viernes, 26 de julio de 2024


 GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a DAVID WAPNER

(Miércoles 17 de abril de 2024 en la página de Facebook)

David Wapner nació en Buenos Aires, en 1957. Vive en Israel desde 1998. Autor de poesía y ficción, músico, editor.


David, en la entrevista, dice:


«Cantar, cantar. Es lo único que nos queda.»


SELECCIÓN DE SU OBRA


De «Canción decidida» (Pequeño editor, ilustraciones de Cristian Turdera)


Todos los días

apenas salga el sol

saldré a la calle

a gritarle al mundo

que soy feliz

que la vida es bella

y que en su homenaje

me pondré a bailar.


Aunque creo más prudente

dejar pasar unas horas:

saldré a las diez de la mañana

cuando todo el mundo está despierto

y va de un lado a otro

por aquella calle

a la cual saldré

y gritaré al mundo

que soy feliz

que la vida es bella

y que en su homenaje

me pondré a bailar.


(…)


Ni de día ni de tarde:

no hay nada mejor que la noche

para salir a la calle

y susurrarle

a cada peatón

mientras regresa de su trabajo

y piensa en una rica cena

que soy feliz

que la vida es bella

y que en su homenaje

me pondré a bailar.


Pero yo optaré por la madrugada

cuando no hay un alma en la calle

todo el mundo duerme:

yo también duermo

así que

mejor me quedo en la cama

y sueño

que soy feliz

que la vida es bella

y que en su homenaje

me pondré a bailar.


***


De «Carga, adelante, vamos» (Ed. Neutrinos)


Carga


Bueno,

aquí estamos, pisando un palo,

siguiendo senda,

saltando un charco,

una mata, una cola de perro,

muy bien, sigamos torcido,

un poco, para enderezar dos metros adelante,

cada cual en su taza,

hervido de calor,

por el fuego que muerde,


así, así,

diez baldosas en sucesión,

una culebra dormida,

un pantalón, dos camisas,

un saco entero,

que saltamos en largo,

y seguimos,

parado el pecho

sobre un penacho,

démosle por izquierda,

y adelante,

con cambio de ritmo,

sin frenar de golpe,


no romperse un ojo,

con esa estaca

que eludimos hace un paso,


y muy,

muy bien,

muy, muy,

qué bien,

cómo conduce usted

cuando camina,

pero siga dándole pata,

aquí vamos,

en vano al tiro,

en vino el tero,

y ya estamos mareados,

por las zancadas,


si hay duda,

clavemos el pie,

y en equilibrio confiar,

y ya son quinientos,

tantos metros y tan pocos,

falta un olfato que mensure,

y si ese no es usted,

quién,


palma le doy y vamos,

meta empuje al camino,

dese de cabeza,

aquí un fleco,

más acá dos hojas,

un circuito impreso,

hojalata,


a nada de eso atienda,

como un bólido es ciego,

ande que nada se acaba

aunque a nadie le alcance,

a la derecha eucaliptos,

vamos, que va bien,

reiteramos, un árbol en cascada,

un perno-muñón,

una mugre gris,

allí, cabeza de un pescado,

la sartén que lo frió,


y vamos,

hágase un trote,

eluda esa montaña,

más tomates nunca vi,

tres metros de altura,

echados a perder,

mejor no tocar,

delante seguir,


un barreno somos,

por eso nos da vuelta la cabeza,

que debiera estarse quieta,

allí, un banco de plaza,

de espaldas descansar.


Un poema que se quema


1

Ver cómo crecen los otros

y quedarse un pichón.


2

Se oye el sonido importante de unas palabras de masa seria.


3

Machaca la banda un mezcla de tangos en partes, y el resultado se

atraganta.



4

Pasa usted una plancha caliente sobre la ficción tendida a sus pies,

y el resultado es ambiguo: al tacto inicial es tibia, al regreso se

enfría.


5

Tanto libro para el poema, y el modelo es Dylan.


6

Mezcla de fama e intestino, es así un dolor.


7

Y cuando el pan es lo que quema, ya es hora de dar la vuelta.


8

La cabeza a dos metros, la guitarra intacta: cuando llega el hijo,

viste el cuerpo del padre.


9

Cuando se envidia cómo otros son pulpos, y al querer la ostra

agarrarse la cabeza con las manos


10

De tanto imitar a la escritura, cada lustro de ficción, un astro

artificial.


12

Cuando el pichón se pone negro, no porque creció en cuervo o en

buitre, sino que el barro.


13

Tanta pluma que el pájaro sospecha y se pone como muerto.


14

Un puntazo en el ombligo decide el próximo gran puerco del mundo.


16

Culpa entonces a la prosa, pero el poetismo es más culpable, dese

cuenta.


17

Pero, la prosa plana, ¿es porque quiere y le gusta, o que no se sabe

defender?


19

¿Y qué fue de aquel astro que tanto prometía?

De planeta pasó a roca, lo bajaron de la lista.


20

Eso que se mastica en el aire, desespera a la bandada.


22

El palo, entonces, pesado como hierro, y el pichón que cae a plomo.


24

Pero, los autores de los agujeros que siembran la cancha, un pájaro

calvo, un bicho pata de palo, un lagarto-ratón, todos reunidos

como en misa.


27

Y aún así, el pajarito vuela como una pelota, y depende de la

habilidad o fracaso del deporte: si toca el piso cuando todos

se han retirado, porque el interés se perdió, o porque el juego

tiene un fin, y hasta la metáfora se va a dormir, porque ya vive

dormida desde que le dieron con un palo en la sien, ¿vale la

pena aún?


34

Un avión se estrella, cae al suelo y se sigue estrellando.


35

Un avión despega y no se detiene más.


37

En un periodo de horas, se tomaron decisiones que afectaron a

todos los vuelos, y aquellos que quedaron en tierra, perdieron sus

pilotos, y les parece bien.


38

Aunque piedra santa es afilada, y ríase el agente, se usa para trozar

pollo.


39

Niño y viejo tienen talento, eso no se discute, ahora, el que grita es

otro, y produce más efecto.


40

¿Qué se creen, esos gringos, que los fuselajes nuestros son de caña

hueca?


43

En los huesos huecos está el secreto, no es el ahueca-huesos para

hacer flautas.


44

Si dijese, “aquel que sirve para hacer tal cosa, o tal otra”, dirían que

hay algo que no es fácil retener, y que se escapa por el sólo hecho de

que la prosa, no sólo que sufrió un proceso de ahuecamiento, sino

que el piso pulido hace patinar y expulsa.


45

Pero la prosa, la ficción en prosa, la prosa a granel, las carradas de

prosa, el trabajo en la prosa, los martillos dándole a la prosa, la

prosa atlética, o la prosa esquellética, o la prosa analítica, llena de

piedras, la prosa como una montaña.


46

Y el pichón, corrido a pedradas, por los autores más conspicuos,

puro canto rodado.


47

El nido, todo un símbolo, ya no hay madre allí, la paja una pena, la

cáscara del huevo, la infancia del cero.


48

Entre el avión y el cráter que deja, el nido apenas se mantiene, la

carga lo inclina hacia el fondo, al centro.


51

Y aquí comienza: el llanto por el cosmopolio. Medio tarde, entre

brumas, arranca el canto amargo, no por la tristeza, sino por la

pasta que el dentista usó para pegar los dientes, y el silbo ahora

entonces se puede mandar, porque antes, el hueco de encía a encía,

hacía fracasar su emisión.


52

El cosmopolio, ese espacio en disputa entre el pájaro y el

matapájaros, se llena de desgracia y canto en forma alternativa, y a

veces el canto es la desgracia, y quien huye del cielo no huye nada.


53

Por virtud de un golpe de maestro, el puño atraviesa el esternón de

lado a lado, aparece por la espalda. y luego se retira, regresa a su

posición de descanso, lo mismo que el pecho, que vuelve a unir sus

partes, ahora en torno a un hueco, por donde pasa el aire.


54

En la crónica del cielo, rutas que se cruzan, conciben hijos que

parecen rocas, y de este modo, las aves contribuyen a su propia

caída, de allí que confundan, destino y desatino.


55

Extrema fricción quema al poema, toda vez que fue pegado a

la trompa de un avión, o en un ángulo sensible de un ala, con la

salvedad de que la nave no se incendia, no cae envuelta en llamas,

de lo que surge una pregunta, ¿quién de los dos es más fuerte?


56

Por un pelo se salvó el pichón, se le vino encima una flota de

cuervos, que venía huyendo de una voz, que tronaba desde arriba,

pero no era dios, sino otro más potente, que ocupaba su lugar.


57

Y después: pala. Suena inútil en el aire, y tal vez sea así, pero lo

mismo un remo en tierra, ¿cuántos hay de estos que se arrumban

junto a botes a los cuales cubre el polvo, en lugar de agua, como

debiera ser, si se hubiesen hundido como debe?


58

Cualquier eclipse, sin distinción de astro, sufrirá alteraciones, con

sólo aplaudir el paso del avión, siempre que la aeronave pida disculpas

por su paso, y descienda a una altura suficiente, para no ser visto

por “los pájaros perdidos”, que aparecen en cualquier parte,

y causan cada tanto un desastre.


61

Hágase de ánimo, pájaro, y reconozca que su vuelo es malo. La

bala que usted cree que es, se mueve en dirección de su pecho. No

puede esquivar el proyectil, ni aunque corra el espejo.


62

El pío de la leyenda del ave es, en realidad, un taladro. El alma

cristalina es de hielo, y la mente preclara ve blanco absoluto.



80


No se ha fijado aún el precio del pan elaborado con la nueva

harina.


81

Bolitas de miga de pan para pájaros viejos; los nuevos, desconfían.


82

Conocen las aves qué significa una mano al cuello, y aún así.



83

¿Y el misil, que muere en su primer vuelo, a que instinto responde?


90

De todos los pájaros muertos, ¿cuántos lo fueron por la goma

expansiva de una honda? ¿Y por bala de chivo o balín?


91

De nuevo los huevos, que vienen a la mente sin sostén, en el aire,

cayendo desde un ave, o aeronave, o arrojados de arriba hacia abajo,

por una fuerza invisible, no por sobrenatural, si no porque desde el

punto de vista de quien cuenta, no se puede ver, no hay constancia

de origen, quién dispara huevos, no se sabe, no interesa.


92

La persona atacada expone el daño recibido en distintas partes de

su cuerpo, por un arma de filo, asegura, esgrimida desde el aire,

por una mano “libre de todo cuerpo”, porque no ha visto nada, ni

siquiera la mano estaba presente, por lo cual está puesta en duda,

y todo se confunde, testimonio, dolor, cortes en la piel, y el único

testigo, un pájaro, que aún anida allí.


93

Me han hecho estos agujeros, y estos también, y estos otros más”,

y cuenta cómo era atacado sin piedad por algo que definió como

conos, que se movían en el aire, a tal velocidad que era imposible

retener la esencia del agresor, por lo cual, a los efectos técnicos, era

un ser no visible, o uno múltiple que no se dejaba ver, o sólo existía

en forma de cuña.


94

Me arrancaron los cabellos, y se los llevaron consigo, hacia arriba,

en dirección que desconozco, y me dejaron la cabeza calva, y no

alcanzaba yo a cubrírmela con las manos, que volvían con furia, y

al no hallar más pelo, me comieron las uñas.”


95

Halcones se hacen viejos, pierden velocidad, tiemblan, yerran,

pierden la presa, se clavan de pico, todo ante los ojos del pichón,

monstruo de piel lisa, anciano como nadie; en el nido va a morir,

si es que algo no agita el árbol, a lo mejor una sierra, de pasar por

allí la tala.


96

El mediodía reduce a cenizas la mayor parte de las alas, y empiezan

a caer proyectiles de todos los calibres, que hacen blanco en lugares

a los que nadie apuntó, y derriban lo que encuentran, y si no

hubiere cavan un cráter, o rebotan, se hacen trizas y las esquirlas

matan a alguno.


97

Seguro no le contaron al pichón para qué nació en este mundo, y

cuando viejo ya el niño cree averiguarlo le viene un hambre atroz

que le copa cuerpo y alma. Asciende como un globo y ya está a tiro.


100

No se distingue en dónde comienza la pluma y dónde termina el

calor.




101

Un Dios de pesadilla, es lo primero que se me ocurre. Es el

momento posterior al pájaro, de pichón no hay nada más.


102

Con el peso de un puño cerrado, cada paso era una roca en

caída libre.


103

¿Qué quieren, los que piden alegrarlo todo? ¿Qué piden los que

mandan alegría? Son contados los focos que están aún en función.


104

Si se tiene un chiste en la palma de una mano, con la otra se lo

aplaude y muere.


105

La lengua manda al buche la broma que sostiene en la punta, la

trastienda se lo traga.


106

Se ahoga con un baño el humor a flor de piel, y ahora le toca a los

huesos.


107

Deja de ver por la luz que calcina de sus ojos.


108

Se atasca una ironía entre dientes, las muelas la hacen papilla.


109

Se estrangula una risa en la garganta y nadie impide que se mate.


110

Sólo queda una sonrisa a flor de labios, y ya viene el fierro que

los parte.


111

Difícil que se salve el secreto al oído.


115

Viendo lo que es el futuro en el presente, el frío que mata a veces al

mejor amigo, los ojos que se secan de tanto tragar luz.


116

Cuando el frío cargó los bolsillos hasta matarlos, más de un pichón

escondido corrió la misma suerte que su refugio,


117

El frío se cuelga de la rama de un árbol, no se sabe si para que el

árbol colapse, o como intento de suicidio: ninguna de las cosas

logra, o hace el ridículo, o esos planes no eran suyos.


118

El salto en el tiempo es tan brutal que ya una época se desplomó

fundida.


119

Pasaron meses, años, siglos: todos caben en esta excavación.



120

Los ladrillos por donde pasó la bota de hierro.


121

El salto en el tiempo a lo bruto, a cada etapa le arrancan los

miembros.


122

El tiempo, al alcance de la mano suelta, en caída libre va el bofetón.


125

Gato, el causante del eclipse, ya no sabe a quién pedir.


***


De «La Guía Ne(c)sia» ( con ilustraciones de Marc Taeger, Faktoria de libros)



LADRIDO INSÓLITO


El ladrido más extraño que se haya oído jamás fue emitido

el 17 de febrero de 1975 por un gato siamés, de nombre Wang,

en la provincia china de Cantón. El ladrido, que fue grabado

y se conserva en una biblioteca de la universidad local, sonó así: «miau».


INCREÍBLE


El señor Lucio Ben Griffon, de Tel Aviv (Israel) es capaz de escribir

siete poemas a la vez, al tiempo que cocina, cose la ropa de su familia,

mira televisión, canta en árabe y duerme una siesta.

Recibe todos los días decenas de cartas de admiradores y curiosos

de todo el mundo, pero él alega que no tiene tiempo para responderlas,

«no tengo cuarenta manos», dice.


VORACIDAD


En el día de Año Nuevo de 1992, Myriam Felber, de Kentucky

(Estados Unidos), se tragó un piano, una computadora personal,

cuatro platillos de bronce y una colección de discos

(compactos y de vinilo) de Bob Dylan. Como tenía mucho dinero,

al día siguiente compró todo de nuevo.


COMPULSIÓN


El 15 de abril de 1948, Carlo Viggiano, del barrio romano de Trástevere,

entró al retrete de su casa y tiró de la cadena cuarenta y siete veces.

Luego, salió de allí sin siquiera haber hecho pis.


DESTINO


El vietnamita Nguyen Van Drop navegó en su bote durante

veinticuatro días por el río Mekong y no llegó a ninguna parte.


INTELIGENCIA


«Un murciélago puede ser tan inteligente como un ser humano.»

Esta aseveración, tan polémica, por cierto, es vertida por Murbat Vamper

en su libro Más allá de las alas. Murbat Vamper es un murciélago

nacido en Bat Yam (Israel). Más allá de las alas es su segundo libro.


COINCIDENCIA


Al sur de América del Sur existe un país que se llama Argentina y que es

exactamente igual a la Argentina, país que se encuentra al sur de Sudamérica.


SABIDURÍA


En Narestrud ponen todas las palabras juntas y dicen: aquí está el libro.


***


De «El plano Barrofón. Un cuento + dos novelas» (Beatriz Viterbo de.)


La polémica


Enseña Mudena que hay millones de caminos para llegar al

poema, pero el verdadero poeta tiene el talento, o intuición,

de encontrar aquel que es único.

Explica Fardina que el verdadero poeta es aquel que elige

todos los caminos a la vez, se pierde en ellos y la relación de

ese viaje es el poema.

Replica Mudena que, si el poeta se pierde por millones de

caminos y deja constancia de su extravío en un poema, este

poema se convierte en un único camino: el poema comienza

aquí, y termina allí.

Reprueba Fardina con este argumento: las múltiples

lecturas que ofrece un gran poema son prueba de que el

haberse el poeta internado por infinitos caminos y haberse

extraviado en ellos no fue en vano.

El contra-argumento de Mudena dice que las múltiples

lecturas que emanan de un poema notable son posibles gracias a

que el extravío del poeta quedó plasmado en un único camino.

Ja, ja, aplaude Fardina, y retruca que en cualquier momento

vendrá el hijo o el nieto de Pablo Katchadjian y se pone a engordar

ese camino, aquí y allá, y que esa expansión no tiene límites.

En el turno de Mudena se le escucha responder que todas

las expansiones, proyecciones y radiaciones se remiten a un

mismo origen, que no se pierde, que está ahí, en el núcleo,

sin el cual la gordura no tendría asiento.

Pero Fardina es duro, y apunta que David Wapner, o sus

descendientes, podrían instalar un algoritmo que, semejando

un tumor, haría irreconocible el camino, o lo multiplicaría

en las distorsiones que le permitan su salud.

Para Mudena todo es fácil, dice que un algoritmo se

decodifica, que el tumor remite, y el camino, que es único,

se cura, y vuelve a su forma, con principio y con fin.

Fardina tiene su carta, Sebastián Bianchi o sus bisnietos,

que aislarán uno a uno los átomos del poema y los pondrán

a representar obras de títeres, que se representarán todas

en simultáneo.

Mudena reacciona como un rayo y sentencia que esa

multitud simultánea suena como una sola a los oídos humanos,

y que de hecho es una sola, no importa las partes que

la compongan, y que un oído absoluto podría transcribirla

en un solo trazo.

Va a venir el tátarasobrino de Emeterio Cerro, gritó Fardina,

acompañado de un perro bóxer, que se va a meter el poema

en la boca, y el muchacho se lo quitará de las fauces, porque

es valiente, y con los girones que rescate de las mandíbulas

del can, hará una plaqueta con una tirada de 300 ejemplares.

Mudena, al borde del espasmo, pide que le den un molde

de la dentadura del bóxer y en dos patadas reconstruirá

los agujeros, coserá las rasgaduras y el poema volverá a su

unicidad, y agrega: “El perro es tonto, cree que al comerse

el camino, no deja un vacío. El vacío tiene forma, sólo falta

ponerle relleno”.

Es aquí que Fardina saca una pistola y dispara a quemarropa

a la cara de Mudena.

Enseguida se pega un tiro.



EN DIRECCIÓN A LAS HORMIGAS


1

Disparan en las calles de Damasco, de Homs, y los pájaros

disparan de allí, semejando migración, tan antes de tiempo

que mueren en el camino, aún sin que hayan sido alcanzados

por las balas. Es que el reloj que regula la vida ya no existe,

voló en pedazos, y lo que pase aquí o allá, que desmienta

este hecho, es una pura ilusión. Hace unos días alguien colgó

un vídeo en donde se ve la mano de alguien que sujeta un

murciélago. El animalito, como si de un perro se tratase,

lame la mano que no lo oprime, pero tampoco lo suelta.

Esas lamidas, debemos saberlo, no son besos de empatía,

sino un pedido de compasión. Bestia humana, apiádate de

mí. No cierres tu puño, me vas a triturar.


2

Por un margen cisjordano, en una calle de una colonia

judía en tierra palestina ocupada, un muchacho local corre

hacia un soldado israelí cuchillo en mano. Lo va a apuñalar.

Detrás del soldado, sus compañeros rompen fuego para

defender la vida de su camarada, pero lo matan. También

al palestino, pero este desaparece en el mar de sangre tinta

que le echa encima la prensa. Así es la literatura israelí, un

vacío que se rellena con balas que, de acuerdo a su propia

naturaleza, no hacen otra cosa que agrandarlo.



ENTREVISTA


Gilgamesh: David, bajo la estela y los cielos constelados de lo (in)creíble, bajo «un árbol exótico, uno de los árboles más singulares» de lo que entiendo y deseo como poesía se recorta tu producción poética en una hibridación de géneros que ponen a la fantasía y a la creatividad a forjar una obra que desborda en mundos animados, teatralizados, musicalizados, únicos. ¿Cómo y dónde empieza este «ladrido insólito (de) gato siamés»?


David Wapner: Bueno, yo no utilizaría el término “fantasía”. La fantasía es al imaginario lo que el adjetivo es al sustantivo: el adjetivo es una no-palabra, la fantasía es un no-imaginario. Ambas, adjetivo y fantasía, son esfuerzos de expresión sin sustento propio, nada con colores, son vacío. El imaginario es otra cosa, y yo manejo uno que fui gestando desde la infancia y que no cesa de procrear. El imaginario propio es un intercambio entre exterior e interior, mente colectiva y mente singular, sueño y vigilia. Mi obra, en texto y música, es el registro de todo ese mundo de rumores, sonidos, imágenes abstractas, palabras sueltas.


Gilgamesh: Tus p(i)o(j)emas recalan en el vasto horizonte de lo (in)finito de la infancia. ¿Qué te llevó a anclar allí a través de un género relegado y al mismo tiempo tan religado al mundo de la niñez?


David Wapner: En primer lugar, la literatura para la infancia no es un género sino un recorte, una elección. En lo que llamamos Lij, en los lijbros, tienen lugar todos los géneros: poesía, cuento, novela, drama, más sus respectivos sub-géneros. Por ejemplo, el libro-álbum o álbum ilustrado, es un subgénero de la poesía, o el cuento, en el cual el lenguaje textual y visual constituyen un todo interdependiente en función de la lectura. Aclarado esto, te darás cuenta de que si a todo un corpus lo presentás como género o, más que nada, sub-género al que motejás de “infantil”, la respuesta a tu pregunta es que la Lij no fue nunca relegada sino valorada como inferior con respecto a su contraparte destinada a adultos. Entonces, dos conceptos que repito siempre: no existe la literatura infantil, salvo aquella escrita por niños, y este sector de la literatura no es un género, o sub-género de nada: es aquello que escribimos, en cualquier género, destinado a las personas niñas. Mucha de esta producción fue, y en muchos casos sigue lo siendo utilitaria, orientada a educar, a transmitir mensajes acordes a una u otra ética, filosofía de vida, entre otros conceptos vializados por adultes. Libros en donde el tema es el centro. Y en los últimos tiempos, muchos bebés, embriones, embarazos. No me interesa nada de eso: la literatura para la infancia tiene que ser arte, todo lo demás es remedo. A través de los años fui respondiendo de manera diversa a por qué escribo para personas niñas. Dije hace mucho, “es una porción de mi obra que destino a la gente pequeña”. Hoy más bien digo que la niñez somos nosotrxs en estado puro, antes de cualquier distorsión. Digo que la poesía reside en esa infancia. Nunca a acabo de responder del todo, estoy en eso desde hace cuarenta años.



Gilgamesh: ¿Podrías elegir esos libros que fueron un punto de clivaje en tu producción y acercarnos a su génesis?

David Wapner: A esta altura, cada libro que escribí es importante para mí, cada uno es como una estación de descarga en donde se decantan etapas de un único texto que se escribirá hasta que se acabe la vía. Pero, bueno, el primero, “Bulu-Bulu”, que salió en 1987 por Libros de Tierra Firme, fue importante porque era la primera vez que publicaba y me abrió un espacio que era diferente al que venía transitando, que eran escenarios. Me llenó de energía, porque fue recibido con sorpresa. Eran poemas que, en perspectiva, los siento irregulares, pero aún así eran bastante diferentes a lo que se escribía en la época. Poco después, en 1989, salió mi primer libro para personas niñas, “El Otro Gardel”, que publicó Libros del Quirquincho: la sorpresa también se repitió con este libro, con su secuela de reseñas e invitaciones a mesas redondas, visitas a escuelas. Así fue que, de entrada, me hice un lugar en el planeta Lij. Si bien el humor no era raro en los lijbros que comenzaron a circular a partir del regreso de la democracia en diciembre de 1983, los cuatro cuentos del mío agragaban novedades como alusiones a Macedonio, Marechal, Borges. Para esa época, ya trabajaba en el que considero mi libro más importante de mi primera etapa, Tragacomedias / Sacrificciones. Nunca llegó a tener una edición formal, sólo una impresión artesanal de treinta, cuarenta ejemplares, que sacamos con Juan Desiderio, con el sello de “La Trompa de Falopo”. Y luego, una reedición digital en el sitio Poesía.com, allá por el 2000. De todo hay allí: poemas verticales, poemas en prosa, poemas-relato, poemas-ensayo, teatro. Tuvo una importante hinchada: Leónidas Lamborghini, Daniel Freidenberg, Irene Gruss, Alejandro Rubio, Daniel Durand, Sebastián Bianchi. Todavía espera una edición definitiva. En 1999, sale mi primer libro a caballo entre mis últimos meses en la Argentina y los primeros en Israel: “Interland”, una novelija de fusión, relatos, poemas, canciones y partituras. La evolución de ese planteo es la novelija Icaro, que ya venía escribiendo por esos años pero que salió recién en 2007. Acá hay más delirio, alucinaciones, retro-ciencia ficción, experimentación con algoritmos. Ganó el premio Destacados de Alija, pero sigue siendo “rara” para el standard lij. Otros hitos fueron la publicación de mis primeros libros álbumes, en 2002 y 2003: “Canción Decidida” y “Los Piojemas del Piojo Peddy”. Con ellos gané mis primeros premios en la lija Lij (Alija, Banco del Libro de Venezuela) y se convirtieron en dos de mis clásicos. Muches de les autorxs de las generaciones lij posteriores tienen a estos poemas en su bagaje. Para finalizar, y no cansar (publiqué unos cuarenta libros, tengo inéditos unos treinta), el que considero mi libro más importante: “Una novela de mil páginas”. Lo fui sacando por entregas en el e-zine que yo dirgía, el CorreoExtremaficción, entre los años 2003 y 2005, más o menos. Finalmente, lo editó Santiago Llach en Siesta, en 2009, con posfacio de Leónidas Lamborghini. Este libro fue la causa de una relación de amor-odio con mi editor que, con el tiempo, por virtud de silencio, se calmó. Espero que vuelva a editarse alguna vez, se consiguen ejemplares por Mercado Libre. Antes y después de “Una novela…” hubo hitos, pero tengo que poner un límite aquí.

Gilgamesh: Conmueve en tu escritura el trabajo con el lenguaje y la falta total de subestimación a tus lectores. Entrar al mundo de David Wapner implica deshacerse de prejuicios y hacer un ejercicio para que el (des)concierto acompañela experiencia de lectura. ¿Qué búsquedas te fueron dejando en este lugar de extrañamiento, de invención, de hibridación, la experimentación estilística? En el momento previo a la escritura, ¿qué tipo de lector imaginás? ¿Qué devolución has tenido de esos lectores? ¿Qué diferencias encontrás a la hora de escribir para niños y adultos?


David Wapner: Bueno, uno más que buscar, anda, se mueve y va encontrando cosas. Y cuando encuentra, o las esquiva o entabla una relación. Cuando hay relación, se desarrolla algo, pero en ese desarrollo también interviene lo que esquivaste. Libros, imagen impresa, imagen pintada, imagen grabada, personas, animales, paisajes, plantas, olores, comidas, desperdicios, música, mucha música, mal, bien, enfermedad, salud. Alguien que se dedica a darle curso a toda estas cosas que va encontrando, a almacenarlas, elaborarlas, redefinirlas, ese soy yo. Todo lo demás es adjetivo, tratar de definir lo que uno no puede: por qué hago las cosas que hago. En el momento previo a la escritura no estoy escribiendo: como, bebo, duermo, voy al baño, leo. O hago música, que es mi otra mitad. Pero, también, cuando no escribo, estoy escribiendo. Al lector no lo imagino: son personas concretas, que conozco, que están vivas pero, también, han muerto. Decís “falta total de subestimación”: porque no especulo. Y en el mundo de los libros, sobre todo en la Lij, hay mucha especulación: la edad, el género, los límites, el tema, el mensaje. Yo no encuentro diferencias a la hora de escribir para niños o adultos: simplemente me pongo a escribir. A veces con un plan, a veces no. Pero no voy a escribir pornografía para la infancia. Tampoco lo hago para la no-infancia. Hay, sí, una distinción: quiero escribir esto para tal, o para cual. Mucha gente que fue niña hace veinte, treinta años, todavía me escribe que tal o cual libro mío fue muy importante en su infancia, y lo sigue siendo en el tiempo. Más de una de estas personas se han convertido en escritorxs importantes. O han tomado talleres conmigo.


Gilgamesh: ¿Cómo ves en la actualidad el mundo escritor/editor de literatura infantil? ¿Qué escritores incentivaron tu profesión literaria? ¿Qué autores sentís necesarios para las infancias contemporáneas?


David Wapner: En lo que respecta a la Argentina, hoy por hoy ese mundo está amenazado por este gobierno de demolición, fascista y violento. El Plan Nacional de Lectura(s), en sus dos reencarnaciones, más otras políticas de incentivo, permitieron la emergencia de pequeñas editoriales con propuestas renovadoras que hicieron crecer el corpus lij en diversidad y calidad. En los últimos dos años se hicieron sentir, muy fuerte, problemas en sectores clave para la edición como el del papel, y del papel a las empresas de edición, con el consiguiente perjuicio para los planes de edición de las editoriales pequeñas. Y es en este período que constato un regreso a ciertas pautas que, como todo regreso, atrasan. Se volvió a ciertas especulaciones comerciales que la libertad de movimiento habían relajado. Tal vez nos estemos encaminando a una concentración entre pocas empresas solventes y la consiguiente proliferación de bebés y nonatos. Autores necesarios: a priori, todos lo son, luego es su obra la que decidirá: no son necesarios los estereotipos. De mis contemporáneos admiro el trabajo de Juan Lima, Roberta Iannamico, Isol, Laura Forchetti, Nicolás Schuff, Matías Trillo, Laura Wittner. Valeria Cervero y Carolina Rack han escrito libros de poesía fuera de la norma. Ángeles Durini, qué buena que es. Ojalá alguna vez la Lij se abra al universo de Sebastián Bianchi. ¿Qué autor me incentivó? Más que cualquiera, Leónidas Lamborghini. Me apoyó siempre, estaba convencido de lo mío y de los peligros que acechaban a mis textos. La commedia, la parodia, la anti-lírica. En mi panúltimo día en la Argentina, estuve en su casa y luego me acompañó hasta la parada del 109.


Gilgamesh: Además de poeta, narrador, músico, sos editor. ¿Cómo llegaste a serlo? ¿Qué te permitió la edición con respecto a tu obra y a la difusión de la obra de tus colegas? ¿Cómo vivís el mundo editorial actual?


David Wapner: Antes de responder, te corrijo una definición: no soy narrador, escribo ficción. Hecha esta salvedad, fui editor-director de una revista (Extremaficción) y su correlato en formato e-zine (CorreoExtremaficción) y director de una colección de libros de poesía para la infancia, “Los libros del Lagarto Obrero”, de Editorial Maravilla. En principio, yo nunca me imaginé como editor, no quería, por la simple consideración de que no quería poner condiciones a mis iguales, a mis contemporáneos, prometerles, corregirles y, sobre todo, rechazar propuestas. No quería ponerme en situación de poder. Pero la dinámica de la vida me pidió que en 1996 convocase a un grupo de mis contemporáneos, la mayoría de ellos mucho más jóvenes que yo, integrantes de la llamada “Generación del 90”, con quienes nos conocíamos desde 1989: Sebastián Bianchi, Juan Desiderio, Daniel Durand, Darío Rojo, Santiago Vega, los hermanos Ezequiel y Manuel Alemián, Mario Varela, Rolando Revagliatti (el único mayor que yo). La única mujer del staff era Ana Camusso, que firmaba sus dibujos con su nombre pero usaba el seudónimo Edna Gur cuando publicaba poemas. Fueron tres números impresos en formato tabloide (el 2 y el 3 salieron juntos, al filo del año 1997, antes de mi emigración). Ya en Israel, en 1999 la revista resurgió en formato e-zine. Duró seis años durante los cuales publicaron decenas de autores, además de Ezequiel, Sebastián y Ana, que formaban parte del equipo: Patricia Suárez, César Bandín Ron, Fulvio Franchi, Martín Rodriguez, María Teresa Andruetto, Gabriel Yeanotegui, la artista visual rusa Natalia Sourabova, entre otrxs muchxs. Y durante un buen tiempo, fue re-publicado por el sitio Poesía.com, que dirigían Daniel García Helder y Alejandro Rubio. El CEF, como le decíamos, me ayudó a consolidar mi relación con la Argentina, que no quería que se diluyese por nada en el mundo. Dos días antes de marcharme, nos encontramos con Ezequiel Alemián en el bar de Galicia y Nazca. Ahí le conté mi plan para no-desaparición, que pude cumplir, y salió bien. La colección “Libros del Lagarto Obrero” se creó en el 2017, como resultado de la gran amistad que habíamos entablado con Roberta Iannamico, quien un años antes había fundado con Celeste Caporossi una pequeña editorial con base en Villa Ventana, “Editorial Maravilla”. Hacia un tiempito que imaginábamos con Roberta una colección de libros que de rienda suelta a nuestra visión de la poesía para la infancia. Ya con su proyecto editorial en marcha, Roberta me propuso dirigir esa colección en el marco Maravilla y dije que sí. Propuse el nombre “Los libros del Lagarto Overo”, por ese reptil tan familiar en Ventana y ella replicó “Lagarto Obrero”, y así fue. Hubo mucha inspiración en su gestación, y nos fue bien. Me convertí en el único director de colección del planeta que ejerce su trabajo a miles de quilómetros del lugar físico en donde suceden sus libros, uno mejor que el otro. En lo personal, en relación con mis propios libros, fue positivo. Y creé algo que no existía, y sigue sin existir, en los libros del universo Lij: un ensayo, al final de este, sobre el libro respectivo, que llamé “La Coda del Lagarto”. Del mundo editorial actual ya te hablé en una pregunta anterior. La propia Maravilla, y con ella El Lagarto, ha entrado en suspensión criónica.


Gilgamesh: Muchos de tus libros requieren de ilustradores y muchos fueron escritos a cuatro manos. ¿Cómo es ese proceso de obra conjunta?


David Wapner: Tuve la fortuna de trabajar con muchas/os de las /los mejores ilustradoras /es de mi país, y con cada una, con cada uno, la forma de trabajo es distinto. Por supuesto, la relación que tenemos con Ana Camusso, conviviendo desde hace treinta y siete años, hace que difiera de todas las demás. Hemos hecho libros de a dos, textos míos ilustrados por ella, textos a cuatro manos con dibujos suyos o por un tercero (Juan Lima, por ejemplo), poemas y canciones suyas con arreglos y producción musical mía, canciones de ambos, cortos de animación, obras de títeres, esculturas, colaboraciones en los proyectos individuales. Es nuestra vida. Luego, varía, depende de con quien trabaje. Con Matías Trillo, el intercambio de ideas es constante, de ida u vuelta, es un artista generoso y receptivo. Con Isol es parecido, veloz para resolver conflictos gráficos, una idea suya puede marcar la diferencia, como una doble página muda que hace de puente entre dos instancias del poema (“Se siente un perro sentado”). Con Juan Lima hemos trabajado en varios proyectos, en uno de ellos fui el editor. Es un artista de oído absoluto, un maestro, poeta en imagen y texto. Nos llevamos muy bien. Cristian Turdera tiene una forma de trabajo opuesta, solamente veo su trabajo cuando lo terminó. Hicimos un libro, “Canción Decidida”, que se reeditará en abril, y que, desde varios puntos de vista, es un paradigma del álbum ilustrado, pero me centro en lo que hizo Cristian: lo suyo es un poema visual casi autónomo que corre en paralelo al texto, y esa es la razón por la que “Canción.. “ tiene tanta potencia: hace inolvidable al texto y el texto se hace inolvidable por virtud de la imagen. Con Juan Soto hicimos dos libros muy jugados, uno publicado (y premiado, “Un auto en dirección hacia”) y el otro, aún inédito, una novela con “inserts” gráficos y de comics. Me llevo muy bien con Juan, es receptivo, pregunta, sugiere, se compromete. Roberto Cubillas es parecido a Cristian, al menos durante el trabajo con “Piojemas…”, hace veinte años. En algún momento saldrá la reedición (está programada), tengo muchas expectativas. También me llevé muy bien con Clau Degliuomini. Las editoras / editores son fundamentales para garantizar que la relación escritor e ilustrador fluya, destaco a dos excelentes: Paula Fernández, de Ojoreja y Judith Wilhelm, de Calibroscopio.



Gilgamesh: Me gustaría detenerme en tu trabajo en la colección de poesía de «Los Libros del Lagarto Obrero». ¿Qué nos podés contar al respecto? Dos antologías han marcado el punto inicial: «Un invento de María Hortensia» de María Hortensia Lacau y «Conversación con el pez» de Juan Carlos Moisés. ¿Qué podemos leer en estas elecciones iniciales?


David Wapner: Como ya te conté en una respuesta anterior, el Lagarto nació en 2017 de una inspiración-aspiración que compartimos con Roberta Iannamico y se materializó gracias a la editorial (Maravilla) que ella fundó en Villa Ventana junto a Celeste Caporossi. En un principio le ofrecimos la dirección artística a Cecilia Alfonso Estévez, a quien ambos admiramos. Cecilia aceptó, pero al poco tiempo declinó, otros proyectos le quitaban tiempo. Un tiempo atrás, Pablo Picyc había estado dando un taller de dibujo en Villa Ventana, le ofrecimos el honor y dijo sí. La otra pieza clave de la estética lagarta fue el afichista e imprentero bahiense Walterio Uranga, que trabaja con prensa mecánica y tipos de fundición, un artista. Roberta y yo, en tanto, nos dedicamos a enhebrar el ars poética de la colección, su filosofía, su cosmovisión, y en esas charlas que íbamos escribiendo en Google Drive, salieron los conceptos fundadores, entre ellos, la alegoría del saurio, de la sabiduría de una especie que nos antecede en el tiempo y ahora nos guía hacia el futuro. Queríamos una colección de poesía de verdad, poesía de y por poetas, sin especulaciones, sin imposturas, no diminutiva: libros con sustancia, con la cantidad de páginas que requiera cada caso. Esa era al diferencia principal con Mágicas Naranjas, la editorial pionera en este salto al vacío. Para el debut de la colección se me ocurrió una idea potente: en los años 80 yo había musicalizado poemas de María Hortensia Lacau y Juan Carlos Moises. Esas canciones sorprendían y encantaban, no importa en el contexto en que las cantase: recitales, escuelas, fiestas. “Ruego”, de María Hortensia, y “El Caballo Obediente” y “Victoria”, de Moisés. Lacau dedicó su vida a escribir para la infancia, Moisés no: escribía así. María Hortensia tenía poemas ñoños, pero también pequeñas joyas, obras maestras. Sus libros son orgánicos, gordos, completos. Los poemas paradojales de Moisés despertaban asombro en gente de toda especie. Provocaban al alma niña. Me conecté con Raquel Barthe, albacea de la obra de Lacau y me proporcionó todos sus libros: con ellos armé la antología. Y lo busqué a Moisés, con quién ya hablaba cada tanto, y le pedí una antología personal, con la condición de que incluyese “El Caballo Obediente”. Fue un acierto del lagarto nacer así.


Gilgamesh: Naciste en Buenos Aires, desde 1998 vivís en Israel. ¿Qué búsquedas se sostuvieron, cuales mutaron al cambiar de geografía? ¿Qué similitudes y diferencias encontrás en el público lector de uno y otro lado? ¿Cómo es escribir, editar, crear en un país en donde el conflicto y la beligerancia son cotidianos? ¿Qué lugar ocupa la poesía en un mundo de muerte y desolación? ¿Qué lugar habita el intelectual en estos contextos tan poco poéticos?


David Wapner: Lo que mutó fue el idioma del contexto, la voz de la calle, los animales, los olores. La literatura y el arte siguieron su camino, cada cual con lo suyo y ambos juntos o cruzados. El lenguaje ganó en concentración e invenciónpor pérdida de su ámbito original y confrontación con los idiomas de acá. Lo nuevo fue enseñar arte en las escuelas. Y dedicamos muchos años a organizar talleres de arte para las niñas y niños de la comunidad sudanesa de buscadores de asilo. Con respecto a mi trabajo en la escritura, en Israel casi que no hay lugar para los no-nativos. Lo intenté en los primeros años, intenté la publicación de dos libros aprovechando que habían sido premiados, pero acá mis libros para la infancias suenan como de otro planeta, porque los lijbros israelíes, desde hace treinta años, por lo menos, son puro estereotipo. Con la música, gané aquí un premio importante, un disco instrumental, pero la pandemia lo disolvió. No existe el contexto poético, no hay un algo poético, no hay lo poético sino la poesía y la poesía es otra cosa y puede surgir en el infierno. El mundo de muerte y desolación es Gaza y los territorios ocupados. Tras la masacre realizada por Hamas el 7 de octubre de 2023 y la respuesta genocida de Israel, este lado, en el cual vivo, se está convirtiendo en una cáscara vacía de contenido, y ya no me interesa nada de lo que se escribe o canta aquí.


Gilgamesh: ¿Qué proyectos tenés en este momento? ¿Qué te queda pendiente en tu larga y prolífica trayectoria de autor, editor?


David Wapner: Me queda pendiente todo, tengo todo por escribir y componer. Estamos dando los toques finales a un álbum, un discazo junto a Marcelo García, el baterista por décadas de León Gieco, tremendo músico. Estoy trabajando con un poeta y músico de Zaragoza, David Giménez Alonso. Varios libros están dando vuelta en algunas editoriales de otros países. Libros inéditos, unos cuantos. Saldrán traducciones y reediciones. Trabajos en progreso con Ana, esbozos con Matías Trillo. Estudio italiano. Ojalá pudiéramos salir de este país.


Gilgamesh: Nuestra última pregunta es una que, con ligeras variantes, repetimos de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades... Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Alejandra Boero llama a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en tu opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?


David Wapner: Cantar, cantar. Es lo único que nos queda.


NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA


David Wapner (Buenos Aires, 1957). Autor de poesía y ficción, músico, editor. Fue colaborador de Billiken, Anteojito, Humi, Suplemento Infantil de La Nación y La Nación de los Chicos. Editó el tabloide de ficciones “Extremaficción” (1995-1997) y el e-zine “CorreoExtremaficción” (2001-2006). Entre sus libros, muchos de ellos para niñes, se destacan: “Bulu-Bulu”, “Tragacomedias-Sacrificciones”, “Interland”, “Canción Decidida”, “Los Piojemas del Piojo Peddy”, “Una novela de mil páginas”, “La Guía Ne(c)sia”, “Cabía una vez”, “Operita de Corazones” junto a Ana Camusso, “Carga, Adelante, Vamos”, “El Ciclo Mardafón”, “Vida del Muerto”, “Se siente un perro sentado” (ilustraciones de Isol), “20 Motivos para despertar a una niña” (con Ana Camusso), “El Plano Barrodón”.

Entre sus discos: “Pequeñas Canciones de la Gaturbe”, “Frontera En Vivo”, “Wapner LivEuzkadi”, “Baradad”, “Monotemas”, “Saturanda Wapner” (con Sergio Arens y Adolfo Miranda). Dirije la colección de poesía para personas niñas “Los Libros del Lagarto Obrero” (Editorial Maravilla). Recopiló y editó antologías de poemas “Una invención de María Hortensia”, de María Hortensia Lacau, “Pájaro de Invierno”, de Katherine Mansfield (junto a Roberta Iannamico, con traducción de Laura Wittner, y “Ventana y espejo”, de la poeta israelí Lea Goldberg, a quien tradujo del hebreo. Vive en Israel, desde 1998, junto la artista visual Ana Camusso. Ha sido reconocido numerosas oportunidades con el premio “Destacados de Alija”, además de “Los Mejores” (Banco del libro de Venezuela) y el premio Fundación Cuatro Gatos (Miami, EEUU)

En Bandcamp:

https://davidwapner.bandcamp.com/music

Blog: https://guerraguerro.blogspot.com/


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