y por otro lado, hay una frase de Goethe en las conversaciones con Eckermann que podría ser perfectamente japonesa, él dice: “el maestro trabaja dentro de sus límites”. Yo no soy un maestro, pero si quiero llegar a serlo, tengo que moverme dentro de mis límites: yo soy mis límites.
Gilgamesh: Antes de «En un país extraño» diste a conocer tu novela «En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte». ¿Cómo fue ese paso de la narrativa a la poesía? ¿Qué te gustaría escribir antes de que te «sorprenda la muerte»?
Felipe Viñals: Para mí, la prosa es la contracara absoluta de la poesía, es una escritura mucho más leve, donde no hay una concentración ni una atención al lenguaje tan necesarias. Cuando escribo poesía, el instante se comprime. En la ficción, quizás porque no intento una prosa “artística”, sino atento a las convenciones de los géneros, esta levedad pasa por fabular, en forma un poco lúdica, sin prestar atención a la elección de las palabras sino de los eventos.
En esta primera novela, fui hacia el modo humorístico. Lo cómico es un modo de la cultura, muy útil además para desarticular las muchas trampas y engaños que ponen en escena los intentos hegemónicos de cualquier tipo. En la ficción en español, pienso, no se cultiva mucho el humor (aunque sí en el Siglo de Oro), y en Argentina mucho menos; pero en la novela inglesa y norteamericana, sí tiene grandes cultores. Entonces, quise escribir una novela que hiciera reír, como me habían hecho reír novelistas como Tom Sharpe, Kennedy Toole, Tom Wolfe y otros.
Antes de que me sorprenda la muerte. Me gustaría producir al menos un libro cuya audiencia primaria sea Dios, una poesía que sea diálogo con él, y no con otros poetas, o con el sistema literario, o con el periodismo cultural. Poesía y oración. Una frase que Susan Sontag le atribuía a Joseph Brodsky: “cuando era joven escribía para otros poetas, ahora discuto con los ángeles”. Eso querría lograr.
Gilgamesh: Fuiste periodista y editor. ¿Influyó esta formación en tu elección de escribir ficción y poesía?
Felipe Viñals: Bueno, mi elección de escribir ficción y poesía antecede a las otras ocupaciones, que me dieron de comer, ¡por lo menos hasta que las condiciones de este país lo permitieron! El periodismo y la edición fueron escuelas de pragmatismo. Me parece que el pragmatismo es fundamental para llevar a término cualquier obra. Decir: “si sirve, está bien, avancemos de una vez porque cierra la edición, tenemos que entrar a imprenta, etc”.
Esa actitud, por lo menos en la instancia productiva, es necesaria en la literatura también.
Eso y la ética de trabajar a destajo (¡al menos 7 días al mes, en las revistas mensuales para las que trabajaba!).
Gilgamesh: ¿Qué lecturas acompañan a la escritura? ¿Qué lecturas y escrituras se están desarrollando en este tiempo?
Felipe Viñals: Estoy leyendo bastante a uno de los grandes músicos contemporáneos de la lengua: David Rosenmann-Taub, que es totalmente deslumbrante: por su léxico, su manejo del ritmo y la sonoridad del lenguaje.
También, estoy en busca de poéticas que hablen de lo sagrado sin clichés: en la obra de Ingeborg Bachmann hay algo de eso. Y vuelvo a esos gigantes de siempre: San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y compañía.
Siempre me interesa conocer más sobre las bases métricas y formales de la poesía: tengo a mano “El arte del verso”, de Tomás Navarro Tomás, “Métrica española del siglo XX” de Francisco López Estrada (un gran libro), y libros así.
Gilgamesh: ¿Cómo es tu inserción en el medio poético? ¿Qué poetas sentís próximos a tu estética?
Felipe Viñals: Diría que para mí la escritura siempre fue algo muy solitario. No participé de esa dimensión comunitaria que tiene la poesía, que es algo maravilloso. Más que nada por timidez, porque de joven era bastante más tímido que ahora. Entonces, todos los problemas que planteaba para mí la escritura los tuve que resolver solo y fue un proceso largo.
Me veo cercano a poetas de mi generación como Leandro Llull, también a Elena Anníbali, Alejandro Crotto, Gabriel Caldirola. Si bien, claro, cada obra es diferente entre sí y con la mía.
Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá,
también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
Felipe Viñals: Sería necesario un apagón mundial de internet. Con todo lo positivo que tiene la informatización de todos los ámbitos de la vida, el capitalismo se dedica ahora a generar plusvalía con nuestra atención. Para que exista la poesía, son necesarios el aburrimiento y la atención. Sería necesario que volvieran a hacerse masivas esas cosas.
Pero creo que hay una tendencia contraria también, y es que la humanidad se encamina a un futuro de ociosidad. Cuando finalmente todo lo que podemos aportar como fuerza de trabajo sea reemplazado por las máquinas, tendremos ante nosotros la inmensidad del tiempo a nuestra disposición, algo que solo se puede llenar con la poesía y la oración.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Felipe Viñals nació en Buenos Aires, en 1977. Cursó estudios en Letras en la Universidad Católica Argentina, y Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como periodista y editor en publicaciones de interés general entre 1999 y 2010. Entre 2010 y 2018 se desempeñó como editor de ficción comercial. En 2021 publicó la novela "En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte" y en 2023, "En un país extraño", su primer libro de poemas. Desde 2018 vive en Capilla del Señor, en la provincia de Buenos Aires.

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